Resumen:

Reseña del libro: El arcoíris de la disidencia. Novela gay en México (2019), de Ana Alejandra Robles Ruiz. UNICACH, 2019.

Abstract:

Review of El arcoíris de la disidencia. Novela gay en México (2019), by Ana Alejandra Robles Ruiz. UNICACH, 2019.


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Robles ofrece una lectura de carácter sociológico y literario, con base en los estudios de género y las masculinidades. El arcoíris de la disidencia es una investigación que se enmarca en una época específica en la historia de México, mostrando varias representaciones e imaginarios en los protagonistas de tres novelas gais mexicanas, producidas en la primera etapa del movimiento lésbico y gay (LG) de México que va de los años 1978 a 1984: El vampiro de la colonia Roma (1979) de Luis Zapata, Utopía gay (1983) de José Rafael Calva y Las púberes canéforas (1983) de José Joaquín Blanco.

Me parece pertinente que su análisis se centre en los imaginarios y constructos sociales, pues dan significado a la vida de los protagonistas de dichas novelas, desde cómo se conciben como individuos en una sociedad y en un grupo social específico, hasta cuáles son las ideas, necesidades y acciones ante esa sociedad que los ha marginado en su contraste con el otro. La autora es capaz de identificar las construcciones de identidades alternativas, principalmente por medio de dos mecanismos de exclusión: la homofobia y la misoginia.

El libro, en sus 174 páginas, ofrece cuatro capítulos organizados de la siguiente forma: índice, prólogo, introducción, capítulo I. Movimiento LG en México: imaginarios sociales e identidades en novela con temática gay (1978-1984), capítulo II. Utopía gay. Construcción de identidades, capítulo III. El vampiro de la colonia Roma. La nueva picaresca: de triunfo y erotismo, capítulo IV. Las púberes canéforas: multiplicidad de voces, diversidad de identidades, reflexiones finales y referencias.

En el capítulo I, Robles hace una revisión histórico-social a fondo del nominalismo de la palabra “gay” -a pesar de ser anglosajona-, la cual permite una organización y reconocimiento de los diferentes individuos dentro del canon homosexual. “De carácter positivo”, menciona la autora, este vocablo posibilita discutir la identidad colectiva y los roles tradicionales de la sexualidad hegemónica y heteronormada de esos años. Emplear el término cuestiona a la masculinidad en su orden de identidad como estructura jerárquica y conflictiva -con frecuencia, violenta y de exclusión- no solo en la sociedad, sino en la misma literatura.

También creo conveniente el hecho de que en este capítulo se señale la trayectoria política del movimiento LG de México que impulsó a diversos autores a interesarse y hablar sobre la identidad gay que había estado oculta durante varios años, como Luis Zapata, Jorge Arturo Ojeda y Raúl Rodríguez Cetina, por mencionar algunos. Asimismo, aquí Robles propone un marco teóricoconceptual sobre los términos de identidad1 en Gilberto Giménez (2005), imaginarios sociales2 en Cornelius Castoriadis (1993), representaciones sociales3 en Serge Moscovici (1979) y habitus4 en Pierre Bourdieu (1993), entre otros.

La literatura de temática homosexual y homoerótica en México tiene una amplia muestra de debates y estudios desde mucho tiempo atrás; sin embargo, la insistencia de Robles en incluir este panorama histórico funda, organiza y visibiliza a detalle el Movimiento Homosexual. Este capítulo Russell Manzo Vázquez sirve para ver de manera directa o indirecta las producciones creadas por miembros del movimiento como prueba de la visibilidad artística y estética que se estaba generando en ese momento.

En el capítulo II, Robles analiza la novela Utopía gay escrita por José Rafael Calva, publicada en 1983. La trama se enfoca en la vida cotidiana de una pareja gay: Carlos y Adrián, quienes un día se enteran que serán padres. Posteriormente, Adrián -el más joven- queda embarazado de Carlos. La autora aporta con claridad una serie de reflexiones internas de cada uno de los personajes y su vinculación con el tema del “ser hombre homosexual” en una sociedad subvertida, por medio de la identidad, el imaginario social, el habitus y las representaciones sociales.

Robles infiere que la identidad e identificación de los sujetos yace en el amor; amor que se apega a cierto modelo heterosexual de familia, pues los personajes esperan alcanzar esa “utopía” mudándose a Baja California a la orilla del mar para formar una familia alejados de la civilización. Esa identificación con el otro recae en la comparación de que ese ideal solo es posible en ese imaginario social: en esa utópica relación de modelo heterosexual.

Es congruente que Robles, dentro de ese imaginario social, identifique la promiscuidad como tema potencial en la novela, pues es difícil que las relaciones entre hombres sean duraderas, de acuerdo con el mundo ficticio del autor. La promiscuidad se muestra como un habitus característico del grupo de los gais, como aquel comportamiento que va en contra de la moral de esa sociedad mexicana. La autora refiere a este hecho de nombrar a la homosexualidad desde todas sus aristas y representaciones como la promiscuidad, porque solo así brinda existencia al sujeto.

Nuevamente, concuerdo con Robles al reafirmar el tema de la identidad cuando en aras de su proyecto Adrián y Carlos luchan por mantener ese estatus de pareja estable y perfecta. La memoria les ha de recordar que en el pasado ser gay no era así, por lo que les costará aceptarse tal cual, haciendo tambalear esas identidades que nunca están fijas. Yace una frustración en los personajes porque en esa sociedad hegemónica no hay espacio para sujetos homosexuales.

Contrastando con la autora, este imaginario social se puede ver en la novela Temporada de caza para el león negro (2017) de Tryno Maldonado, donde el narrador y protagonista insiste en preservar un modelo de vida perfecta con Golo, un joven impredecible ahogado en la pintura, las drogas y el sexo. Los actores se ven sumergidos en múltiples sucesos hegemónicos en los que la promiscuidad será el quiebre para ese constructo quimérico. Esto constata que los imaginarios y representaciones construidos bajo una naturaleza homosexual, difícilmente se acoplan a las identidades gais de este binarismo.5

En el capítulo III, la autora habla sobre El vampiro de la colonia Roma. Las aventuras, desventuras y sueños de Adonis García de Luis Zapata, publicada en 1979. La trama se basa en Adonis, un trabajador sexual que juega con las dos imágenes que refiere el título amplio de la novela: Adonis, como aquel ser que representa la vida, la fertilidad y la naturaleza, y su relación con lo mítico de Perséfone y Afrodita. Y el vampiro como una figura romántica del siglo XIX, cuya inmortalidad se encuentra en la carne y los placeres del otro.

Robles nos lleva a un análisis sobre la conformación de la identidad de Adonis García, a través de la serie de cambios y experiencias por las que atraviesa. Un chico de veinticinco años, cuya identidad se va construyendo desde niño cuando descubre que posee un gran apetito sexual, que siente atracción por personas de su mismo sexo y experimenta reiteradas prácticas eróticas (masturbación y sueños húmedos, entre otras).

La autora refiere en Adonis esa construcción identitaria al asumirse del lado de la “diferencia”, y darse cuenta que su comportamiento y sus deseos no son bien vistos por la sociedad en general, llevándolo a cargar con prejuicios y segregaciones. En esa segregación Adonis comienza a reconocer de forma indirecta que hay un tipo de imaginarios sociales heteronormativos y masculinidades hegemónicas que se imponen en la sociedad.

El reconocimiento público, el éxito monetario y sentimental y otro tipo de hazañas conforman ese imaginario social que cuestiona su identidad, y la percepción que los demás tienen de él. En la obra su identidad se muestra cambiante, reforzándola al asumirse prostituto para solventar sus gastos, pues su desplazamiento a la colonia Roma parece exorbitante. Ahora se muestra como un joven con una identidad trabajada desde la aceptación de su homosexualidad, del desempeño de su profesión y el uso autónomo de su cuerpo.

Coincido con Robles en que la sociedad a la que pertenece Adonis es androcéntrica y heteronormativa. El protagonista forja su identidad en ese imaginario social, permeado por un discurso machista ya instituido, que no se cuestiona y se mantiene por tradición o costumbre, favoreciendo al sexo masculino sobre otras prácticas sexuales. Dado ese contexto, el personaje principal revela que, a través de sus acciones, los valores, símbolos y prácticas se traducen como representaciones sociales y habitus.6

Uno de los tantos habitus de Adonis es la concupiscencia, el deseo de cambiar con regularidad de parejas, pues dentro de la prohibición social imperante en el mundo de la novela, acelera sus tendencias afectivas. Sin embargo, dentro de ese imaginario yace otro habitus que son las enfermedades venéreas, por las cuales Adonis ha pensado en cambiar radicalmente, dejar de practicar sexo con hombres y volverse heterosexual. Estos hechos me llevan a pensar en la novela El lugar sin límites (1981; publicada por vez primera en 1966) de José Donoso, una obra que muestra un imaginario social parecido al que analiza Robles en Zapata. Pancho Vega y la Manuela dan muestra de ese reforzamiento de la identidad y el deseo del macho al tener muchas amantes mujeres, y un gay para renombrar su discurso de poder viril; aunque la Manuela sea esa imagen seductora que desestabilice la identidad de Pancho. Estas disertaciones, al igual que las de Adonis, reconfiguran la existencia del sujeto, y dan testimonio de esas subjetividades marginales y hegemónicas.

Finalmente, en el capítulo IV la autora habla sobre Las púberes canéforas de José Joaquín Blanco, publicada en México en 1983. Esta novela narra la historia de Felipe (un joven “chichifo”)7 y Gui-Russell Manzo Vázquez llermo (un señor burócrata de cuarenta), que pasaron de ser cliente, el uno, y prestador de servicio, el otro, a tener algo más íntimo. Dentro de la identidad de los personajes, la autora identifica a un “gay definido” en Guillermo, y a un Felipe formado bajo su constructo de heterosexualidad, relacionándose sentimentalmente con Analía, una joven prostituta. 8

La identidad de Guillermo se basa en las convenciones sociales por el hecho de “pertenecer”. Es una persona que ha forjado su identidad a través del canon heterosexual (a pesar de definirse como homosexual), para tener una estabilidad económica y social, hasta estar casado con Irene. De ahí que su representación social, menciona Robles, tuvo que acoplarse a los estándares de hombre heteronormado, en el momento de nacer hombre, compitiendo con otros hombres por esos atributos propios de masculinidad.

La identidad de Felipe se basa en un joven de dieciocho años proveniente de una familia de clase trabajadora. Su identidad se ve forzada por intereses materiales como ropa, coches, fiestas, alcohol, etc. De ahí su fijación por darle valor al dinero y su fascinación con el mundo moderno. Se da cuenta de que el habitus del trabajo sexual es la única forma para elevar su clase y dejar de pertenecer a una clase que no goza de privilegios. Además, Robles es capaz de identificar que en Felipe yace un punto más en ese constructo de identidad, y es la de la existencia de Analía (su novia), lo que permite ver que el joven no se ajusta a binarismos sexo-genéricos y a constructos de orientación sexual.

El imaginario social se encuentra en el centro de la Ciudad de México, donde las calles están deshabitadas y desiertas. Son calles que sirven de refugio a homosexuales pobres, hombres borrachos, viejas vecindades. Esto lleva a la autora a pensar que existen dos tipos de sociedades: 1) el mundo heterosexual de clase media de “buenas prácticas” y 2) el mundo homosexual de clase obrera y los “comportamientos indecorosos”.

El habitus primordial, según la autora, es la juventud, pues en ella es posible ver ese imaginario gay relacionado con el tema homosexual, y por el que Felipe se siente atraído: diversión, sexo, desenfreno. Esta representación social es la que persiste, y a través de la cual le permite a la autora identificar nostalgia en Guillermo, quien no puede pertenecer a dicho grupo social porque no posee más juventud. Los habitus de ambos se representan bajo sus condiciones de grupo y edad. Ambos solo pueden salir bajo el anonimato de la noche de los bares de ambiente.

Pactando con Robles, dichos habitus pueden verse claramente en El desconocido (2007) de Raúl Rodríguez Cetina: la prostitución y la juventud; donde Narvely es un personaje que ha sufrido violencia sexual desde la infancia, y refuerza su identidad a partir del reconocimiento de su cuerpo adolescente. Sus cualidades sensuales lo llevan a dedicarse a la prostitución, orillándolo a la culpa y a la soledad. Narvely y Felipe comparten imaginarios sociales parecidos, pues están constituidos por los embates de la desesperación, la ambigüedad y la depresión que la misma sociedad machista les ha oprimido.

Este libro es una apuesta teórico-metodológica novedosa que Alejandra Robles sigue con El arcoíris de la disidencia. Novela gay en México, pues abre un abanico de análisis que en términos LGBTTIQ+ parecen triviales e intrascendentes, hablando de obras literarias que impulsaron un porvenir a la nueva literatura gay hispanoamericana. La autora se aventura en las significaciones de ciertos imaginarios sociales en estas novelas de renombre, con el propósito de explicar más de la interioridad y configuración identitaria de los personajes, primero como individuos y luego como una sociedad inmersa en una construcción hegemónica. Incluso, expone una pertinente revisión histórico-social en aras del saber político, cultural y social que vivía México en esos tiempos, para conocer el contexto del que parten estos escritores.

Lo que propone Robles en torno a las representaciones sociales y habitus pareciera que ya se ha leído en otros libros, artículos y estudios; sin embargo, la autora encaja con sutileza no solo en los contextos literarios sugeridos, sino también en la vastedad literaria con temática homoerótica, homosocial y homosexual que existe. Como menciona Domínguez Ruvalcaba, es en “los imaginarios sociales donde versa la extrapolación binaria del sistema patriarcal opresivo y el sujeto marginal oprimido” (2013, p. 17). Y es en la lectura de Robles donde es posible identificar esos imaginarios sociales bajo la construcción de masculinidades periféricas a través del odio, el amor y el deseo de los personajes, esbozando así relaciones de poder.

Lo sugerente del libro es que cualquier lector o lectora puede acercarse y analizar las formas en que las representaciones del cuerpo masculino han intervenido en los contextos históricos, políticos y sociales de la literatura mexicana contemporánea, y así abrir una nueva lectura sobre identidad, representaciones sociales, imaginarios sociales y habitus en los cuerpos, la sensualidad y el erotismo en otras ramas de estudio como el cine o las artes plásticas.

Aunque no se extiende en explicar algunas categorías homosociales para evitar reducciones, resalto que la autora le deja un trabajo oportuno al lector para profundizar en los términos del “mayate” y el “chichifo” -incluso del “chacal”- con esa misma lente, y ofrecer diferentes herramientas para futuros trabajos. Ese “arcoíris” que presenta Robles insiste en mostrar una nueva franja de color, una mirada fresca a esas identidades periféricas que yacen en los límites, en lo abyecto y en la dominación hasta el día de hoy.