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Resumen
Los mercados públicos en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, por un lado, con espacios multiculturales, cargados de historias, de migración, de conflictos, resitencias y defensa de los medios de subsistencia, pero también son espacios propicios para el mal uso y manejo del poder. Ése es el objetivo, el de visibilizar desde adentro, a través de la narración de los comerciantes, sobre las prácticas del poder de ciertos dirigentes. Los mercados seguirán, los dirigentes caen y surgirán otros, los problemas se arrastrarán mientas no exista una atención estructural dentro de las políticas públicas.
Introducción
El siguiente texto contiene reflexiones sobre los eventos recientes y pasados en la dinámica social de los mercados públicos en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, donde ciertos grupos, sectores y personajes se han apoderado del control de estos espacios y se han adjudicado un poder sobre la colectividad que depende de las actividades comerciales como medios de sustento familiar, incluso rebasando a figuras del poder municipal.
Se exponen ideas, reflexiones y opiniones del significado y lo que representa este espacio desde quienes han crecido y vivenciado el día a día en el mercado, del por qué se resiste y defiende como un espacio propio de la colectividad.
Se pretende también proporcionar una visión desde “adentro”, es decir, desde la perspectiva de los vendedores del día a día, un punto de vista que a menudo falta en los registros oficiales. Quizás no con la nitidez de la verdad absoluta, pero sí como una radiografía general de cómo ha evolucionado, se explora la apropiación y transformación de algunos espacios desde los años setenta, así como la circulación de ciertas mercancías, hasta llegar a la actualidad, exponiendo algunos testimonios de la dinámica social sobre el control abusivo que se suscita al interior de los mercados y algunas conjeturas finales sobre los grandes cambios que se están forjando para las nuevas generaciones.
Igualmente se recogen registros documentales sobre cómo en estos espacios se presenta, primero, la relación de poder entre ladinos e indígenas, y luego entre los propios grupos indígenas; incluso ahora, al parecer, también existe una relación de poder y control de los grupos indígenas sobre ciertos sectores kaxlanes (“ladinos” o mestizos no indígenas). Con ello, se pretende visibilizar a un sector popular poco investigado como el de las zonas de comercio popular y los centros de abastos (Moctezuma, 2023); máxime que, en los últimos tiempos, en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas se han vivido oleadas fuertes de violencia e inseguridad, de las cuales los mercados públicos han sido epicentro.
Mercado y diversidad cultural
Los mercados públicos en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, siempre han estado relacionados a los procesos migratorios y protagonizados principalmente por los pueblos originarios de la zona Altos de Chiapas, trayendo y compartiendo diversos productos locales. “A él acuden vendedores y compradores de muchas comunidades, pobladas por campesinos hablantes de las distintas variantes lingüísticas del tsotsil y tseltal, principalmente, pero también se observan ch’oles, tojolabales, lacandones y zoques” (Mariaca y López, 2017); y dada la concurrencia de turistas nacionales y extranjeros también encontramos hablantes del español y otras lenguas extranjeras.
El mercado es visto también como un atractivo turístico, pues es un punto de convergencia de la diversidad cultural, donde día a día interactúan diversos pueblos originarios de Chiapas y turistas de diversas nacionalidades. Estos últimos acuden ya sea para caminar, explorar y apreciar la gran diversidad de productos locales, para comprar algún producto exótico de la región, llevarse una bonita postal o para hacer etnografía y vivenciar in situ. Así pues, en la actualidad, la Ciudad de Jobel (San Cristóbal de Las Casas) se caracteriza por ser cosmopolita y pluricultural. Y el Mercado Público José Castillo Tiélemans (el más grande y antiguo de la ciudad) es uno de los mercados más representativos de la multiculturalidad. Por tanto, este mercado público es sinónimo de espacio y centro laboral de cientos y miles de personas migrantes, que comparten sus productos y también donde se forjan nuevas relaciones multi e interculturales.
Además del Mercado Público José Castillo Tiélemans, que se distingue como uno de los más importantes actualmente, se registra la presencia de otros mercados, no de menor importancia: Mercadito Número 2, Merposur, Mercaltos, Mercado de la Zona Norte, Mercado de San Ramón, Mercado Benito Juárez, Tianguis de La Hormiga, Tianguis de la calle Diego Dugelay, Tianguis del Barrio de San Diego, y los dos mercados de artesanías: Mercado de Dulces y Artesanías y el Mercado de Artesanías de Santo Domingo y Caridad.
Crecimiento de la población indígena en San Cristóbal
En 1968, cuando el mercado aún estaba en el barrio de La Merced (Contreras, 2007; Mariaca y López, 2017; Guzmán, Rus y Rus, 2020; mexicoenfotos.com, 2022 ), no había asentamientos o población permanente de indígenas en el valle de San Cristóbal. Sin embargo, desde mediados de 1970 se presentó un rápido crecimiento demográfico, principalmente por población indígena.
Concretamente, en 1976 se presentó una fuerte ola de migraciones, primariamente por motivos religiosos ocurridos en el municipio de San Juan Chamula. Fueron eventos lamentables y criminales: las autoridades tradicionales, que argumentaban defender los usos y costumbres, ejercieron fuertes reprimendas que incluían palizas, violaciones, matanzas, destrucción y quema de bienes, propiedades y expulsiones forzadas (Hernández, 2009; Hernández, 2017; Uribe, 2015). Algunos de los refugiados se dirigieron a nuevos asentamientos en la Selva Lacandona o en las tierras nacionales de Los Chimalapas; pero muchos más se refugiaron y permanecieron en San Cristóbal de Las Casas. Así, la gran oleada migratoria propició la fundación de varias colonias en la periferia de la ciudad.
Del mismo modo, la población migrante básicamente se instaló laboralmente en los espacios aledaños del Mercado José Castillo Tiélemans, pero ante el incremento en la afluencia de comerciantes, los espacios del mercado resultaron ya no ser suficientes, por lo que se recurrió a ocupar los patios, calles y espacios baldíos. De este modo, tanto hombres como mujeres y niños se convirtieron en ambulantes con vendimias de frutas, verduras, dulces, paletas, tacos y productos artesanales. Paulatinamente, se fueron posesionando de más espacios hasta instalarse de manera permanente.
Uno de los espacios baldíos que se llegó a ocupar entre los años ochenta y noventa fue la zona de descarga antes conocida como “El Terraplén”; no obstante, después de algunos años, este espacio fue recuperado por los propios colonos de La Magisterial, puesto que ya significaba un foco de inseguridad y conflictos constantes.
Los hombres, mujeres y niños que en ese entonces ocuparon dichas áreas, hoy en día aún siguen vendiendo en este mercado. Niños y niñas que comenzaron como ambulantes, en la actualidad ya cuentan con sus propios locales. Incluso, algunos tienen espacios en diferentes mercados, donde ya las nuevas generaciones los van ocupando. Otros más, que en un primer momento se dedicaron a la construcción de viviendas o eran jornaleros, debido a que las actividades del mercado prometían relativamente mejores condiciones y calidad de vida, abandonaron sus trabajos para dedicarse también al comercio. El Mercado Tiélemans es, finalmente, un espacio comunitario donde hay familias enteras que han nacido y han muerto en él.
En las calles aledañas al primer cuadro de la nave principal del mercado inicialmente solo habían bodegas que funcionaban como central de abastos, distribuyendo productos para ventas al mayoreo; ahí podían transitar libremente vehículos pesados para carga y descarga de productos provenientes de diversas partes del país y de Chiapas, puesto que no habían locatarios y mesas permanentes tal como los conocemos en la actualidad; incluso, el espacio destinado como estacionamiento en la entrada principal de la nave del mercado se encontraba totalmente libre de locales permanentes. Pero poco a poco llegaron los cambios. “Ya para el decenio de 1980 se había convertido en una serie de filas estrechas y abarrotadas de puestos […] A finales de los ochenta se habían llenado -de puestos- el estacionamiento del lado oeste del Castillo Tiélemans” (Guzmán, Rus y Rus, 2020). Hoy en día, estos locales, antes semifijos, se han acondicionado como permanentes, construyendo infraestructuras apropiadas.
Mercadito Número Dos
El “Mercadito Número Dos”, muy cercano al Mercado Tiélemans, merece mención especial por ser un espacio también con mucha historia. Donde en otra época fluyó mucho dinero y también surgieron algunos líderes, este mercado, durante un buen tiempo, se conoció con el nombre de “Parque Infantil”, puesto que antes de su instalación efectivamente era un parque infantil. Los niños que salían de su casa para llegar al “puesto” de sus padres pasaban a recrearse en este parque, que contaba con diversos juegos. Incluso se ha documentado que durante la década de los ochenta hubo una gran fiesta con comida y baile por la ocupación e inauguración del Mercadito Número Dos.
Dicho logro se dio a través de la lucha y organización de la población indígena en situación de vulnerabilidad, pues fueron quienes se integraron en asociaciones y organizaciones que posteriormente tomaron mucha fuerza política dentro de la ciudad y en Chiapas; tales como la Organización de Pueblos Evangélicos de Los Altos de Chiapas (OPEACH) y el Consejo de Representantes Indígenas de Los Altos de Chiapas (CRIACH), “formando alianzas con líderes mestizos” (García de León, 2007). Así, “emergieron líderes y organizaciones que, en efecto, pretendieron representar los intereses de la población indígena y religiosa en la ciudad. Unos organismos tenían la estafeta de religiosos, no católicos, […] mientras que otros enarbolaban principios no religiosos” (Uribe, 2015).
Sin embargo, aun cuando se establecían ciertas alianzas con líderes mestizos, en el Mercadito Número Dos siempre existieron confrontaciones y disputas entre ladinos e indígenas. Los indígenas, a través de la CRIACH, literalmente “se armaron y enfrentaron a los ladinos vendedores de estambres que se oponían a ocupar las banquetas de sus locales. En esta ocasión, los indígenas, usando armas de fuego hicieron que los ladinos desistieran de los impedimentos que anteriormente ejercían” (Guzmán, Rus y Rus, 2020).
El espacio del Mercadito Número Dos significó un punto neurálgico de resistencia por la circulación de grandes cantidades de efectivo, derivado de la maquila y clonación ilegal de material “pirata” en discos de música y video (material cristiano, películas de estreno, pornografía y etnopornografía).
Así, surgieron grupos de choque en defensa de la piratería. Quienes pudieron aprovechar la época de los primeros años del siglo XXI pudieron generar grandes fortunas. Era un negocio sumamente lucrativo. Este tipo de material atraía a clientes de todo el estado de Chiapas, principalmente de las comunidades indígenas de la zona Altos, que lo adquirían por mayoreo para distribuirlo al por menor dentro de las comunidades. Se había forjado realmente una industria de la piratería, casi al nivel de “Tepito” en Ciudad de México; de hecho, había relación entre ambos puntos: en Tepito se maquilaban las portadas de los discos y se adquirían las películas más recientes, además de los “demos” que luego se reproducían por cientos y miles de copias en San Cristóbal.
La colonia San Antonio del Monte, ubicada en la zona norte de la ciudad, en la periferia y entre la montaña, fungió como base de operaciones de esta industria de la piratería; ahí no entraba la policía, o rara vez incursionaba a realizar operativos. Aquí se ubicaban las grandes maquiladoras totalmente equipadas, con instalaciones que disponían de filas grandes de “torretas” y “charolas” que permitían generar cientos y miles de copias piratas de música y películas en un solo día. En la actualidad, es una colonia donde generalmente se reúnen algunos grupos de “motonetos” (grupos de choque y delincuenciales); en dicha zona se han registrado fallecimientos de habitantes civiles por “balas perdidas”, ante disparos al aire con armas de fuego, ya sea por diversión o por riñas entre grupos delictivos.
Es decir, la industria de la piratería se volvió tan redituable que los operadores de la maquila se encontraban fuertemente organizados, de tal manera que la policía tampoco podía ingresar al interior de este “Mercadito”. Así, en la tarde del día 7 de marzo de 2002, en uno de los operativos implementados por la policía para desmantelar estos locales de piratería, dicha institución ser vio totalmente rebasada y todo se salió de control, ocasionando saqueos y vandalismo en las cadenas comerciales formalmente establecidas en las inmediaciones de dicho mercado, tales como Elektra, Coppel, Granda, Piticó, Soriana, etc. Las personas pasaban cargando grandes cajas, aparatos electrodomésticos y enormes bultos, cual fila de termitas cargando en las calles su respectiva ración, para después perderse al interior de las colonias colindantes, principalmente en los hogares más marginales e irregulares que algunos habitaban; otros tomaban un taxi para trasladar el botín. El escenario semejaba a una película de acción, pues en las calles había patrullas incendiadas, llantas humeando y grandes cantidades de discos piratas esparcidas en las calles quemándose.
No obstante, la dinámica de este mercado público no se limitaba a la distribución de piratería, también había, y existían aún locales de otros rubros como: cocinas y comedores económicos, taquerías, frutas y verduras; ropa, peluquerías, sastrerías, y una gran diversidad de productos y servicios. Los locales de alimentos, además, ahora se han profesionalizado manejando cartas y menús especializados. Hoy en día existen algunos locales con construcciones de 2 y 3 plantas para ofrecer sus servicios, y muchos de los locatarios en el rubro de alimentos realmente han generado fortunas y han mejorado sus condiciones de vida.
Actualmente, el negocio de la piratería no tiene el mismo impacto y rentabilidad. Una de las principales razones es que hoy por hoy se prefiere el manejo y uso más práctico y cómodo de plataformas y medios digitales en música y video; por ello, dicho mercado de la piratería ha mermado su capacidad.
Mercados de artesanías
Por su parte, los mercados de artesanías tienen una particularidad en su dinámica y evolución. Y esta obedece principalmente a su relación directa con la actividad y movilidad turística en la ciudad, la cual se ha comportado de forma distinta. No obstante, no han estado libres de polémica: “En la segunda mitad de la década de 1980 hubo intentos de limitar su presencia como ambulantes, lo que dio lugar a que en 1988 se les concediera espacio para un mercado artesanal en torno al templo de Santo Domingo” (Guzmán, Rus y Rus, 2020).
La resistencia por mantenerse en las áreas de Santo Domingo y Caridad responde principalmente a la incertidumbre que trae consigo que los locatarios deban trasladarse y reubicarse en espacios nuevos, tal como ocurrió con otros mercados nuevos, que cuando los reubicaron no vendían absolutamente nada. Es decir, es una resistencia por mantenerse en una zona de confort, al encontrarse cerca del Centro Histórico de la ciudad y depender directamente de la actividad turística; además, se trata de un mercado ya conocido, al que incluso las propias agencias de viajes y páginas oficiales del municipio integran como puntos importantes en sus recorridos turísticos.
Organizaciones, líderes, control y poder
Al interior de los mercados públicos, el Ayuntamiento Municipal tiene intervención directa como figura legal y formal en la administración de los espacios y los recursos; este se encarga de recaudar los impuestos de los locales permanentes, semifijos y ambulantes, así como del manejo y administración de los recursos por el servicio de los sanitarios públicos, ubicados al interior de estos mercados y en puntos estratégicos de la ciudad.
Con el objetivo de que los locatarios y todos los que ofrecen un producto o servicio en el mercado no sean objeto de abusos o intento de desalojo por parte de los administradores, los locatarios se organizan, crean y se afilian a organizaciones y asociaciones. De esta manera, y mediante una acción colectiva, defienden intereses comunes: mantener el costo de los impuestos municipales, promover servicios generales, asegurar la propiedad de los locales y defenderse ante diferentes amenazas.
Un estudio realizado por Mariaca y López (2017)indica que, de las principales organizaciones conformadas, se identifican las siguientes: “ALMETRACH (42%), CCO (13%), USLO (9%), CNOP (8%), CTM (7%), CROM (5%), FCNOC (2%), CCIFRAN (1%), CNC (1%), OPEACH (1%), ESCORNUL (1%), WASHKMEN (1%), CRAC (1%), CRIACH (1%), no afiliados (7%)”. Dichos datos hacen referencia a una encuesta realizada únicamente en el Mercado Público José Castillo Tiélemans; no obstante, es un referente de alto valor al ofrecer un parámetro general sobre la distribución de agremiados en el resto de los mercados públicos de la ciudad.
La Asociación de Locatarios de Mercados Tradicionales de Chiapas (ALMETRACH) figura como una de las organizaciones con mayor presencia, y presenta una mayor cantidad de afiliados, puesto que las acciones de sus dirigentes y operadores se imponían con base en el miedo, la amenaza, violencia y extorsión. Y con mucha probabilidad, en colusión con acuerdos y negociaciones turbias con los otros sindicatos y asociaciones. Tan es así que, según la narración de algunos locatarios, como doña Pascuala Sántiz López (comunicación personal, 15 de diciembre 2022), varios como ella inicialmente se encontraban afiliados a la CTM, pero al momento de hacer un pago de impuestos anuales, se sorprendieron al darse cuenta de que en la boleta figuraba el nombre de la ALMETRACH, y ya no de la CTM. Lo preocupante de ese detalle fue que nunca se enteraron los afiliados, y mucho menos les pidieron su consentimiento para pasar a las filas de dicha asociación. Esta fue una de las tantas maniobras que practicaban y que pudieron engrosar el número de afiliados, según narra la informante, y que por esa razón dichas asociaciones habían tomado gran fuerza y capacidad de negociación ante las autoridades.
El dirigente de esta agrupación, en realidad, encontró un “suelo muy fértil” para hacer de su asociación un gran negocio, y muy lucrativo, a partir de las necesidades de la población indígena en situación de vulnerabilidad, que necesitaba de protección y respaldo.
De esta forma, el nivel de poder y control pudo escalar a niveles inusitados, básicamente mediante métodos de violencia y extorsión. Una de las prácticas más redituables era el cobro de piso, manejo y control total de los locales. También se cobraban cuotas para realizar obras de construcción en los locales, desde la remodelación o mantenimiento, con montos que imponían a libre decisión de los operadores dependiendo el tipo y tamaño de las obras (Domingo Pérez Sántiz, comunicación personal, 23 de marzo de 2022), los cuales llegaban a ser exageradamente altos. Si no se pagaba dicho “derecho de piso”, simplemente no podían tener acceso al mantenimiento o remodelación; y si ya estaba construido o se habían adelantado los trabajos sin notificación y consentimiento de dichos operadores, simplemente llegaban grupos de personas equipados con herramientas como marros, picos y barretas a destruir, derribar y desmontar con lujo de violencia y abuso de autoridad dichas obras, sin derecho a seguir avanzando, y quedaban suspendidas indefinidamente tanto obras como permisos. Si se deseaba darle continuidad a la obra, obligatoriamente debían pagar los derechos, y los “vándalos” no se hacían responsables de la destrucción, por lo que los locatarios debían asumir todos los gastos ya realizados, más lo que se generara por la nueva construcción o remodelación.
El administrador oficial del mercado, nombrado por el H. Ayuntamiento Municipal, aparentemente puede otorgar los permisos para iniciar algunas obras, y también cobrar una respectiva cuota. Pero si dicho permiso otorgado por el administrador no se le daba a conocer al personal de la ALMETRACH, simplemente ese permiso no era válido, y se podía proceder a la destrucción de los avances. Por ello, primero se debía platicar obligatoriamente con esta organización, para que no existiera ningún problema. Lógicamente que las cuotas que recaudase el personal designado por la ALMETRACH no irían a las arcas del Municipio, y nunca eran declaradas ante ninguna autoridad; simplemente esos montos se los quedaba el personal que operaba dicha supervisión de obras.
Asimismo, en la distribución del poder y control de espacios, el principal dirigente de la ALMETRACH designó a su primo para la administración, control y organización de derecho de piso con el gremio de intermediarios de artesanías en San Cristóbal de Las Casas, principalmente en las áreas de las plazuelas de Santo Domingo y Caridad. Y más recientemente, en el tianguis vespertino en la “Plaza de la Paz” de la catedral de la ciudad, se le delegó el privilegio del control organizativo y cobro de derecho de piso a otra persona cercana a los dos primos.
Los comerciantes ambulantes y semifijos, tales como los vendedores de palomitas ubicados en la calle General Utrilla -en la parte posterior de la iglesia de Santo Domingo-, los que venden ropa en la calle que conduce al Mercado Público José Castillo Tiélemans, los tepacheros, vendedores de cocos, de lichi, rambután y otros productos en carretilla, tenían que pagar $700.00 mensuales, cuando los locatarios permanentes pagan la cantidad de $750.00 anuales.
Además, los locatarios semifijos están condicionados a cubrir todos los días los espacios asignados para las ventas; con un día que no los ocupen, les quitan sus lugares y se los asignan a otros nuevos, éstos últimos lógicamente deberán pagar las cuotas o “entradas” correspondientes, una cuota diferente y más elevada a los pagos mensuales; la lógica es que, entre más comerciantes desertan o tengan sus locales sin ocupar, significa mayor “entrada” para dichos operadores.
No conformes con disponer del control en las áreas de los mercados y los locatarios, también se apoderaron del control y manejo de los ingresos por los servicios sanitarios públicos, tanto los que se ubican dentro de los mercados públicos como los distribuidos en diversos puntos estratégicos de la ciudad. Este servicio de sanitarios públicos lo otorga el Ayuntamiento Municipal, pero es del conocimiento popular que los ingresos por este rubro también han sido controlados por los dirigentes de la ALMETRACH.
No está demás mencionar que el rápido ascenso de poder de los dirigentes de la ALMETRACH radica, por una parte, en estar vinculados -en asociación o colusión- con grupos delictivos de alto impacto en la ciudad, como los “motonetos”: grupo de jóvenes motorizados para fungir como grupos de choque y generar presión a las autoridades estatales y municipales, y así exigir y negociar diversas demandas; y ahora para infundir miedo y terror en las calles y la población en general.
El ascenso y consolidación del poder de los dirigentes de la ALMETRACH, básicamente, se definió en el periodo 2015-2018 del gobierno municipal; donde al mismo tiempo surgieron estos grupos de “motonetos” -que en sus inicios fungieron como grupo en defensa de la seguridad de los barrios y colonias de la ciudad, pero que en la actualidad significan todo lo contrario.
Defensa y resistencia
El nivel de poder y control que ya ostentaban los dirigentes de la ALMETRACH tuvo un repentino declive en el año 2022.
Un anuncio de la presidencia municipal cimbró de terror e incertidumbre a un gran sector del Mercado Público José Castillo Tiélemans, principalmente a aquellos locatarios fijos, semifijos y ambulantes ubicados en las orillas y calles circundantes, ante los rumores de la demolición y remodelación de la nave principal. Desde el año 2010 ya había rumores de enajenación o transacción a sectores privados; en diciembre de 2014, se autorizó un presupuesto de 350 millones de pesos y se propuso la demolición en 2015 del mercado, argumentando su mal estado, suciedad y mala imagen de cara al turismo (Permanecer en la merced, 2016; Mariaca y López, 2017). Pero el detonante se presentó en 2022, con el anuncio del Ayuntamiento sobre un “proyecto aprobado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) por un monto mayor a 150 millones de pesos para la reconstrucción del mercado, y que contempla la demolición del edificio” (Henríquez, 2022).
Aseguran que el temor de ser desalojados ahora toma fuerza, puesto que ya desde el año 2010 el mismo Mariano Díaz intentó, con elementos policiacos, desalojarlos y obligarlos a irse al Mercado de la Zona Norte (“Chiapas Solidario”), y aunque en ese entonces Narciso Ruiz se negó, “se ha vendido y ahora está apoyando para que nos saquen del mercado” (La voz del Sureste, 2022).
Este acontecimiento fue el detonante para que los dirigentes de la ALMETRACH y toda la organización perdieran total credibilidad y representatividad ante sus agremiados, aunado al hartazgo de los locatarios y de la población en general ante los múltiples atropellos, actos de extorsión y corrupción que se venían ejerciendo; y a que cada vez más se acrecentaban los niveles de violencia social en toda la ciudad.
En este contexto de convulsión social al interior del Mercado Tiélemans, los locatarios fijos, semifijos y ambulantes, casi de manera espontánea e instintiva, se organizaron y manifestaron al unísono en rechazo y cancelación del proyecto municipal. Sin embargo, la ALMETRACH figuró como grupo de choque en favor al presidente municipal avalando la demolición y remodelación de dicho mercado; para lograr su cometido, recurrieron al método del sometimiento, al miedo y temor con la presencia de los “motonetos”, de tal manera que los locatarios accedieran a aceptar el proyecto municipal.
La resistencia y defensa del Mercado Público José Castillo Tiélemans realmente se tornó como un proceso colectivo y comunitario: sin ser obligados, sin represiones, todos se unieron bajo un mismo objetivo: defender sus espacios. Durante los primeros días de fuertes conatos de violencia, se montaron “guardias nocturnas”, llevando un control de locatarios calle por calle para organizarse y montar cinturones de seguridad para así evitar la entrada de grupos de choque a favor de la remodelación y desalojo “temporal”. Puesto que se decía que el proyecto de remodelación duraría entre nueve y doce meses. Sin embargo, los locatarios argumentaban que eso era mentira, que una vez terminadas las obras ya no volverían a sus lugares de trabajo.
Durante estas jornadas de resistencia y defensa surgieron testimonios impactantes de los vendedores sobre acciones de solidaridad y muestras de convicción, donde se narra, por ejemplo, que durante las guardias nocturnas las personas que vendían normalmente pan y atole por las noches llevaban sus productos y los regalaban a los presentes en las guardias; se narra también que figuraba un personaje muy particular que lo identificaban como “El Machetes” o también como “Tepachero” (quien de día vende tepache en las calles), y argumentaban que su colaboración decidida durante las guardias nocturnas se debía a que: “es mi único espacio de sustento y no voy a permitir que me lo quiten, por eso vengo con mi machete a apoyar en estas guardias”.
Esta lucha y resistencia aparentemente era popular, donde todos los locatarios representaban y defendían sus propios espacios y todos tenían voz para manifestarse en contra del proyecto municipal. Parecía un movimiento muy democrático, y así se entendían los discursos de los voceros en los medios de comunicación, quienes presentaban las diferentes posturas, mensajes y comunicados. Sin embargo, se hablaba de fuerzas y figuras desde dentro que “movían” este aparente esfuerzo colectivo sin dirigentes.
Al mismo tiempo, no todos los locatarios comulgaban bajo la misma idea de resistencia, pues existían sectores que se sentían obligados a participar en las guardias, y sostenían que preferían invertir con sus propios recursos y darle mantenimiento a la nave principal por sectores y por etapas; pero éstos realmente eran pocos.
Esta dinámica tan convulsa y llena de controversias, y principalmente por la gravedad del conflicto al que escaló, con altos niveles de violencia, condujo a que los ciudadanos formularan ciertas conjeturas. La ciudadanía afirmaba que, ante los disturbios y disparos, estos eran la prueba de que el mercado ya era controlado por el crimen organizado, y que en realidad eran grupos antagónicos quienes se disputaban el control del Mercado José Castillo Tiélemans (Carrasco, 2022).
Pérdida del control y poder
Esta omisión de la ALMETRACH, de no respaldar a sus agremiados ante la inminente posibilidad de pérdida de los espacios laborales creados, ganados y mantenidos por décadas; pero sobre todo, pensar que sus dirigentes hayan procedido a pactos y acuerdos con el presidente municipal para desfavorecer los intereses de los locatarios y dejar en total vulnerabilidad el futuro de cientos de comerciantes, condujo que desterraran totalmente a los dirigentes y operadores de la ALMETRACH de los espacios del Mercado José Castillo Tiélemans, para así despojarlos del poder y control de los espacios que ostentaban. Asimismo, Jerónimo Ruiz, alias “El Artesano”, líder de los locatarios de artesanías en los espacios de las plazuelas de Santo Domingo y Caridad, también perdió el poder y control.
El desprestigio y desconocimiento de estos dirigentes ha trascendido más allá de los espacios de los mercados públicos. El descontento se ha generalizado, y ahora se han sumado los agremiados y trabajadores del servicio de transportes colectivos, que hacen uso de buena parte de los mercados públicos, quienes también han sufrido abusos y atropellos, y que habían pertenecido como agremiados a la organización ALMETRACH. Pero como actos de resistencia y para fijar posturas de desacuerdo, han abandonado dicha asociación y se han sumado a la “lucha independiente y colectiva”.
Hoy en día, después de que los anteriores líderes y personal operativo perdieran el poder, en las áreas y espacios del mercado público se han dejado de realizar dichos cobros de piso. Por ejemplo, una de las vendedoras de palomitas ubicadas sobre la calle General Utrilla, atrás de la Iglesia de Santo Domingo, indica que ya lleva tres meses sin pagar esas cuotas, lo que a ella le significa una suma de $2,100.00 durante dichos meses.
Perspectivas mediáticas
En lo mediático, el poder y control aparentemente han pasado momentáneamente a manos de los propios locatarios, y el Ayuntamiento ha retomado la administración. Pero es imposible formular conjeturas sobre el futuro de los mercados públicos, sus dirigentes y locatarios.
Y aunque en esta ocasión le han arrebatado el poder a un líder y a un grupo de personas que controlaron por un largo tiempo los mercados públicos, la historia nos dice que los eventos sociales suelen ser cíclicos. En este caso, sobre las disputas de poder y control de los espacios de estos mercados, se ha pasado la estafeta de una organización a otra, de un líder a otro. Por tanto, aparentemente, en la actualidad el control lo ha tomado el pueblo, la colectividad; pero sabemos que el poder y el control corroen a quienes se les otorga dicho poder, por lo que aún no se puede determinar qué nuevos dirigentes surgirán. Lo único cierto es que los mercados públicos seguirán modificándose, adaptándose, reorganizándose, y seguirán surgiendo nuevos dirigentes y se establecerán con ellos nuevas alianzas, nuevos acuerdos y posiblemente pasarán el control y poder a otros actores sociales.
El gran dilema radica en que la autoridad municipal pretende garantizar seguridad y orden en espacios como los mercados públicos; pero, en contraparte, los usuarios de dichos espacios, en este caso los locatarios y comerciantes, aún se sienten vulnerados, y exigen el respeto a los derechos humanos, a reunirse pacíficamente, y a asociarse libremente con el fin de promover, ejercer y proteger sus intereses y objetos lícitos concernientes a su actividad (Congreso de la Ciudad de México, 2023). Estas discrepancias podrían no conducir a una solución, sino hacia una polarización y caos.
Nuevos horizontes de los mercados
En términos generales, los mercados públicos siempre estarán llenos de conflictos (Moctezuma, 2022), pues siempre serán espacios de disputas, de control y de convergencia de diversos intereses. Son lugares donde van incorporándose nuevos locatarios y van rotándose nuevas generaciones. Para las autoridades locales, estatales y nacionales no es una tarea fácil brindar atención y solución a unas necesidades cada vez más complejas; principalmente si no se crean espacios nuevos y adecuados para las nuevas generaciones, y acordes a una ciudad cada vez más grande.
Así pues, considero que es un riesgo latente que en un futuro cercano ciertos espacios sean motivo de lucha y defensa. Un ejemplo de ello puede ser el área de Santo Domingo y Caridad, que después de tantos años de estar ocupada por artesanos (intermediarios), ha crecido desmesuradamente con apoyo de los diversos dirigentes gremiales, y ahora se encuentra ocupada en su totalidad. Incluso, está tomando una forma de espacio de particulares, con riesgo que pueda establecerse definitivamente como un mercado público más. En tiempos recientes, las carpas de los locatarios eran semifijas y se desmontaban en la misma tarde para dejar libre dichos espacios para los habitantes; sin embargo, ahora estas carpas prácticamente ya son fijas, ya no se desmontan, viendo todos los días, a todas horas las lonas instaladas en todo el área de la iglesia de Santo Domingo y de Caridad. Pasando, así, por alto todas las normas arquitectónicas e históricas establecidas por el INAH en pro de los monumentos históricos. Sobre esta conjetura, me baso en la analogía de lo ocurrido con otros espacios en los que se han normalizado las ocupaciones, tal como se autorizó la ocupación de los espacios del “Parque Infantil” o “Mercadito Número Dos”). Si no se atiende con urgencia e intervención de políticas públicas para el ordenamiento y regularización de los comerciantes de artesanías, en un futuro no muy lejano estas áreas de Santo Domingo poco a poco podrían utilizarse para establecerse de manera definitiva. Mi reflexión puede ser fatalista, pero han ocurrido situaciones similares.
Si se tomara como tema prioritario la situación de los comerciantes ambulantes de artesanías en las calles del centro de la ciudad y los comerciantes temporales que ocupan los espacios en la Plaza de la Paz de Catedral, significa que los tres niveles de gobierno deberían diseñar estrategias de políticas públicas y destinar presupuesto para la creación de espacios propicios para esta actividad. Mientras tanto, ante la nula atención o ante la toma de medidas paliativas, los problemas recrudecerán y saldrán de control.
Ante la situación cada vez más complicada en los espacios de Santo Domingo y Caridad para albergar a tantos comerciantes e intermediarios de artesanías, las nuevas generaciones impulsan y visualizan nuevos procesos comerciales, incorporándose al mercado y a la competencia formal. Algunos, por iniciativa propia, han buscado otros espacios, rentando locales privados, como cualquier inversionista “ladino”, espacios que prácticamente sólo ocupaban los mestizos, pero que ahora los indígenas con mayor visión rentan y pagan dichos locales estratégicos donde concurren mayormente los turistas nacionales y extranjeros. Ahora ya no dependen de los mercados públicos, ahora han encontrado otras modalidades de venta: usando las redes sociales, envían grandes cantidades de paquetes de artesanías en otros estados del País, incluso en otros países, y ya incursionan dentro del comercio formal, pagando impuestos. Y posiblemente tampoco dependan de afiliarse a grupos sindicales y gremiales como los mercados públicos.
Esta nueva forma de hacer comercio posiblemente no solucione el problema o conflictos en los mercados públicos, pero quizás las nuevas generaciones encuentren espacios alternativos (virtuales y físicos) que puedan conducir a un sistema de mercado más formal, más regulado y menos conflictivo y desorganizado. Esto posiblemente vislumbre nuevos horizontes sobre los mercados públicos… posiblemente.
Conclusiones
Las tensiones y disputas habían sido primero entre ladinos e indígenas, como un asunto étnico y de clases sociales; finalmente, las disputas también se dan entre indígenas. A lo largo de la historia de los mercados públicos, líderes y organizaciones han surgido (enarbolando y defendiendo diversas causas), han ganado poder y también lo han perdido. Posiblemente, la historia siga repitiéndose: con las nuevas generaciones aparecerán otros líderes, y tomarán el control y el poder. Momentáneamente, algunos líderes que habían acaparado el poder lo han perdido, pero dentro de este aparente control tomado por la colectividad seguramente surgirán líderes y conducirán a procesos organizativos inciertos.
Las prácticas del acaparamiento del control y del poder van ahora en colusión con métodos de violencia social, a través de las acciones de grupos de choques como los “motonetos”, creados por las propias autoridades municipales, que además permitieron su crecimiento; pero que ahora las propias autoridades no pueden controlar por la gran fuerza que estos grupos han tomado.
El ordenamiento de los mercados públicos, de los ambulantes y comerciantes semifijos se torna muy complejo, donde la fuerza y organización decidida de la colectividad por defender sus espacios laborales, hacen que el esfuerzo del gobierno municipal sea insuficiente. No obstante, en el rubro de los comerciantes de artesanías, las nuevas generaciones van creando y generando nuevas opciones de distribución, a través del uso de los medios digitales y ocupando espacios y locales formales en el Centro de la ciudad, apuntando hacia un comercio más formal y ordenado.
Citas
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