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Resumen
Los carnavales como fiesta originaria y del calendario católico en Chiapas son ocasiones de reunión, convivencia grupal, celebración y resiliencia semiótica. Hasta la fecha, su estudio sistematizado en el estado se encuentra apenas en estado emergente: hace falta registrar, analizar y comprender las diferencias y las similitudes intrarregionales, así como su desarrollo en términos históricos, territoriales, sociales, étnicos y glocales. Este artículo busca historiar el carnaval en Chiapas. Se presenta una sistematización bibliográfica e historiográfica, una contrastación semiótica y simbólica de los 24 carnavales detectados y una propuesta de posible línea de tiempo para el fenómeno del carnaval en el estado. Su objetivo principal es aportar al campo de estudio del carnaval, fortalecerlo, y motivar la discusión crítica de lo que como objeto de estudio puede ofrecer a la escritura de una nueva historia “otra”.
Introducción
Nada hace más feliz a la gente que el carnaval (Gilmore, 1998, p. ix). La historia tiene como objeto de estudio los mismos seres humanos, quienes producen sus propias formas históricas de vida (Horkheimer, 1993, p. 21).
Diversos investigadores (Bajtin, 1987; Caro Baroja, 2006; Heers, 1988) explican que las raíces de los carnavales alrededor del mundo provienen de las fiestas saturnales de Roma. En cuanto a los carnavales del “Nuevo” Mundo, se contempla que fueron introducidos durante la Colonia (Flores Martos, 2001), vinculando la celebración con el cristianismo y el teatro evangelizador. En las corrientes teóricas para comprender el carnaval destaca la idea de subversión del orden cotidiano que prevalece todavía en Europa (Bajtin, 1987; Burke, 2000; Caro Baroja, 2006); en América Latina destacan los elementos asociados a la política de formación del Estado-nación (Da Matta, 2002) o su análisis como objeto de consumo (De Oro, 2010). En México, el debate acerca de estos marcos interpretativos apenas ha iniciado en años recientes (Báez Cubero y Garrett Ríos, 2009; Figueroa, 2018; Flores Martos, 2001; Licona, 2018; Münch, 2005; Newell 2018a, 2020), mientras en Chiapas se encuentra en una primera etapa de organización y análisis, requisitos esenciales para el desarrollo y la formación de teorías propias o de discusión crítica.
Este artículo está guiado por tres preguntas que en conjunto buscan avanzar en el campo de estudio sobre el carnaval en Chiapas: ¿dónde se celebran y cómo son los carnavales en y de Chiapas? ¿Qué representan y qué comunican estos carnavales acerca de la historia y el presente de un estado tan diverso y complejo? ¿Cuál fue el desarrollo histórico del fenómeno del carnaval en el estado y en sus diferentes zonas o pueblos? Se emplearon tres estrategias metodológicas de origen antropológico e historiográfico1 (Comaroff y Comaroff, 1992; Gaos, 1974; Rico Moreno, 2009; Roseberry, 1994): 1) la recopilación y la revisión crítica (historiografía) de fuentes primarias y secundarias del fenómeno del carnaval en Chiapas; 2) un ejercicio de contrastación de los carnavales del estado para descubrir similitudes y diferencias, y establecer una primera comprensión de las tendencias históricas representadas en sus carnavales, y 3) la (re)creación de una posible síntesis histórica inter e intrarregional para establecer una línea de tiempo que espera narrar tanto la historia como la historicidad de los carnavales en Chiapas.
Conocidos y numerosos historiadores (Benjamin, 1995; Favbre, 1973; García de León, 1991; Hernández Chávez, 1979; Olivera, 2005; Reyes Ramos, 1992; Rus, 1995; Viqueira y Ruz, 1995) han estudiado la historia y las historias de Chiapas desde múltiples enfoques y temáticas. Existe hoy en el estado un gran acervo de historia “otra” —la no frecuentemente contada o documentada— (Viqueira y Ruz, 1995) que aumenta la comprensión de un estado de gran complejidad tanto social como étnica, política y económicamente, lo cual implica a su vez una gran diversidad en términos lingüísticos, culturales y biológicos, y un alto dinamismo por los cambios bruscos naturales y culturales desde los tiempos prehispánicos y por las vivencias coloniales y poscoloniales. Se reconoce fácilmente en Chiapas que la historia forma un área ontológica y un campo de estudio que es siempre:
Ordenada(s) culturalmente, diferencialmente en diferentes sociedades, según los esquemas significantes de sus elementos […] Lo inverso también es cierto: esquemas culturales son ordenados históricamente, debido a que los significados en gran o pequeña medida son revaluados mientras que son promulgados en la praxis […] la cultura es cambiada históricamente en la acción (Sahlins [1985, p. vii] citado en Roseberry, 1994).
En este artículo se busca historiar los carnavales del estado para demarcar que esta festividad merece ser tomada en serio como tema contemporáneo e histórico, y que puede, también, conceptualizarse como un campo de estudio “otro” ya que documenta y demuestra las fuerzas e interactividades positivas entre alma, espíritu y comunidad, y lo realiza con un enfoque hacia la resiliencia semiótica como alternativa humana a los esquemas de opresión y oscuridad en las poblaciones del estado, que ya mucho se conocen. ¿Es posible una historiografía positiva crítica que puede fungir como contraparte a esta historiografía “otra” que llama la atención sobre los procesos reales y socioemocionales de violencia e invasión?
La Real Academia Española indica que la palabra carnaval proviene del italiano carnevale, “quitar la carne”, y se refiere a:
1. Los tres días que preceden al comienzo de la Cuaresma; 2. La fiesta popular que se celebra en carnaval, y consiste en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos; 3. El conjunto de informalidades y actuaciones engañosas que se reprochan en una reunión o en el trato de un negocio (Real Academia Española, 2021).
Mediante el análisis historiográfico, se revela que en Chiapas existen, o existían, al menos 24 carnavales, y que estos consisten, y consistían, en el presente y en el pasado, de muchos elementos, algunos de los cuales son profundamente históricos y hasta de origen prehispánico. Sin embargo, en general urge realizar estudios históricos de estas festividades y de sus múltiples elementos substantivos en Chiapas y en México, como también es necesario promover la (auto)valoración de este fenómeno porque en realidad, y como se demuestra en el artículo, esta celebración puede y debe ser considerada y analizada como una expresión y producción de gran “condensación” histórica (Trouillot, 1995), semiótica y simbólica (Turner, 2005).
Recopilación y revisión de fuentes primarias y secundarias sobre los carnavales de Chiapas: un primer paso de sistematización histórico-antropológica
Para comprender la historia de cualquier fenómeno o acontecimiento es útil iniciar con un análisis de textos primarios y secundarios que permita contemplar los procesos, los momentos y las estructuras formativas y principales de lo estudiado, así como sus actores, narrativas, discursos, escritos, silencios, y los autores que le dieron forma, dirección y sentido (Gaos, 1974; Rico Moreno, 2009; Trouillot, 1995). Mediante una búsqueda de fuentes en internet y en diferentes bibliotecas en el estado2 se encontraron 74 documentos secundarios —capítulos, artículos, libros, tesis y un disco musical— sobre 21 carnavales y ningún documento primario. Ciertamente este es un número incompleto ya que los recursos de búsqueda y circulación bibliográfica son algo limitados en México en comparación con países de otras latitudes. Asimismo, es de observar que ninguna de las fuentes secundarias menciona la existencia de algún documento primario que posibilite, de manera inconfundible, establecer un referente temporal en una línea de tiempo para el fenómeno del carnaval en Chiapas, lo que afirma la necesidad de emplear otros métodos para la (re)construcción de la historia de esta celebración. Esto justifica tanto la estructura, como el objetivo, la metodología y la necesidad de este artículo.
Al revisar crítica e historiográficamente las fuentes secundarias, se contabilizaron 21 carnavales, ubicados en dos localidades y 20 municipios del estado; se observó que la mayoría de estas festividades se celebran en localidades con población mayoritaria perteneciente a pueblos originarios (ver Tabla 1 y Mapa 1). Para comprender y contrastar antropológicamente los carnavales —descritos en las fuentes a veces de forma muy escueta con enfoques meramente descriptivos o porque solo se localizó una fuente en el caso de algún carnaval—, se recurrió a YouTube, lo cual en el estudio de los carnavales se admite como una fuente importante de información complementaria; en este sitio web se ubicaron tres carnavales adicionales en el estado que al parecer no han sido descritos todavía o para los cuales no se lograron localizar fuentes, lo que demuestra claramente que el tema del carnaval en Chiapas es un terreno fértil. Se localizaron, por ende, en total, 24 carnavales distintos en el estado que se describen en al menos 74 fuentes secundarias, los cuales se distribuyen entre cuatro zonas culturales/étnicas como enseguida se muestra.
Tabla 1. Bitácora de textos y autores sobre el tema de carnaval en Chiapas por zona cultural/étnica Tabla 1. Bitácora de textos y autores sobre el tema de carnaval en Chiapas por zona cultural/étnica Fuente: elaboración propia. Nota: En algunos textos se analiza más de un carnaval; al contabilizarse por cada uno de los pueblos, podría dar se la impresión falsa de un aumento en número absoluto.
Mapa 1. Ubicación de las localidades y municipios de los carnavales en Chiapas Mapa 1. Ubicación de las localidades y municipios de los carnavales en Chiapas
Historiográficamente, se identifica que el tema del carnaval emergió en Chiapas a mediados del siglo XX, sobre todo en la zona cultural/étnica conocida como Los Altos, que es de habla, cultura y sociedad tsotsil y tseltal. Al analizar los textos de los años cincuenta y sesenta, se detecta que más del 60 por ciento de estos trabajos son artículos o capítulos de libros que se guiaron por la antropología funcional-culturalista. Son en su mayoría descriptivos, y muestran de manera exacta cómo se condujo el carnaval o cómo participaban ciertas figuras y personajes, pero ignoran otros contextos más amplios y de relevancia sociopolítica o socioemocional. Según los textos, los autores se basan frecuentemente en pocas visitas y escasas entrevistas in situ; algunos exponen un solo carnaval y lo hacen desde un contexto sincrónico careciendo de referencia al, o análisis del, resto del ciclo anual festivo, elemento fundamental de los carnavales en Chiapas. Asimismo, no incorporan ni indagan acerca de las voces individuales o comunitarias de las personas participantes y tampoco analizan sus motivaciones o historias personales, lo cual permitiría una representación más dialógica, dinámica y completa. Es prácticamente nula la documentación etnográfica histórica y no existe consideración de una memoria social, colectiva u oral.
A partir de 1980 se observa el inicio de un interés más amplio (Báez-Jorge y Lomán, 1981). Del Carpio, Lisbona y Rivera Farfán se vieron activos en la zona zoque en los años noventa, un área que sigue siendo poco estudiada, y aparece en parte por el trabajo pionero de esta generación de antropólogos comprometidos y profesionales. Del Carpio incursiona también en el área ch'ol y explora por primera vez un carnaval en el extremo noreste del estado. En Los Altos, los trabajos continúan. En estos escritos se nota que el carnaval comienza a ser estudiado como un reflejo transparente de relaciones y resistencias interétnicas, y se emprenden desde un país que empezaba a cuestionarse el modelo de un mestizaje pasivo, por lo que se comenzaron a sondear las dinámicas de interacción real y simbólica entre la cultura hispana y las autóctonas, así como las oposiciones entre ladinos e indígenas y de pueblo indígena a pueblo indígena; esto condujo a los primeros estudios intrarregionales, comparativos y diacrónicos. Sobresale el trabajo metódico de Reifler (1986, 1989) quien, buscando estudiar el “sustrato histórico de la mitología del ritual de los mayas”, contrastó elementos sobre la historia en los carnavales de los siguientes tres pueblos tsotsiles: Zinacantán, Chamula y Chenalhó. Encontró representada en las actividades de los carnavales la opresión colonial y poscolonial hacia estos pueblos. La riqueza del trabajo investigativo de Gossen (1986), de igual manera, es ejemplar; lo llevó a cabo en y con el pueblo de San Juan Chamula, con profunda referencia a la cosmovisión originaria y prehispánica, lo que fortalece la hipótesis de que el carnaval en Chiapas no es una inversión del orden simple o una fiesta popular o católica-sincrética.
Entrando a los años 2000, probablemente por la existencia de más y nuevas universidades en el estado, por las mejoras en la conectividad y la infraestructura de comunicación, así como por el incremento en conocimiento sobre cultura y cuestiones patrimoniales e interculturales, se observa una tercera ola intensa, tanto en número de trabajos como en áreas cubiertas y enfoques. Quizás es un primer momento de consolidación de un campo emergente. Áreas aún sin registro comenzaron a ser examinadas y otras empezaron a registrarse más sistemáticamente: ejemplos son el carnaval de Jitotol analizado porZea Coronel (2009), el de Las Rosas por Jiménez (2019) y el de Oxchuc por Pérez Sánchez (2017). Las investigaciones son dinámicas y posmodernas, y en ellas se indaga sobre temas variados como identidad, etnicidad, danza, música, patrimonio, industria cultural, historia o memoria local. Las obras empiezan a ser robustas: son tesis o libros completos. Hernández Gúzman (2001, 2005) y Newell logran dar impresiones vivas del carnaval incluyendo múltiples fotos a color, un logro imposible o muy costoso en otros tiempos y un gran paso adelante para una temática tan semiótica, simbólica y visual; en los estudios musicológicos del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, con el disco Música indígena de Carnaval resaltan de manera sonora los santos rosarios del pueblo tseltal, así como los cantos del pueblo tsotsil en tiempos de carnaval. Los discursos rituales o riox en Chenalhó, de manera similar, se encuentran analizados y grabados en disco por Pérez López (2017a, 2017b), y las músicas del Baile de Carnaval (entre otros) en Copainalá fueron grabadas por Hernández Zaragoza (2017). Estas dos últimas obras demuestran, adicionalmente, otra tendencia nueva: el surgimiento de obras escritas por investigadores originarios de los pueblos donde se llevan a cabo los carnavales. Los estudios de Hernández Guzmán (2001, 2005) para el carnaval de Tenejapa, de Sánchez (2012) para el de Huixtán y de Álvarez (2010) para el de Tuxtla Gutiérrez ejemplifican lo dicho e indican la vitalidad de esta tendencia. Es extremadamente valioso obtener las visiones “desde adentro” de las comunidades (Bonfil Batalla, 1980; De Vos, 1997) porque se incorporan las interpretaciones propias de los carnavales a los escritos sobre ellos y se profundiza en una posible comprehensión intrarregional. Esta celebración, es una temática sumamente significativa, y es esencial descifrar y comprender de manera reflexiva y compleja las múltiples capas semióticas, históricas, simbólicas e interactivas (Caro Baroja, 2006; Newell, 2018a; Sebeoket al., 1989).
Para el análisis histórico intrarregional del fenómeno de carnaval en Chiapas es necesario detectar y contrastar cuáles son sus elementos clave con la finalidad de comprender y descubrir posibles patrones, variaciones o semejanzas entre las diferentes celebraciones y las zonas culturales/étnicas en que transcurren, y analizar sus elementos. ¿De qué tipo de personajes o elementos se componen y qué significan? ¿Qué acciones demuestran, representan y de qué se constituyen? ¿Cómo están organizados y qué tipo de autoridades tradicionales o carnavaleras están involucradas? ¿Existe el carnaval en todas las regiones de Chiapas como fiesta tradicional, lo cual implicaría una coherencia calendárica y agrícola? ¿Qué elementos de los que Viqueira y Ruz (1995) indican como parte de una “historia mayor” se pueden y es necesario emplear e integrar para establecer un panorama y una historiografía productiva, representativa y decolonizada (Smith, 1999) en cuanto al carnaval en Chiapas?
El contraste de similitudes y diferencias entre los carnavales de Chiapas inter e intrarregionalmente: el segundo paso analítico
Según las fuentes recuperadas, de los 124 municipios del estado, en 23 de ellos, o 24 localidades y 4 zonas culturales/étnicas, se celebra de una u otra manera el carnaval, mayormente en contextos rurales. No se ha encontrado, o al parecer no existe, algún carnaval descrito o documentado en los municipios considerados de identidad no indígena, y no se obtuvo ninguna bibliografía de las áreas tojolobal, mam, mochó, kanjobal, chuj, chorti o lacandona. Esto obviamente puede deberse a que no tuvimos acceso a los datos o por ausencia de trabajos realizados. ¿Habrán perdurado, entonces, solo en determinadas regiones ciertos elementos históricos o culturales que no sobrevivieron, o tal vez nunca existieron, en otras zonas culturales/étnicas de origen o mayoría mestiza/ladina o kaxlan? ¿Se puede hablar de una conexión histórica o prehispánica entre los carnavales y su apariencia en las zonas culturales/étnicas? ¿Es el carnaval una tradición y continuación de ciertas prácticas territoriales o una celebración que busca solo poner en escena una representación? La lectura crítica genera preguntas nuevas, y también respuestas.
Cada carnaval en Chiapas y en otras regiones, pueblos o zonas culturales/étnicas tiene su singularidad, y por sus aspectos propios locales existen, por supuesto, como manifestaciones históricas particulares. Utilizando el análisis bibliográfico e historiográfico de las fuentes sobre el carnaval, como también la experiencia empírica y etnográfica de más de diez años de los tres autores, se logró sintetizar un pequeño cuerpo de criterios y elementos estructurales que facilitan un primer análisis contrastivo de contenidos históricos y constitutivos de los carnavales en el estado. Estos se presentan para ser examinados y comprobados en un futuro, porque pueden revelar características clave de los carnavales de Chiapas, y quizás de México, y también de su historiografía. Los criterios se ordenaron en tres tablas de análisis regional comparativo (ver tablas 2, 3 y 4), considerando los siguientes criterios: 1) duración del carnaval, 2) tipo de figuras, 3) presencia de personajes zoomorfos o antropomorfos, 4) lugares donde transcurre el carnaval, 5) autoridades y actores organizativos involucrados o nombrados para el carnaval, 6 y 7) danzas y acciones significantes y simbólicas. Se especifica que no todo en un carnaval tiene una carga simbólica y que tanto la población participante como los “especialistas” (Turner, 2005) y quienes analizan el carnaval deben construir siempre la discusión de cómo interpretar, analizar y representar un carnaval y sus múltiples signos y capas semióticas. En los casos en que se carecía de información por la variación y disparidad en contenido, calidad informativa, extensión y veracidad de las fuentes, se dejó el cuadro vacío. Adicionalmente, se señala que este es solo un ejercicio de diagnóstico: las descripciones de los carnavales y sus componentes son breves, se realizan mediante palabras clave y responden a una necesidad de introducir estrategias de sistematización (teoría y metodología) en los estudios sobre esta celebración. Se espera que este cuerpo de criterios y posibles puntos de registro logre contribuir a tal meta. El contenido de las tablas se ofrece para ser discutido y mejorado.
La duración de los carnavales en Chiapas resulta ser variable, aunque la mayoría, según las fuentes, transcurren durante al menos los tres días que anteceden al Miércoles de Ceniza, lo que da credibilidad a la idea de que el carnaval es una fiesta de cierto libertinaje antes del inicio de la Cuaresma, periodo de restricción que antecede a la Semana Santa. Algunas de las fuentes (Gossen, 1986, 1992), sin embargo, mencionan la teoría de los cinco días perdidos (wayeb) del calendario maya como posible paralelo o antecedente histórico. Existen excepciones, además, como en los casos de Chenalhó y Pantelhó, cuya fecha de carnaval se fija tomando como punto de cálculo cuatro semanas después de la fiesta de San Sebastián sin que se considere el inicio de la Semana Santa. Es importante aclarar que el inicio de la Semana Santa, el Domingo de Ramos, se calcula considerando el primer domingo después de la primera luna llena del equinoccio primaveral; varias fuentes efectivamente ilustran que el carnaval de Chiapas coincide con, y simboliza, el inicio de la nueva temporada de agricultura, la siembra, el sol y el maíz, lo que conduce a la hipótesis de es más que una simple puesta en escena o una fiesta de diversión y libertinaje.
Tabla 2.a Duración, tipo de figuras y personajes presentes en el carnaval Tabla 2.a Duración, tipo de figuras y personajes presentes en el carnaval Fuente: elaboración propia basado en las fuentes citadas.
Tabla 2.b Duración, tipo de figuras y personajes presentes en el carnaval Tabla 2.b Duración, tipo de figuras y personajes presentes en el carnaval
En casi todos los carnavales realizados en Chiapas las representaciones de ciertos animales aparecen como elementos clave. Sobresalen el “tigre” —jaguar—, el mono, el caballo y el toro: los primeros dos animales son nativos de la región y los otros dos se asocian a la Conquista española. Asimismo, en todos los carnavales aparecen personajes antropomórficos. En la zona zoque se concentran en figuras bíblicas como los Gigantes y el David, personajes introducidos durante la Colonia y el tiempo de Conquista espiritual de México (Bonfiglioli y Jáuregui 1996; Warman 1972). En las zonas tsotsil y tseltal están presentes los maxes (monos), las maruchas (hombres vestidos de mujer) y los kaxlanes (hombres blancos o ladinos); en el caso de Chenalhó se encuentran los kaxlanetik, llamados también j-ik’aletik para indicar una contraposición al color blanco de la piel, haciendo referencia a una metáfora sobre la diferenciación entre ladinos e indígenas y como una forma de burlarse del otro por el color de la piel indígena; también es notoria la presencia de los vaqueros, personajes que recuerdan la llegada de los europeos, con sus sistemas de encomiendas, fincas y haciendas, y un tipo de ganadería basada en el ganado vacuno. Confirmamos, entonces, dos antecedentes históricos importantes para los carnavales en el estado: lo prehispánico y la Conquista con su periodo colonial subsecuente.
La música y los músicos son importantes en toda celebración, pero en esta festividad gozan de un significado muy relevante. No son simples acompañantes o proveedores de una sonoridad alegre o triste, son, como diferentes fuentes señalan, intermediarios y mensajeros de lo divino y hacia lo divino (Hernández Zaragoza, 2017; Puertarbor, 2013). Los instrumentos principales en la zona zoque son el pito, el tambor y a veces la marimba, todos considerados de esta tierra, aunque la marimba tiene orígenes coloniales africanos. En las zonas tsotsil y tseltal se utilizan la flauta, el tambor, la corneta, la guitarra, el violín, el arpa, las maracas (hechas de pumpo), la trompeta, el acordeón y la marimba: el repertorio es más amplio. La música y los instrumentos hacen referencia tanto al tiempo colonial como al prehispánico, y quizás también, por el tipo de instrumentos, al periodo posterior a la Independencia mexicana y la anexión de Chiapas.
Según las fuentes consultadas, los carnavales se celebran en espacios específicos, todos significativos para las comunidades: casas, barrios, calles y plazas de iglesias principales (ver Tabla 3). Muchas de las casas se transforman durante el carnaval en espacios públicos rituales donde se guarda, cuida y exhibe el santo del pueblo por un determinado tiempo, en tanto que en otras se coloca un altar compuesto por una cruz de madera y ramas de pino o liquidámbar. El uso de casas privadas puede indicar el elemento histórico de ocultamiento ante el control religioso español, cívico administrativo u oficial nacionalista. En este sentido, es necesario un estudio comparativo de los usos y simbolismos de los espacios durante el carnaval para comprender mejor los referentes históricos. Otras actividades y danzas transcurren en las calles y la plaza principal, lo cual se puede concebir como una territorialización y reterritorialización (Viqueira y Ruz, 1995), ya que tras la consumación de la Conquista empezaron a construirse las iglesias, los centros y los pueblos mismos en donde ahora transcurren estas celebraciones. En los carnavales de las zonas tsotsil, tseltal y ch'ol figuran también el monte y el río, los cuales desde tiempos inmemoriales son espacios ritualísticos fundamentales para estos pueblos. Se observa referenciado el tiempo de la colonización, como también el tiempo prehispánico, la vida cívica después de la Independencia, la anexión de Chiapas a México, y posiblemente las represiones después de ciertas rebeliones como la guerra cristera (González Morfín, 2016).
Tabla 3.a Lugares ocupados en la celebración, autoridades y actores Tabla 3.a Lugares ocupados en la celebración, autoridades y actores Fuente: elaboración propia basado en las fuentes citadas.
Tabla 3.b Lugares ocupados en la celebración, autoridades y actores Tabla 3.b Lugares ocupados en la celebración, autoridades y actores Fuente: elaboración propia basado en las fuentes citadas.
Las autoridades y cargueros forman otro elemento emblemático de los carnavales en Chiapas (ver Tabla 3): varias investigaciones se ocupan del tema (Becquelin y Breton, 1979; Castro, 1962; Del Carpio, 1990, 1993; Figuerola, 2014; Loi, 2008, 2009b). Según las fuentes, todos los carnavales en el estado presentan y utilizan una estructura jerarquizada constituida por un número de cargos que se definen y se otorgan con base en criterios sociales, históricos y comunitarios. Se rotan entre miembros de la comunidad, principalmente hombres, quienes antes han asumido una serie de actividades; haciendo méritos logran obtener el cargo por un periodo de uno a tres años cuando les llega el turno. En relación con los deberes que implican para los participantes y los vínculos con otros cargos comunitarios, se demuestra que los carnavales en Chiapas son, sobre todo, y aparentemente en origen y continuidad, de naturaleza comunitaria. Las definiciones y procesos de obtención precisos dependen de cada pueblo, pero durante el carnaval corresponden a un número reducido de personas, familias o parejas encargadas de la mayoría de los gastos de la fiesta. Son apoyados de igual modo por otros grupos también organizados jerárquicamente que se ocupan de diferentes funciones, como son los músicos, grupos de danzantes y quienes elaboran comida o bebida; así, el carnaval es una celebración y una puesta en escena de reciprocidad, de bienestar y de avance comunitario. La presencia de una jerarquía y la estructuración, así como los esfuerzos de colaboración y vinculación, se pueden considerar aspectos humanos atemporales que se manifiestan siempre: eran los mecanismos de fracción y linaje en el periodo prehispánico, que durante la Colonia se transformaron al menos parcialmente en instituciones como los pueblos de indios y las cofradías, entre otros. Por ende, el carnaval en Chiapas no es una invención ni una simple fiesta de libertinaje.
Se observa en las fuentes que todos los carnavales se enmarcan en actividades relacionadas tanto con danzar, generar alegría y representar escenas figuradas, como con ofrendar, rendir culto y dialogar comunitariamente (ver Tabla 4). Las danzas y las acciones ritualísticas del carnaval van, como indican las fuentes, acompañadas de comida y bebida, lo que fomenta dinámicas importantes de reciprocidad, de redistribución, de siembra y cosecha local, de agricultura y de subsistencia poco investigadas todavía. Es claro a partir de las fuentes que existen secuencias fijas y rituales precisos en las danzas, encuentros que están marcados por algún sistema ordenado y acordado anteriormente, y manifiestan protocolos de comportamiento y normas longevas. Los actores saben, respetan y mantienen así un vínculo fijo con el tiempo, el espacio y la vida sin carnaval. Parece muy factible que el teatro evangelizador tuviera un fuerte impacto, pero es de considerarse que hay antecedentes prehispánicos importantes en Chiapas en cuanto a muestras públicas de danza, ritual y celebración (Memorial de Sololá, 1950; Popol Vuh, 2018; Gossen, 1992; Navarrete, 1968) que no pueden ser ignorados.
Tabla 4.a Danzas y acciones significativas en el carnaval Tabla 4.a Danzas y acciones significativas en el carnaval Fuente: elaboración propia basado en las fuentes citadas. Nota: lu: lunes, ma: martes, mi: miércoles, ju: jueves, vi: viernes, sá: sábado y do: domingo.
Tabla 4.b Danzas y acciones significativas en el carnaval Tabla 4.b Danzas y acciones significativas en el carnaval
Tabla 4.c Danzas y acciones significativas en el carnaval Tabla 4.c Danzas y acciones significativas en el carnaval Fuente: elaboración propia basado en las fuentes citadas.
No se pueden contrastar y analizar las múltiples capas de significados de los carnavales que se celebran en el estado y se busca analizar en este artículo. Se pretende solo diagnosticar y crear una primera línea de tiempo para analizar este fenómeno festivo en Chiapas; se deduce a partir de las fuentes que, en cuanto a las acciones emblemáticas, en todos los carnavales se protagonizan luchas entre bandos, generalmente dos, y se trata de escenarios interpretados como batallas entre el bien y el mal, lo cual es también una estructura del pensamiento humano universal. Podría tratarse de referencias a los antiguos sistemas de fracciones que regían en los pueblos y clanes, o considerarse resultado del teatro evangélico, que buscaba enseñar corporal y metafóricamente las diferencias entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la religión y el pecado (Bonfiglioli y Jáuregui, 1996; Viqueira, 1987; Warman, 1972). Todas las danzas son interpretadas por personajes que mayormente utilizan disfraces, vestimentas o identidades significativas para la localidad, apegados a una cierta cosmovisión étnica e histórica. Las danzas arrojan indicadores que remiten a los tiempos de las haciendas y posrevolucionarios, así como a épocas prehispánicas y coloniales, señalando la multiplicidad de capas históricas y la necesidad de estudiar el carnaval desde una óptica histórica y abierta.
Las danzas y las acciones ritualísticas buscan, además, dar respuesta positiva e interactuar con interrogantes fundamentales sobre nuestra existencia como seres humanos y sociales, así como también sobre el paso del tiempo, las dificultades de la vida y el clima, la identidad de ser mujer u hombre, la moral —ser bueno o malo—, el espacio y sus definiciones, y las relaciones intracomunitarias y externas. Las temáticas precisas de los carnavales, en un sentido general, hacen referencia a la naturaleza, a la Biblia y a las luchas históricas de la gente originaria contra las personas europeas y españolas, pero también al tiempo moderno o específicamente al periodo posterior a la anexión de Chiapas y prerrevolucionario. Es urgente analizar con más profundidad la existencia de vínculos o elementos alusivos a las rebeliones que ocurrieron en el estado como las siguientes: de los zoques de Tuxtla en 1693 —esta atribuida al “nagualismo”—, de los tseltales de San Juan Cancuc en 1712, de los tsotsiles de San Juan Chamula en 1869 y la guerra de los cristeros de los años 1920 (González Morfín, 2016), con el carnaval (Viqueira y Ruz, 1995). También momentos específicos en el proceso de la formación del Estado-nación mexicano y del estado de Chiapas, ya que la memoria social de algunos participantes remite a estos momentos, así como algunos investigadores como Hernández Castillo (1994), quien realizó una revisión crítica acerca del origen de las danzas mam en el estado, en la que descubre un periodo de “desencuentro” (periodo represivo) y de “encuentro” (cardenismo e inicio de casas de cultura).
La acción de vigilancia en el carnaval constituye otro punto importante que no se ha analizado todavía. ¿Simbolizan los juegos de vigilancia los tiempos de las fincas, las haciendas y los conventos, o son un referente más generalizado a un statu quo aceptado entre el ser originario y el ser español, patrón o cura en los siglos pasados? ¿Es la tienda de las multas en San Fernando, por ejemplo, la tienda de raya de los siglos XIX y XX? Es importante recuperar estos sentidos históricos, emocionales y morales, sobre todo porque, como señala Pérez López (2017a), la juventud pierde la paciencia ante las dinámicas de la moralidad, la retórica y el simbolismo antiguos. Sintetizamos a continuación las pistas históricas para (re)construir una somera línea de tiempo preliminar del carnaval obtenida desde las fuentes y la metodología de historiar e historiografiar el tema de los carnavales en Chiapas.
Línea de tiempo para la historia de los carnavales en Chiapas: una propuesta y el último paso
Ante las incertidumbres que se observan en la información recopilada —la inconsistencia entre las descripciones, la poca investigación o disponibilidad de documentos sobre memoria sociohistórica y la complejidad semiótica del tema de carnaval—, se persiguió en este artículo identificar posibles pautas históricas e historiográficas para (re)crear un cierto contexto histórico-comparativo que permitiera una mayor comprensión de lo que es el carnaval, dónde se celebra en el estado, cómo son las diferentes celebraciones y cuál podría haber sido el desarrollo histórico general en Chiapas. La identificación de un primer cuerpo de criterios y estructuras sobre el carnaval en este estado, y posiblemente en México, se logró tras una sistematización y contraste de datos y momentos históricos. Se ofrece a continuación como última aportación una línea de tiempo provisional (ver Tabla 5) para el estudio, el registro y el fortalecimiento de la comprensión acerca de su desarrollo histórico en el estado por zona cultural/étnica. Sin duda es necesario fortalecer esta propuesta de línea de tiempo ya que se podrá profundizar con datos de cada pueblo porque el carnaval es una celebración que parece emerger de manera sumamente localizada. Es prioritario examinar la historia y los procesos complejos de las rebeliones, las guerras, la represión y otros desarrollos sociales, así como elementos emocionales y rituales en el estado para entender cómo contribuyeron a generar o mantener la variedad de carnavales o “fiestas de fiesta” que actualmente se detectan todavía en Chiapas, así como de otras celebraciones y rituales. Se deben investigar más ampliamente los múltiples significados, inmediatos y latentes, de los elementos naturales, religiosos y espirituales —santos, vírgenes y ciertos objetos rituales—, así como los símbolos y materiales que se perfilan en los trajes, comidas, bebidas y altares de los carnavales. Para formar la línea de tiempos se usaron elementos de una periodización nacional, regional e interregional, ya que se consideró necesario identificar cuáles podrán ser los posibles periodos en los que surgió el fenómeno desde dentro de un sistema hermenéutico conocido. Se identifica con claridad la continuidad de ciertas prácticas originarias, así como la ruptura, la adaptación y la reformulación o resignificación. Es importante, entonces, reconocer que el carnaval es un tema con fuerte potencial de estudio antropológico, semiótico, simbólico e histórico siempre y cuando se realice con una visión múltiple.
Tabla 5.a Propuesta de línea de tiempo para una historia del desarrollo de los carnavales en Chiapas Tabla 5.a Propuesta de línea de tiempo para una historia del desarrollo de los carnavales en Chiapas Fuente: elaboración propia con base en Viqueira y Ruz (1995), la bibliografía examinada y algunas fuentes adicionales.
Tabla 5.b Propuesta de línea de tiempo para una historia del desarrollo de los carnavales en Chiapas Tabla 5.b Propuesta de línea de tiempo para una historia del desarrollo de los carnavales en Chiapas Fuente: elaboración propia con base en Viqueira y Ruz (1995), la bibliografía examinada y algunas fuentes adicionales.
La presencia de continuidades, como también la de cambios, rupturas y resignificaciones, demuestra que el carnaval ofrece ventanas sobre la fuerza del ser humano, y que la historia de Chiapas es también una historia de ética y de profundidad sociopsicológica ya que solo así pudieron haberse formado y sobrevivido 24 carnavales durante al menos cien años con esta denominación (entrevistas en campo San Fernando, Copainalá, Ocozocoautla). Es deseable que más estudiosos se sumen a esta tarea, ya que los carnavales y sus microelementos forman un horizonte potente y de buen espíritu. Se espera que la sistematización y la metodología mixta y multidisciplinaria basadas en la exploración etnográfica, la búsqueda y recopilación bibliográfica, el análisis historiográfico y la contrastación inter e intrarregional de los criterios ya identificados para el carnaval en Chiapas, así como el desarrollo y la (re)creación de una posible línea de tiempo, favorezcan tal labor y abran un campo para el estudio de una historia “otra” positiva.
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