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Lisbona Guillén, M. (2008). El asesinato de Augusto César Sandino en la prensa chiapaneca. LiminaR. Estudios Sociales Y Humanísticos, 6(1), 143-149. https://doi.org/10.29043/liminar.v6i1.272

Resumen

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En su libro La otredad cultural entre utopía y ciencia. Un estudio sobre el origen, el desarrollo y la reorientación de la antropología, el antropólogo Esteban Krotz manifiesta que:

Estas afirmaciones se asientan con ejemplos de figuras relevantes del mundo contemporáneo. Entre ellas el antropólogo considera al insurgente nicaragüense Augusto César Sandino; ese nombre no era realmente el suyo,1 pero ha pasado con él a la historia de la resistencia contra la injusticia y de la lucha por el respeto y dignidad de los pueblos.

Una fácil equiparación utópica podría hacer pensar que pretendo revivir una figura mítica en los levantamientos armados de América Latina, para compararla con un líder insurgente en Chiapas que se dio a conocer en 1994. No se esconde tal cosa dentro de este texto; por el contrario, pretendo ofrecer, por medio de dos documentos, cómo se interpretó a Sandino después de su muerte en el Chiapas posrevolucionario. Los documentos son más un testimonio que una fuente de análisis profundo; sin embargo, se aprecia en ellos, cómo las lógicas políticas nacionales y la visión de la coyuntura internacional podían ser analizadas también desde el estado del sureste mexicano en el año en que fue asesinado Sandino: 1934.

El tratamiento que se dio a la figura de Sandino en la prensa chiapaneca refleja al menos tres aspectos del momento histórico mexicano y chiapaneco en la época de su muerte. Un primer aspecto de interés es el flujo de información que, en la década de los treinta del siglo XX, circulaba por uno de los territorios más alejados del centro político del país. Lo demuestra la abundancia de periódicos y semanarios, muchos ligados con los gobernantes en turno o con el incipiente partido de Estado, el Partido Nacional Revolucionario (PNR). Los lectores habían podido estar al pendiente de lo que ocurría en el vecino país de Centroamérica, Nicaragua, así como de la estancia del guerrillero nicaragüense en suelo mexicano a principios de los años treinta, en la península de Yucatán.2

El segundo aspecto de interés es la estimación del héroe en un momento histórico donde los gobiernos surgidos de la Revolución Mexicana (aunque la historiografía haya sembrado dudas sobre su unidad y carácter revolucionario), sostenían buena parte de su discurso legitimador, prolongado por muchos años en héroes arrojados contra la injusticia en que vivía la mayoría de la población nacional o contra intervenciones imperialistas del país del norte.

Así, el tercer aspecto de interés es el uso de las figuras heroicas fallecidas por parte de las autoridades políticas en turno o por grupos que aspiraban al poder (un hecho alentado desde trabajos considerados académicos y literarios). En el caso de Chiapas no se aprecia la utilización de Sandino con esos fines, pero los documentos que presentamos ofrecen una visión que constata la forma en que las personas con capacidad de escribir, en la época, concebían a los héroes: seres a veces suprahumanos que condensan las energías antiimperialistas que se erigían en modelos a seguir.

Es necesario añadir alguna referencia a la figura de Sandino y a la manera con que fue tratada tras su asesinato. Wölker Wünderich resume, en un documentado trabajo, la revitalización política de Sandino y la legitimidad que otorgó a los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en su lucha armada contra la dictadura somocista de la Nicaragua finisecular. Carlos Fonseca elevó a modelo práctico a Sandino (“Sandino es el camino”) para construir un mito revolucionario surgido del propio país centro-americano. Esta revitalización no legitimó solamente el movimiento de la revolución sandinista, sino que permitió un “consenso en la conciencia nacional” e incluso internacional (Wünderich, 1995: 37). La obra sobre Sandino de Gregorio Selser, periodista y socialista argentino, facilitó el soporte histórico de esta figura que, tras su muerte, desapareció incluso políticamente en su propio país (Selser, 1990: 337).

El revivir del héroe no cesó con las publicaciones mencionadas, aunque “la exaltación definitiva de Sandino como héroe nacional”, la visión acrítica de su persona y el aura de infalibilidad de sus propuestas, se hizo oficial con el triunfo de la revolución sandinista en 1979 (Selser, 1990, 22-23).

La complejidad de la vida del héroe y su condensada lucha por la no intervención estadounidense no pueden ser tratadas en estas breves páginas, pero hay que destacar cómo vivir en México, en calidad de trabajador inmigrante,3 jugó un papel de relevancia en su formación personal al conocer los movimientos sindicales y la política posrevolucionaria.4 De dicha experiencia el joven Sandino, hijo ilegítimo de un finquero nicaragüense, se dirigió a su país, donde inició la singladura militar que le haría famoso en dos períodos de confrontación bélica, divididos por el exilio en tierras mexicanas, concreta-mente en Mérida.

No sólo la efervescencia política de la República Mexicana impactó en Sandino; en México también entró en la masonería y conoció la Escuela Magnético-Espiritual de la Comuna Universal (EMECU), formas de observar el mundo que imprimieron un peculiar sello a su vivir y a sus textos después de 1930 (Wünderich, 1995: 20-21). En la EMECU, fundada por Joaquín Trincado (un electricista vasco radicado en Argentina) había una propuesta metafísica cuyas bases eran la existencia de un creador, la reencarnación y la posibilidad de conformar una comuna universal en la tierra (Navarro Genie, 2002). El paso por esta comuna metafísica llevó a Sandino a modificar su lema de “Patria y Libertad” por el de “Siempre Más Allá”, a escribir el Manifiesto Luz y Verdad, en el que ya se refiere a los miembros de su tropa como “hermanos”5(Bendaña, 1995), e incluso a pretender construir la mencionada comuna universal tras la firma de la paz (Navarro, 2002).

Pero el asesinato de Sandino puso de relieve que la política intervencionista adquiría nuevos matices; en el caso nicaragüense se relacionaron con el ascenso de un cuerpo militar de élite: la Guardia Nacional, sancionada por la diplomacia estadounidense y que llevó a la familia Somoza al poder dictatorial durante más de 40 años. La muerte de Sandino, a manos de miembros de esta agrupación militar previamente aleccionados y organizados, dio al traste con cualquier posibilidad de hacer triunfar la política por encima de las armas, destino que atravesó Centroamérica durante buena parte del siglo XX.

Es fácil demostrar cómo circulaban documentos de carácter internacional en la prensa local, aunque en buena parte fueran extraídos de los periódicos publicados en la capital del país. De esta forma se aprecia un manifiesto del general Sandino contra la ocupación norteamericana de Nicaragua, transcrito por el semanario La Voz de Chiapas el 26 de enero de 1928. El poeta Santiago Serrano, su director en ese tiempo, se adhería editorialmente al apoyo de la candidatura del General Obregón a la presidencia de la República, pues el semanario era el órgano del Gran Partido Obregonista de Chiapas y mostraba, en su lema, el carácter nacionalista de sus argumentos: “Por la Patria y para la Patria”. La reproducción del documento iba precedida de afirmaciones contra el “Gobierno Poderoso de la Casa Blanca” y a favor del “heroico varón nicaragüense”. Así: “El gesto que en este documento histórico se encierra revela la nobleza de espíritu, heroicidad y patriotismo del que lo suscribe, que prefiere la muerte en la lucha mil veces desigual, antes que ver humillada su patria” (Bendaña, 1995).

El manifiesto transcrito tenía como objetivo fijar la atención de la VI Conferencia Panamericana, que se inauguró el 16 de enero de 1928 en La Habana, donde uno de los temas más candentes sería el caso nicaragüense. Los delegados enviados por el presidente Díaz de Nicaragua, reconocido por Estados Unidos, no eran aceptados por los demás países. José Vasconcelos publicó en El universal un artículo en vísperas de realizarse la conferencia, donde cuestionó la posición de los congresistas ante la figura heroica del guerrillero centroamericano:

La prensa local también siguió los avatares de los combates en Nicaragua, pero lo que interesa resaltar es la actitud de Sandino respecto al papel que debía jugar México frente a Estados Unidos, circunstancia secundada con intensas campañas nacionalistas y que culminó con la nacionalización emprendida por Lázaro Cárdenas.

Cuatro días después del asesinato de Sandino, el 21 de febrero de 1934, el semanario La Vanguardia hizo eco del suceso; sin embargo, se agregaba que en su próxima edición se ampliaría la respectiva información del “sensacional suceso” (1934: 1). Así fue: en la siguiente entrega Héctor Eduardo Paniagua firmó una colaboración (1934: 3) en la que, con elocuencia, elogió al “último de los caballeros andantes de La Raza”, “al último de sus Quijotes”, pero sobre todo estableció comparaciones con figuras heroicas mexicanas como Pancho Villa o Morelos, además de vilipendiar a los “mercaderes de Wall Street” y a la política imperialista norteamericana, todo lo anterior con un lenguaje pseudoreligioso encaminado a ensalzar al héroe y a proclamar la lucha de “todas las patrias hispano-americanas” contra el enemigo secular.

De esta manera Sandino se unía a una larga lista de figuras heroicas, mexicanas y latinoamericanas, que legitimaban con su desaparición dos procesos paralelos: la lenta conformación de los estados nacionales latinoamericanos y la visión de Estados Unidos como el imperio que impedía, en muchos casos, tal conformación. El guerrillero nicaragüense no podía pasar inadvertido en las opiniones vertidas desde Chiapas, un estado en el que la mayoría de las publicaciones periódicas hacía suyos los lineamientos políticos en boga surgidos de los gobiernos posrevolucionarios. Al mismo tiempo, la figura de Sandino era equiparada con los mexicanos ejecutados por causas analizadas superficialmente que, se decía, partían de un mismo ímpetu libertador.

Los intereses de Chiapas, desde las plumas locales, debían coincidir con las directrices marcadas por el centro del país; en la época del asesinato de Sandino éstas eran claramente sustentadas por el gobernador Victórico R. Grajales, figura denostada y temida pero que respondía a los intereses políticos de Plutarco Elías Calles (cuya sombra se prolongó en los presidentes de la República hasta Lázaro Cárdenas). Es decir, la analogía entre el héroe asesinado y el papel del Estado mexicano se hacía patente desde la frontera sur del país, donde los postulados de los gobiernos posrevolucionarios llegaron a través de las reflexiones reproducidas en la prensa.

El segundo documento que presentamos es un poema escrito por Paciente Marín (1934: 2); tiene un nítido aire decimonónico pero está aderezado con pinceladas de una épica heroica utilizada para vanagloriar la figura de Sandino; al mismo tiempo se muestra la actitud beligerante contra el imperialismo estadounidense.

Ambos matices están condensados por el martirologio pseudoreligioso que encuentra en la sangre derramada, la fuerza para continuar la batalla. Su autor, persona letrada en la época de la muerte de Sandino (como lo demuestra su carácter de secretario de la Escuela Preparatoria del Estado y del Partido Popular Chiapaneco unos años antes de escribir el texto, en 1923), puede ubicarse como un antecedente de los poemas que el héroe nicaragüense inspiró desde entonces; los más conocidos se deben al chileno Pablo Neruda, quien en dos poemarios distintos -Canto General y Canción de Gesta- mostró referencias similares a las expuestas por el poema escrito en Chiapas. Así, mientras para Neruda la “pólvora sagrada” contra los marines estadounidenses y el “fusil de esperanzas” debían ser guía para la “continuación de sus batallas”, Paciente Marín exhorta a que ante “el ara sangrienta del Héroe ya yerto implacable venganza jurad”. Hay que agregar que el “Canto XXXVII” y “Aquel Hombre”, ambos de Neruda y dedicados a Sandino, pero publicados con diez años de diferencia (en 1950 y 1960 respectivamente), también anteceden la revitalización política del guerrillero en la Nicaragua de los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).7

No es de extrañar que la mayoría de la población chiapaneca, que no leía la prensa, desconociera quien era Augusto César Sandino, pero lo relevante del poema escrito por el bardo local es que se inserta con plenitud en una corriente de exaltación literaria de personajes políticos, algunos elevados a la categoría de héroes. Tradición literaria hábilmente utilizada para hacer de estas figuras del pasado enseñas de proyecciones futuras o símbolos de los nuevos estados nacionales que tenían en el pionero estado norteamericano a un coloso rival imperial.

En los dos documentos aquí presentados se muestra cómo en Chiapas (al menos desde los gobernantes en turno o gracias a las plumas a su servicio) los problemas nacionales e internacionales se instalaron en el discurso político para mostrar que el territorio se acercaba cada vez más a la forma de entender la construcción del estado nacional fijada desde el centro del país. Sandino, guerrillero centroamericano revitalizado muchos años después de su muerte pero vigente en escritos literarios o en arengas políticas nacionalistas y antiimperialistas, tuvo un lugar en la reflexión surgida desde Chiapas para significar la plena asunción de los postulados nacionales que hacían de los héroes fallecidos bandera legitimadora; eso sí, el Estado mexicano negó a Sandino la ayuda para continuar la lucha en Nicaragua durante su estancia en Yucatán (Wünderich, 1995: 193-225), un contrasentido de la práctica política oculto por la elocuencia escrita y que sólo los estudios históricos revelaron años después.

Documento 1

La Muerte del General Sandino

Por Héctor Eduardo Paniagua

Sandino ha muerto. El último de los caballeros andantes de la Raza, que velaba por la independencia de la hermo-sa Nicaragua, tantas veces codiciada, pero que siempre reclamó orgullosa su nombre y su prestigio de Sultana de los Lagos, ha sido asesinado.

Los Lagos Cosibolco y Xolotlán cuya pureza no llegó a enfangar nunca la tosca zuela [sic] de mercaderes de Wall Street, aunque manosearan sus riberas soñadoras con los tanteos de su ambición, ponen sobre sus ondas los temblores del silencio.

La tumba de Darío, no es sitio profanable: sobre ella aletea ‘La Canción de Oro’, como una réplica en estos momentos de tragedia.

Sandino ha muerto. Guerrillero que solo podría compararse a Pancho Villa, tenía como él, la osadía, la audacia y el valor; pero tenía más inteligencia y más amor. El amor de Nicaragua libre, lo acorazó contra todas las desventuras, y puso el guante de la Dignidad, allá donde los yanquis habían puesto el prestigio de su desvergüenza de salteadores del mundo.

Y ha muerto!….Muerto trágicamente, como todos los redentores: bajo el arma de la traición, en la embosca-da cobarde, cuando haciendo un cabezal de su escudo de batalla, se preparaba a descansar de las fatigas de la gran lucha librada contra las huestes rubias, profanado-ras y ambiciosas.

América pierde con Augusto César Sandino, al último de sus Quijotes. Porque en pleno siglo XX, cuando las águilas del Norte se preparaban a volar hacia el Sur, sólo él lanzó su grito guerrero, poniendo ante la insolencia y el descaro, el gesto heroico que sólo saben poner los paladines de la Libertad. No tuvo elementos. Los adquirió por la fuerza, de sus propios enemigos. Luchó en plena naturaleza, con el rayo, y la liebre, y las serpientes, como aliados. Vivió la frase de Victor Hugo, dicha a Juárez, y ‘combatiendo a montañazos’, logró por in, lanzar hasta sus madrigueras, a los intrusos.

Y al final de la jornada, cuando la América acogió en su regazo maternal a su campeón fatigado, pero no abatido, cayó la espada de Damocles. Y el heredero de Bolívar y de Martí, de Céspedes y de Morelos, muerto fué por la traición, truncando así la vida del retoño del árbol de los heroismos, tan enclenque y enfermizo hoy, que lo riegan los políticos de Mammón, herederos de Schilok, en triste y vergonzoso contubernio.

Figura continental, grandiosa y lumínica, Sandino tendrá un culto de admiración y amor en todos los que como él, sientan intensa y profundamente el patriotismo sereno y fuerte. Y ojalá que del árbol de los heroismos surjan nuevos brotes, que puedan sostener siempre airosas, las banderas de todas las patrias hispano-americanas.

La Cueva del Tigre, el Chipotle, San Rafael del Norte, Puerto Cabezas, Cosigüina y tantos lugares más que conservan aún frescas las huellas del héroe en su lucha desigual y magnífica, temblarán ahora, doloridos de ausencia, bajo sus laureles de ayer. Sus boscajes silenciarios cubrirán las flexibilidades de la toboba cruel, que se enroscará avergonzada y ocultando la cabeza, ante la hazaña asquerosa de la otra sierpe: la Traición. Y los milenarios árboles de las Segovias y de Chontales, dejarán caer sus ramajes meditativos, en la hora cruenta del sacrificio, en que la sangre roja de su hijo predilecto, brotó de las arterias generosas, para metamorfosearse en rubias monedas que irán rodando…rodando hacia los bolsillos ávidos de los Iscariotes innobles.

Hora de desolación. Hora trágica. Sangre y oro!

Oh, Cosigüina!…Oh, Momotombo!,….Silencio!….Sandino ha muerto!

Pero el espíritu de la Raza queda en pie. Esperemos.

Documento 2

JARDÍN DEL ENSUEÑO LA CAIDA DEL CONDOR

De pie, paladines de la Libertad, César Augusto Sandino ha muerto y ante el sacro despojo, del héroe ya yerto, las furentes protestas, con valor entonad……; la traición del eunuco y el Oro Imperial, se asociaron sin duda para el crimen nefasto, más el crimen sin nombre, ese crimen tan basto, Glorifica y Consagra, al guerrero inmortal; el que a Sellers contesta con lenguaje Espartano a su indigna propuesta: -‘No se discute la Libertad de los Pueblos’, -‘Se defiende con las armas en la mano’; condensa el heroísmo de nuestros abuelos y es digno Cachorro del León Hispano, El Cóndor cayó, sin vida, inerte y la Patria Grande, la Continental que llora su muerte, pierde al Bayardo de la Libertad que lega con su gesto magno a la posteridad, la epopeya más sublime de nuestro historial. Salve Oh prócer ilustre César Augusto Sandino; que los veintiún pendones del mundo Indo-Latino te sirvan de sudario, y, por regio pedestal, la cumbre más enhiesta del Andes colosal. De pie, paladines de la Libertad, César Augusto Sandino ha muerto y ante el ara sangrienta del Héroe ya yerto, implacable venganza jurad. PACIENTE MARÍN. Tuxtla Gutiérrez, Chis. 27 de febrero de 1934.

Citas

  1. Bendaña A.. La mística de Sandino. Centro de Estudios Internacionales: Managua, Nicaragua; 1995.
  2. Dospital M.. “La herencia mexicana en la lucha sandinista de los años 20 en Nicaragua”. Secuencia. 1994; 30:117-130.
  3. Fabela. Intervención. UNAM: México; 1991.
  4. Krotz Esteban. La otredad cultural entre utopía y ciencia. Un estudio sobre el origen, el desarrollo y la reorientación en la antropología. UAM-Iztapalapa/FCE: México; 2002.
  5. La Vanguardia. Tuxtla Gutiérrez; 1929.
  6. La Vanguardia. Tuxtla Gutiérrez; 1934.
  7. La Voz de Chiapas. Tuxtla Gutiérrez; 1928.
  8. Marín Paciente. “Jardín del ensueño. La caída del cóndor”. La vanguardia. 1934; 267:2-2.
  9. Molina Jiménez I.. “Entre Sandino y Somoza. La trayectoria política del poeta Salomón de la Selva”. Secuencia,. 2002; 53:139-161.
  10. Navarro Genia M. A.. Augusto César Sandino: Messiah of light and truth. Syracuse University Press: Estados Unidos; 2002.
  11. Neruda Pablo. Canto general. Seix Barral: Barcelona; 2004.
  12. Neruda Pablo. Canción de gesta. Seix Barral: Barcelona; 1986.
  13. Paniagua Héctor Eduardo. “La muerte del general Sandino”. La Vanguardia. 1934; 254:3-3.
  14. Sandino Augusto César. “Manifiesto luz y verdad”. 1931. Publisher Full Text
  15. Wünderich Wölker. Sandino. Una biografía política. editorial Nueva: Nicaragua; 1995.