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Resumen
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Con este número, LiminaR cumple con veinte entregas y diez años de publicación semestral ininterrumpida. Su especificidad multidisciplinaria y su identidad como revista han respondido, desde su nacimiento, al reto de generar un espacio de debate científico social y humanístico sobre los acontecimientos que marcan el rumbo político, cultural, económico e histórico del sur de México y Centroamérica. La calidad de su mirada reside precisamente en la multiplicidad de horizontes disciplinarios desde donde es observada esta área. Sin descuidar este sino, LiminaR ha prestado, en el presente número, una especial atención a algunos aspectos del devenir histórico del sur de México, en particular de Chiapas. Cuatro artículos dan cuenta de ciertos acontecimientos recientes pero, también, de determinados hechos acaecidos durante la Colonia o, más próximos en el tiempo, durante el conflicto armado encabezado por el EZLN. Es precisamente este último el tema con el que abrimos el debate académico en esta ocasión.
Desde la aparición pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional el 1º de enero de 1994, corrieron ríos de tinta acerca de las causas y circunstancias de la sublevación indígena. El desarrollo de los acontecimientos en Chiapas fue noticia cotidiana y material de análisis para estudiosos de las ciencias sociales a lo largo de muchos años. Versiones apasionadas a favor de la causa del EZ proliferaron tanto en la academia, como en medios de divulgación. Asimismo, se alzaron voces críticas y escépticas del zapatismo. Con el tiempo, las circunstancias nacionales y estatales variaron de manera significativa y el proceso mismo de la sublevación zapatista se fue contextualizando muy distinto. El nuevo contexto parece reclamar visiones frescas sobre la historia de este proceso. Tal ha sido la intención de Adela Cedillo al avocarse al estudio de las Fuerzas de Liberación Nacional y los orígenes de la sublevación zapatista. De su trabajo cabe destacar el empleo de fuentes históricas, es decir, documentación que ahora se halla accesible en el Archivo General de la Nación, así como testimonios de antiguos militantes que, andado el tiempo, han accedido a compartir información relevante para la comprensión del proceso. Si bien todavía cualquier nueva versión sobre la historia del neozapatismo resulta polémica casi por definición, en sus distintos trabajos sobre este tema Adela Cedillo ha hecho un esfuerzo por mantenerse a distancia tanto de los enfoques apologéticos como de las críticas acervas al EZLN y con este esfuerzo comparte su artículo: “Análisis de la fundación del EZLN en Chiapas bajo la perspectiva de la acción colectiva insurgente”. Al reconstruir el proceso de formación de las FLN-EZLN, Adela Cedillo cuestiona incisivamente las interpretaciones estructuralistas del caso y propone una explicación más compleja en la que se consideran no sólo factores estructurales, sino coyunturales y organizacionales.
Tadashi Obara-Saeki vuelve nuestra atención hacia la época colonial. Su artículo “Estudio crítico sobre el número de tributarios en Chiapas (1560-1817). Una propuesta metodológica para la historia de la población”, propone un análisis de la tasación del tributo en la provincia de Chiapas como un medio, un método para conocer la evolución de la población de aquella época: una época en la que no se realizaban de manera sistemática censos de población y que obliga a los historiadores a formularse estrategias para el estudio del comportamiento demográfico de aquellos tiempos. Sin descuidar en ningún momento el rigor y la crítica de las fuentes, es decir, los documentos en los que se registró el número de tributarios, las características del sistema administrativo que produjo su documentación, el procedimiento por el que se hizo cada uno de los documentos, así como el cambio histórico que conoció el contenido de esos documentos, Obara Saeki ofrece, en resumen, un método riguroso y fecundo basado en la historia de la tasación y en las características del número de tributarios para plantear estudios históricos de la población.
En “La idea del ‘indio’ en Chiapas, 1794-1821”, se analiza el discurso en torno al “indio” chiapaneco desde finales del siglo XVIII hasta 1821. Amanda Úrsula Torres Freyermuth muestra cómo era visto el “indio”, visiones que favorecieron la adopción de determinadas políticas en un periodo de ebullición y transición política. Durante el periodo colonial, las élites de Chiapas configuraron un modelo de sometimiento social que favoreció el expolio y la exacción a la población indígena. Este modelo estaba apuntalado por una convicción firmemente arraigada entre los patricios chiapanecos de que la población indígena de la provincia conformaba una nación aparte, refractaria a cualquier empeño civilizatorio, y cuya asimilación social en realidad no era factible ni deseable. Más aún, los indígenas eran considerados como una amenaza latente para la vida y propiedades de criollos y mestizos. Lejos de intentar convertirlos en ciudadanos, debía de mantenérselos en calidad de tributarios y ejercer sobre ellos una estricta vigilancia para evitar que volvieran a sublevarse nuevamente como en 1712. El artículo de Amanda Úrsula Torres Freyermuth documenta las opiniones de funcionarios, intelectuales, eclesiásticos e inclusive de instituciones “filantrópicas” como la Sociedad de Amigos del País acerca del “problema indígena”. Al reseñar los puntos de vista y los debates al respecto durante el periodo de la Ilustración y el experimento liberal de las Cortes de Cádiz, la autora deja una puerta abierta para dar seguimiento a esta importante cuestión durante el periodo independiente en el cual, lejos de auspiciarse procesos de integración nacional, los pueblos indígenas fueron encuadrados en un nuevo esquema de segregación social delineado ideológicamente por las pautas trazadas durante los últimos tiempos de la dominación española.
Jorge Valtierra Zamudio nos sitúa de nuevo en la historia reciente de Chiapas. “En busca de la Iglesia Autóctona: la nueva pastoral indígena en las Cañadas Tojolabales” ofrece una mirada nueva a un fenómeno de larga data en la historia chiapaneca: la acción pastoral de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas entre las comunidades indígenas. Más allá del recuento de las distintas etapas de esta labor desde principios de los años sesenta, pasando por la larga gestión del obispo Samuel Ruiz al frente de la diócesis, el trabajo de este autor ofrece una perspectiva muy actual de la labor realizada por las misiones de la Castalia y Guadalupe en la región tojolabal, la cual ha trascendido la catequesis integradora y liberacionista propia de tiempos anteriores para dar paso a lo que Jorge Valtierra denomina “nueva pastoral indígena”, caracterizada por un menor involucramiento en la acción política y un mayor énfasis en la vinculación del trabajo pastoral con la resolución de distintos aspectos prácticos de la vida cotidiana de las comunidades y, sobre todo, con la articulación de dicha labor al desarrollo de aspectos culturales propios de las comunidades tojolabales. La experiencia de trabajo de campo del autor a lo largo varios años le otorga a este trabajo una interesante perspectiva etnográfica.
“De rockeros y neojarochos. Culturas juveniles y lógicas de desarrollo cultural en la Xalapa de tiempos flexibles” es un estudio que nos sitúa en otro acontecer y en otra región del sur de México. Homero Ávila Landa muestra Xalapa como un escenario que da cabida a diversas culturas, identidades y prácticas juveniles. Una expresión marcadamente juvenil de nuevo cuño está basada en la recreación musical del son jarocho. Opone esta expresión tradicional a la rockera. La comparación de estas dos expresiones musicales juveniles intenta develar las lógicas que les dan vida e impulso. El autor propone que cada una ha adquirido una forma que depende de su relación con las políticas culturales locales y estatales. En este contexto, el rock se ha convertido en una expresión juvenil que no responde a las políticas culturales. Por ello, ha generado formas de autogestión que lo mantienen apartado de un regionalismo cultural. Por el contrario, la expresión juvenil neojarocha ha respondido favorablemente a las políticas culturales exaltándose como parte de una identidad veracruzana y, más allá, mexicana. El artículo es una reflexión sobre formas de interrelación entre cultura y políticas culturales.
Minerva Yoimy Castañeda Seijas nos invita a reflexionar, a partir de tres relatos adventistas, sobre la conversión religiosa vivida como experiencia de cambio por los sujetos, en gran medida construida en forma colectiva. Su artículo “Experiencia de ser otro: la conversión de las identidades en la Iglesia Adventista”, propone una lectura distinta sobre uno de los asuntos más discutidos actualmente por la antropología de la religión, es decir, aquel que se refiere a la vertiginosa velocidad de las conversiones hacia religiosidades no católicas en el contexto chiapaneco. En este caso, analiza relatos de conversos adventistas de Tapilula, Chiapas, y atiende al significado de estas conversiones desde los mismos discursos emitidos por quienes deciden convertirse a esta religión. La propuesta teórica y metodológica de Yoimy Castañeda Seijas muestra aquí su fertilidad y pertinencia, pues su interés no está ya centrado en la explicación causal de las conversiones, como ha sido insistentemente estudiado por la antropología de la última década, sino que dirige su atención hacia la vivencia individual y social de la conversión. Este viraje le permite dar cuenta de un cambio en la resignificación del presente y, por ende, del pasado y el futuro del converso. Convertirse es una forma de inventar un nuevo presente, una nueva socialización desde la cual es observado el pasado y reinventado el futuro. Este cambio en la precepción de la temporalidad va unido a transformaciones cotidianas e identitarias porque la identidad no sólo se finca en el presente o el pasado, sino en un proyecto colectivo que, en este caso, adquiere otra dirección, esto es, otro futuro, a partir de un nuevo itinerario religioso y social.
En “Impacto socioambiental por la industria petrolera en Tabasco: el caso de la Chontalpa”, Manuel Jesús Pinkus Rendón y Alicia Contreras Sánchez estudian las repercusiones que la expansión petrolera ha generado en la calidad de vida de cuatro comunidades rurales ubicadas en el municipio de Cárdenas, Tabasco. Muestran en este artículo el deterioro ambiental, así como los efectos en la economía regional, el ecosistema y el entorno social, provocados por una nueva situación que tiene que ver con el hecho de que estas comunidades se encuentren asentadas en un área petrolera.
Dos trabajos más de este número de LiminaR, además del de Homero Ávila Landa comentado más arriba para el caso de Xalapa, dan cuenta de las juventudes en el sur de México. Tania Cruz Salazar, con su aportación “El joven indígena en Chiapas: el re-conocimiento de un sujeto histórico”, elucida el surgimiento de una juventud indígena polifacética y diversa. No existe, según la autora, un joven indígena cuyos trazos puedan ser definidos tajantemente, pues éstos dependen de las experiencias sociales e históricas en las cuales estén insertos. Señala como aspectos importantes que han determinado la construcción de estas nuevas experiencias de ser joven, la explosión de la migración juvenil internacional, el movimiento armado impulsado por el EZLN, los desplazamientos forzados originados por esta guerra, la escuela indígena y el modelo educativo intercultural. Para este trabajo, Tania Cruz Salazar entrevistó a indígenas chiapanecos de diversa procedencia étnica, hablantes de tseltal, ch’ol, ch’olanotzeltal, tsotzil y maya lacandón. La amplitud de su universo de estudio resulta fructífera pues nos permite una mirada panorámica sobre distintas experiencias de ser joven indígena. La autora no se conforma con escuchar a los jóvenes que viven en Chiapas y sigue su rastro hasta el destino de algunos migrantes indígenas chiapanecos en Florida y California. Deja ver, así, una juventud migrante internacional, otra universitaria intercultural y una más, urbana, partícipes todas ellas de los procesos de globalización y de la modernización que trae consigo el acceso a las nuevas tecnologías de comunicación. Sus entrevistados son jóvenes indígenas informados y abiertos a nuevas experiencias sociales, dos de ellas fundamentales: estudiar o migrar.
A todas luces, la migración y la educación constituyen hoy una experiencia que define las juventudes indígenas a lo largo de todo el territorio mexicano. Susana Vargas Evaristo deja ver, al igual que Tania Cruz Salazar, una juventud que vive los efectos de la migración e intenta integrarse a una sociedad que no es la propia a través del estudio escolarizado. Su artículo “Generación, trabajo y juventud. Relatos de vida de jóvenes mixtecos y zapotecos en el circuito de migración rural hacia la frontera norte”, recoge relatos de jóvenes indígenas oaxaqueños que nacieron o crecieron en espacios de migración, específicamente en Madera-Fresno, California, y el Valle de San Quintín, Baja California; e indaga sobre la concepción de estos jóvenes sobre su propia juventud. Los relatos muestran, de nueva cuenta, que no existe una única experiencia de ser jóvenes, pues las condiciones de vida y las posibilidades de inserción en aquella sociedad varían para cada joven. Cada uno vive y asume el reto de negociación con la familia con sus propias posibilidades, así como la lucha por integrarse a un mundo moderno y globalizado.
El último artículo de este número es una colaboración de Victoria Novelo Oppenheim, quien con su aportación “De revoluciones y cambios culturales. Yucatán 1915-1929”, nos permite saber de buena tinta la importancia que tuvieron las artesanías yucatecas, así como la estética maya prehispánica, para la construcción de una cultura nacionalista en el momento en el que se intentaba erigir una mexicanidad mestiza y se exaltaban el arte y las artesanías indígenas como algo glorioso sobre lo cual debía construirse una cultura nacional. La autora muestra como, lejos de encontrarse desconectados de los procesos que acaecían en el resto del país, los yucatecos estuvieron activos y presentes asumiendo como propia la ideología del nacionalismo cultural en auge, lo que permitió el desarrollo de un arte y unas artesanías yucatecas con un sello particular en la pintura mural y de caballete, pero sobre todo en la arquitectura, donde se dejaron sentir los visos de una nueva tradición neomaya.
En esta ocasión, LiminaR presenta, en su sección de documentos, un texto de Iván Christian López Hernández, Virginia Margarita López Tovilla, Joel Pérez Mendoza y Rodolfo Pérez Moreno, todos ellos colaboradores en la creación del catálogo y base de datos del Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Este documento es de suma utilidad para investigadores a quienes interese conocer y acceder a información relevante sobre la historia de Chiapas del siglo XX. Se describen aquí los diferentes fondos que integran esta valiosísima información, que hasta hace poco se encontraba dispersa por todo el archivo.
Dos reseñas cierran este número, una de León Felipe Solar Fonseca sobre el libro Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación, de Mary Louise Pratt; y otra de Luis Rodríguez Castillo, La isla de las tribus perdidas. La incógnita del mar latinoamericano, de Ignacio Padilla.
Parte de la identidad de LiminaR son, sin duda alguna, sus portadas e imágenes interiores. Desde su nacimiento se pensó que esta revista debía dar cabida a otros lenguajes que con sus propias técnicas artísticas acompañaran y enriquecieran los discursos científicos sobre el sur de México y Centroamérica. Cada una de sus portadas nos dice algo sobre la realidad social o cultural de esta área, sin pasar por el uso de la palabra, con fotografías, pinturas, murales o caricaturas políticas. Es en verdad un gran honor tener en la portada de esta fascículo un mural de Antún Kojtom, artista pintor, indígena tseltal, nacido en Ch’ixaltontik, una muy pequeña y aislada comunidad de Tenejapa, Chiapas. Antún es pintor investigador y en su obra expresa la compleja comprensión que ha alcanzado de la racionalidad de su propia cultura. Su tema, profundo, es aquel que tanto ha ocupado a los antropólogos, quienes durante varias décadas han intentado dar cuenta de esto que, en la jerga antropológica, conocemos como nagualismo, racionalidad casi inasible compuesta de sueños, animales, alteregos, brujos, iloles y divinidades. Las cinco obras de Antún que aquí incluimos son una representación pictórica de esas realidades que se entrecruzan por obra y magia del ch’ulel, que para el pintor significa algo distinto a lo interpretado por los antropólogos. Ch’ulel, según Antún, proviene del tseltal y está formado por dos raíces: ch’ul, liso y etéreo; y lel, energía. Lel deriva de lil, es decir, vinculado con objetos infinitos. Es este extraño mundo donde se entrecruzan distintas realidades, la del ch’ulel y la del mundo cotidiano, el que nos ofrece Antún en sus pinturas. Su interpretación constituye un reto para quienes creíamos que comenzábamos a comprender algo de estas fascinantes nociones indígenas.