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Villafuerte Solís, D., & García Aguilar, M. del C. (2004). Pobreza y migración en la sierra de Chiapas. LiminaR. Estudios Sociales Y Humanísticos, 2(1), 81-93. https://doi.org/10.29043/liminar.v2i1.145

Resumen

Las manifestaciones de la globalización en el contexto cultural resultan más complejas y controvertidas en tanto expresan dos procesos dicotómicos: un movimiento social que invoca la recuperación de las identidades étnicas y culturales tradicionales, afianzadas por una vertiente culturalista de la globalización; y procesos culturales cuyos referentes de identificación individual y colectiva no corresponden a las formas tradicionales de organización étnica, sino a la emergencia de nuevas identidades  desterritorializadas que responden a los modos de acceso a los circuitos de distribución y consumo abiertos por la globalización.


Introducción

Esta comunicación pretende establecer una serie de reflexiones en torno a las formas en que una de las regiones más pobres de México, la Sierra de Chiapas, se ha ido incorporando a los proceso de reordenamiento socioeconómico mundial, formas que permiten recuperar el sentido material y subjetivo de ser globales en el contexto local. La inserción material se dio desde tiempo atrás a través de los circuitos productivos y comerciales del café tradicional, actividad productiva que en los últimos años ha tenido que reconvertirse a la modalidad de café orgánico para adaptarse a las nuevas modas de los principales consumidores que buscan productos más naturales. Como ocurre con el comportamiento de los mercados de muchos otros productos tropicales, las dos grandes crisis de los precios internacionales del café, la de 1989 y la de 1997 que aún no termina de tocar fondo, han contribuido a la formación de otro de los eslabones de inserción al proceso de la globalización: la migración de segmentos importantes de la población serrana, adulta y joven, cuyo destino son los mercados laborales de las maquiladoras de la frontera norte; y de los sectores agrícolas y de servicios de Estados Unidos.

Las manifestaciones de la globalización en el contexto cultural resultan más complejas y controvertidas en tanto expresan dos procesos dicotómicos: por un lado, un movimiento social que invoca la recuperación de las identidades étnicas y culturales tradicionales, afianzadas por una vertiente culturalista de la globalización; por otro, procesos culturales cuyos referentes de identificación individual y colectiva no corresponden a las formas tradicionales de organización étnica, sino a la emergencia de nuevas identidades desterritorializadas que responden a los modos de acceso a los circuitos de distribución y consumo material y simbólico, abiertos por la globalización.

En el caso que nos ocupa, otras de las dimensiones de la interdependencia global que están trastocando la configuración de las relaciones internacionales y los mapas geopolíticos previos, tiene que ver con los términos en los que se vienen configurando la relación de los dos territorios extremos de México -la frontera sur y la frontera norte-, la primera como punto de partida y la segunda como territorio de paso para alcanzar el sueño blanco americano. Esta reconfiguración tiene que ver, también, con las relaciones entre los centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos de Norteamérica, quienes primero tienen que pasar la frontera entre México y Guatemala y enfrentar las policías locales, estatales y federales y sufrir una verdadera cacería en el marco del Plan Sur; y los chiapanecos, en franca ventaja comparativa, al disponer de “agencias de viajes” que hacen el recorrido directo de la Sierra de Chiapas a la frontera norte.

Pensar sobre el ser global en el contexto local, en un territorio cuya máxima estructural es la lacerante pobreza de una población, originalmente formada por las etnias mam, cakchiquel, mochó, k’anjobal, chuj y jacalteco, constituye, tanto en el terreno analítico como en el de las alternativas, un verdadero reto, en tanto las interrogantes a despejar hacen referencia no sólo a los magros impactos en el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de la población serrana insertada a los circuitos de la globalización sino también a las implicaciones presentes y futuras que una dinámica de continua movilidad de la población joven y adulta genera en la organización de los distintos ámbitos de la vida local.

Concluimos que el ser global en el contexto local, si bien ha terminado por hacer notoria y otorgar relevancia a la diferencia (étnica), sus contenidos y exigencias difícilmente han logrado alcanzar un grado de formulación política efectiva capaz de articularse a las demandas sociales derivadas de conflictos que, como la pobreza y desigualdad social, hoy se juegan en el campo social y económico de los espacios locales. En el campo analítico, y a la luz de los procesos de interdependencia mundial, insistimos, por un lado, en la necesidad de reconstruir el valor crítico y relacional de conceptos como los de pobreza, desigualdad, justicia y diferencia; por el otro, en la necesidad de corroborar su pertinencia a la luz de la compleja materialidad social.

Planteamiento del problema

Pobreza y migraciones son dos fenómenos que en el contexto de la globalización neoliberal adquieren significados diversos. La pobreza no es un rasgo distintivo de la era actual pero su expresión y alcance es muy amplio, pues a diferencia de épocas anteriores

donde, por ejemplo, en América Latina la pobreza se asumía como marginalidad y, por tanto, los sectores tradicionales que habían quedado fuera de la modernidad obligaban al Estado a generar un proceso de integración social que consistía en un mayor acceso a los empleos industriales, a la vivienda, la educación y la salud, hoy se habla de exclusión social, un fenómeno provocado por fenómenos modernos como la globalización y el nuevo papel del Estado en la sociedad (Ruiz-Tagle, 2001). Otros autores prefieren hablar de desafiliación en vez de exclusión debido a que éste término denota inmovibilidad, designa un estado o, más bien, estados de privación; hablar de desafiliación, en cambio, no es confirmar una ruptura, sino trazar un recorrido (Castel, 1997). En otras palabras, la pobreza entendida como una situación de carencia siempre ha existido pero el concepto actual de pobre no tiene referencia más que en el contexto actual: la pobreza global es una construcción nueva y moderna que tiene su anclaje en la economización de la vida y la integración de las sociedades diferentes a la economía mundo.

El problema migratorio es de vieja data pero hoy tiene muchos rostros. Las migraciones en el contexto de la globalización actual es una expresión que adquiere diversas dimensiones, entre otras cosas porque, paradójicamente, no es un fenómeno globalizado como en el caso de los bienes y servicios donde el Estado-nación ha aplicado medidas tendientes a la desregulación para permitir el libre flujo. Por el contrario, las políticas migratorias tienden a regular o restringir los flujos de personas, sobre todo aquellos de carácter indocumentado que no tienen calificación.

En efecto, “la migración internacional es un proceso de trascendencia histórica, que forma parte indisoluble de la evolución humana. En el pasado, y respondiendo a transformaciones de los escenarios económicos, sociales y políticos, complementó la expansión del comercio y la economía, contribuyó a crear naciones y territorios, nutrió la urbanización, abrió nuevos espacios a la producción y aportó decisivamente al cambio social y cultural. En la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, el mundo conoció una migración fundamentalmente compuesta por dos corrientes contrapuestas: la del libre traslado de europeos, que cumplió un papel clave en la convergencia económica de algunas regiones del Viejo y del Nuevo Mundo, y la que incluyó a trabajadores de diversos orígenes, principalmente asiáticos, hacia regiones tropicales, cuyo desplazamiento, en muchos casos forzado, redundó en una ampliación de la desigualdad en el orden internacional. Estas corrientes, promovidas por distintas fuerzas, merecieron la aceptación de los países de destino. En la actualidad, en cambio, existe preocupación por algunos aspectos conflictivos que entraña la migración, tanto para los países de recepción y de origen como para los propios migrantes (como los riesgos de profundizar las desigualdades y los asociados a la indocumentación)” (CEPAL, 2002:250).

Como indica Goytisolo (2002) para el caso de Europa, pero que bien puede ser aplicado para América del Norte, los tiempos han cambiado, y si antes se dejaba circular con relativa facilidad a las personas oriundas del Magreb a los países necesitados de mano de obra mientras se ponían trabas aduaneras o bancarias a la movilidad de mercancías y capitales, ahora la globalización opera en sentido inverso: estos últimos circulan libremente, pero las personas candidatas a la emigración se estrellan contra los muros de la Fortaleza Europea. Dentro de ocho años Marruecos suprimirá sus barreras de aduana en virtud de su adhesión al Tratado de Libre Comercio de la Unión Europea, pero los marroquíes no mejorarán sus posibilidades de alcanzar una vida mejor en el seno del espacio comunitario. La hipótesis que expresa Goytisolo para el caso de los marroquíes ya ha sido experimentada en México con la firma del TLC con Estados Unidos y Canadá: las condiciones de vida de los mexicanos no han mejorado y esto ha llevado a un proceso migratorio que, por otra parte, Estados Unidos hasta el momento no ha querido negociar un acuerdo migratorio para facilitar la estancia de mexicanos en aquel país.

Pobreza y migración son las dos caras de un mismo fenómeno generado por la globalización neoliberal. La penetración del mercado en la vida cotidiana de vastos sectores de la población que antes producían sus medios de subsistencia ha llevado a profundizar las carencias y ha obligado a emigrar a mercados laborales de países desarrollados. Lejos de las optimistas formulaciones de los pensadores neoliberales como Von Mises y Hayek, el mercado ha terminado por despojar lo más elemental de la dignidad del ser humano, arrastrando a grandes contingentes del campo y de la ciudad a las fábricas de ensamble con todas las formas de desprotección y vulnerabilidad que esto implica.

Según encuestas realizadas por la CEPAL, más del 80% de las remesas familiares recibidas en El Salvador, Guatemala y Nicaragua se utilizan para alimentación. Como contrapartida, los costos personales y sociales de la emigración se manifiestan en numerosos casos de desintegración familiar y de niños que quedan a cargo de otros parientes o amigos (CEPAL, 2002:262). En este marco se explica el problema migratorio que se está presentando en la Sierra de Chiapas, pues dicho sea de paso, comparte muchos rasgos de las zonas de expulsión de población centroamericana. Los migrantes serranos de Chiapas se están incorporando tardíamente a las corrientes migratorias internacionales pero más temprano que tarde formarán parte del mismo proceso migratorio centroamericano, con la diferencia de que los serranos chiapanecos tendrán una ventaja competitiva: no tendrán que cruzar varias fronteras sino sólo una.

Algunos antecedentes históricos de la región Sierra

La Sierra es un territorio de frontera, como señala Hernández (2001) es un espacio de “identidades múltiples”, lugar donde se construyó la identidad nacional de manera sui generis. La mayoría de los municipios que hoy conforman esta región no eran parte del territorio nacional ya que formaban parte de los distritos que pasaron a integrar Chiapas al firmarse los Tratados de Límites entre México y Guatemala, en 1882, siendo presidente de la República Mexicana el general Manuel González. Después de realizar el trazo de límites entre ambas naciones, a la región se le dio el nombre de Mariscal, en honor de Ignacio Mariscal, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores y representante de México en las negociaciones con el gobierno de Guatemala (Velasco, 1979:78). En consecuencia, podemos decir, que la historia de la región, como parte de Chiapas, comienza en los albores del siglo XX.

La Sierra puede definirse de muchas maneras: espacio de reproducción de mano de obra para las fincas cafetaleras del Soconusco, zona de confluencia de diversas identidades culturales, cuna del Partido Socialista Chiapaneco, tierra de dirigentes campesinos, líderes políticos y gobernadores.1 Un territorio de frontera y de paso entre las regiones de Los Altos de Chiapas y Soconusco.

La región abarca una superficie de 2 126.5 km2, que en su parte más alta alcanza 2 700 msnm y en su porción más baja llega a 870 msnm. Esta región la integran ocho municipios los cuales están considerados dentro de los más pobres del país. En este territorio cohabitan las etnias mam, cakchiquel, mochó, k’anjobal, chuj y jacalteco, además de mestizos y chinos. En los últimos años se han desarrollado esfuerzos gubernamentales y de las organizaciones sociales por el rescate de las culturas. Las organizaciones han sabido aprovechar muy bien el resurgimiento del etnicismo para reinsertarse en la sociedad nacional y global.

La formación de la región está directamente relacionada, por una parte, con la incorporación de los municipios que hoy conforman la región al territorio mexicano; y, por otra, con el desarrollo y consolidación de las plantaciones cafetaleras en Soconusco. De hecho, el movimiento agrario en la región se inicia a partir de demandas laborales en las fincas de café de Soconusco. “El movimiento agrario se formalizó en Chiapas en 1918, cuando los trabajadores de las fincas cafetaleras del Soconusco se declararon en huelga, para obtener la reducción de la ‘cuerda’ (medida variable, de 400 a 600 metros cuadrados) en las tareas de limpia, para obtener atención médica, alojamientos higiénicos, mejor trato, eliminación de las tiendas de raya y pago en efectivo en lugar de fichas, cajas rasas en la pizca de café (las exigían rebosantes) y otras medidas. En Motosintla, los dirigentes (entre ellos el michoacano Ismael Mendoza, cuyo apellido lleva Motosintla) hicieron bloquear los collados de la sierra para evitar que bajaran esquiroles a romper la huelga hasta obtener el triunfo deseado. De este movimiento surgió la demanda organizada de dotaciones ejidales: se formaron los comités de Siltepec, Honduras, Rosario, Motosintla y otros, entre los primeros de Chiapas” (De la Peña, 1951, tomo II: 377-378).

Sin embargo, tuvieron que pasar diez años para ver los primero resultados del movimiento agrario. De acuerdo con la información del Registro Agrario Nacional, las primeras dotaciones ejidales en la región datan de 1928 y 1929 en los municipios de Mazapa de Madero y Amatenango de la Frontera. El reparto agrario en la región transcurrió de manera ágil si lo comparamos con el resto de Chiapas, pues estamos hablando de aproximadamente 35 años, ya que los últimos ejidos en formarse fueron los del municipio de El Porvenir: cuatro de los cinco que posee fueron dotados a finales de 1965.

El ejido vino a reestructurar el espacio geográfico, pues desde principios de siglo (XX) los mames colonizadores de la sierra vivían en asentamientos dispersos (Cfr. Hernández, 2001:65). La aplicación de la reforma agraria en la Sierra de Chiapas, si bien en el corto plazo benefició a la población local, con el tiempo se tradujo en beneficios para el proceso de acumulación de capital en las plantaciones cafetaleras de la región Soconusco, ya que de esa manera se aseguraba la reproducción de la mano de obra en los tiempos en que no se empleaba en las fincas.

El Censo Ejidal de 1991 reporta la existencia de 93 ejidos y comunidades agrarias en la región con una superficie de 192 538 hectáreas, de estas 71.5% se encontraban parceladas. El número de ejidatarios o comuneros en ese año fue de 99 802, lo que da por resultado una dotación de tierra por habitante menor a 2 hectáreas, esto sin considerar el grado de deterioro que han sufrido las tierras en los últimos años. La escasez de tierras y la elevada tasa de crecimiento de la población, que durante la década de 1980 fue de 3.2%, explican en buena medida el acelerado éxodo de los campesinos jóvenes hacia los mercados laborales de la frontera norte y Estados Unidos.

La modernización en la región, aunque ocurrió de manera más rápida que en el resto del territorio chiapaneco, no deja de llamar la atención por su lentitud en relación con otras porciones del país. En realidad el capitalismo llegó a la región vía Guatemala, a través de las plantaciones cafetaleras, situación que le imprimió un sello especial, pues se trata de una vía bastante atrasada. Este capitalismo arcaico trasminó a toda la región y le dio un carácter de relaciones oligárquicas, es decir una relación en la que el poder económico se acompaña del poder político. El carácter atrasado del capitalismo agrario de plantaciones tiene implicaciones importantes en las relaciones sociales que establece, porque no se trata de una relación capital-trabajo típica sino que hay una serie de mediaciones, que van desde el proceso de reclutamiento de la fuerza de trabajo que se incorpora a la producción primaria hasta las formas de pago, que en la época de oro de las plantaciones asumió formas atípicas como las tiendas de raya o el contrato a destajo con lo que la extracción de la plusvalía se daba por la vía de la extensión de la jornada y no por la intensificación del trabajo acompañada de un cambio tecnológico en las plantaciones.

En este sentido, ya bien entrado el siglo XX, De la Peña indicaba: “El más intenso tránsito de bestias en Chiapas es el de este camino de Motosintla, con ramales a Tapachula y Pueblo Nuevo, por los que en tiempos de pizcas del café las recuas se suceden las unas a las otras, y van, felizmente, siendo desplazadas de la mayoría de las fincas de medias laderas del Soconusco, gracias al avance de las brechas para camiones, que iniciadas en 1924 trepan por caminos embaldosados por estas húmedas laderas y se ramifican cada vez más. Actualmente -señalaba De la Peña en 1950- se trabaja en la construcción de la carretera Huixtla a Motosintla, con la que se conectará el ramal de Tapachula y Nueva Alemania, y con esta vía se habrá pasado en gran parte a la historia del tráfico de patachos, que a fines del siglo pasado iniciaron los arrieros michoacanos atraídos por el auge inicial de la zona cafetalera del Soconusco, aprovechando como eje de todo ese movimiento ramificado hacia las fincas, al viejo camino precolonial de Huixtla a Motosintla, por el que se supone que se movilizaron las imponentes y obscuras migraciones indígenas, quinientos a mil quinientos años atrás, de paso hacia el norte y sur del continente americano” (De la Peña, 1951, tomo II: 400).

La región es predominantemente rural y sus actividades económicas están sustentadas en la explotación de la tierra. En 1990, la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada en las actividades primarias representó cerca 81.2% del total; el comercio y los servicios únicamente emplearon 9.5% de la PEA, la industria comprendió sólo 4.4%. Diez años después la situación no cambió sustancialmente: la información censal correspondiente al año 2000 revela que la población ocupada en el sector primario abarcó 73.1% de la PEA total; las actividades de comercio y servicios emplearon 17.8% y la industria absorbió 6.4%. En este año, el cambio más importante se produjo en el sector terciario pues su participación casi se duplicó, fenómeno que revela un abandono relativo de las actividades agropecuarias debido al agotamiento de los recursos productivos y del deterioro de los términos de intercambio en los productos agrícolas.

Sin lugar a dudas un dato que llama la atención es el nivel de desempleo registrado en la región en 1990, pues de la PEA total reconocida por el censo, que ascendió a 36 740 personas, únicamente 30 139 individuos se encontraban ocupados lo que significa una tasa de desempleo abierto de 17.7%, que si la agregamos al grado de subempleo tenemos un panorama desolador. Además, de la mano de obra ocupada en 1990 casi 83% estaba dedicada a las actividades agropecuarias, fenómeno que se traduce en un problema de subempleo y consecuentemente en bajos ingresos. Para el año 2000 la tasa de desempleo que registra el censo no llega a 1%, es posible que, en buena medida, se deba a un subregistro del mismo censo pero también muy probablemente a los efectos positivos de los programas de combate a la pobreza que generaron algunas fuentes de empleo ya que para este año la situación en el trabajo registró algunos cambios en relación con 1990: los empleados u obreros pasaron de representar 7% a 11.2% y los familiares no remunerados aumentaron de 8.8 a 11.7 por ciento.

La lectura de los datos censales indica que las opciones de empleo en la región están agotadas, incluso el crecimiento de la PEA en el sector terciario está limitado toda vez que la principal fuente de ingresos hasta ahora, la agricultura, atraviesa por serias dificultades. La vía de desarrollo regional a través de la agricultura está en duda, a pesar de los valiosos esfuerzos de algunas organizaciones por impulsar la agricultura orgánica, sobre todo en lo que respecta al cultivo del café y hortalizas. Estos esfuerzos son limitados frente a las enormes carencias de la población: el movimiento del cultivo orgánico del café ha llegado a su fase de mayor prosperidad con la conquista de segmentos de mercado, del llamado mercado solidario o justo, y de procesos de industrialización como el café orgánico soluble. Además, el mercado mundial del café dominado por unas cuantas firmas multinacionales ha llevado a una crisis de carácter estructural, donde los países productores no tienen la fuerza para imponer precios

Hay que tomar en cuenta que la gran mayoría de las familias lleva a cabo una agricultura de subsistencia y de autoconsumo, lo que las coloca en una situación de alta vulnerabilidad frente al mercado dado que el principal producto generado es el café, un producto altamente volátil en el mercado mundial. Estamos frente a una agricultura predominantemente campesina

Política social y respuestas de la sociedad regional

La población ocupada reportada en el censo de 1990 fue de 35 930 personas. De éstas, casi 35% no recibió ingresos, poco más de 45% obtuvo menos de un salario mínimo y sólo 7.2% percibió entre uno y dos salarios mínimos. Estos datos confirman la precaria situación de la población de la región, sin contar con que los efectos de la crisis de los precios internacionales del café en ese año todavía no se dejaban sentir de manera dramática como ocurrió dos años después. Para el año 2000 la situación no es menos grave: de las 45 807 personas ocupadas 51% no obtuvo ingresos; 20.1% recibió menos de un salario mínimo y 10.9% alcanzó entre uno y dos salarios mínimos. Esto indica que los programas para superar la pobreza no tuvieron éxito en la región ya que en el último año 77.1% de la población ocupada se encontraban en situación de extrema pobreza, frente al 80% registrado una década anterior.

Paradójicamente, la población de la Sierra se ha mantenido al margen del movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y, por el contrario, hasta las elecciones federales y estatales del año 2000 se conservó como una reserva importante de votos a favor del Partido Revolucionario Institucional. La pobreza no ha llevado, en los últimos años, a generar movimientos campesinos importantes. Por el contrario, en la actualidad se observa una cantidad impresionante de organizaciones campesinas que orientan sus esfuerzos a la construcción de alternativas para la reproducción económica y social de las familias campesinas que están siendo golpeadas por la crisis de la agricultura y por las políticas neoliberales que han venido reduciendo los subsidios a la población.

La política social en la Sierra de Chiapas muestra sus alcances y limitaciones. Esta región cuenta, como veremos, con un potencial significativo en el nivel de la organización de la sociedad que bien podría ser movilizado, pero la cantidad de recursos son limitados frente a la magnitud de la pobreza estructural. Durante el periodo 1995-2000 la región fue favorecida con recursos financieros dada la coyuntura propiciada por el conflicto entre el EZLN y el gobierno federal. Durante este lapso SEDESOL erogó un presupuesto de 289.7 millones de pesos para la Sierra en programas para combatir la pobreza. En estos recursos se incluye una serie de programas vinculados a servicios básicos, caminos rurales, apoyo a la producción primaria, fomento a la producción y a la productividad, electrificación, caminos rurales, vivienda, becas, escuela digna, crédito a la palabra, etcétera. A partir de 1998, una parte de los recursos que operaba SEDESOL fueron transferidos a los ayuntamientos con el sello de PROGRESA, de tal manera que hasta el año 2000 se habían acumulado poco más de 73 millones de pesos para toda la región para beneficiar a 18 443 familias, es decir, 1 319 pesos al año por familia.

Otra vertiente de la política social ha sido el otorgamiento de subsidios directos a los productores a través del PROCAMPO. En este rubro se ejercieron recursos, durante el periodo 1995-2000, por 122.1 millones de pesos que beneficiaron a 18 500 productores, 1 100 pesos al año por productor o sea tres pesos diarios que se equipara al valor de un kilo de tortillas.

Finalmente, en el mismo periodo, el Fondo Nacional de Apoyo a las Empresas Sociales (FONAES) financió 207 proyectos con un monto de poco más de 48.7 millones de pesos. Aunque 53% de los proyectos se orientaron a microempresas el monto de inversión de éstos sólo significó 1.2% del total. En cambió, 15.4% de los proyectos con orientación a la actividad cafetalera concentraron 64.5% de la inversión global. Otro dato interesante es que el financiamiento otorgado por FONAES durante estos años se condensó en dos organizaciones: la Coordinadora Estatal de Pequeños Productores de Café (COOPCAFÉ) que con sólo 10% de los proyectos concentró 46.8% de la inversión; y Solidaridad Campesina Magisterial (SOCAMA) que absorbió 36.6% de la inversión total con 14% de los proyectos. No deja de llamar la atención que una de las organizaciones más representativas de la región sólo haya recibido 6.5% de toda la inversión, nos referimos a ISMAM de cuya trayectoria hablaremos más adelante.

De la suma de todos los recursos, tanto en su versión social como en su presentación productiva, el gasto ejercido durante el periodo analizado alcanzó los 809 millones de pesos. Una cifra que se antoja relevante en sí misma pero comparada con las necesidades de la población es a todas luces insuficiente: si consideramos que 80% de la población (alrededor de 134 108 personas) vive en condiciones de extrema pobreza los recursos divididos entre esta población arroja la cantidad de 1 005 pesos por persona al año. Para ser justos es importante señalar que los programas tuvieron impactos positivos en los indicadores de servicios básicos y de asistencia escolar; sin embargo, el número de personas que sobreviven sin ingresos, con apoyo de la familia, ha aumentado de manera extraordinaria como lo demuestran las cifras del censo de población del año dos mil.

Ahora bien, en esta región se encuentra una de las organizaciones más exitosas en lo que respecta a su inserción en la nueva realidad globalizada. Se trata de la Sociedad de Solidaridad Social (SSS) Indígenas de la Sierra Madre San Isidro Labrador (ISMAM), que se ubica dentro del movimiento de agricultura orgánica, especialmente de la producción de café cuyo inicio data de mediados de 1980. En 1988, la organización contaba con 151 miembros que trabajaban 453 hectáreas; exportaban 750 quintales (de 46 kilos). En 1989, ISMAM ya contaba con 250 miembros, a pesar de la depuración de 60 productores que no habían suministrado su café a la cooperativa; ISMAM exportaba directamente su café orgánico hacia Holanda y Estados Unidos (Renard, 1999: 282). En 1994 ya agrupaba a 1 000 pequeños productores y para 1997 se decía contar con 1 500 socios.

Paradójicamente, la crisis de los precios internacionales del café, propiciada por la ruptura de las cláusulas económicas de la Organización Mundial del Café (OIC), a mediados de 1989, benefició a los productores de café orgánico de ISMAM. Así, en 1991-1992 y 1992-1993, ISMAM exportó su café a un precio promedio de 115 centavos de dólar por libra, frente a 60 centavos en el mercado de Nueva York (Renard, 1999: 283). Además de haber sido favorecido por los precios en el mercado de productos orgánicos, ISMAM se benefició con la quiebra del Instituto Mexicano del Café (INMECAFÉ) pues éste transfirió a las organizaciones del sector social las plantas beneficiadoras; mediante el mecanismo de renta con opción a compra ISMAM, junto con otra organización, suscribió en 1990 un convenio con el INMECAFÉ para alquilar uno de las plantas de beneficio más grandes del país ubicada en Tapachula cuya capacidad de procesamiento era de 96 000 quintales de café. Más adelante la planta fue adquirida por ISMAM.

A pesar de la crisis de los precios del café en la bolsa de valores de Nueva York, la buena racha para ISMAM continuaba. En 1995 el Banco de Crédito Rural del Istmo (Bancri) otorgó un crédito por un monto superior a los 45 millones de pesos para impulsar el beneficio y la exportación de 41 815 quintales de café de la más alta calidad, poniendo a la venta nuevos y atractivos envasados con el producto molido y totalmente orgánico. En marzo de 1997, la misma institución crediticia anunciaba la entrega de un crédito refaccionario por un millón 276 mil dólares para la adquisición de maquinaria que procesaría el grano de oro orgánico desde el tostado molido. Más de 675 mil dólares servirían para echar a andar un proyecto de exportación hacia países bálticos y el resto de Europa, los países asiáticos y Estados Unidos (Cfr. García y Villafuerte, 2001).

Junto con ISMAM hay otras experiencias de organización interesantes como la organización K’nan Choch que está incursionando en la producción de hortalizas orgánicas, en especial la papa con un proceso de industrialización primaria para distribución y venta en los supermercados de Chiapas y del resto del país, pero con la intención de exportar. Aunque sus antecedentes se remontan a los años 1985 y 1986 cuando la Iglesia católica alienta la formación de técnicos campesinos en agricultura orgánica, K’nan choch se constituyó formalmente en mayo de 1995 y hasta el año 2000 contaba con 169 socios. Esta organización tiene como propósitos promover la agricultura orgánica, crear fuentes de trabajo, conservar y mejorar el ambiente, explotar racionalmente los recursos naturales, producir, industrializar y comercializar bienes y servicios, así como educar a los socios y sus familias.

Los socios de K’nan Choch son campesinos de escasos recursos que se dedican a la producción orgánica de hortalizas, plantas medicinales, granos básicos y cría de borregos. Los socios de la organización se ubican en 37 localidades de los municipios de Motozintla, Mazapa de Madero, El Porvenir, La grandeza, Bejucal de Ocampo y Tapachula. Además de producir en los lugares de origen, los socios cuentan con un proyecto de industrialización de hortalizas. Se trata de una nave industrial para el acopio e industrialización de papa y chayote cortado, congelado y empacado para venta al público en los centros comerciales con una marca registrada propiedad de la sociedad.

El avance y la consolidación de esta organización es interesante pues ha venido operando con la misma estrategia de ISMAM, estableciendo relaciones de solidaridad con organizaciones sociales. La Iglesia católica ha jugado un papel relevante para conseguir financiamiento, por ejemplo, entre 1995 y 2000 consiguieron financiamiento para capacitación por parte de MISEREOR, en 1999 lograron apoyo de la embajada de Canadá para capacitación y entre 1999 y 2001 obtuvieron recursos de la IAF para capacitación y comercialización. También destaca la captación de recursos públicos a través de FONAES y del ayuntamiento del municipio de Motozintla. Entre 1995 y 2000 esta fuente de financiamiento permitió la adquisición de maquinaria para el procesamiento primario, la construcción de un cuarto frío, la adquisición de un vehículo, así como asistencia técnica. Estas organizaciones se retroalimentan con el movimiento ecológico, de impulso a la agricultura orgánica, con el liderazgo del Centro Agroecológico San Francisco de Asís (CASFA).

Además, existen otras organizaciones cuyo trabajo no se percibe tan claramente como las anteriores pero que lleva a la reflexión sobre el grado de organización que existe en la región: son pequeñas organizaciones como “La Flor de la Sierra”, “Fuerza Liberadora”, “Productores orgánicos de la Sierra” producto, en buena medida del trabajo de concientización de ISMAM. Estas organizaciones inician con pequeños proyectos de agricultura orgánica, fundamentalmente miel y hortalizas. Además de éstas encontramos un conjunto de organizaciones de corte tradicional como las Sociedades de Producción Rural (SPR), centrales campesinas de cobertura nacional como la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), la Confederación Nacional Campesina (CNC) y otras que tienen influencia en la región como la Organización Campesina Emiliano Zapata (OCEZ).

La existencia de estas organizaciones es muestra de un intenso trabajo organizativo de la sociedad regional en la lucha por mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, no todas las organizaciones han tenido la habilidad para conseguir recursos, tampoco han tenido la misma visión para construir proyectos aglutinadores y de impacto. Es un trabajo de organización interesante pero se realiza de manera fragmentada, cada organismo se disputa los escasos recursos que otorgan las instancias gubernamentales. La organizaciones de corte tradicional están en busca de la clientela, el aumento del número de afiliados para ejercer mayor presión hacia las instancias de gobierno, pero esto depende de la capacidad de gestión de la organización de tal forma que los campesinos se afilian a la que logra obtener recursos; de esta manera se establece una especie de competencia entre las organizaciones para tener al mayor número de socios.

El fenómeno migratorio

Uno de los aspectos más interesantes de los últimos veinte años es el cambio demográfico en lo que respecta a su crecimiento: en el periodo 1980-1990 la tasa de crecimiento promedio anual fue de 3.91%, con un máximo de 4.48% en el municipio de Amatenango de la Frontera y un mínimo de 1.97% en el municipio de La Grandeza. Sin embargo, para el periodo 1990-2000, la tasa de crecimiento promedio fue de 1.3%, lo que estaría indicando un proceso migratorio significativo: cinco de los ocho municipios que integran la región presentaron tasas de crecimiento menores a 1%, otro de los municipios registró una tasa negativa y sólo dos de ellos presentaron tasas superiores a 1%, Motozintla fue la excepción pues alcanzó una tasa de casi 2.2%, lo que estaría indicando que éste mantiene una posición de atracción por constituir el espacio donde se encuentra la mayor actividad económica y el centro político-administrativo.

Hemos señalado que la relación de la población con las fincas productoras de café define, en buena medida, la formación social de la Sierra. En la lógica relacional entre la finca y la población de la Sierra también se explica la dependencia y el subdesarrollo de la región que durante la segunda mitad del siglo XX no se pudo superar a pesar de los programas gubernamentales. Hoy, en los inicios del siglo XXI la Sierra se significa por sus bajísimos niveles de bienestar de su población en el contexto del estado de Chiapas y en el ámbito nacional.

Pero si en el pasado la población serrana se vinculó a las plantaciones cafetaleras del Soconusco, en el presente la mano de obra, sobre todo la de los jóvenes, se está orientando al norte del país para insertarse en las fábricas de ensamble, las maquiladoras de Tijuana, Mexicali y Sonora, preferentemente. Esta reorientación hacia mercados laborales más competidos y lejanos está teniendo un impacto económico importante en las familias campesinas y en un futuro próximo tendrá efectos significativos en el vínculo familiar y en el ámbito comunitario que se expresa en el desarraigo de sus miembros debido a que el familiar que emigra cuando regresa ya no participa en la vida comunitaria.

Este proceso es muy reciente en la región, y es resultado de una serie de acontecimientos que han impactado fuertemente en la población. Entre otros destacan: la crisis de los precios internacionales del café a instancias de la ruptura de las cláusulas económicas de la Organización Internacional del Café (OIC) a mediados de1989, situación que se prolongó hasta 1996; las lluvias de 1998 que provocaron la destrucción de la producción de café en cerca de 50%; la sequía de 1999 que provocó pérdidas en alrededor de 40% en la producción de café y bajas cosechas en maíz, el principal producto de autoconsumo. A estos acontecimientos se suma una segunda crisis de los precios internacionales del aromático que, luego de una corta recuperación a partir de 1994, se profundiza a partir de 1997 sin que todavía en el año 2003 llegara a tocar fondo. Esta última crisis ha sido de tal magnitud que obligó a la población a emigrar de la entidad. Durante varios ciclos productivos no se ha registrado inversión en la actividad cafetalera por lo que se ha originado una caída importante de los niveles de productividad y producción que en 2001 se estimó en 60 por ciento.

El impacto de la baja en los precios internacionales del café en la región ha sido dramática por la enorme dependencia de este producto en la generación de ingresos. Estamos hablando, según cifras oficiales, de alrededor de 22 mil pequeños productores de café que se traducen en aproximadamente 110 mil personas afectadas directamente en sus ingresos, amén de los efectos por la reducción en contratación de mano de obra y del resto de la cadena productiva.

Durante el siglo XX la población de la Sierra se multiplicó por diez al pasar de 16 523 habitantes en el año 1900 a 167 636 en el 2000. Esto ha generado una fuerte presión sobre los recursos productivos, fundamentalmente tierra, al grado que hoy el desarrollo futuro de la región no puede ser pensado con base en la agricultura, y en ausencia de un sector industrial y de servicios. La agricultura está en un proceso crítico: en el año 2000, el valor de la producción agrícola en la Sierra sólo representó 3.2% del total del estado, mientras que la región vecina, Soconusco, contribuyó con 35%, lo que muestra la enorme asimetría entre estas dos regiones.

La frontera cafetalera está agotada. En 1975 el Instituto Mexicano del Café reportó 21 643 hectáreas cultivadas y una producción de 201 240 quintales, lo que da como resultado 9.3 quintales por hectárea. Eran los años dorados de la cafeticultura, donde el estado se encargaba de fomentar la producción y organizar el acopio y la comercialización de los medianos y pequeños cafeticultores. Veinte años después, en 1996, y sin el apoyo del INMECAFÉ, se alcanzó una superficie cultivada de 32 129 hectáreas, poco más de 10 000 hectáreas adicionales, con una producción de 443 562 quintales, es decir, 13.8 quintales por hectárea.

La superficie cultivada de café se equipara al área cultivada de maíz, el producto de autoconsumo más importante para la población campesina de la región. Dos productos significativos para la subsistencia y reproducción familiar, uno con destino a los mercados globalizados y otro para el autoconsumo. La crisis de los precios internacionales del café ha afectado profundamente el precario equilibrio de las economías de las familias campesinas, al grado de provocar un proceso migratorio que en los últimos cinco años se ha agudizado. El valor de la producción del café en 1996 fue de casi 423 millones de pesos, 38% más que lo reportado en 1994 cuando los precios internacionales habían llego a niveles muy bajos; sin embargo, en el año 2000 tanto la producción como los precios habían diminuido de manera dramática, de tal forma que la producción se redujo en casi 27% y los precios cayeron en 49%, por lo que el valor de la producción sólo alcanzó 159.4 millones de pesos. La tendencia a la baja de los precios se ha mantenido durante los años 2001, 2002 y 2003, con lo que suman ya 6 años de crisis profunda.

Frente a este panorama, las organizaciones consideran que la cafeticultura ya no es una alternativa para el desarrollo de la región. La población ha decidido emigrar hacia mercados de trabajo fuera de Chiapas. El tradicional mercado laboral, las fincas cafetaleras, ya no representa una alternativa, no sólo porque este sector está en crisis sino también porque ya no es una fuente que resuelva el problema de reproducción familiar debido a las bajas remuneraciones.

Los movimientos de población de la Sierra hasta hace poco tiempo estaban acotados a la actividad cafetalera y a la industria de la construcción en Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas, y en el Distrito Federal. En principio, el único mercado laboral para la población serrana eran las explotaciones cafetaleras, principalmente durante la temporada de cosecha. Las fincas, las pequeñas propiedades y los ejidos productores de café constituían, durante los meses de noviembre a enero, la principal fuente de atracción de la población de tierra fría y cálida baja de la región, incluso para la población indígena de Los Altos de Chiapas y de zonas vecinas de Guatemala. En un segundo momento, dicha mano de obra comenzó a vincularse a la industria de la construcción en Tuxtla Gutiérrez y el Distrito Federal.

Esto ocurría durante los meses de enero a mayo, cuando los cultivos básicos y la actividad cafetalera no demandaban mano de obra en abundancia.

Hasta finales de 1980 la cosecha de café y la industria de la construcción eran los mercados laborales para la población serrana. A partir de 1990 se abre un tercer mercado como resultado de la crisis de la cafeticultura: las maquiladoras del norte de la república y Estados Unidos de Norteamérica. Este mercado comienza a ser atractivo sobre todo para los jóvenes que ven la oportunidad de mejorar la calidad de vida de sus familias. A pesar de que se requiere de una inversión relativamente considerable para pagar el pasaje y los gastos de estancia mientras consiguen empleo, la población se ve atraída por los salarios que pueden obtener, a pesar de ser inferiores a los que gana un obrero del norte del país cuyo monto fluctuaba en el año 2000 entre 700 y 1 000 pesos semanales. El trabajador de la Sierra de Chiapas acepta un salario de entre 400 y 600 pesos a la semana, situación que lo coloca en ventaja competitiva frente al obrero local.

En diez años el mercado laboral del norte de la república y Estados Unidos se constituyó en el principal destino de la fuerza laboral de la población de la Sierra de Chiapas. En las comunidades rurales, pero principalmente en las cabeceras municipales se han abierto una serie de negocios que funcionan como agencias de viajes, que ofrecen no sólo la transportación a Tijuana sino también la colocación en empresas maquiladoras. Por ejemplo, “Viajes Castro” transporta a poco más de 50% de los migrantes y “Viajes San Juan” otro 20%, el resto se distribuye entre las varias que existen en la región.

No hay cifras exactas, pero se estima que cada 15 días se transportan de la región hacia la frontera norte alrededor de 400 personas. El precio del transporte es muy barato pues fluctúa entre 900 y 1 300 pesos, lo que indica que los transportistas cobran alguna comisión en las empresas que requieren de trabajadores, de otra manera no es posible entender el bajo precio que cobran por el servicio. Además de la opción del transporte organizado, la población también viaja en forma individual en transporte público. Ahora las migraciones se realizan todo el año, no existen temporadas altas o bajas sino que se tiende a una regularidad.

Las estimaciones sobre la cantidad de personas de la región que se encuentran en el norte de la república y Estados Unidos están en alrededor de 10 000. Es una cifra quizá un tanto conservadora, pero altamente significativa si la comparamos con la PEA ocupada en el año 2000, pues representa cerca de 22%, pero si la contrastamos con la población ocupada en las actividades primarias la cifra se incrementa a casi 30%, y representa una cifra mayor que la fuerza laboral emplea en el sector terciario.

Con base en datos de Telecom podemos estimar que por este medio entran a la región alrededor de 2 millones 250 mil pesos al mes. A esto hay que agregar las 80 órdenes de pago que realizan diariamente en Bancrecer (ahora Banorte) con un valor que fluctúa entre 400 y 10 000 pesos cada una. Estas dos fuentes suman un total de 9 millones 450 mil pesos mensuales. Si a esto adicionamos los envíos de dinero de Estados Unidos a través de Giro-Max y México-Express, que en el año 2000 fueron más de 8 000 con un valor promedio de 1 000 pesos, obtendríamos un total de 8 millones de pesos, que aunados a la suma anterior tendríamos poco más de 121 millones 450 mil pesos al año, una cantidad equiparable al valor de la producción de café registrado en el año 2000 que fue de poco más de 154.4 millones de pesos.

Estas cifras son parciales, sólo indicativas del proceso, debido a que las fuentes de información están ubicadas en Motozintla que aun cuando es el centro político-administrativo de la región sólo recibe una parte de las remesas que envía la población serrana que trabaja en Estados Unidos. A pocos minutos de allí se encuentra la localidad de Frontera Comalapa donde la población serrana concurre para realizar diversas actividades económicas y administrativas. En esta localidad se encuentran oficinas de Telecom, Banamex y BBV. La importancia de Frontera Comalapa se evidencia en una muestra de llamadas telefónicas durante el año 2002. Por ejemplo, en una caseta telefónica de larga distancia, de varias que existen en la localidad, encontramos una relación significativa entre la región y los Estados Unidos: las llamadas más frecuentes fueron a diversas localidades de los estados de Florida, Texas y Arizona, es decir, el sur de este país.

Otro aspecto muy interesante es la cantidad de llamadas telefónicas registradas entre Frontera Comalapa y los países centroamericanos. Destacan en orden de importancia, como lugar de destino, Nicaragua, Guatemala, Honduras, y El Salvador. Esto confirma la idea de que la región también es un territorio de tránsito, una región dormitorio de población centroamericana que busca alcanzar el sueño americano. Su paso por la región es temporal y tiene como finalidad obtener algunos ingresos para reiniciar su viaje a la frontera norte, al tiempo que les permite conocer mejor a la gente, los movimientos de los agentes de migración y a los “polleros” para facilitar su tránsito.

En sólo cinco años se produjeron cambios dramáticos en la composición de los migrantes. En principio sólo eran jóvenes y hoy abarca población de todas las edades, incluso se puede observar la migración de la familia completa. El fenómeno migratorio es un proceso social que está transformando el rostro de la Sierra de Chiapas, en un proceso difícil de parar porque hasta ahora no existen otras opciones de empleo a pesar del anunciado Plan Puebla-Panamá. En este marco, el cambio cultural comienza a ser evidente, las nuevas generaciones ya no desean trabajar la tierra, ahora la alternativa es emigrar a la frontera norte y a Estados Unidos de Norteamérica. La introducción masiva de sistemas de televisión satelital y la telefonía celular están vinculando rápidamente a la región al proceso de globalización.

Reflexión final

La Sierra de Chiapas es un territorio devastado, productor de migrantes, con una economía campesina deteriorada y con altos niveles de pobreza, agudizada en buena medida por la crisis estructural de la economía cafetalera, sin posibilidades de un desarrollo endógeno. Los valiosos esfuerzos de las organizaciones impulsoras de la producción del café orgánico han sido insuficientes para contener el desastre ecológico y económico de la Sierra. Los 100 años de historia como región ligada a los destinos de Chiapas y México han dado un viraje hacia la frontera norte. La globalización de la pobreza ha llevado a que dos territorios muy distantes, el norte y el sur de México, establezcan relaciones a través de los flujos migratorios. Este acercamiento todavía es reciente por lo que la conformación de redes sociales y las comunidades que otros grupos del país han formado en los lugares de llegada todavía no se expresa de manera clara en el caso de la Sierra; tampoco se observan estrategias afirmativas por parte de los migrantes serranos en la defensa de sus rasgos culturales y la protección frente a las posturas restrictivas en materia de migración y frente a prácticas de rechazo social que se reflejan en las condiciones laborales.

Citas

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