[ 0009-0001-5072-9479 ] Fabio Alexis de Gangez López [*]
La historia de la narrativa chiapaneca aún está por escribirse.1 Sin embargo, algo se puede sugerir de entrada: a pesar (o por causa) de la influencia de Rosario Castellanos, es muy regionalista y narra una y otra vez las mismas cuestiones en los mismos escenarios. Como ha planteado el escritor y antropólogo Jesús Morales Bermúdez, todo está por hacerse, puesdesde sus orígenes, los autores chiapanecos parecen mirar con excesiva complacencia el terruño. De esta forma, Morales Bermúdez, al terminar la sección de narrativa de su libro Aproximaciones a la poesía y la narrativa de Chiapas (el último párrafo está dedicado al narrador Gabriel Hernández) sugiere lo siguiente:
No podemos hablar de más producción narrativa en el estado. Arduo como es el oficio, requiere de alta dedicación y paciencia. Las condiciones no han favorecido su desarrollo. Borges, la literatura fantástica, la necesaria experimentación formal, la imaginación pura, son elementos y temas todavía distantes en el hacer de los chiapanecos. Lo inmediato, lo cotidiano, lo real, señorean. El fervor naciente por la narrativa, entre jóvenes escritores, lo mismo mestizos que indios, en un futuro, ojalá no remoto, emergerá alguna voz que sinte-tice el Chiapas múltiple que bulle en todos y que se nos fragmenta quien sabe desde cuándo. (Morales Bermúdez, 1997 , p.191)
Ya dentro del ámbito más amplio de la narrativa mexicana, tenemos obras que narran los pueblos pequeños, escenarios de conflictos no resueltos, hipocresías, rancias costumbres y catolicismo extremo. Resaltan Al filo del agua, de Agustín Yáñez, Los recuerdos del porvenir, de Helena Garro o La feria, de Juan José Arreola. Y, claro está, en el ámbito de la historia tenemos esa maravilla de la microhistoria llamada Pueblo en vilo, del historiador michoacano Luis González y González.
En este sentido ¿cómo podríamos situar a Mácula en lo dicho por Jesús Morales Bermúdez? ¿Cuál es su aportación a la narrativa chiapaneca?
El libro está compuesto por 41 fragmentos de variada extensión. Empieza adentrándonos en el escenario con el bolero “Usted”, de Gabriel Ruiz Galindo, como fondo (más adelante aparecerán otros boleros como contrapunto de las acciones) y nos va dando algunas pistas para introducirnos en la vida de los personajes y en sus vidas cotidianas. Como en las novelas de Balzac, y parecido al preludio que abre las óperas de Mozart, el libro se adentra en el pueblo mediante el uso de un narrador omnisciente:
Desde la torre de la iglesia de indios el tiempo se detenía: ahí las calles custodiadas por albarradas de frondosas jacarandas se desvestían de rocío para enseñar sus colores; las casas de adobes con sus puertas de cuatro hojas y ventanas de medio óvalo sumergidas en las paredes escondían suspiros de desvelos no correspondido; resaltaban los techos de rojo barro sólo golondrinas donde sólo golondrinas sabían anidar. El pueblo era ya ese animal silencioso que trataba de despertar en la conformidad eterna para dar inicio a su rutina de siempre. Eran los mismos ojos de miradas cortas, enterrados por la pereza. Las carretas bulliciosas con campesinos aún briagos de la vida, colgados del timón, sin más esperanza que un mucho de miseria; las perpetuas vigilantes de la vela, vestidas de negro, santificadas y curiosas por descubrir otros placeres; los tenderos con escoba en mano y un manojo de albahaca esparcían bendiciones sincréticas para alejar los maleficios y atraer clientela; las señoritas bien, en cómodos Cadillac de cornetas estridentes, a diestra y siniestra asustaban a los perros famélicos para llegar temprano al colegio de las niñas bonitas; el eterno vagabundo recostado en sus orines suplicaba una limosna para quitarse el frío; las mujeres del primer barrio se apuraban con sus compras en el mercado público, mientras sus niños se entretenían en el puesto de revistas con la lectura de Memín Pingüín; los más crecidos de ellos, casi adolescentes, de prisa ojeaban las piernas de la negra Rarotonga en las hojas de Lágrimas y risas, temerosos de que alguien los viera y quedaran al descubierto sus insistentes punzadas; otras mujeres emprendían igualmente sus tareas, metidas en los olores y sabores, con la leche a punto de quemarse, el comal veteado de cal con su panza rebosante de maíz nuevo, el sazón entre brasas, el aromático café humeante y las súbitas carcajadas al escuchar en la radio matutina a Nananina, a Rudecindo Caldeiro y Escobiña y a Tres Patines en la comedia La tremenda corte. Después de unas horas, volvían a reunirse alrededor del aparato transistor, casi a mediodía, para sentirse amadas por el bandido del norte, Por-firio Cadena, el ojo de Vidrio. (Miceli, 2023, pp. 11-12)
En el anterior fragmento se pueden ver numerosas referencias culturales que nos sitúan en un tiempo y un espacio determinados: Memín Pingüín, Rarotonga, Tres Patines, etcétera. Estamos, pues, en un tiempo y un espacio: un pueblo chiapaneco de mediados del siglo XX. La trama, sin embargo, empieza cuando la narración se focaliza en Bromelia, una mujer de aproximadamente treinta años que trabaja para el médico local y tiene escarceos románticos con un alemán.2
La acción principal transcurre en el pueblo de San Juan de los llanos, el cual podría ser un tí-pico poblado de la Frailesca u otra zona del estado de Chiapas. Ahí, los personajes viven sus vidas entre la beatitud y la conformidad, entre el asombro y el aburrimiento, entre el deseo de salir al exterior y quedarse toda su vida al abrigo de sus prejuicios y costumbres. También hay violencia, pero esta no llega a manifestarse por completo (por lo menos hasta algunos capítulos cercanos al final) y naturalmente hay muchas cuentas pendientes.
La narración, en todo caso, se va focalizando en algunos personajes y, en el capítulo nueve, vemos a Braulio Zaragoza Burillo de la Torre, el cacique local, quien descubre que su fiel ama de llaves de muchos años, Petrona, tiene un amante, el cual es amenazado de muerte por Braulio. Esto provoca que Petrona se deprima al grado de perder la cabeza. El patrón opta por abandonarla en la calle y dejar que se convierta en la loca del pueblo.
Otra cuestión interesante es la exploración que se hace de la Ciudad de México, pues Ildefon-so, uno de los personajes principales, llega a vivir ahí. Tomando prestada una expresión de Rayuela, de Julio Cortázar, podríamos ver al pueblo de San José de los Llanos como “el lado de acá” y la Ciudad de México como “el lado de allá”. Una zona en donde ocurre todo lo importante y otra en donde no parece ocurrir nada (a menos que se tomen en cuenta los rencores subterráneos y los deseos postergados).
El lenguaje explora el interior de los personajes y se detiene, especialmente, en las escenas eróticas, pero también en anhelos e ilusiones, deseos y rencores, un poco a la manera del narrador uruguayo Juan Carlos Onetti, quien de acuerdo con Mario Vargas Llosa, en el viaje a la ficción es un narrador que nos expone que estamos hechos de historias3 dentro de otras historias.
El tema de la ficción y la vida es una constante que, desde los tiempos remotos, aparece en la literatura, y, además de las obras que ya he citado —el Quijote, Madame Bovary—, muchas otras lo han recreado y explorado de mil maneras diferentes. Pero acaso en ningún otro autor moderno aparezca con tanta fuerza y originalidad como en las novelas y los cuentos de Juan Carlos Onetti, una obra que, sin exagerar demasiado, podríamos decir está casi íntegramente concebida para mostrar la sutil y frondosa manera como, junto a la vida ver-dadera, los seres humanos hemos venido construyendo una vida paralela, de palabras e imágenes tan mentirosas como persuasivas, donde ir a refugiarnos para escapar de los de-sastres y limitaciones que a nuestra liberta y a nuestros sueños opone la vida tal como es. (Vargas Llosa, 2008, p. 43)
En Mácula se explora también los contrastes entre lo sagrado y lo profano. Así, un capítulo sobre un personaje llamado Milagros expone la hipocresía de la extrema beatitud, pues vemos cómo el personaje, después de salir de la iglesia (en donde reza y se encomienda fervorosamente a Dios y a todos los santos) piensa:
Al salir del templo era otra, se transformaba para vivir el siguiente escenario de prisa guar-daba el velo negro, se quitaba el escapulario y demás enseres religiosos. Agitada se dirigía al mercado público, llevaba preparados pagarés al cincuenta por ciento de interés... ¿Y el amor al prójimo? Bien gracias. (Miceli, 2023, p. 62)
Otra constante es la presencia de inmigrantes alemanes que llegaron a Chiapas procedentes, en gran parte, de Hamburgo. Retomando la idea de Bermúdez (1997 ), estos inmigrantes y su legado, tradiciones o costumbres, han sido poco aprovechados en la narrativa chiapaneca (y sin tomar en cuenta a otros grandes viajeros y exploradores que han estudiado el estado). En ese sentido es interesante que haya un personaje (Herbert, un matemático) originario del puerto hanseático de Hamburgo, a quien le cuesta trabajo entender algunas costumbres religiosas o relacionadas con brujería del pueblo y sus habitantes.
¿Pero como se manifiesta la descripción de los lugares? En su libro El espacio en la ficción (2001), Luz Aurora Pimentel expone cómo se representa el espacio en la narrativa. Sugiere, a grandes rasgos que, describir un lugar implica dividirlo en sus partes constituyentes.4 También expone diferentes maneras en que la ficción nos “sumerge” en un universo verbal que toma muchos de sus elementos del mundo real (Pimentel usa ejemplos de Balzac, Proust, Conrad, etc.). Mácula presenta algunas interesantes descripciones que se detienen en la minuciosa enumeración de elementos, como en el ejemplo siguiente, cuando describe San Juan de los Llanos percibido por Herbert:
Salieron de la nada en cuestión de segundos: se apoyaban en muletas, traían la cabeza vendada con trapos viejos, rostros deformes, niños raquíticos, mujeres de tez pálida con vientres abultados y vestidos a punto de romperse cargando al destetado en hombros, al-cohólicos empedernidos, mujeres y hombres de pasos lentos apenas equilibrados en rústi-cas muletas, enfermos en camillas improvisadas traídos de no sé dónde; y, más atrás, esas solteronas rayando en los cuarenta olorosas a frutas pasadas de maduras, de labios acarmi-nados con sus últimas sonrisas de coquetería a punto de secarse. (Miceli, 2023, p.63)
En Mácula hay también una exploración de la política en la figura del médico Teófilo Figueroa, amigo del presidente y miembro del Partido Revolucionario Institucional, que controlaba todo con mano de hierro. Por extrañas circunstancias, este personaje llega a la presidencia y se ve obligado a cubrir algunas cosas de su pasado, como la existencia de amantes hombres. Uno de ellos es Ildefonso, quien es detenido por los guaruras y aparentemente asesinado. Sin embargo, aparece un mes después en el hospital de Tuxtla Gutiérrez Domingo Chanona,5 del cual es ahora el director. Ahí se encuentra con Shalo, una veterana prostituta que ha conocido a todos los personajes del poder, quien al ser revisada por el médico, hace un discurso sobre la “comedia humana”:
-Qué doña Salomé ni qué pictes. Dígame Shalo, como todos. Téngame confianza. Yo le serviré muy bien, ni se imagina cuánto conoce esta vieja diabla, cabrona, pero bien infor-mada. Conozco de los secretos más recónditos de la clase política, de los comerciantes, ganaderos y cafetaleros, antes revolucionarios carranclanes o mapaches; de las viejas esti-radas, de las putillas de barrio, dizque secretarias particulares que las traen pisa y pisa y si bien les va hasta su curul se ganan con el culo. Conozco a todos, hasta a los mampitos del poder y a una que otra loca a quien ya bien borracha se le olvida que es juez, diputado, miembro del gabinete, maestro de escuela... y ahí los puede ver en mi burdel, joteando a brazo tendido. Pero eso sí, hay secretos que se irán conmigo a la tumba, es clave para cose-char privilegios y vivir con decoro. Aquí no se puede decir todo lo que se sabe; la única malhablada y consentida soy yo, pero esto tiene sus límites. Eso porque conozco los secre-tos de todos los integrantes del clan que gobierna la entidad. Les conozco hasta los pliegues del cuerpo, sus mañas, la manera como hicieron sus fortunas, a sus honorables mujeres que un día salieron de mi santa casa. (Miceli, 2023, pp. 109-110)
En este libro la política chiapaneca es vista como algo sumamente vulgar y banal. Una actividad realizada con cinismo y sin interés por el pueblo. Se trata de establecer relaciones y hacer vínculos con gente importante:
Los primeros cuadros de políticos, comerciantes y ganaderos del estado estaban reunidos alrededor del gobernador para tal ocasión. Todos le dirigían elogios. Empezaron a admirar su conducta, según ellos, propia de elegidos y de hombres grandes, así como la cercanía y afecto del primer personaje del estado, hecho que empezaba a provocar recelo y descontento entre otros. Ildefonso conversaba con soltura con el gobernador como si lo conocieran de años, con gran camaradería. Desde esa noche, la clase política chiapaneca supo que Ildefonso traía alas para volar y que sus amarres estaban en el centro, razón para no obstaculizar sus planes. El médico, aún confuso por sus circunstancias e ignorando su propia realidad, no hacía otra cosa que comportarse educado y sabio, primera lección aprendida en el mundo de las filas mayores, es decir, en las filas nacionales, y que a estas alturas le permitía actuar con toda naturalidad, sin aspavientos y falsas poses, propias de discursistas de academias baratas, quienes frente a un espejo ensayaban sus gestos, la expresión de sus manos, escuchaban hasta el cansancio cada palabra, cada frase, memorizaban los gustos del jefe y tenían palabras y actitudes para cada movimiento del supremo. Se trataba de vivir en la falacia y la simulación, de entender la política como el arte de agradar, hasta llegar a la falta de decoro, a quien toma las primeras y últimas decisiones, sin importar el bien común, las necesidades sociales apre-miantes y todo aquello que permitiera alcanzar mejores condiciones de vida para los gober-nados; se trataba del poder por el poder mismo. (Miceli, 2023, p. 114)
Podemos ver en este fragmento cómo el poder es una especie de farsa en la cual,6 en una emulación carnavalesca de Maquiavelo, los habitantes solamente son carne de cañón, masa indiferenciada que unge al nuevo cacique. Y como el poder corrompe, Braulio también se ve arrastrado a una espiral de pasiones desbocadas y libertinaje extremo.
En los últimos capítulos se va retomando la vida de algunos protagonistas en lo que podríamos ver como una especie de “declive” o “resurrección” (como es el caso de Herbert, el migrante alemán). En ese punto hay una escena erótica que se adentra en las sensaciones de la amante del “matemá-tico hamburgués”, mezclando mitología griega con elementos del mundo animal:
La vigilia profunda la colmaba de arrebatos. En sus ansias se sentía levitar como luciérnaga en sábanas persas. A ratos flotaba ausente de sí misma. Se sentía Hera en busca de Zeus. Luego recobraba el sentido. A medio dormir la inundaba el furor de sus noches. Traía su presencia pegada en cada milímetro de su piel, imaginaba sus labios que succionaban la miel de sus cavernas, el roce de su rostro barbado a medio rasurar mientras sus dientes la mordían con suavidad. Se sentía nauyaca retorcida al impulso de las sensaciones de su lengua. Exhalaba gemidos entrecortados, pronunciaba palabras ininteligibles. [...] Era ya una loca en los linderos de su lecho, transformada en diosa, mientras Zeus felaba en sus profundidades, ante la corpulenta imagen que mugía como un toro. (Miceli, 2023 , p. 145)
Mácula es un ejercicio narrativo que explora un Chiapas profundo y negado. No solo por el poder político sino también por sus propios pobladores, que se dedican a hacerse el mal unos a otros y a vivir sus vidas de una manera rutinaria y tediosa, contándose chismes y criticando al vecino. En este punto podríamos retomar la pregunta del principio. ¿Cómo podríamos situar a Mácula en lo dicho por Jesús Morales Bermúdez? ¿Cuál es su aportación a la narrativa chiapaneca?
Posiblemente podamos situarlo junto a novelas como Yucundo, lamento por una ribera, de Heberto Morales, en su visión pesimista del poder, en la sensación de que en Chiapas las cosas nunca mejoran y en un tono y enfoque más bien pesimistas sobre el ser humano. También con las mismas novelas de Jesús Morales Bermúdez, aunque el tono y el enfoque sobre el pueblo donde ocurren las acciones, es muy diferente de, por ejemplo, La espera. También se da una interesante exploración de los alemanes extranjeros en Chiapas y del asombro que viven los chiapanecos cuando se alejan del terruño y llegan a grandes urbes como la Ciudad de México (en donde, por cierto, había una casa del estudiante chiapaneco en la que se formaron algunos ilustres chiapanecos). Existe también una intensión de criticar al poder político que se ha visto en algunos narradores más recientes (pienso en Nudo de serpientes, de Alejandro Aldana). Esa sensación de que los chiapanecos estamos alejados de Dios y que aquí todo ocurre tarde y mal, pues todo es controlado por mafias ocultas que deciden el destino de sus gobernados de la peor manera posible.
¿Podríamos pensar que simplemente el hombre es egoísta por naturaleza y hay en el demasia-das pasiones oscuras que provocan el caos y la desolación en la tierra? La novela de Miceli parece decantarse hacia ese externo y muestra personajes poco propensos al cambio y a mejorar como seres humanos. Destaca también el uso de un lenguaje particular para algunos personajes, como es el caso de la matrona Shalo, una suerte de conciencia moral irónica que guarda secretos inme-moriales (e innombrables) de muchos de sus clientes, como un archivo de carne y hueso de las debilidades y contradicciones humanas.
Un atractivo más del libro son las imágenes de las alumnas de la facultad de Artes plásticas de la UNICACH. Se trata de cuatro viñetas inspiradas en las distintas escenas de la narración, hechas por Alondra Rodríguez Sánchez (también portada), Azul Abril Santiz Ramos, Isabel Ordoñez Ocaña y Carolina Marín Aguilar. Sin duda un atractivo complementario para el lector que se in-terne en este Péndulo de las contradicciones que es Mácula.