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Resumen
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El siguiente relato de un joven señala la cantidad de representaciones y simbolismos que contiene un tatuaje:
El relato del Neto nos describe lo que en numerosas ocasiones escuchamos decir: “los tatuajes en el cuerpo son mal vistos, solamente los usan los reclusos y los ladrones”. Esta visión ha sido dominante en nuestras sociedades y ha estigmatizado a los individuos que los portan, más aún, cuando desconocemos de dónde surgen, si representan un valor sagrado o simplemente estético. Por ello el libro Tinta y Carne de los antropólogos Edgar Morín y Alfredo Nateras, nos invita a reflexionar sobre el cuerpo y la simbolización del tatuaje. “Del cuerpo y las marcas que la vida deja por eso, por ser vida y tiempo vuelto tinta en la piel”, nos dicen los autores.
Tinta y Carne es una publicación colectiva donde, a lo largo de once artículos, los autores discuten desde diferentes visones la representación del tatuaje en el cuerpo. Los once puntos de vista recorren desde diferentes ángulos el fenómeno estético cultural del tatuaje. Cabe señalar que la visión no sólo se concibe desde un lenguaje meramente académico, sino que algunos de sus autores relatan sus experiencias como artistas de la piel.
Abilio Vergara Figueroa, en su artículo titulado: El escorpión y la rosa. Tatuaje: glocal y urbano, entre transgresión y cosmética, relata la doble significación que encierran los tatuajes. Unos buscan transgredir las normas establecidas, es decir, redescubrir la eficacia simbólica del trabajo social sobre el cuerpo, apunta el autor basado en Bourdieu. Otros, los tatuajes cosméticos, pueden ubicarse dentro del proceso de ampliación de los espacios de autonomía y libertad, como el caso de algunas mujeres pues, según el autor, una de sus funciones es reducir el tiempo del maquillaje y posibilitar una presentación cuidada de la persona.
Por su parte, Edgar Morín realiza un recorrido histórico acerca del tatuaje y sus diversos significados en el transcurrir del tiempo. El autor se remonta al significado de la palabra tatuaje, palabra derivada del lenguaje de las islas de polinesia que significa “ta” dibujo y “tau” piel, hasta la Lady Luck, aquellas caricaturas de hermosas mujeres portadas por los integrantes de la milicia en la segunda guerra mundial. El autor señala que: “ante ese entramado de significaciones el tatuaje resulta complejo. Su polisemia se materializa en casos concretos, marca vivencias o fantasías que en determinado momento constituyen nuestra identidad” (2009: 55).
Desde otra visión, Cupatitzio Piña centra su análisis en la construcción del sujeto tatuado como un individuo peligroso o riesgoso. El autor señala que se ha criminalizado y estigmatizado a los individuos que portan tatuajes. Además se han realizado argumentaciones académicas sobre el tatuaje en México desde tres visiones: la psicopatología, la delincuencia y la criminalidad. Es decir, el objetivo principal del autor es señalar como, desde algunos espacios académicos, se han elaborado marcos conceptuales en la construcción del estigma que pesa sobre el tatuaje en el país.
En el mismo recorrido analítico se encuentra el artículo de Víctor Alejandro Payá quien, utilizando la metáfora de cuerpo rayado, cuerpo significante, describe cómo el tatuaje de los prisioneros rebasa por mucho los muros de la cárcel y, sin embargo, éste deja su distintivo. El tatuaje, dice el autor, “es una forma de aprehensión de la realidad, de su elaboración, una especie de apuesta por drenar un atascamiento psíquico lleno de angustias y malestares en que los coloca el encierro” (2009:109).
Susan A. Phillips, por su parte, nos presenta la biografía de un pandillero chicano llamado Gallo. Susan refiere que Gallo ha tenido una vida muy complicada: los tatuajes lo llevaron a estar en numerosos contextos desde el barrio, la prisión, la industria pornográfica, al tatuaje comercial. Un aspecto importante en la vida de Gallo es que los tatuajes lo han ayudado a negociar en varias arenas culturales y subculturales, así como a reconocer los diferentes elementos de su personalidad.
Lo nuevo primitivo: el tatuaje cosmético, es otro artículo que presentan María de Lourdes Gómez y Claudia Pallares. Las autoras muestran que la práctica social del tatuaje cosmético es heredera del tatuaje tradicional creado por la industria estética, donde prácticas antiquísimas se funden a lo largo de la historia reciente del tatuaje cosmético de cejas, párpados y labios, el cual se expande, crece y se multiplica actualmente. Un punto nodal en el escrito es que muestran cómo el tatuaje cosmético ha sido absorbido dentro de la moda y la cosmética de las grandes industrias.
Un artículo más que integra esta obra es el de Alfredo Nateras, con su escrito titulado La significación de los cuerpos en jóvenes mexicanos. El texto que presenta el autor es muy relevante en dos aspectos. Primero, porque da cuenta de cómo, a partir de la escritura de su artículo, se inscribe en un posicionamiento epistémico de la investigación social. En palabras de Nateras:
(...) le llevo a darse cuenta de la complejidad al construir un sujeto y objeto de estudio circunscrito a ciertas estéticas que habitan y hacen visibles a determinados actores de los cuerpos alterados junto con su performatividad en el espacio público como procesos de resignificación tribal en nuestras sociedades latinoamericanas que se debaten entre la pre modernidad política y los imaginarios de las ciudades mundializadas (Nateras, 2009: 175).
Otro aspecto relevante es que en su escrito describe las vivencias de los jóvenes urbanos mexicanos y sus tatuajes, se adentra en espacios hasta ahora poco explorados como son los tianguis callejeros, exposiciones y otros, narrando las historias de diversos tatuadores. Los últimos cuatro artículos que culminan el texto son trabajados desde experiencias propias. En este sentido se presenta el trabajo de Raúl Blas quien describe su historia como tatuador. Su incursión en varios tianguis de la ciudad de México, como el muy conocido y cultural del Chopo, así como sus principales obras. En este mismo tenor se encuentran los que nos presentan Danny Wakantanka y Dante Salomón desde diferentes perspectivas y situados en determinados espacios, pero con una historia en común de su experiencia como artistas de la piel. Por último, un artículo relevante es La imagen del tatuaje que desarrolla Federico Gama, quien nos muestra básicamente las miradas que se tienen sobre el tatuaje, cómo se mira a las personas con tatuajes y cómo se miran los tatuados a sí mismos. El autor se apoya de excelentes fotografías para describir el cuerpo de su texto.
Por todo ello la obra colectiva que coordinan Edgar Morín y Alfredo Nateras es una importante contribución no sólo para académicos relacionados con el tema sino para la colectividad misma a la que estigmatiza, señala como presidiario o irrumpe en sus lazos sociales a todo aquel individuo que porta una historia o una pequeña realidad en el cuerpo: un tatuaje. Asimismo, el lector interesado, constatará que el libro es en sí mismo un augurio que forcejea con la realidad y los imaginarios construidos por la sociedad. Sin duda alguna, es una importante contribución a los estudios sobre la simbolización de los tatuajes, las vivencias del cuerpo y por supuesto sobre la vida cotidiana de esos personajes insertados en los mundos del diverso espacio llamado México.
En suma, el libro “Tinta y Carne” no pretende caer en discursos ambiguos de los tatuajes y sus actores involucrados, ni en discursos que los atrapen y frustren permanentemente, por el contrario, son visiones que invitan a pensar y abrir nuevos debates sobre esta forma estilística de representarse o identificarse.