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Resumen
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Hacer un libro es, además de un arduo trabajo de reflexión individual, diálogo colectivo e interacción con los sujetos de estudio y escritura, un acto de enunciación, un ejercicio de libertad y de toma de la palabra; en ese sentido, representa el inicio de algo nuevo, un “acontecimiento”. Jóvenes excéntricas: cuerpo, mujer y rock en Tijuana, de Merarit Viera es un acontecimiento tanto en la vida de su autora, como en el público que lo hemos esperado, desde el campo de la ciencias sociales, los estudios culturales y los feminismos, ya que, en primera instancia, se trata de la irrupción de una mujer joven y rockera en la escena académica -lo que es, en sí mismo, un milagro si consideramos estadísticamente cuántas mujeres de la edad de la autora han publicado un libro - y, en segunda instancia, constituye un testimonio de aquellas rockeras que irrumpen en la escena masculina del rock tijuanense, y, por el hecho mismo de hacerlo, crean algo nuevo e inesperado. Por lo anterior estamos, sin lugar a dudas, frente a un libro pionero en los estudios sobre rock en México y a un aporte significativo en el campo de las ciencias sociales.
El rock como práctica musical, espacio de creación y espectáculo público se constituye en un topos, un lugar de enunciación, un lugar de discusión, un espacio de expresión, un lugar de visibilidad pública, en el que las rockeras entablan distintos litigios: demandan el derecho a la palabra, a la creación y a la visibilidad pública. Es en este escenario donde Viera, a partir de historias de vida, pregunta por la construcción social como sexo/cuerpo de jóvenes rockeras, en la ciudad de Tijuana, desde su propia experiencia y desde las distintas estrategias que han desplegado para ser reconocidas en el escenario y en la vida cotidiana no sólo como “cuerpos de mujer”, sino como “músicas”, en un ámbito regido por reglas masculinas.
Para ello, la autora adopta dos perspectivas de análisis: una perspectiva feminista que entiende el género como un sistema normativo, el cual opera gracias una tecnología política compleja al producir efectos en el cuerpo y en la organización social, como lo explica Teresa de Lauretis (La tecnología del género, 1996). Y una perspectiva sociocultural que entiende a la juventud: “como una categoría no etaria, que visibiliza el conjunto de procesos sociales interrelacionados y compuestos por prácticas, discursos y estilos de vida que constituyen de forma compleja una cultura juvenil rockera” (p. 16).
Así, subrayando siempre la intersección entre género y juventud, la autora da cuenta de la construcción de subjetividades rockeras que van desde la aceptación -condicionada o estratégica- de las normas de comportamiento “femenino” que se les imponen, hasta la ruptura de dichas reglas. En efecto, las normas que regulan el sexo/cuerpo se materializan en los cuerpos de las rockeras por medio de la “reiteración forzada de esas normas”. Sin embargo, podemos decir, parafraseando a Judith Butler (El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, 2011), que las rockeras “nunca acatan enteramente las normas”, por lo tanto, sus prácticas desestabilizan el sexo y “la fuerza de la ley reguladora” se vuelve contra sí misma produciendo re-articulaciones que ponen en tela de juicio las leyes y su hegemonía. En ese sentido, Viera afirma que en la escena del rock tijuanense el poder del Estado androcéntrico y patriarcal no sólo se impone, también se pone en juego y se abre la posibilidad de rematerialización y de resemantización del sexo:
Entonces, mediante enfrentamientos y negociaciones, las rockeras han adoptado acciones y posturas críticas frente al orden heteronormativo y patriarcal, jugando con las reglas para capitalizarlas a su favor, habitando lugares de identificación/desidentificación múltiple, plurales y en movimiento constante con referencia al género-sexo femenino impuesto por el régimen heteronormativo y patriarcal. Ello, además de ubicarlas en un lugar “excéntrico”, permite que las rockeras se asuman como cuerpos sexuados y luchen por definir su propio deseo y su capacidad de agencia en los juegos de seducción. Si bien padecen con temor el acoso sexual masculino, buscan revertirlo como un ejercicio de libertad:
En el libro también se analizan otros debates, negociaciones y posiciones que forman parte de la vida de las rockeras y constituyen su contexto: el consumo de distintos tipos de “drogas” y los efectos que producen en sus prácticas musicales; los enfrentamientos con sus familias; las relaciones amorosas y de amistad y, como producto de estas relaciones, el ejercicio de la maternidad, los retos que enfrentan con el embarazo y las estrategias para mantenerse en el escenario; y finalmente, la frontera, la ciudad frontera. Así, Viera construye la historia de unas jóvenes que, gracias al ejercicio de su libertad y de su capacidad de actuar por sí mismas, despliegan múltiples estrategias -complejas, contradictorias- frente al poder que expresan a través de las experiencias que han vivido a lo largo de su vida como mujeres, jóvenes, rockeras, músicas, hijas, novias o esposas e, incluso, en ocasiones madres a cargo de la crianza de sus hijos.
El libro, además de contar con solidez teórica, está excelentemente escrito, permite una lectura fluida y despierta gran interés no sólo en los y las lectoras especializadas, también resulta ameno para el público en general, y es un texto obligado para los amantes del rock, la vida urbana y los avatares de la vida cultural en la frontera. El lector encontrará información sustantiva sobre la historia del rock en Tijuana y una descripción densa y detallada de la vida nocturna en la ya mítica ciudad fronteriza, así como de las representaciones y autorrepresentaciones del cuerpo femenino desde el punto de vista de las mujeres. Esta perspectiva supera las deficiencias de las investigaciones que privilegian la mirada masculina y que ignoran cómo viven las mujeres en la ciudad y cómo esa “vida” impulsa una transformación social y cultural, interviniendo un espacio que, si bien rebelde y alternativo -el rock-, no deja de ser predominantemente masculino, lo que pone en tela de juicio su carácter alternativo.
Para finalizar, quiero agradecer a Merarit el reconocimiento que me hizo al invitarme a reseñar su libro. Tuve el privilegio de acompañarla en su proceso de formación desde que inició el doctorado en el año 2008. En el diálogo que sostuve con ella aprendí más de lo que le haya podido enseñar. Con Merarit empecé a pensar sobre el lugar fundamental de las mujeres en la escena del rock a las que, debo reconocer, no había prestado atención anteriormente. El diálogo con la autora de este libro ha sido un gran estímulo para pensar y un motivo de alegría y esperanza. Ninguna de las dos hubiéramos podido imaginar la situación en la que nos encontramos hoy, aquí y ahora, festejando la publicación de este hermoso libro. En todos estos años pasaron muchas cosas que no imaginábamos en nuestras vidas personales, en el país y en el mundo. Ahora mismo no sabemos qué nos depara el futuro porque la situación económica, política y social por la que atraviesa el país, aunada a la violencia estatal en contra de las mujeres, los periodistas, los movimientos sociales y defensores de derechos humanos, aparecen como callejones sin salida. Sin embargo, como lo demuestran los testimonios de las rockeras y la publicación misma del libro de Merarit, las mujeres - como todos los seres humanos- tenemos la capacidad de actuar, de comenzar algo totalmente nuevo. Por improbable e inesperado que parezca, podemos afirmar que: “otro mundo es posible”.