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Resumen
El libro aquí reseñado refleja un trabajo original, no sólo de los autores que escribieron cada uno de los capítulos, sino también el de la coordinadora, Inés Cornejo Portugal, que con experimentada destreza académica integra en un mismo texto distintas aproximaciones analíticas, creando una especie de diálogo interdisciplinario que coadyuva a la comprensión más amplia de un mismo objeto de estudio, hasta entonces marginal en la literatura académica: la juventud rural indígena y, de manera particular, la juventud mayahablante migrante.
El libro aquí reseñado refleja un trabajo original, no sólo de los autores que escribieron cada uno de los capítulos, sino también el de la coordinadora, Inés Cornejo Portugal, que con experimentada destreza académica integra en un mismo texto distintas aproximaciones analíticas, creando una especie de diálogo interdisciplinario que coadyuva a la comprensión más amplia de un mismo objeto de estudio, hasta entonces marginal en la literatura académica: la juventud rural indígena y, de manera particular, la juventud mayahablante migrante. De acuerdo con Cornejo Portugal, el libro se desplaza entre dos movimientos paralelos. Por un lado, aporta una reflexión sobre la juventud rural indígena migrante y, por otro, exhibe tenues complicidades existentes entre distintas disciplinas que dialogan acerca del mismo objeto de estudio. La autora señala como un objetivo del libro intentar establecer relaciones o vínculos horizontales para crear conocimiento científico entre investigador y sujeto investigado.
El libro está organizado en cuatro secciones. En la primera sección, “La juventud rural”, Cornejo incluye únicamente el capítulo “Jóvenes rurales, actitudes y participación política. Un tema emergente”, escrito por Victoria Isabela Corduneanu, quien plantea que el análisis de la juventud va más allá de una cuestión etaria, pues también implica considerar las condiciones culturales que definen lo que significa ser joven. La autora analiza las actitudes y la participación política de los jóvenes rurales a partir de las movilizaciones que se dieron en México en protesta por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, destacando el poder de convocatoria que dichas movilizaciones demostraron tener al incitar a la organización y movilización de jóvenes en y de otras partes del mundo. Desde este escenario, Corduneanu devela la importancia del uso de las nuevas tecnologías -redes sociales- como medio para organizar las movilizaciones e integrar a jóvenes y otros grupos hasta entonces no visibilizados como actores sociales.
Para Corduneanu, la participación política de los jóvenes rurales puede ser de dos tipos: tradicional y no convencional. Con la primera hace referencia a la democracia representativa y con la segunda a problemas específicos que se caracterizan por la relación horizontal y de igualdad entre los participantes. En su análisis demuestra que hoy en día la juventud rural se inclina por una participación no convencional, por ejemplo, por movilizaciones con causas específicas; refiere que ahora la juventud rural tiene una mayor participación política social, con la que busca visibilidad y el reconocimiento de sus derechos, pero que los jóvenes rurales tienen un menor interés por la política en comparación con los urbanos, y que “en esencia el joven rural ha tenido en 2014, el rostro del normalista rural, lo que ha ayudado a propulsar a este grupo en la agenda y la conciencia pública”. Al final del capítulo, la autora propone una reflexión a partir de metodologías horizontales, al mostrar a través de la etnografía visual la manera como se definen los jóvenes rurales. Esta preocupación parece incluirse de manera obligada en el análisis, quizá porque la misma autora reconoce que se trata de resultados preliminares o porque la investigación no tuvo como punto de partida trabajar desde la horizontalidad.
En la segunda sección de la obra, “El sur de Yucatán”, Cornejo integra cuatro trabajos seleccionados a propósito del espacio geográfico y sociocultural donde tuvieron lugar las investigaciones que compartieron el interés por estudiar a los jóvenes mayahablantes.
El primer capítulo de esta sección lleva por título “Joven mayahablante migrante”, escrito por la propia Inés Cornejo, quien hace una síntesis de diversos trabajos realizados en fechas recientes sobre la juventud maya migrante, incluyendo no sólo los que ponen atención en la península de Yucatán, sino también aquellos que estudian la migración maya hacia la Bahía de San Francisco, California, esto con la finalidad de reflexionar sobre los diferentes marcos teórico-metodológicos a partir de los cuales se analiza la migración de los jóvenes mayas provenientes de la península de Yucatán y de Guatemala. La síntesis le permite a la autora señalar las limitaciones que presentan los estudios, así como desmenuzar sus aportaciones y dilucidar sobre nuevos temas, como la salud y la educación entre los jóvenes mayas migrantes. A partir de su revisión la autora apunta la importancia de dar cuenta del proceso migratorio desde su propia complejidad. Es decir, que no se puede reunir, aglutinar u homologar en la misma categoría a los migrantes latinos, indígenas, jóvenes y adolescentes; que la migración de los jóvenes, más que una estrategia de supervivencia es una forma de resistencia frente a la hegemonía de Estados Unidos, y que el trabajo hasta ahora realizado sobre la juventud maya migrante implica una reflexión de frontera, ya que los jóvenes se encuentran constantemente, cual movimiento pendular, entre dos culturas dada la constante comunicación con el lugar de origen. Esto último se convierte en razón para que la autora destaque la importancia de cuestionar los medios de comunicación a través de los cuales los jóvenes establecen y mantienen el vínculo con la comunidad de origen. Cornejo finaliza el capítulo con una serie de interrogantes que incitan a continuar y problematizar los estudios de la juventud maya migrante desde nuevos derroteros.
El segundo capítulo de esta sección, “Jóvenes y migración en Mamita, Yucatán”, corresponde a Roberto Olvera, quien desde su perspectiva sociológica hace un estudio con jóvenes del municipio de Mama, ubicado al sur de Yucatán. El objetivo de Olvera es destacar el rol de los jóvenes migrantes como actores protagónicos de su propio desarrollo. El autor inicia con la historia migratoria del municipio, enunciando causas del éxodo a otros lugares de la península de Yucatán y más adelante a Estados Unidos, para luego continuar con una breve discusión sobre los referentes culturales a partir de los cuales los jóvenes configuran y expresan su identidad. Olvera sostiene que debido a que los jóvenes emigran en pleno proceso de socialización son proclives a que en el nuevo entorno sociocultural reformulen sus referentes identitarios, y que al ser la migración un proceso de ida y vuelta, las identidades comunitarias o grupales también se verán trastocadas por las nuevas prácticas que el migrante trae consigo a su regreso a la comunidad. Otro de los puntos que Olvera resalta es que en la actualidad los jóvenes de Mama demandan mayor participación en la toma de decisiones de la familia y la comunidad y que al mismo tiempo se han apropiado de y construido espacios de socialización no institucionales, con lo que son cada vez más visibilizados.
El tercer trabajo de esta sección, “Migrantes retornados: acechando su vida”, es de Patricia Fortuny, quien utiliza el vocablo “acechar” en su acepción de “espiar, observar, de manera discreta, sin que alguien se dé cuenta”. En este sentido, la autora señala que “acechar” a los migrantes “permite recabar fragmentos de historias y discursos que remiten a condiciones similares en las que viven otros migrantes y sus familias”.
Aunque el título supone la atención en los migrantes, esto no es así, pues las reflexiones que la autora presenta desde la antropología rompen en cierto sentido con la lógica analítica de los trabajos que integran la sección, pero sin dejar de ser congruente con el diálogo interdisciplinario que aporta el libro, ya que Fortuny, aunque no fija su mirada en los jóvenes mayahablantes migrantes, sí lo hace en la práctica de una investigación transdisciplinaria donde el proceso migratorio es el tema de estudio.
Este capítulo aborda más bien una autorreflexión crítica y propositiva de Fortuny a partir de su experiencia de trabajo al colaborar con dos comunicólogos durante la filmación del documental Volver, que narra las historias de migrantes retornados de Estados Unidos a distintas comunidades del sur de Yucatán. En este sentido, los protagonistas del capítulo no son propiamente los migrantes, sino los investigadores. Fortuny muestra cómo se entrecruzan las miradas de la antropología y la comunicación en una práctica investigativa en la que se comparte el mismo sujeto de estudio y donde cada uno de los investigadores participantes trata de acercarse y entender al “migrante” a partir de las herramientas y técnicas de sus propias disciplinas. La autora expone claramente el reto que significó para ella esta experiencia, así como las dudas e inquietudes que le surgieron en torno a cómo, dónde y cuándo se documentaban las historias de los migrantes. Sin embargo, al final reconoce la importancia de los trabajos transdiciplinarios en la medida en que permiten hacer aportes desde la propia disciplina y dialogar entre saberes, y de esta manera enriquecer las investigaciones. También aclara que el trabajo transdisciplinario implica desafíos, encuentros y desencuentros, pero de igual manera aprendizaje en conjunto. Fortuny concluye que la antropología y la comunicación no son tan diferentes y que el documental Volver, donde se conjuntaron las miradas de estas dos disciplinas, resultó un producto no sólo atractivo, sino significativo e importante para los participantes.
La segunda sección cierra con el capítulo “Escritura audiovisual en la investigación de la comunicación intercultural”, escrito por Vicente Castellanos Cerda. Para el autor la escritura audiovisual: “consiste en una forma de expresión particular que articula elementos sígnicos y convenciones de imagen y sonido en un contexto dinámico de enunciación en el que las personas que se comunican intercambian interpretaciones para generar ideas y sentimientos”. Señala que esta forma de comunicación tiene la particularidad de que nos obliga a pensar y pensarnos a partir de conceptos- imagen y no de palabras u oraciones, y se caracteriza por un ciclo que involucra la intención del mensaje, la construcción de la narrativa y la significación y apropiación del conocimiento. A este ciclo, Castellanos agrega la enunciación horizontal, que permite que quienes participan en la comunicación interactúen a partir de sus diferencias, recociéndose en el otro y no para imponer un saber hegemónico o visión política particular, sino para crear algo nuevo y en conjunto en un plano de relaciones horizontales.
A lo largo del capítulo Castellanos presenta y analiza la experiencia de comunicación que entabló con migrantes del sur de Yucatán, a través de productos audiovisuales, como una forma de comunicación dada desde la enunciación horizontal. Esto en la medida en que, en el proceso de comunicación, el autor y los migrantes tratan de comprender y explicar su propio rol a partir del rol del otro y del reconocimiento de sus diferencias culturales. La lectura de este capítulo puso frente a mis ojos un trabajo novedoso por la forma como el autor propone un análisis de la escritura audiovisual a partir de una enunciación horizontal en un contexto migratorio.
La tercera sección, “Desde el otro lado”, la compone el capítulo de Saskias Casanova titulado “Conversaciones indígenas desde el otro lado: adolescentes de origen maya en Estados Unidos”. La investigación que dio origen a este trabajo se llevó a cabo en Estados Unidos. Casanova presenta un análisis desde la mirada de la psicología que se origina del trabajo realizado con adolescentes de origen maya, entre los que se encontraba un grupo perteneciente a la llamada generación 1.5 de migrantes provenientes de los municipios de Muna y Oxkutzcab, y otro grupo integrado por hijos de migrantes originarios de los mismos municipios yucatecos. El análisis inicia a partir de un marco general que destaca la migración de mayas yucatecos como resultado del libre mercado y de la exclusión que históricamente han vivido los pueblos indígenas. Resalta la importancia de su investigación dada la escasa atención que se le ha prestado al estudio de los niños y adolescentes mayas migrantes.
Casanova advierte que para entender las experiencias de los adolescentes de origen maya en Estados Unidos es necesario partir de su identidad étnica y sus formas de aculturación. Con la atención en ambos aspectos, explica que los adolescentes estudiados resignifican su identidad al construir definiciones propias de lo que significa ser maya, las cuales asocian a las tradiciones, la lengua y la comida, y que de igual manera son capaces de establecer y reconocer las diferencias entre la cultura mexicana, la maya y la estadounidense. Por último, Casanova asevera que estos jóvenes de origen maya se sienten orgullosos de su cultura; que cuando hablan de ella son conscientes de que está en constante transformación; y que reconocen su vulnerabilidad ante una posible desaparición y por ello muestran interés por preservarla y compartirla para mantenerla viva, sea por medio del aprendizaje de la lengua maya o de ciertas prácticas y costumbres. Las aseveraciones de la autora parecen apuntar hacia una idea romántica de la identidad étnica del migrante, en cierto sentido porque se dirigen en dirección contraria a otros estudios en los que se sostiene que los jóvenes de origen indígena, por ejemplo zapotecos migrantes de segunda generación, demuestran cada vez más un desapego a los referentes culturales propios de su origen étnico.
La cuarta sección del libro corresponde al epílogo y lleva por título: “La comunicación produce cambio social si respetas múltiples razones. Entrevista con Sarah Corona Berkin”. En las últimas cinco páginas Rodrigo Martínez, autor de las mismas, presenta y resume en cuatro elementos la propuesta de Corona Berkin en torno a la construcción de conocimiento conjunto entre investigador y sujeto investigado, propuesta que la misma Corona Berkin describe a partir de su experiencia de trabajo con los huicholes. En síntesis la construcción de conocimiento en conjunto implica: a) reciprocidad, que en este contexto significa hacer algo diferente junto con el otro; b) igualdad discursiva, que se genera cundo el investigador instaura la horizontalidad necesaria para establecer el diálogo en igualdad de condiciones; c) negociar los intereses sin imponer hasta alcanzar acuerdos, tomando en cuenta que la diferencia de visiones es de carácter político antes que cultural y que el consenso no asume solución, sino un replanteamiento de la razón propia y la del otro para hacer posible la vida en el espacio público; y d) cuando se transita por los caminos de la horizontalidad, reconociendo que hay múltiples razones o saberes, puede haber una comunicación para el cambio social.
Quiero concluir resaltando algunos de los aportes del libro que, desde mi experiencia en los estudios de la migración de yucatecos a Estados Unidos, resultan significativos por su contribución a la temática. La obra constituye un importante esfuerzo por conjuntar reflexiones en torno a la juventud maya migrante desde diversas disciplinas y espacios geográficos, pues se trata de un sector de la población que sólo en años recientes empezó a ser tema de interés de los académicos, a pesar de que su participación en el proceso migratorio se intensificó desde hace aproximadamente tres décadas, y llegaron a convertirse incluso en sus principales protagonistas. En tal sentido, con este libro se empieza a llenar un vació en los estudios sobre la migración internacional de Yucatán. Asimismo, es un trabajo que señala la complejidad analítica que requiere, por un lado, la juventud rural indígena y, por otro, la juventud indígena migrante, dado que para delimitar el grupo como objeto de estudio no basta tomar como referente un rango de edad, sino las características socioculturales que definen lo que significa ser joven, las cuales enfrentan un proceso de transformación más complejo y constante cuando son trastocadas por el fenómeno migratorio.
Por último, es un libro que invita al lector a pensar o re-inventar otras maneras de abordar el estudio de la migración, primero porque muestra la relevancia de los trabajos transdiciplinarios, y segundo porque, a pesar del limitado espacio que dedica a las metodologías horizontales y la cierta timidez con que la autora integra la temática en el libro, la obra incita a indagar y llevar a la práctica esa forma de construir conocimiento a partir de la igualdad discursiva entre investigador y sujeto investigado. Una metodología hasta ahora ausente en los estudios antropológicos de la migración internacional de los mayas yucatecos.