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Resumen
El Imaginario Social es el conjunto de normas, valores y símbolos que una sociedad construye y reproduce en un espacio determinado. Utilizando como metodología la elaboración de mapas mentales y entrevistas semiestructuradas, este artículo tiene como objetivo describir algunos de los "imaginarios de frontera" que construyen las juventudes de las ciudades de Tijuana, México y Tecún Umán, Guatemala. A partir de los resultados comprendemos que la frontera es considerada como un referente interiorizado en la vida de aquellos(as) que viven adyacentes a ella, y cuya expresión se revela en sus nociones de movilidad y dinámicas de interacción.
Introducción
Las fronteras geopolíticas son señalamientos temporales,1 físicos y simbólicos. Temporales en tanto que refieren a un momento sociohistórico de relaciones multilaterales, físicos en tanto que están construidos por una infraestructura de control, y simbólicos en tanto que están sustentados en criterios de inclusión/exclusión (Foucher, 1991: 38). Por su inmediatez, las y los habitantes de las regiones fronterizas han generado estrategias para “vivir en y con la frontera”, negociando constantemente con los códigos culturales del “otro lado” y con los “nacionales”. Para las y los habitantes fronterizos la frontera se vive, y todo lo que ella representa se interioriza. Son estos referentes interiorizados los que determinan su actuar, su hoy, pero también su mañana.
El objetivo de este artículo es analizar algunos referentes interiorizados expresados en determinados imaginarios de frontera construidos por las y los jóvenes de las ciudades de Tijuana, México y Tecún Umán, Guatemala. Para ello el presente trabajo está conformado por cuatro secciones: la primera donde se presentan los principales argumentos teóricos que sustentan la investigación. La segunda sección tiene como objetivo presentar el contexto donde se están forjando estos imaginarios, que a su vez está dividido en dos subapartados, en el primero se presenta un breve recuento de las decisiones a partir de las cuales los Estados nacionales han estipulado y reforzado estas fronteras; en el segundo se explican algunas de las singularidades de ambas ciudades fronterizas, utilizando la reconstrucción de los imaginarios urbanos anclados en un personaje significativo, ya que a través de la identificación de determinadas figuras emblemáticas se develan algunos elementos del imaginario colectivo enlazados en ese espacio.
En la tercera sección se expone la estrategia metodológica sobre la cual se elaboró esta investigación: la selección de los sujetos, la descripción de las técnicas e instrumentos utilizados, y la manera en que se realizó el análisis de la información obtenida. Por último, en la cuarta sección se muestran algunos de los imaginarios de frontera que las y los jóvenes de estas ciudades construyen a partir de su experiencia de “vivir en frontera”.
Imaginarios sociales y juventud
Las realidades sociales adquieren sentido a medida que son descifradas al interior de sistemas simbólicos compartidos, el imaginario social a partir de la unión de la dimensión colectiva e individual entreteje las estructuras simbólicas en la experiencia cotidiana. Lo que los imaginarios sociales permiten es que “la percepción del mundo y su decodificación se realice a partir de los parámetros de lo simbólico que reinan en cada sociedad” (Olmos Aguilera, 2001: 272), otorgando a los actores ciertos esquemas de interpretación y acción según determinadas situaciones. Es decir, los imaginarios sociales se convierten en “imágenes actuantes” (Hiernaux, 2002: 8) en tanto que los individuos les dan vida de y en su experiencia. Además, son sistemas simbólicos a través de los cuales se decodifica y codifica la realidad; son sistemas de referencia simbolizantes y simbolizados; son el “orden implícito” a través del cual se filtran todas las interpretaciones; son las “pautas” a través de las cuales los sujetos dotan de sentido al mundo (Durand, 1993). Conceptualizamos a los imaginarios sociales como el conjunto de mediaciones simbólicas que construyen lazos de sentido entre el grupo y que a escala individual se sustentan en la experiencia del sujeto. Existe entonces una inminente correlación entre el orden colectivo y el personal, ya que mientras el primero dota de sentido la noción del “nosotros” y la reciprocidad de saberes en sociedad, en el segundo orden se manifiesta la posibilidad creativa del sujeto a través de la acción (Castoriadis, 2007).
Justamente, en tanto que los imaginarios sociales responden, nutren y articulan la lógica social están territorializados, precisamente responden al conjunto de normas, valores y símbolos que una sociedad construye y reproduce en un espacio determinado, son a su vez estas tramas de significado reconocidas por el grupo las que otorgan sentido a sus realidades particularizadas espacialmente. Entonces, los imaginarios sociales refieren también a la apropiación simbólica del espacio, es decir, se construyen por las interacciones entre los sujetos y el colectivo en un territorio. De manera que el grupo construye y valida redes de significados imbricadas en el espacio y constituye “geosímbolos” (Bonnemaison, 1981: 256), a través de los cuales el individuo se adscribe como miembro de un colectivo. Según Charles Taylor, es en los imaginarios sociales donde resaltan las “particularidades locales” (2006: 68), ya que corresponden a un contexto socio-cultural específico y refieren a la forma colectiva de concebir las realidades y sentires sociales.
Partiendo de tal argumentación, en este trabajo se desarrolla el análisis de algunos de los imaginarios construidos sobre la frontera geopolítica, referida como espacio significativo donde toman referente y se anclan los constructos de sentido de la población que vive adyacente a ella. La frontera en su concepción física influencia la cultura local y es el motor principal de los símbolos y significados codificados en el imaginario social que se comparten en la vida fronteriza.
Para esta investigación nos interesó conocer la perspectiva de una categoría social específica: la juventud. En algunos de los discursos más tradicionales se ha considerado a la juventud como un estado laminar en tanto que refiere a un paso de la infancia a la edad adulta (Erikson, 1978). En discursos más recientes la juventud es un proceso en el que los referentes del “yo” y el “nosotros” transmitidos desde la infancia son puestos en práctica (Zittoun, 2007), pero especialmente como el momento de vida donde las nociones de movilidad se consolidan (Gustafson, 2001). Es en este último referente donde radica la importancia del análisis de este grupo social especialmente en un espacio como el fronterizo, donde las categorías de exclusión/inclusión/movilidad son delimitadas por una alteridad próxima.
Hablar de identidades juveniles es referirnos a las “formas especificas de apropiación por los grupos juveniles y su participación en la conformación de códigos colectivos desde los cuales se establecen las disputas por la participación en la construcción del sentido social” (Valenzuela, 2009: 37). La juventud es relacional, es una vivencia y reconocimiento compartido, una manera de ser y estar en el mundo.
Son jóvenes para sí mismos porque sienten la lejanía respecto de la vejez y de la muerte, y porque lo son para los otros, que los perciben como miembros jóvenes, nuevos, con determinados lugares y roles en la familia y en otras instituciones: su juventud es ratificada en la vida cotidiana por la mirada de los otros (Margulis, 2001: 45).
La juventud no es un grupo social específico, las maneras de “estar en el mundo” y la “experiencia compartida” debe ser matizada. Hace falta determinar que las formas de apropiarse y relacionarse con el espacio, el tiempo y del día con día, están siempre interrelacionadas con el contexto, el nivel educativo y socioeconómico y el género (Reguillo, 2000). Es en este matiz donde se sitúa la propuesta conceptual “intensidad del tiempo social” de José Manuel Valenzuela, la cual busca diseccionar la visión unilineal del tiempo. Entendiendo así que existen “formas diferenciadas de envejecimiento entre personas de distintas clases, procesos que marcan hasta las expectativas de vida, pues al momento de nacer podemos encontrar varios años de diferencia en la esperanza de vida entre los niños y niñas de los niveles más pobres frente a los de mayores ingresos” (Valenzuela, 2009: 34).
Justamente esta intensidad se vuelve exponencial en el espacio fronterizo debido a su multiplicidad de muchos cristales por donde mirar y significar la realidad, cada vistazo y codificación depende del pedazo de franja que te toque vivir. A este respecto Alejandro Monsiváis Carrillo (2004: 9) asegura que se pueden identificar tres modalidades en la narración y apropiación de la imagen de Tijuana por parte de sus juventudes. En la primera, resalta “la ‘leyenda negra’ de ‘vicio’, violencia y corrupción que caracterizarían a la ciudad”; la segunda visión resulta como una reacción a la primera, y “se encarga de promover una ‘imagen positiva’ de la ciudad, ensalzando los atributos que la posicionan competitivamente en los mercados globales”. Por último, la tercera postura “celebra el sincretismo, el pastiche y la hibridación a que dan lugar los encuentros socioculturales en Tijuana”. Justamente por la “intensidad del tiempo social” que experimentan las juventudes tecunumeñas, de las tres modalidades en las que según el análisis de Monsiváis Carrillo las y los jóvenes construyen su discurso de apropiación de Tijuana, solo pueden extrapolarse las primeras dos. En el caso de Tecún Umán, la tercera postura no es del todo detectable en el discurso juvenil. Si bien existen algunos jóvenes que buscan aspectos de encuentro con las prácticas culturales de uno y otro lado de la frontera, rescatar elementos de las poblaciones “flotantes” e incluso identificarse con las letras de los corridos mexicanos, aún no es un sector significativo ni una práctica común.
Las tijuanas (de)limitadas
En términos específicos, al elegir los universos espaciales de la investigación se partió del supuesto de que las ciudades “al sur”2 de una frontera geopolítica interiorizan los referentes simbólicos imbricados en la frontera de manera distinta que los habitantes “al norte”. Así, los universos espaciales donde se desarrolló este estudio, Tijuana y Tecún Umán -la Tijuanita de Guatemala (Arriola, 1995)-, son ciudades emblemáticas de las relaciones transfronterizas entre Estados Unidos y México, y México y Guatemala, respectivamente. Son espacios cargados simbólicamente de ruptura y al mismo tiempo de cotidianidad transfronteriza. Ambas fronteras fueron delimitadas después de un proceso conflictivo y culminan con la firma de tratados evidentemente desfavorecedores para “el sur” -Tratado Guadalupe Hidalgo en 1848 donde México perdió aproximadamente 51% de su territorio, y el Tratado de límites entre México-Guatemala en 1882 donde Guatemala perdió 27,949 km2-. Curiosamente, en el territorio que perdieron ambas naciones están los centros agrícolas más importantes de la región -California Central Valley, y el Soconusco- y que en gran medida sustentan su mano de obra en las poblaciones “al sur”.
a. Negociando la y en la Línea
Las fronteras geopolíticas que (de)limitan estas ciudades fueron estipuladas en el orden de lo político administrativo, sin embargo, la demarcación de la línea no solo “empujo” más al sur a México y a Guatemala, sino que reconfiguró el significado que la población que ahí habitaba le atribuía a los límites entre ambas naciones (García, 2001). Específicamente los últimos años han teñido el contexto con un tono de tensión y creciente reforzamiento fronterizo implementado por las naciones al “norte”. La importancia de este panorama es que los procesos y decisiones sociopolíticas nos ayudan a comprender el contexto macro en el que se desenvuelven los sujetos fronterizos al ser referentes que repercuten en la manera en que se entiende y actúa en la dinámica (inter/trans) fronteriza.
En términos muy particulares, en Tijuana el parteaguas para que la población comenzara a percibir aumento en el control fronterizo y restricciones de movilidad fue la operación Gatekeeper, que entró en vigor en octubre de 1994 como una operación diseñada para “detener” la entrada de migrantes indocumentados desde el área urbana de San Diego hasta las montañas de Tecate. Sin embargo, como menciona Bustamante, debemos entender esta operación como una táctica del gobierno estadounidense para demarcar, o mejor dicho remarcar, su soberanía (2001: 22). A cuatro años de esta movilización y como resultado de la búsqueda de mayor control fronterizo, después de casi 40 años de uso de las “Tarjetas de Cruce Fronterizo” el Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos de América inició su reemplazo por las “Visas Láser”, las cuales a diferencia de las anteriores establece vigencia máxima de 10 años, contiene la huellas digitales, fotografía y el resto de la información personal del portador codificada digitalmente (USembassy-Mexico). Dentro de la población fronteriza la repercusión de esta medida se ha sentido desde hace dos años, ya que el documento de muchos jóvenes y jefes de familia no ha sido renovado, pues por dedicarse a actividades comerciales transfronterizas no cuentan con comprobantes de ingreso nacionales provocando que muchas de las dinámicas al interior de las familias sean modificadas (Utley, 2010).
En el caso de la frontera sur de México sin duda no se puede hablar de una reestructuración de las políticas binacionales de control fronterizo sin el éxodo de 50,000 refugiados guatemaltecos que se concentraron en el territorio de Chiapas entre 1980-1985. Como lo remarca Edith Kauffer, “antes del éxodo guatemalteco, la frontera sur de Chiapas era una línea de división político-administrativa caracterizada por una gran permeabilidad; sin embargo, la llegada de los flujos de refugiados representó un acontecimiento cuya magnitud llevó a las autoridades mexicanas a reforzar los mecanismos de vigilancia en la zona, pero sin lograr un control real de ésta” (2005: 10).
Diez años después de este evento, Aura Arriola hacía referencia de que en el discurso guatemalteco se comenzó a “hablar de una nueva frontera, donde la línea que divide a Guatemala y México representa ahora lo que la línea entre México y Estados Unidos ha representado durante décadas: la entrada para los osados y afortunados, la última barrera para los que no lograsen el momento de suerte para pasar” (1995: 184). Actualmente, los “programas coordinados por el gobierno federal e instrumentados por todas las policías y el Ejército Mexicano tienen una visión de la Frontera sur a partir de los flujos de migrantes centroamericanos: Sellamiento de la Frontera Sur y Plan Sur [julio de 2001]” (Villafuerte y García, 2005: 139). Sin duda, ambos programas han sido un parteaguas para entender los cambios en las relaciones transfronterizas entre México y Guatemala, pues al ser diseñados para evitar que migrantes lleguen a territorio norte de México e intenten cruzar la frontera con Estados Unidos, se han implementado mecanismos de control que afectan no solo a aquellos que intentan llegar “más al norte”.
b. Desde sus personajes… Los mitos fundadores y su anclaje en el hoy
Como mencionamos antes, las condiciones macro no pueden estar desvinculadas de las acciones y percepciones de las y los propios habitantes, ya que la dimensión espacial en la que se construyen los imaginarios sociales no se limita a estos referentes macro, sino que tiene una carga sustancial en lo cotidiano. Dichos referentes son aquellos forjados por la interpretación y apropiación del contexto y a partir del cual se da sentido a la experiencia cotidiana y extraordinaria, por lo tanto son fundamentales para comprender las particularidades de la experiencia social fronteriza.
Según la lógica de análisis de los imaginarios urbanos, uno de los elementos que hace “significativa” a una ciudad para sus habitantes es la unión de esta con figuras emblemáticas en el ámbito local. Como veremos más adelante al profundizar en el imaginario de las y los jóvenes de ambas ciudades, “cuando hablamos de personajes, no sólo nos referimos a gente notable de carne y hueso, sino también a seres mediáticos, ficticios o a aquellos constituidos por románticas reminiscencias” (Silva, 2003: 54). La historia de estos personajes nos permite comprender ciertos eventos y momentos históricos que a partir de cristalizarse en el personaje han perdurado en el imaginario. Puesto que “la prevalencia social requiere de esa memoria selectiva que permite construir ejes de continuidades que se deslizan por caminos desiguales, por las cuales discurren la historia novelada oficial y las múltiples historias populares, que coexisten en disputa o armonía y construyen sus propios canales de habituación y de prácticas tradicionales” (Valenzuela, 1992:16). Por lo tanto comprendemos cómo es que cada personaje es apropiado y referido por un sector determinando de la población, y así a través de estas remisiones podemos detallar la manera en que se compone la ciudad y sus referentes.
Para Tijuana, los personajes que las y los jóvenes determinan como representantes de la ciudad son: el padre Kino, el expresidente de México Lázaro Cárdenas, “Juan Soldado”, Jesús “Malverde”, y el “burro-cebra”. El primer personaje es el misionero jesuita italiano Eusebio Francisco Kino, conocido como El Padre Kino (1645-1711). El personaje está vinculado con la práctica evangelizadora en los territorios de Sonora y Arizona a finales del siglo XVII (Olmos Aguilera, 2002: 6). El padre Kino es la figura por excelencia del mediador entre la Iglesia y los grupos indígenas del noroeste de México, además de que puede decirse que encarna la búsqueda por la descentralización y el arraigo presente entre las juventudes fronterizas tijuanenses.
El segundo personaje con el que las y los tijuanenses identificaron la ciudad es el expresidente de México Lázaro Cárdenas, esta referencia se encuentra directamente vinculada a uno de los eventos determinantes para el orden social local de la segunda mitad de la década de los treinta, la expropiación del Casino de Agua Caliente en 1937. Desde su apertura, “marcó toda una época en la vida económica de Tijuana. En 1926, Abelardo L. Rodríguez compró los manantiales del mismo nombre; obtuvo el permiso correspondiente para explotarlos. Erigió ahí un gran complejo turístico que contaba con un hotel, un casino y un galgódromo. El centro turístico fue inaugurado en 1928 y un año después se inauguró un nuevo hipódromo” (Bringas, 1991: 20). Con la inauguración del Casino se engalanaba la leyenda negra tijuanense como centro de cantinas, casas de juego, centros de prostitución, producción ilegal de licor -en respuesta a la prohibición en territorio norteamericano- y mafias de contrabandistas (Valenzuela, 1992: 78). Dos años antes de que se emitiera el decreto presidencial, el gobierno estadounidense revocó la ley Volsted, generando en territorio tijuanense “disminución de los ingresos generados por los visitantes que de manera militante habían dejado constancia de su oposición factual a la abstinencia etílica, el juego estimulante y el sexo efímero” (Valenzuela, 1992: 79).
A manera de remover parte de la “leyenda negra” de la ciudad que se encontraba materializada en ese lugar, se instauró en 1939 el Instituto Técnico Industrial, que funcionaba como internado utilizando lo que permanecía de las instalaciones del Casino. A dos años de fundadas, en 1950, la preparatoria y secundaria Lázaro Cárdenas se trasladan a las instalaciones del Centro Escolar Agua Caliente. La orden presidencial de cierre de los establecimientos de juego y la expropiación de este casino en 1937 es designada por las y los jóvenes tijuanenses como uno de los eventos más importantes en la historia de la ciudad, junto con el arribo de los Flores Magón y el asesinato de Luis Donaldo Colosio en la colonia Lomas Taurinas.
La emergencia del tercer personaje -“Juanito Soldado”- en el imaginario local está “vinculada a un escenario social de profundas inconformidades entre las cuales destacan las protestas de los trabajadores de servicios y los extrabajadores de los sitios de juego clausurados por orden del presidente Lázaro Cárdenas; estos sitios habían desempeñado un papel central en la economía tijuanense, dando vida y forma a su leyenda de esplendor y frivolidad durante los años veinte y treinta…” (Valenzuela, 1992: 80). Como señala el título del libro de Paul J. Vanderwood (2008) en la imagen de este personaje se superponen las de un “violador, asesino, mártir y santo”. Su nombre real era Juan Castillo Morales, un soldado raso del ejército mexicano residente en la ciudad de Tijuana, a quien se le acusó de la violación y asesinato de la niña Olga Camacho Martínez, y que ante el reclamo de una multitud que pretendía lincharlo se le condujo al Panteón de Puerta Blanca y se le aplicó la “ley fuga” el 17 de febrero de 1938. Poco después de su ejecución comenzó a correr el rumor de que el soldado era inocente y que había sido acusado protegiendo a un superior, entonces a manera de combinación entre el muro de lamentaciones y ofrendas de milagros comenzaron a dejar piedras en su tumba. De manera que “Juan Soldado es un producto emanado del avergonzamiento y el rencor fuerte a la victimización, la injusticia que devino vergüenza colectiva de una población cuya mística-profunda demandaba la construcción de una figura santificada” (Valenzuela, 1992: 87).
El cuarto personaje en el que se cristalizan referentes temporales y sociales significativos para la población fronteriza es Juárez Mazo, alias Malverde (1870-1909). Al igual que Juan Soldado es considerado un “santo”, y aunque es venerado mayoritariamente por los habitantes del estado de Sinaloa, la instauración de este personaje en el imaginario tijuanense está vinculada principalmente a la migración de habitantes originarios de este estado.3 Este personaje era un bandolero social que coincidía con el perfil de Robin Hood, pues robaba a ricos para repartir el botín entre los pobres, y debe su apodo a que “una vez que materializaba la consigna huía a la serranía cubriéndose con hojas de plátano, mismas que conseguía de la Culiacán Irrigation Company, empresa norteamericana productora de la fruta. Por eso se le conocía como El Mal Verde, pues salía de lo verde y en lo verde se perdía” (Montoya y Fernández, 2009: 217). El culto a Malverde comienza cuando, después de ser traicionado por uno de sus ayudantes, torturado y colgado para escrutinio público, un hombre baja sus restos y le da sepultura “como lo hacían los antiguos mayos, quienes habitaron el norte de Sinaloa, colocando tres piedras alrededor de él. Desde entonces cada piedra arrojada a su tumba era en agradecimiento a un milagro concedido” (Montoya y Fernández, 2009: 217). “En la actualidad Jesús el mal-verde es venerado en una capilla en la ciudad de Culiacán en la creencia de que ayuda, particularmente, a los narcotraficantes, los músicos y las prostitutas... y hay quien dice que intercede hasta por los militares” (Olmos Aguilera, 2005: 154). La importancia de este personaje en el imaginario de los habitantes de Tijuana está relacionada con el reforzamiento de la leyenda negra a través de la “narcocultura”, y a la mitificación de las estrategias para combatir las estructuras gubernamentales nacionales y “del otro lado”:
La cultura popular que es vivida día a día por las y los fronterizos está en constante transformación y es alimentada tanto por la memoria histórica de las enormes poblaciones fronterizas, como por las migraciones de distintas partes del país, como por la realidad geográfica de la cercanía de los Estados Unidos, así como por los elementos culturales que transmiten los medios de difusión modernos (Valdes-Villalva, 1992: 259).
Por último, el quinto personaje, el burro-cebra, es sin duda un icono tijuanense por excelencia a lo largo de la calle Revolución -columna vertebral del centro de la ciudad-, en ambas aceras se encuentran los escenarios simulando carretas con la leyenda Welcome to Tijuana y decorados “típicamente” con zarapes, sombreros, dibujos de príncipes aztecas, águilas, nopales y todo aquello que represente la “mexicaneidad”. En estos escenarios de carretas los burros pintados de cebras hacen las veces de jaladores de la carreta. Según el análisis de un escritor local el burro-cebra es también una burla al turismo. Es la manera en que Tijuana se hace pasar por país exótico, que quiere cumplir las expectativas del norteamericano, que al cruzar la frontera quiere encontrar el país “mágico”, “rural”, sombrerudo. “[…] Obviamente, este set es una burla de su ingenuidad de turista engañable” (Yépez, 2006: 77).
El burro-cebra también es cliché de Tijuana, se ha utilizado desde hace muchísimo tiempo. Esta combinación rara, solo se les pudo ocurrir a gente de aquí, y pues es además un icono, en términos oficiales el gobierno de Tijuana lo ha utilizado, y pues ahorita la Revolución todavía continúa llena de burros, y pobres burros cómo los tratan, pero pues es el negocio y forma parte de la iconografía tijuanense. Pues cuando comenzó eran fotos a blanco y negro y pues eran burros-cebras, pero creo que ahorita deberían de estar pintados de colores sobre todo para mostrar todo el folclor que se vive en la Revolución. E incluso la leyenda negra también ha afectado al burro, con los donkey shows, pues es otra noción con la que vienen los americanos, e incluso se llevan una especie de collar o algo así para presumir que fueron a uno en Tijuana (Jaime, entrevista, Tijuana, 2009).
Con los relatos de estos cinco personajes se materializan momentos históricos fundamentales para comprender el hoy de Tijuana: 1) la evangelización de los primeros pobladores de la región y el comienzo de una lucha descentralizadora, 2) la época de apogeo y de consolidación de la leyenda negra de la ciudad, 3) las movilizaciones por el fin de esta era y el comienzo de un culto 100% tijuanense, 4) las oleadas de migración interna y la relevancia de un bandido social, y por último 5) la extrapolación del mito, la ridiculización de la propia leyenda y especialmente del turismo extranjero que cruza la frontera en búsqueda de fantasías alimentadas por múltiples estereotipos.
Bajo este mismo eje de análisis, en tanto que “los personajes pueden convertirse en cualidades de la ciudad si la representan” (Silva, 2006: 54) son dos los personajes en los que se cristalizan los códigos más significativos que determinan a la ciudad de Tecún Umán: el héroe nacional Tecum Umam, y el santo patrono, el Señor de las tres caídas. Ambos pueden considerarse como mitos fundadores pues “contribuyen a la conformación de los elementos de la identidad común, de las creencias compartidas de algo que sólo pertenece al grupo. El mito es parte integral de la realidad e historia de los pueblos, es componente indispensable en la configuración de la identidad, así como de la construcción y decodificación del imaginario colectivo” (Valenzuela, 1992: 15).
El primer personaje, el príncipe k´iche´ Tecum Umam, fue quien lideró la ofensiva contra el ejército del conquistador Pedro de Alvarado en la actual cuidad de Quetzaltenango. Se dice que el príncipe Tecum había asumido el poder recientemente y que, siguiendo la tradición guerrera maya fue pintado de color amarillo, vestido con un traje de plumas de quetzal y adornado con piedras preciosas y joyas. Se cuenta que con este atavío voló en el aire “como águila con plumas de quetzal” antes de atacar a Alvarado, y que al fallar en su intento muere bajo la espada del capitán español (Akkeren, 2004: 7). A partir de esta batalla se desarrolla el mito en torno a la figura del príncipe y a su imagen como signo de valentía y coraje ante la conquista española. La presencia de este personaje en el imaginario de las y los habitantes tiene un trasfondo mayor a la oficial -a partir de ser declarado héroe nacional, la ciudad toma su nombre-, en la figura de Tecum se materializa la lucha por el territorio, el arraigo y la defensa contra los foráneos, características que para las y los jóvenes fronterizos son atemporales.
El segundo personaje que se nombró como representativo de la ciudad es el santo patrono, el Señor de las tres caídas, cuya imagen refiere a las tres caídas de Cristo en su camino a ser crucificado. Durante las festividades de semana santa peregrinos tanto del interior de Guatemala como de México visitan la iglesia y la feria de la ciudad, que es considerada la mayor de todo el Departamento de San Marcos. Puede decirse que esta festividad simboliza un reinicio anual, y aun así lo que representa en sí este personaje no es solamente un rito específico de orden religioso, sino también un momento de agrupación y sincretismo donde la frontera geopolítica se laxa para permitir la entrada al templo. Sin embargo no debemos restar importancia al inminente factor “religioso” en este personaje, la impronta católica entre la población fronteriza ha sido uno de los elementos que gran parte de la población tecunumeña considera como fundamental al considerar “hermanos” a sus vecinos del norte. Al repasar brevemente los referentes de ambos personajes comprendemos que “las representaciones místicas son productoras de sistemas de significados que participan en la ordenación de los sentidos cotidianos, lo trascendente y lo sobrenatural” (Valenzuela, 1998: 223).
A través de la descripción, contextualización y referentes de estos personajes comprendemos que “el mito no se valida en la verdad histórica, sino en su funcionalidad social” (Valenzuela, 1992: 15), y hoy por hoy cada uno de estos personajes son representativos al tratar de comprender el entramado simbólico de ambas ciudades.
Estrategia metodológica
Planteada como una investigación de corte cualitativo, buscamos comprender los múltiples significados atribuidos a un objeto determinado, la frontera geopolítica, y especialmente el punto de vista de los sujetos, actores de su propia realidad. Con el propósito de acceder a los significados y diversas expresiones de una misma realidad juvenil fronteriza se emplearon los estudios de caso. Cabe aclarar, que los resultados no ambicionan ser validos más allá de este contexto y de la muestra seleccionada, pues el objetivo nunca ha sido obtener un consenso de los imaginarios generados en torno a la frontera, sino más bien establecer una ruta, una nueva alternativa para adentrarnos en la comprensión de la manera en que los sujetos fronterizos están codificando sus referentes simbólicos entorno al territorio.
a. Selección de los casos de estudio
Ante universos espaciales tan disimiles económica, educativa y culturalmente, como lo son las ciudades de Tijuana y Tecún Umán, se determinó que la tipificación etaria sería poco efectiva por ser las experiencias de vida, las responsabilidades y roles que las y los jóvenes tienen a sus 20 años, por ejemplo, distintos en ambas ciudades. Ante este panorama, el criterio de homogeneidad de los sujetos en ambos contextos fueron dos, el primero la autoadscripción de los propios sujetos dentro de esta categoría social, y el segundo la “praxis divergente” (Brito Lemus, 2002) de construcción de sus proyectos de vida. Este criterio de selección responde a que ya que la juventud no es un categoría social autónoma exenta de la red e interacciones sociales, sino más bien es a través de éstas que se construye y simboliza como tal, y el momento por excelencia donde podemos observar la “permanente dialéctica entre el ‘mundo adulto’ y el ‘mundo joven’” (Zebadúa, 2008: 61) es precisamente cuando las y los jóvenes construyen esquemas de acción para formar parte de ese “mundo adulto”.
De manera que la selección de los sujetos de estudio se realizó siguiendo cuatro lógicas: género, condición de originarios -ya que el imaginario social es transmitido mediante las instituciones sociales-, que hayan cruzado o no cruzado la frontera geopolítica, y especialmente que se encuentren en la “praxis diferenciada” de la construcción de su proyecto de vida (ver cuadro 1 y 2).
Cuadro 1 Características de los sujetos: Tijuana Edad Sexo Cruce legal Orígenes padres Nivel educativo Ocupación Colonia 1 17 F No D.F. Secundaria Estudiante Pípila 2 17 M Si Sinaloa Secundaria Estudiante Pípila 3 19 F Si Hidalgo-Guerrero Secundaria Estudiante Capistrano 4 20 F Si D.F Universitaria Estudiante Playas de Tijuana 5 21 F No D.F.-Veracruz Secundaria Desempleado Mariano Matamoros 6 22 M No Jalisco-Veracruz Universitaria Estudiante Patrimonial 7 24 F Si Sinaloa-Veracruz Universitaria Estudiante Jibarito 8 25 F No Jalisco-Sinaloa Universitaria Estudiante La Mesa 9 26 M No Tijuana-Jalisco Universitaria Estudiante Mérida
Cuadro 2 Características de los sujetos: Tecún Umán Edad Sexo Cruce legal Orígenes padres Nivel educativo Ocupación Colonia 1 15 F No Cd. Guatemala Home School Empleado Andrade 2 16 M Si Tecún Umán Primaria Triciclero El Molino 3 16 M Si Tecún Umán Diversificado Estudiante San Lorenzo 4 18 M Si Tecún Umán Diversificado Estudiante San Lorenzo 5 19 M No Tecún-Puerto Ocós Diversificado Estudiante San Lorenzo 6 20 M Si Quetzaltenango Diversificado Empleado El Triunfo 7 21 F Si Progreso-Tecún Umán Diversificado Secretaria Santa Marta 8 22 F No Quetzaltenango-S. Marcos Universitaria Empleada Miraflores 9 25 F Si Tecún Umán Universitaria Empleada Las Delicias
A partir del trabajo de campo se localizaron sujetos con las siguientes características, para Tijuana: 1) nunca han cruzado la frontera, cuyos padres no sean oriundos; 2) podían cruzar anteriormente y perdieron la posibilidad; 3) trabajan en Estados Unidos con visa de turista únicamente los fines de semana; 4) estudian y trabajan en México y cruzan únicamente de compras. Para Tecún Umán: 1) nunca han cruzado la frontera; 2) estudian o/y trabajan en Guatemala y cruzan únicamente de compras; 3) tienen algún familiar con experiencia de migración internacional; 4) tienen como zona de trabajo el puente internacional Dr. Rodolfo Robles, entre Ciudad Hidalgo y Tecún Umán.
b. Técnicas e instrumentos
Fueron dos las técnicas empleadas para acceder a la información y su aplicación se llevó a cabo en dos sesiones de trabajo con los participantes. La primera técnica que se empleó fue el Mapa Mental, entendido como una expresión gráfica de “las propiedades de significación conferidas al escenario físico-geográfico por las características sociales y culturales ligadas a su historia” (Arruda y Ulup, 2007: 168). La relevancia del uso de la herramienta Mapa Mental4 alude a que es en esta donde podemos analizar la parte tangible de la representación del imaginario social de frontera, ya que “expresa una realidad social donde la imagen tiene un papel preponderante. La imagen tiene el papel de ‘corpus de significantes’. Es donde tiene presencia la dimensión imaginaria de la representación social” (Guerrero, 2007: 236). La realización del Mapa Mental respondió a la instrucción “dibujar a la frontera”, el tamaño de la hoja tenía 33 x 24 cm y, además de un lápiz, los de colores que se les proporcionaron fueron: verde, azul, rojo, amarillo, negro, café.
Como muestran estudios anteriores son dos las principales prerrogativas en el uso de esta metodología: 1) procedimiento a través del cual los sujetos aglomeran, codifican y decodifican la información y atributos sobre los lugares, es decir, “como una expresión de la interacción simbólica entre el individuo y el entorno. Método de movimiento y manera de conocer lo desconocido, mediante las ciudades, el entorno y las propias comunidades” (Bomfim y Pol, 2005: 40, traducción propia). 2) La dimensión individual y colectiva están presentes en los Mapas Mentales, de modo que nos permite observar la apropiación y experiencia del sujeto, y a la vez presenta elementos compartidos e interiorizados de la dimensión colectiva de uso y representación del espacio (De Alba, 2004: 120; Estébanez, 1981: 19).
La segunda técnica empleada fue la entrevista semiestructurada, en la que se retomaron algunos elementos que destacaron en el Mapa Mental, intentando que los sujetos profundizaran en la dimensión “experiencial” del imaginario de frontera, esto es, en su condición legal o ilegal de cruce, prácticas e intensidad de cruce, recuerdos relacionados con el poder o no cruzar la frontera.
c. Análisis de los datos
Después de sistematizada la información fue analizada a través del programa de análisis de datos cualitativos Atlas-ti (Muhr, 1991) generándose un total de 69 códigos agrupados en cinco familias: infraestructura de control, movilidad, experiencia fronteriza, imaginario de frontera, y otros.
A partir de este análisis en las narrativas -tanto gráficas como orales- de las y los jóvenes fronterizos tijuanenses y tecunumeños distinguimos diez tipos de imaginarios de frontera: dispersadora, traficable, deseable, ambivalente, administrativa, natural, diferenciadora, omnipresente, infranqueable, zona frontera. Todos estos imaginarios están sustentados en la experiencia de vida de las y los informantes y en los códigos que comparten como parte de una realidad social, la fronteriza. Los cuatro primeros imaginarios son argumentados con las prácticas cotidianas, la usanza transfronteriza; por su parte, los seis siguientes están íntimamente relacionados con la infraestructura de control. La lógica analítica a través de la cual fue construida esta tipología responde a cuatro consideraciones: memoria colectiva, nivel experencial, infraestructura de control, usanza transfronteriza. De manera que cada uno de estos tipos de imaginarios de frontera --que en absoluto son excluyentes- estuvo presente en las narrativas de las y los jóvenes fronterizos con al menos dos de estas consideraciones. Hay que aclarar, sin embargo, que estos “tipos de imaginarios de frontera” fueron construidos posteriormente al trabajo de campo y como resultado del análisis de la información obtenida.
Imaginarios de frontera de las juventudes “al sur”
Para comprender lo que implica hablar de imaginario de frontera, debemos partir de que existe una relación tácita entre el sujeto y el espacio; los sujetos al dotar de sentido al espacio e incorporarlo a su sistema cultural lo territorializan, desarrollando una “pertenencia socio-territorial” (Giménez, 2007: 126). La “pertenencia socio-territorial” fronteriza tiene muchos matices, de modo que las relaciones sujeto-espacio deben ser entendidas bajo otro tenor que el que pudiese conceptualizarse para el centro del país, e incluso deben hacerse las distinciones pertinentes para no cometer el error de generalizar las diversas zonas fronterizas mexicanas y guatemaltecas.
Para el carácter explicativo de este articulo únicamente se desarrollarán seis de los diez tipos de imaginarios de frontera que se generaron como parte de la investigación mayor a la que está adscrito este artículo: frontera “traficable”, “diferenciadora”, “natural”, “administrativa”, “ambivalente”, “onmipresente y zona frontera”. La selección de estos radica en que en ellos se engloban características singulares para comprender dos códigos clave en la lógica de correlación micro y macro que describimos en el apartado contextual: “usanza transfronteriza” y “escrutinio fronterizo”. El primer código tiene que ver con la intensidad y prácticas de cruce, pero especialmente con los saberes y estrategias que las y los habitantes de la región implementan para aprovechar al máximo su capacidad de movilidad circular a través de la frontera. El segundo código está relacionado con la sensación de estar vigilado, con la infraestructura de control, principalmente con los despliegues tecnológicos que generan entre los locales una sensación de acoso y vigilancia que no se limita al momento de cruce.
Antes de comenzar a desarrollar cada imaginario, vale la pena recordar el valor hermenéutico de que estos son construidos por juventudes “al sur”, es decir, como lo hemos venido señalando a lo largo del texto ambas ciudades fronterizas están supeditadas, en gran medida, a la relación comercial que mantienen con su “norte”. Se puede decir que ambos “nortes” tienen un grado de avenencia con el movimiento transfronterizo y tienen infraestructuras de control mucho más sofisticadas que el vecino al “sur”. Aun cuando las y los tijuanenses y tecunumeños vivan realidades -opciones educativas, mercados comerciales, culturas, economías, etcétera- diametralmente disímiles, ambos idealizan a su norte y sin embargo lo refieren como el invasor en la memoria colectiva y el opresor en la cotidianidad.
Frontera traficable
En el imaginario de las y los fronterizos -a pesar de los despliegues tecnológicos y capitales humanos- la frontera es traficable, es decir, por y a través de ella se filtran productos e incluso personas.
En la ciudad de Tecún Umán el “contrabando hormiga” (Ruiz, 2000) es una práctica cotidiana, las “cámaras” que flotan por el río Suchiate son cargadas de grandes cantidades de mercancía desde el lado mexicano y descargadas en el guatemalteco (ver figura 1). Como lo comentaba una informante:
nosotros todo lo compramos en el otro lado, nos sale mejor, ahorramos un poco, y pues luego lo pasamos por el río, y ya hay veces que compramos para más que lo de una semana, compramos en cajas, y sale hasta mejor. De hecho, si te fijas, por acá no hay tiendas como allá, así grandes, acá sólo chiquitas por si se te ofrece algo (Jazmín, entrevista, Tecún Umán, 2009).
Figura 1 Mapa Mental Frontera México-Guatemala
Oficialmente, “por la mercancía que se pasa por el puente se tiene que pagar una póliza de la mercadería que van a pasar, pero por el río algunas personas no la pagan” (Karina, entrevista, Tecún Umán, 2010), es decir, la práctica es, extraoficialmente, consentida por las autoridades locales de ambos lados.
En la frontera que México comparte con su vecino del norte la traficabilidad de la frontera no es tan explícita como en su frontera sur, sin embargo, en el imaginario de los jóvenes tijuanenses está incrustada la noción de la frontera como algo que puede ser atravesado no solo vía mecanismos legales, sino también ilegales:
la gente ya sabe que no se puede cruzar por ahí a menos que haya un túnel. Porque el tráfico de personas continúa, pero deben de buscar nuevos medios, extorsionando a los migras o abriendo hoyos en la frontera, porque así también le hacen los polleros. Pues ahí está el ejemplo de La Casa del Túnel, o sea si hubo la posibilidad de hacer ese, hay la posibilidad de hacer más (Jaime, entrevista, Tijuana, 2009).
La figura 2 (ver al final) es un fragmento de un mapa mental dibujado por una tijuanense, en el que representa a la frontera traficable con migrantes escondidos de la patrulla fronteriza que los acecha a sus espaldas. Mientras que algunos se están cubriendo con una especie de cobija que se confunde con el terreno, otro más está utilizando un cactus para esconderse. Estos relatos evidencian la frontera norte de México como una “frontera traficable”, a la que es posible cruzar por debajo, mimetizándose con el entorno, ya sea cubrirse con el propio sistema legal o con elementos del entorno.
Figura 2 Detalle. Mapa Mental Frontera México-USA
Frontera diferenciadora
Si bien es cierto que la frontera es “un keep away, hazte para atrás, no pases” (Jaime, entevista, Tijuana, 2009), las fronteras con las que los habitantes de las regiones fronterizas de Tijuana-San Diego y Tecún Umán-Tapachula5 cohabitan son, además de su uso original de contención y control, un mecanismo de distinción: estructuras materiales que recalcan la disparidad económica y administrativa.
En la ciudad de Tecún Umán, la relación fronteriza formal, en las aduanas, es poca y casi en su mayoría destinada a turistas que cruzan más allá de los límites de la región. La infraestructura de control de ambas aduanas es contrastante, incluso desde los materiales con que están construidas las vallas de delimitación o el diseño y tamaño de las propias oficinas:
como que sí se nota la diferencia, el otro lado hasta tiene techito que cubre del sol cuando uno va caminando y pues están además las piedras que juntaron para que cuando el río suba no les destruya todo como pasó con lo que estaba de este lado (Winona, entrevista, Tecún Umán, 2010).
Para las y los tijuanenses, (ver figura 3) la construcción del nuevo muro fronterizo color metálico -que comenzó su construcción en agosto de 2008-, de nuevos caminos para la “border patrol” y los cortes realizados a los cerros colindantes con la frontera -donde se colocaron picos de herrería que después fueron cubiertos con un área verde- están diseñados para “marcar un contraste, más del que ya de por sí hay, porque por ahí nadie cruza de todas maneras, cruzan por Tecate porque ahí estaba más desprotegido el asunto” (Jaime, entrevista, Tijuana, 2009).
Figura 3 Mapa Mental Frontera México-USA
La lucha simbólica por el espacio nacional puede ser interpretada en la figura 3; de igual manera el mapa mental puede leerse en tres planos: el primero donde la frontera es representada como una bandera estadounidense al revés; el segundo plano con la leyenda “AQUÍ EMPIEZA LA PATRIA” -lema de la ciudad de Tijuana-, y el tercero con los colores de la bandera mexicana. Con este mapa mental reafirmamos que,
las representaciones que tienen por referente el territorio, como son las fronteras y las franjas fronterizas, no son representaciones neutras, sino representaciones constructivas que confieren un valor simbólico añadido, es decir, un significado social [y político], a la geografía física de un lugar (Giménez, 2007: 24).
c) Frontera administrativa
Este imaginario tiene que ver con la dimensión burocrática de la frontera, es decir, la frontera es cruzable “pero hasta que te investigan hasta por debajo de las narices y presentas papeles, y haces todo un trámite y dicen ‘bueno, ok, ya te checamos y puedes cruzar’, hay una cierta exclusividad” (Esperanza, entrevista, Tijuana, 2009).
Así, para las y los jóvenes tijuanenses el otro lado, como un restaurante o una discoteca de moda, “se reserva el derecho de admisión”: “no a cualquiera le dan los papeles, incluso así hasta irracional ¿no? Como no hay un patrón muy establecido de a quién se la dan y a quién no, igual puedes ir a presentar todos los papeles del mundo y te la rechazan” (Katia, entrevista, Tijuana, 2009).
En la figura 4 (ver al final) vemos un detalle de mapa mental realizado por una tijuanense, donde podemos leer una parte importante del imaginario fronterizo en cuanto a la frontera administrativa. Las garitas que componen parte de esta dimensión están “desocupadas”, es decir, en esta visión siempre hay espacio para el ingreso de más, y sin embargo son solo unos cuantos los elegidos para atravesar este umbral.
Figura 4 Detalle. Mapa Mental Frontera México-USA
En contraste con lo que pasa en Tijuana, en el cruce fronterizo de El Talismán -a 20 minutos en vehículo de Tecún Umán- (ver figura 5), la frontera administrativa, la llamada Casa Roja, del Instituto Nacional de Migración, está separada del camino y solo pueden apreciarse sus cimientos. Si bien es cierto que no es necesario pasar por ahí para entrar en México, este mapa mental refiere a la cotidianidad transfronteriza, pero especialmente alude a que los trámites burocráticos de entrada y salida se encuentran relegados a una esquina, y entonces sólo es necesario voltear hacia ese lugar en caso de que se requiera un permiso de trabajo -Forma Migratoria para el Trabajador Fronterizo-, o algún otro trámite que implique traspasar los “límites permitidos”.
Figura 5 Detalle. Mapa Mental Frontera México-Guatemala
d) Frontera natural
Si bien pudiese pensarse que este imaginario de frontera está más vinculado a las prácticas cotidianas y a una noción común de frontera, este referente tiene más que ver con el uso político que con una noción de “naturalidad” -ríos, montañas- (Brigham, 1919: 205). En tanto que la frontera geopolítica busca estar sustentada por un referente geográfico e insertarse en el imaginario colectivo como tal, dicha conceptualización es un mecanismo más “sutil”, por así decirlo, de infraestructura de control.
En el imaginario de las y los jóvenes tijuanenses, la frontera natural es representada como un complemento e incluso un reforzamiento de la infraestructura de control implementada por el gobierno estadounidense. Sobre la figura 6 (ver al final) pueden realizarse interpretaciones alusivas al imaginario de frontera natural. Las fronteras administrativa y natural aparecen representadas por dos líneas que se cruzan -triángulo rojo agregado para el análisis-: la primera línea en el extremo izquierdo representa la frontera administrativa, la segunda línea que desciende representa la frontera natural. En el extremo superior derecho se identifica la porosidad de la frontera natural, pues ahí es donde aparecen cuatro figuras que simbolizan el tránsito “indocumentado”. Por último, en la línea de la frontera natural las cruces dibujadas hacen alusión a las cruces físicas colocadas en una franja del muro fronterizo donde cada una simbólicamente representa la muerte de un migrante indocumentado. Es decir, el “costo de cruce”, el cual tiene que ver con el costo simbólico y real de cruzar la frontera geopolítica, lo que le ha costado a muchos(as) cruzar de manera indocumentada, no refiere necesariamente a la experiencia de vida de los sujetos, sino con algo imbricado en el imaginario colectivo fronterizo.
Figura 6 Detalle. Mapa Mental Frontera México-EEUU
Si bien pudiese pensarse que en la frontera que México comparte con Guatemala el imaginario de frontera natural es más recurrente, (ver figura 7) no es así, tal vez porque no hay una continuidad entre la frontera administrativa y la natural, o tal vez esto se encuentra relacionado con el uso cotidiano que se le da al río además de como vehículo de cruce “al otro lado”.
Figura 7 Detalle. Mapa Mental Frontera México-Guatemala
En el imaginario de las y los jóvenes tecunumeños, el río no es una frontera natural, ya que “una frontera es una barrera que impide que dos países se unan” (Olga, entrevista, Tecún Umán, 2009), lo cual evidentemente no sucede en el río Suchiate.
f) Frontera ambivalente
La frontera tiene muchas caras, muchas interpretaciones, “al momento de cruzar con una visa, al momento de cruzar bajo un túnel, al momento de cruzar con pollero, hay muchas visiones” (Ignacio, entrevista, Tijuana, 2009).
La ambivalencia de la frontera que México comparte con Estados Unidos puede ser representada como el día y la noche (ver figura 8); la frontera es para algunos la fuente de ingreso, de oportunidades laborales y educativas, mientras que para tantos otros el recordatorio constante de su imposibilidad de cruzarla. Además, puede ser interpretada como una lógica media o como si la frontera tuviera una “hora cero” perpetua.
Figura 8 Detalle. Mapa Mental Frontera México-USA
Algo recurrente es la lógica dicotómica que envuelve a la frontera, las y los jóvenes tecunumeños viven y usan esta vaguedad fronteriza: “una es la frontera popular y otra es la oficial” (Gabriel, entrevista, Tecún Umán, 2010). Aun cuando en el discurso verbal esta característica fronteriza no sea detectable, es en los mapas mentales donde esta referencia es más clara. En la figura 9 se lee esta superposición de fronteras -la de uso “popular” y la oficial-, literalmente una encima de la otra. La ambigüedad de esta frontera alude a la anuencia que conceden ambos Estados nacionales del cruce indocumentado a través del río Suchiate. A primera vista pareciera ser que las jurisdicciones nacionales son aplicables únicamente “por encima”, en el puente “Dr. Rodolfo Robles” pero, leyendo con mayor detenimiento el Mapa, la barda de contención del río es una barrera para el desembarque. En términos “reales”, las “balsas” guatemaltecas tienen su puerto de desembarque en la zona comercial de Ciudad Hidalgo, y el muro de contención está a varios metros de distancia. Es entonces que podemos entender la frontera en su dualidad separación/encuentro, esta frontera -en el imaginario de las y los jóvenes tecunumeños- consiente el contacto pero a la vez impone la restricción de hasta dónde y cómo se dé este (ver figura 9).
Figura 9 Detalle. Mapa Mental Frontera México-Guatemala
g) Frontera omnipresente y zona frontera
Este imaginario de frontera tiene una doble referencia, ya que por un lado alude a la noción de que la infraestructura de control -helicópteros, cámaras, lámparas, aduanas, agentes migratorios, patrullas fronterizas- está presente en cada uno de los kilómetros de la frontera, y por el otro lado a la concepción que implica una continuidad de la noción frontera y un aumento en la infraestructura de control conforme avanza el territorio nacional. Este imaginario está relacionado con un “escrutinio fronterizo”, es decir, es la sensación de estar vigilado a través de las bases de datos y los despliegues tecnológicos lo que hace que se desarrolle una sensación de acoso y vigilancia.
En este sentido, un joven tijuanense segunda generación comenta e ilustra en el mapa mental (ver figura 10):
Más que vigilar es una amenaza de que te están vigilando, de que te tienen en la mira, aun cuando no esté nadie ahí, las cámaras siguen funcionando, las lámparas están bien prendidas, los sensores de movimiento también, son amenazas de que te están vigilando aun cuando tú ni los tomes en cuenta [...] Los helicópteros son los cuidadores de la frontera, esas luces en el cielo que van de un lado para otro anacrónicamente. Es un “no únicamente te estamos viendo desde tierra sino desde el cielo”, es esta mirada que está por todos lados para que no entres (Jaime, entrevista, Tijuana, 2009.
Figura 10 Mapa Mental Frontera México-USA
Por su parte, en la región Tecún Umán-Tapachula la omnipresencia de la frontera a través de dispositivos tecnológicos no se presenta, sin embargo, como podemos observar en la figura 10, el escrutinio fronterizo está latente. Los señalamientos superpuestos en rojo y numerados de 1 a 3 aluden a los diversos puestos de control adyacentes al río Suchiate. El primer conjunto de señalamientos es el que se encuentra en el puente internacional - reja, garita y aduana-. El segundo señalamiento es una “aduana” que se encuentra en la zona de desembarque de las balsas guatemaltecas. Por último, el tercero es un “control militar”, que según este Mapa se encuentra ubicado en la salida a Tapachula. Sin embargo, hay que aclarar que los dos últimos señalamientos no son de carácter permanente y aun así están claramente insertados en el imaginario de las y los jóvenes tecunumeños. Además sobre este mapa mental hay que recalcar la presencia de las vías del tren -remarcadas en un recuadro amarillo-, aun cuando las vías dejaron de funcionar hace 5 años; en el imaginario del fronterizo tecunumeño, la relación tren-migrantes-puestos de control es recurrente.
Debido a lo anterior, la concepción “zona frontera” está más inserta en el imaginario de las y los habitantes de la región Tecún Umán-Tapachula, en tanto que la infraestructura impuesta en línea que divide a ambos países no está diseñada para la contención de los contiguos a ella, sino a aquellos que intentan ir más allá de los límites y prácticas permitidas. Como lo hemos venido mencionando existe una cierta permisibilidad del tránsito ilegal de la frontera sur de México, sin embargo esta va mermándose; es decir, conforme va terminando la zona tradicional de relación transfronteriza, los retenes migratorios van en aumento (ver figura 11). Puede decirse que la desaparición de las vías del tren en el tramo Cd. Hidalgo-Arriaga por el huracán Stan en 2005 fue un factor fundamental en esta nueva concepción, ya que los migrantes en tránsito deben buscar nuevas estrategias para llegar al punto donde reinicia la vía, lo que implica una movilización “más al norte” de la infraestructura de control en territorio mexicano. La “nueva ruta” migratoria ha traído consigo repercusiones desafortunadas; violación, abuso, secuestro, asalto, extorsión, son palabras que están insertas en el discurso migrante centroamericano en tránsito por México. La frontera sur mexicana no es únicamente la contigua al río Suchiate, se extiende más allá y con mayor fuerza, es por eso que “sólo la cruzan los que tienen los ‘tamaños’ para cruzarla” (Daniel, entrevista, Tecún Umán, 2010).
Figura 11 Detalle. Mapa Mental Frontera México-Guatemala
Reflexiones finales
El principal objetivo de esta investigación es determinar si, ante infraestructuras de control disímiles -como las que se observan a simple vista en ambas ciudades fronterizas- los imaginarios de frontera que construían las juventudes “al sur” estaban más relacionados con nociones de movilidad y acceso -en caso de la poca infraestructura- o con nociones de obstáculo y barrera -en caso de mayor infraestructura-. Sin embargo, los resultados mostraron que el imaginario de frontera obstáculo -y todas sus variantes- es el que prevalece, a pesar de la magnitud de la infraestructura de control implementada por los Estados nacionales “al norte”. Además se comprobó que las juventudes “al sur” construyen imaginarios de frontera análogos debido a las relaciones con sus vecinos “al norte” y su propia condición fronteriza.
La frontera existe, “…está ahí, es algo que se ve, pero que también se siente” (Daniel, 2010), es decir, es un referente interiorizado en la vida de las y los jóvenes fronterizos y en sus prácticas cotidianas. Así para ellos(as) es indiscutible que aun y cuando la frontera inmediata pueda ser cruzada siempre habrá otra más que sortear -la administrativa, la natural, la que diferencia, la omnipresente, la zona frontera.
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