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Zebadúa Carbonell, J. P. (2012). Presentación. LiminaR. Estudios Sociales Y Humanísticos, 10(1), 7-11. https://doi.org/10.29043/liminar.v10i1.33

Resumen

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Los estudiosos de las ciencias sociales aceptan el reto que significa hoy encontrar los lenguajes que puedan detonar, pero sobre todo explicar, nuestra posición como individuos en las arenas mundiales y locales, a partir de la pertinencia de las miradas y perspectivas que se construyen desde la crítica y la posibilidad permanente de sabernos sujetos del cambio y de la transformación.

Pese a que la velocidad con que se mueven los escenarios de nuestros tiempos es muchas veces desorbitante, y los cambios socioculturales que suceden en las realidades internacionales van más deprisa que las perspectivas analíticas con las que se deben fundamentar, representa una tarea inexcusable de las ciencias sociales abordar los actuales escenarios desde constructos,de igual forma, enérgicos (en el sentido de la apuesta por lo renovador, dando voz a la emergencia de los sujetos y ciudadanos del siglo XXI), transdisciplinarios, críticos y que desplieguen la reflexión desde las nuevas configuraciones internacionales. La necesidad de estos análisis exige desde las ciencias sociales una continua (auto) reflexión, que las dote de herramientas epistémicas para la discusión, y así comprender el actual estado de cosas, complejo e innovador, desde las distintas caras por donde se aprecia.

En estos tiempos no puede dejarse de lado el apremio que significa comprender integralmente los problemas sociales, tanto los globales como los locales, porque de no hacerlo así, pudiera dispersarse el conocimiento, y disociarse, provocando una ruptura analítica que corroboraría más la confusión en el análisis de lo que pasa a nuestro alrededor. Es necesario, entonces, un constante y actualizado debate de ideas, con apertura e innovación: si tenemos que reconocer que los paradigmas de explicación se han modificado hay que construir rápidamente herramientas epistémicas que ordenen el descontrol y aclaren las disyuntivas socioculturales.

Un acercamiento a los contextos presentes puede indicarnos la presencia de sujetos y procesos que antaño no tenían la debida atención en el marco general de las ciencias sociales. Nos referimos aquí a los estudios de las juventudes y, en general, de las culturas juveniles que ahora son parte importante de este reacomodo analítico internacional. La “condición juvenil” y el “sujeto joven” ya integran las perspectivas con que se atienden los discursos culturales contemporáneos.

En este sentido, la Revista Liminar. Estudios sociales y humanísticos, se establece como un espacio académico que contribuye a la discusión actualizada de las juventudes y sus procesos culturales, atendiendo las características globalizadas de los tiempos actuales. En este número, Liminar presenta seis trabajos que se inscriben en los paradigmas teóricos de los estudios de la juventud, un artículo de corte arqueológico regional, otro más desde el campo sociohistórico y uno que gira en torno a la sustentabilidad de un entorno ecológico de Chiapas, además de las reseñas respectivas. En los primeros, se construyen enfoques desde los intersticios culturales por donde emergen los nuevos procesos de los colectivos (por ejemplo, la aparición de la juventud indígena o los jóvenes migrantes), como un campo de estudio de interés vigente y transversal dentro de horizontes analíticos más generales como la migración, la educación y la construcción de identidades, temáticas nodales en el análisis de las juventudes hoy día. Los otros dos artículos remiten a la vocación regional de la Revista Liminar, desde la historia, la sustentabilidad y el género. Por último, una reseña de un libro compilado sobre el tatuaje y otro sobre comunidades migrantes.

Es de especial relevancia mencionar el énfasis regional de los artículos de este número de Liminar. Contribuye así, a poner especial atención a los cambios y reposicionamientos que tienen lugar no sólo a nivel local sino regional, y a registrar las miradas “globales” cuando se trata de analizar cambios sociales y culturales.

Gabriela Robledo enfatiza el proceso de la migración como un factor decisivo a la hora de reconfigurar las comunidades étnicas de los Altos de Chiapas. Esta transformación se sitúa en cincuenta años, tiempo en el cual la autora analiza la evolución social de estas sociedades dentro del horizonte explicativo de la migración y antepone una mirada “transfronteriza” como parte de los cambios y las “hibridaciones culturales” suscitadas en los habitantes de los Altos. Robledo sostiene el argumento de que existen tres distintos cruces de fronteras: El primer cruce se dirime en la adscripción religiosa protestante de familias indígenas alteñas que ocasiona que “La costumbre” indígena se vea francamente abandonada con relación a los nuevos roles que exige esta religión. El segundo cruce se observa en la migración masiva de población de los Altos a la ciudad de San Cristóbal de Las Casas y con ello la evidente “indianización” de la ciudad. El tercer cruce se presenta en el abandono del territorio nacional para ir a Estados Unidos en búsqueda de una mejor calidad de vida: este tipo de migración se ha convertido en un aspecto de gran importancia para la vida cotidiana de Los Altos de Chiapas donde, según Robledo, hay una necesidad apremiante, particularmente desde el punto de vista económico, para dejar el territorio de origen y adentrarse a lo desconocido y, quizá, a lo que conlleva lo inevitable.

Es importante resaltar del trabajo de Robledo que desde una reflexión histórica pondera su análisis para descifrar las vicisitudes del cambio cultural en ambos “cruces fronterizos” sin caer en el fácil razonamiento de que por ello es inevitable la pérdida de la cultura. Por el contrario, a lo largo de su texto manifiesta un interés por saber qué sucede en el intersticio y en la apropiación simbólica de los migrantes en los tres cruces.

Finalmente, aunque Robledo no lo resalta del todo, el sujeto a quien influyen más los procesos de migración que aduce el artículo es el/la joven. Por un lado, por los procesos inmediatos de cambio cultural que implican forzosamente a las nuevas generaciones; por el otro, porque cada vez son más los jóvenes indígenas que se convierten en migrantes internaciones, según constata la autora.

En el mismo campo de la migración, Alejandra Aquino Moreschi nos presenta un análisis sobre los jóvenes indígenas de las comunidades zapatistas del estado de Chiapas que también cruzan la frontera con Estados Unidos para trabajar en California. Aquino observa la experiencia de un grupo de jóvenes indígenas pertenecientes a una comunidad de Las Margaritas, Chiapas, y trasluce la ardua tarea de integrarse a un mercado de trabajo difícil de asimilar por la evidente explotación que padecen los trabajadores “ilegales” en Estados Unidos, igualmente por desconocimiento del contexto a donde se migra y por la propia forma en que se organiza la producción en California, con una serie de candados que impiden, en general, la autonomía del jornalero sobre su propio trabajo.

El trabajo de Alejandra Aquino también observa los vaivenes identitarios de los jóvenes indígenas al entrar en contacto con una realidad distinta, dura y desconocida, y la generación de sus maneras de inserción sin menoscabo de las propias condiciones juveniles y étnicas. Entre la ingesta cotidiana de alcohol, el compartir techo y alimentos con un grupo de trabajadores (que muchas veces no son los mismos que migraron de la comunidad de origen), los jóvenes indígenas chiapanecos proponen sus alteridades de frente a una realidad que los excluye y margina, pero al mismo tiempo los forja como individuos y, desde luego, como jóvenes.

Una dimensión explícita para construir las juventudes es el campo educativo, porque es en esos espacios donde se retarda o se concluye la juventud, según aquella institucionalidad que define la moratoria social a partir de la invención del “joven estudiante”. Es de encomiar que, a partir de una reflexión crítica sobre los procesos de la educación implementada dentro de una corriente de pensamiento con influencia en los contextos europeos y latinoamericanos como la educación intercultural, comiencen a derivarse una serie de preocupaciones analíticas hacia cuestiones que no atañen exclusivamente a las esferas didácticas de la educación, sino a procesos que generan los discursos culturales y las significaciones producidas en problemáticas que atañen a algo más que procesos áulicos o de transmisión de conocimientos.

En ese sentido se inscribe el artículo de Silvia Leticia Piñero Ramírez, quien propone una articulación entre dos ejes conceptuales, el capital cultural y las representaciones en torno a la elección de una carrera, así como los futuros previstos (trabajo, posición económica, estatus, etcétera) entre jóvenes que ingresan a la carrera de enfermería y de médico cirujano en la Universidad Veracruzana.

La autora tiene un interés especial por las carreras mencionadas porque, en general, las del área de salud tienen aún una gran demanda entre los aspirantes de las universidades públicas, pero más que nada por los imaginarios sociales que se tienen comúnmente de las carreras del campo de la salud. Sus interesantes conclusiones tienen que ver con la pertenencia social y de clase de los estudiantes, futuros enfermeros/as y médicos cirujanos, como posibles condicionantes para optar por una vocación asumida de antemano en función de ese sentido de pertenencia.

En este mismo tenor, el de las prácticas culturales construidas por jóvenes estudiantes en espacios educativos, Claudia Morales Silva nos ofrece una perspectiva de identidad juvenil indígena en una de las sedes regionales de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI). A partir de las reconfiguraciones de los hábitos culturales y las “posproducciones” culturales que jóvenes indígenas realizan cotidianamente en su paso por la UVI, Morales afirma que desde el uso las TICS, favorecido por el propio discurso de la universidad y por la notable influencia de las llamadas “industrias culturales” en los jóvenes como un elemento externo a la institución educativa, son dos elementos que permiten un nuevo espacio identitario para los estudiantes indígenas, relacionado con el uso frecuente de celulares, Internet, las redes sociales, el correo electrónico, etcétera.

Estos dos elementos de análisis repercuten en las construcciones identitarias, ciertamente nuevas, de los jóvenes estudiantes indígenas. El consumo y la creación de nuevas pautas de socialización a partir del uso de las TICS son factores que favorecen la asignación de otras miradas hacia los procesos culturales de las juventudes indígenas y atisba los posibles y contundentes cambios que ello generaría.

Si la construcción de la juventud indígena se debe a la aparición de la escuela como un elemento para definir a los jóvenes y contenerlos institucionalmente antes de pasar a la toma de decisiones “adultas” y, al mismo tiempo, por el uso intensivo de las nuevas tecnologías, Ariel García Martínez presta atención justamente a esta noción de cambio sociohistórico sufrido por los “nuevos” jóvenes totonacos en la región del Totonacapan, en el estado de Veracruz.

A partir de los cambios mediados por la aparición de infraestructura carretera, por la implementación de escuelas primarias, secundarias y preparatorias (ahora, incluso, universidades), por la aparición de tecnologías de información, aparece lo que García Martínez llama “la juventud totonaca” que se socializa y se construye con la educación, el trabajo, la política, la religión y el uso del tiempo libre. Son estas nuevas identidades juveniles indígenas quienes se adscriben a elementos culturales que no estaban contemplados en la vida tradicional comunitaria y, por tanto, se convierten en sujetos emergentes que transforman al Totonacapan veracruzano.

También el tema identitario forma parte de la argumentación de García Martínez y reflexiona acerca de cómo, con los años, la construcción de lo juvenil indígena en el Totonacapan forma parte de una dialéctica que pone en juego lo “tradicional” frente a lo “moderno” y que no siempre se dirime sin confrontación, aunque la presencia y dinámica de estos jóvenes sea cada vez más notoria.

En el renglón de la construcción de las identidades juveniles, ahora en los espacios urbanos, hay una en particular que ha llamado la atención en los escenarios contemporáneos: la identidad gótica. En ese sentido, Luis Fernando Bolaños Gordillo hace suya tal atención cuando proyecta su análisis en la cultura juvenil gótica, en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, para recalcar su presencia en esta ciudad y no tan sólo en las grandes urbes nacionales e internacionales; ello remite al sentido “masificado” que las identidades juveniles góticas tienen en espacios geográficos transnacionales y, al mismo tiempo, a la evidente lucha por no perder su raíz discursiva, aparentemente contracultural, producto de dicha masificación.

Luis Fernando Bolaños, atento a esta visible disyuntiva, analiza las formas de ser joven gótico en San Cristóbal de las Casas. Infiere que esta pugna, ciertamente muy desarrollada en los estudios de las identidades juveniles, se observa cada vez más imparcial en el sentido de lo voraces que pueden llegar a ser lo que él denomina las “industrias culturales”. Al mismo tiempo nos remite a la complejidad globalizadora de la pertinencia y subsistencia de estas identidades: ¿se puede ser culturalmente lo que uno desea, al margen del embate consumista en contextos globales?

En la entrega del tema arqueológico, María de Lourdes Hernández Jiménez revisa un proyecto de excavación arqueológica del Centro INAH en el sur de Veracruz a propósito de una supervisión institucional sobre yacimientos de hidrocarburos realizado por dicho Centro. Al desarrollar este reconocimiento en la cuenca del río Uxpanapa, los arqueólogos se encontraron con vestigios que nos dan cuenta de una zona estratégicamente situada a partir de su asentamiento en una “red hidrológica” de gran magnitud que permitió el contacto así como “el desarrollo y movimientos poblacionales entre las costas del Golfo y del Pacífico”. Sin duda un gran hallazgo que revela la importancia prehispánica del sur de Veracruz.

El trabajo de Miguel Ángel Díaz Perera nos remite a una recapitulación sociohistórica de un mito de origen, el Votán de los mayas, para corroborar sus usos políticos y su fundamentación en aras a construir una visión de nación como la mexicana, desde un punto de partida en el sureste nacional. Este interesante texto articula los escenarios novohispanos y las acepciones territoriales y culturales del nuevo mundo en torno a la necesidad de fortalecer el concepto de nación, aunque realizado desde una posición utilitaria que enraíza la fundación de Palenque con los primeros habitantes del continente americano, según el cristianismo del siglo XVI. Ello representa la aparición del sureste mexicano como región que aporta los discursos del nacionalismo criollo con miras a los propios intereses de estos grupos (independistas y separatistas).

No obstante, este mito fundacional de Votán, tiene actualidad y contexto en los procesos de reivindicación contemporáneos chiapanecos, concretamente en la irrupción del EZLN con toda la carga simbólica que ello conlleva a partir de sus reivindicaciones y sus horizontes de inclusión en el moderno Estado nacional.

Finalmente, Liminar nos ofrece dos reseñas, la primera comentada por Iván Francisco Porraz Gómez está dedicada al libro Tinta y carne, coordinado por Edgar Morin y Alfredo Nateras (2009, México, Editorial Contracultura), quienes hacen un recorrido por el mundo del tatuaje: desde la incomprensión hasta la marginación; desde los señalamientos hasta su conversión en una manifestación cultural juvenil por excelencia. Hoy día, los tatuajes son parte de los performances juveniles y una práctica cotidiana que adscriben a sus universos identitarios; de ahí su importancia, representada en la enorme riqueza que, como un elemento cultural de las juventudes, se enfatiza en los grupos y pares juveniles no necesariamente urbanos. El libro es una invitación a la comprensión antropológica del fenómeno del tatuaje y, sobre todo, a su intensa apropiación por parte de un sector importante de las juventudes.

Por último, Daniel Villafuerte Solís presenta la reseña del libro La transnacionalidad de los sujetos: Dimensiones, metodologías y prácticas convergentes de los migrantes en Estados Unidos, de Miguel Moctezuma (2011, México, Universidad Autónoma de Zacatecas, Miguel Ángel Porrúa Editor). Esta obra está dedicada a la necesidad de presentar a la migración como un proceso inacabado, pero siempre en la ruta intensiva de su seguimiento cognitivo. El autor asevera que en todo conocimiento se parte de la idea de la no existencia de “modelos de explicación” únicos y totales, por lo que el libro propone un recorrido acerca de cómo se construyen metodológicamente los parámetros para dilucidar aspectos conceptuales de un tema tan grande como el de la migración.

Con ello termina este número de la Revista Liminar. Estudios sociales y humanísticos, que nos da la oportunidad de generar la discusión en torno a problemáticas de actualidad y así producir conocimiento desde la congruencia y la reflexión en la frontera sur y las regiones del sureste mexicano.