Introducción

Existe una correlación positiva entre la diversidad biológica y la diversidad cultural y lingüística (Gorenflo et al., 2012, p. 8037), que a su vez se relaciona con un fuerte vínculo entre cultura y naturaleza gracias a que las prácticas socioculturales contribuyen a la coexistencia de los recursos biológicos y los elementos culturales. Al respecto, con base en lo que plantea Dichdji (2017) sobre temas como ecología, las comunidades indígenas no establecen una división entre naturaleza y cultura pues ambos elementos se encuentran interrelacionados, y el humano forma parte de ellos como un ser codependiente y vinculante. Desde esta perspectiva, una dicotomía entre naturaleza y cultura es impensable.

Hasta la década de los sesenta, la antropología y las ciencias naturales sostenían una oposición entre cultura y naturaleza. En este sentido, recientemente, desde diversas ramas del conocimiento como la antropología ecológica y la historia ambiental se reflexiona acerca de la relación entre naturaleza y cultura, de tal modo que se han generado teorías como el determinismo cultural y el análisis de ecosistemas que cuestionan esta dicotomía (Milesi, 2013). Así, el entorno se significa con base en el medio natural y, a partir de ello, cada pueblo define su cultura.

Pero, ¿de qué manera es posible aproximarse al estudio de la diversidad biológica, cultural y lingüística de forma integral? Este trabajo de investigación se sustenta en el enfoque biocultural, y sus premisas se encuentran fundamentadas en la interrelación entre procesos ecológicos y dinámicas culturales. De este modo, se reconoce que el paisaje está permeado por las acciones de las comunidades locales, las cuales tienen un derecho fundamental sobre su territorio. Es decir, viven desde y con la biodiversidad, basadas en una cosmovisión que desconoce la dicotomía naturaleza/cultura. Sobre esta base el enfoque biocultural ofrece un abordaje más comprehensivo para entender las complejas interrelaciones entre procesos ecológicos y dinámicas culturales (Nemogá, 2016, p. 313), a la vez que el concepto de “biocultura” obliga a desarrollar métodos, teorías y etnografías para analizar unitariamente la relación entre naturaleza y sociedad (Boege, 2015, p. 110).

En México, en 2008 se publicaron dos trabajos importantes relacionados con el enfoque biocultural. En primer lugar, Eckart Boege, en su obra El patrimonio biocultural de los pueblos indígenas de México: hacia la conservación in situ de la biodiversidad y la agrodiversidad de los territorios indígena, enfatiza la relevancia de este enfoque para explicar la convergencia entre las culturas, la lengua y los modos de vida con la diversidad biológica y el territorio (Boege, 2008, p. 25). Por su parte, Víctor Toledo y Narciso Barrera-Bassol, en su libro La memoria biocultural: la importancia de las sabidurías tradicionales, resaltan la perspectiva biocultural como una herramienta teórica y política para el acercamiento a las relaciones entre naturaleza y cultura (Toledo y Barrera-Bassols, 2008, p. 53).

En años recientes se ha puesto énfasis en el concepto de patrimonio biocultural, que comprende todos los recursos biológicos, desde la variabilidad genética (genes) hasta los sistemas de uso, incluyendo los agrícolas y paisajes a distintas escalas, forjados según las prácticas y conocimientos indígenas tradicionales (Boege, 2015, p. 110). Toledo señala que el nuevo paradigma biocultural no debe separar el estudio y la conservación de la biodiversidad, del estudio y la conservación de las culturas (2013, p. 56).

Así, las estrategias de conservación del patrimonio biocultural identifican los elementos naturales y culturales que integran este patrimonio, y en tal marco la cosmovisión indígena sitúa al ser humano dentro del entorno natural. Por ejemplo, los mayas se entienden a sí mismos con el entorno y construyen su identidad en íntima relación con el complejo de alteridades naturales, sociales y culturales que los circundan (Alejos y Martínez, 2007, p. 44).

Los ch’oles del municipio de Tacotalpa, Tabasco, mantienen una relación con su entorno natural aún con las transformaciones culturales y sociales de su contexto, como el desplazamiento lingüístico, la presencia de la religión protestante y la incorporación de nuevos alimentos a su dieta. La identidad ch’ol no se limita a la relación con otros grupos del entorno, también mantiene vínculos con la madre tierra, la naturaleza y las divinidades (Alejos y Martínez, 2007), lo que se refleja en los espacios naturales sagrados, así como en sus fiestas patronales.

En los cien últimos años, ch’oles de los municipios de Sabanilla, Tila y Salto de Agua (Chiapas) se han visto obligados a abandonar sus territorios por diversos conflictos de carácter político, agrario, socioeconómico o religioso, así como por fenómenos naturales, para asentarse principalmente en localidades de Campeche y Tabasco. En este último estado han configurado la denominada región biocultural ch’ol en el municipio serrano de Tacotalpa, que comprende 24 núcleos ejidales y ocupa cerca de la mitad de la superficie municipal (Morales-Valenzuela y Carrillo-Contreras, 2020, p. 305).

Es importante señalar que esta región serrana fue habitada desde épocas prehispánicas por los zoques (Terreros, 2006, p. 108), por lo que gran parte de los estudios antropológicos y arqueológicos se han centrado en este grupo étnico, no obstante, trabajos recientes constatan una mayor presencia de los ch’oles, que aún conservan las prácticas y recursos que trajeron consigo desde sus lugares de origen. Con base en lo anterior, el propósito de este trabajo fue identificar las prácticas socioculturales vinculadas con los recursos naturales, mediadas por la cosmovisión y la religiosidad ch’ol, a fin de visibilizar y salvaguardar el patrimonio biocultural de este grupo étnico en Tacotalpa, Tabasco.

Materiales y métodos

El trabajo se realizó en 36 localidades pertenecientes a 21 ejidos de la región biocultural ch’ol del municipio de Tacotalpa, Tabasco. Dicha región se ubica en el territorio serrano de Tabasco y ha sido previamente delimitada y caracterizada por Morales-Valenzuela y Carrillo-Contreras (2020) (ver Mapa 1).

Mapa 1. Localización del área estudio. Municipio de Tacotalpa, Tabasco

Localización del área estudio. Municipio de Tacotalpa, Tabasco

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Fuente: mapa elaborado por Octavio Zentella Gómez.

Se trata de un estudio descriptivo realizado mediante técnicas cualitativas y cuantitativas para obtener información sobre el uso de la lengua materna, la importancia y pérdida de los recursos naturales, las prácticas culturales, el conocimiento sobre el manejo de los recursos naturales y factores que influyen en su desplazamiento. Se aplicaron 275 entrevistas estructuradas a partir de un instrumento de 18 ítems que incluía seis preguntas abiertas, tres de opción múltiple y nueve casillas de verificación; se consideró la participación voluntaria en este estudio de un representante por cada familia. El instrumento fue validado mediante juicio de expertos por tres investigadores, dos de ellos adscritos a la Universidad Nacional Autónoma de México y uno al Instituto Nacional de Antropología e Historia; posteriormente fue piloteado con una muestra de 21 informantes de cinco comunidades de la región biocultural ch’ol de Tacotalpa, Tabasco.

Además, de noviembre de 2019 a junio de 2021 se realizaron recorridos y visitas a las localidades para registrar las prácticas culturales vinculadas con los elementos naturales mediante observación participante y diálogos abiertos.

Con la información cuantitativa se elaboró una base de datos a partir de la cual se calcularon las frecuencias y se elaboraron tablas de contingencias con el software SPSS ver. 19. Los registros de la observación participante y los diálogos abiertos se procesaron en Microsoft Word, y se analizaron considerando las variables establecidas.

Resultados y discusión

El Censo de Población y Vivienda 2020 (INEGI, 2020) muestra que el 62.7 % de la población de las localidades que integran la región biocultural ch’ol pertenece a hogares indígenas. En este estudio se encontró que el 56.4 % de los hogares pertenecen a la etnia ch’ol, y el 0.7 % al grupo cultural zoque, información que demuestra que el otrora territorio zoque (Terreros, 2006), actualmente se encuentra ocupado por ch’oles provenientes de los municipios de Tila, Sabanilla y Salto de Agua, Chiapas, de donde trajeron los elementos que integran su patrimonio biocultural (Morales-Valenzuela y Carrillo- Contreras, 2020).

Naturaleza y prácticas culturales asociadas

El patrimonio biocultural de los ch’oles en esta región está representado por la agricultura y la medicina tradicionales, los recursos naturales y las danzas y rituales (Morales-Valenzuela et al., 2019, p. 27). De acuerdo con las entrevistas, los aspectos más valorados por los habitantes de la región son la milpa, el paisaje, las fuentes de agua, las plantas y los animales. Los de menor valor son los hongos y el huerto familiar (ver Gráfica 1).

Gráfica 1. Valoración de los recursos naturales en la región biocultural ch’ol de Tacotalpa, Tabasco

Valoración de los recursos naturales en la región biocultural ch’ol de Tacotalpa, Tabasco

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El complejo cultural de la milpa se caracteriza por la diversidad biológica, cultural y social, por lo tanto, es el elemento más importante del patrimonio biocultural de los ch’oles, que la nombran cholel. En la región, la milpa se realiza con tecnología tradicional en dos ciclos al año conocidos como milpa de año (jabicholej) y tornamil (si’jom); alberga una amplia agrobiodiversidad que incluye diversidad de maíces, frijol y chayas -denominados quelites en otras regiones de México-, y se realizan diversas prácticas socioculturales y rituales agrícolas en torno a ella (Sánchez-Domínguez, 2021, p. 150), entre las que se pueden mencionar la bendición de la comunidad, la petición de lluvia y la bendición de las semillas durante las celebraciones religiosas, así como el intercambio de semillas con habitantes de otras comunidades.

El paisaje es un elemento importante para los ch’oles de Tacotalpa, ya que permite la reproducción de prácticas socioculturales de sus ancestros, como el rezo en el monte y en las cuevas. Alejos y Martínez (2007) mencionan que cada pueblo ch’ol cuenta con sus cerros sagrados. Los choles que migraron a Tacotalpa, Tabasco, principalmente de los municipios de Sabanilla y Tila, Chiapas, llevaron consigo prácticas religiosas entre las que se pueden mencionar la danza del tigre, el ritual de las cuatro esquinas y el ritual de petición de agua de lluvia. En la danza del tigre que se realiza en la comunidad de Puxcatán se considera el cerro como parte del escenario, donde un hombre establece lazos sagrados con este animal a través del lenguaje ritual de la música de tambor y flauta y del incienso.

En el ritual de las cuatro esquinas, realizado en comunidades como Buenos Aires, el líder religioso pide protección para la comunidad a través de un ritual en cada uno de los puntos cardinales que tiene como escenario los cerros que lo rodean. En el ritual de petición de lluvia que se realiza en la comunidad de Guayal, Tacotalpa, el presidente de la junta católica organiza a los líderes religiosos para acudir a dos cuevas y pedir al dueño de estas que no se sequen las fuentes de agua para mantener el abasto de este recurso durante todo el año a fin de garantizar la salud, además de la milpa y pastura de los animales en la comunidad. A este ritual acuden todos los integrantes del poblado que deseen hacerlo y llevan a la virgen de la Inmaculada Concepción al fondo de cada cueva para que, junto con ella, se ofrezca aguar- diente, pozol y velas, con el acompañamiento de música de tambor y flauta; durante la peregrinación, se van tirando cohetes que anuncian la visita de la comunidad a la cueva. Estos ejemplos refieren a las prácticas culturales asociadas a los espacios sagrados de cerros y cuevas que se realizan en Tila, Chiapas.

Por su parte, la región cuenta con diversas fuentes de agua como ríos, arroyos y “ojos de agua” que en la lengua ch’ol se nombran wut jaa. Los ríos más importantes son el Almandro, el Puxcatán y el Amatán. Estas fuentes de agua representan elementos importantes para la cultura ch’ol porque se asocian a diversas prácticas socioculturales como la ceremonia de petición de agua de lluvia, en temporada de estiaje, y la pesca de leña en temporada de lluvias.

Las plantas y los animales representan una fuente importante de recursos para diversos usos. En cuanto a la flora, las especies más valoradas son los árboles frutales y maderables, así como el maíz, el frijol, la calabaza y las chayas. Entre la fauna más importante se encuentran los animales de traspatio como cerdos, gallinas, guajolotes y patos, y algunos mamíferos silvestres como el puerco de monte (Tayassu pecari), el tepezcuintle (Cuniculus paca) y el armadillo (Dasypus novemcintus) (Contreras-Moreno, De la Cruz-Félix y Bello-Gutiérrez, 2012).

Los principales usos a los que se destinan los recursos naturales son la alimentación, la construcción y usos medicinales (ver Gráfica 2). Para la alimentación, se aprovecha la biodiversidad presente en la región que incluye plantas, animales y hongos que se obtienen de los ecosistemas naturales y de los agroecosistemas.

Gráfica 2. Uso de los recursos naturales en comunidades ch´oles de Tacotalpa, Tabasco

Uso de los recursos naturales en comunidades ch´oles de Tacotalpa, Tabasco

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Como se mencionó anteriormente, el agroecosistema más importante es la milpa, de donde se obtiene una amplia gama de alimentos. Del mismo modo, se encuentran otros sistemas agroforestales como el cacaotal y los huertos familiares que aportan diversos bienes a las familias de la región. Además, la ganadería de traspatio, la cacería y la pesca artesanal son recursos importantes para la obtención de proteínas animales entre los ch’oles de la región.

En el caso del uso de los recursos naturales para la construcción de viviendas, estos provienen de los relictos de selva mediana perennifolia y de los acahuales, donde se extrae madera de bojon (Cordia alliodora), cedro (Cedrela odorata), guanacaste (Enterolobium cyclocarpum) y popiste (Blepharidium guatemalense). Por otra parte, se ha reportado el uso medicinal de diversos recursos de flora y fauna (Villegas-Ramírez et al., 2019, 2021) que se obtienen de los traspatios o se compran en los mercados de la cabecera municipal de Tacotalpa y Teapa.

Otros usos, como el artesanal y turístico, se presentan en localidades con potencial para el turismo, como en el Pueblo Mágico de Tapijulapa, aunque en algunos casos la materia prima y la mano de obra para la elaboración de las artesanías sean de otras localidades o el atractivo natural esté en otro sitio, como ocurre con la elaboración de artesanías de mimbre o mutusay (Monstera deliciosa) en las cascadas de Villaluz. El uso de fibras vegetales está asociado a la cultura ch’ol, ya que, en comunidades ch’oles de Tila, Chiapas, además del mutusay se ha reportado el uso de ballil (Desmoncus orthacanthos) para la elaboración de cestería (Martínez-Hernández, 2021, p. 131).

En el caso de la comercialización, principalmente se basa en productos agrícolas que se expenden en la cabecera municipal y en comunidades más grandes como Oxolotán y Tapijulapa.

A pesar de las diversas formas de aprovechamiento, el 45.5 % mencionó haber tenido problemas de disponibilidad de estos recursos en los últimos cinco años, lo que atribuían a fenómenos naturales, falta de conocimiento para su manejo y, recientemente, a la pandemia por COVID-19 (ver Gráfica 3). En el caso de los fenómenos naturales, Álvarez, Vera y Ramos (2016)) mencionan que el patrimonio biocultural de Tacotalpa es vulnerable a los constantes eventos de inundación en esta región.

Gráfica 3. Factores que inciden en la pérdida de los recursos naturales en la región biocultural ch’ol de Tacotalpa, Tabasco

Factores que inciden en la pérdida de los recursos naturales en la región biocultural ch’ol de Tacotalpa, Tabasco

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Fuente: elaboración propia.

Por otra parte, las familias entrevistadas mencionaron que requieren capacitación para el aprovechamiento sustentable de algunos recursos naturales ya que actualmente no se hace algo para conservarlos.

La pandemia por la COVID-19 ha impactado significativamente en la disponibilidad de los recursos naturales ya que la recolección y producción de recursos recae en la población adulta mayor, la cual es la más vulnerable a esta enfermedad. Durante el periodo más intenso de la pandemia, gran parte de esta población estuvo en confinamiento y se presentaron algunos decesos, lo cual impactó en la conservación de los recursos puesto que son las personas adultas mayores quienes tienen un mayor arraigo y relación con los recursos naturales.

Es importante señalar que las personas entrevistadas mencionaron que se habían dejado de ver algunas especies de animales en la región, entre lasque destacan: elvenado (Odocoileus virginianus), el jaguar (Pantera onca), el tepezcuintle (Cuniculus paca), el tucán (Ramphastos sulfuratus), el faisán (Phasianus colchicus) y el tapir, conocido en la región como “danta” (Tapirus bairdii). Sin embargo, estas especies continúan presentes en el imaginario de los habitantes de este territorio, como se muestra en un mural elaborado por niños y el pintor José Gerónimo en 2019 ubicado en el poblado Oxolotán, Tacotalpa (ver Foto 1).

Foto 1. Animales presentes en el imaginario de los habitantes de la región, plasmados en un mural en el poblado Oxolotán, Tacotalpa

Animales presentes en el imaginario de los habitantes de la región, plasmados en un mural en el poblado Oxolotán, Tacotalpa

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Fuente: fotografía tomada por los autores.

El venado (chijmay) destaca por formar parte de la dieta, y en algunos casos tiene usos medicinales -para tratar el asma y acelerar el parto-, aunque debido a la caza indiscriminada y a la destrucción del hábitat se ha reducido su población; hasta hace aproximadamente diez años se capturaba y mantenía en cautiverio, pues era considerado una plaga para el cultivo de frijol, tal como lo mencionan Varela-Scherer y Trabadino (2016) para los ch’oles y tseltales de Palenque, Chiapas.

Por su parte, los felinos presentan un simbolismo importante. Dan nombre a algunas comunidades y son representativos en sus danzas; por ejemplo, el jaguar -traducido a la lengua ch’ol como bajlum- es un animal que se relaciona con las prácticas culturales de la región porque, como se mencionó anteriormente, se vincula con la danza del tigre, donde se entrelazan elementos naturales y culturales que hacen de este baile parte del patrimonio biocultural de los ch’oles de Puxcatán, Tacotalpa (López-López, Ramos-Muñoz y Huicochea-Gómez, 2019). No obstante, en la actualidad hay pocos registros de la presencia de este felino en la región; solamente algunos pobladores mencionan haber visto ejemplares depredando el ganado en la comunidad de Agua Blanca, Tacotalpa, en donde se han encontrado restos de pieles del jaguar (Hidalgo-Mihart et al., 2015).

Por otra parte, las personas entrevistadas mencionaron que algunas las plantas que se han ido perdiendo son: la guaya (Melicoccus bijugatus), el guapaque (Dialium guianense), la chapaya (Astrocaryum mexicanum) y el barbasco (Dioscorea composita), las cuales se hallaban principalmente en las selvas y acahuales. Sin embargo, el incremento de la ganadería y los monocultivos condujo a una reducción de las superficies de estos ecosistemas y, por lo tanto, a la disminución de la población de estas especies. Es importante destacar que el barbasco ha sido sobreexplotado por la industria farmacéutica (Soto, 2021), lo que llevó a reducir la población de esta especie, que se utiliza como veneno en la pesca artesanal.

Los entrevistados mencionaron que la herbolaria propia de la medicina tradicional mexicana sigue utilizándose en esta región, aunque se reconoce la disminución de algunas plantas medicinales que se cultivaban en los huertos familiares, tales como el maguey morado (Tradescantia spathacea), la albahaca, el epazote (Dysphania ambrosioides), la hierbabuena (Mentha spicata), el llantén (Plantago major) y el orozuz (Phyla scaberrima). También se mencionó la escasez de hongos, aunque en Cuviac, Tacotalpa, se mencionaron cinco especies de hongos comestibles que en lengua ch’ol se conocen como usum, yok muty, chäcló, poytié, k’oloch y cócóch. En este sentido, Sosa, Padilla-Vega y Carreño-Ruiz (2021) identifican seis especies de hongos comestibles y medicinales en Pomoquita, Tacotalpa.

Conocimientos ambientales y conservación de la naturaleza

La conservación de los recursos naturales está asociada a los valores culturales y al conocimiento que se posee sobre ellos. De acuerdo con Barrasa-García y Reyes-Escutia (2011, p. 139) la degradación ambiental y la destrucción de los recursos han estado asociados a la desintegración de los valores culturales, las identidades y las prácticas productivas de las sociedades tradicionales. Estos mismos autores señalan que un problema grave en las poblaciones campesinas es la pérdida del saber ambiental. Los ch’oles se relacionan estrechamente con la naturaleza (Alejos y Martínez, 2007, p. 43), por lo que poseen amplios saberes ambientales. En este sentido, las personas entrevistadas consideran tener mucho conocimiento sobre el manejo de la milpa, las plantas y los animales, y poco conocimiento sobre los hongos, el paisaje y los huertos familiares (ver >Gráfica 4).

Gráfica 4. Conocimiento sobre los elementos naturales entre la región biocultural ch’ol de Tacotalpa, Tabasco, México

Conocimiento sobre los elementos naturales entre la región biocultural ch’ol de Tacotalpa, Tabasco, México

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Fuente: elaboración propia.

La transmisión de estos conocimientos permite la permanencia y conservación del patrimonio biocultural; en este sentido, las personas entrevistadas señalaron que se comparte el conocimiento en el interior de la familia, con la comunidad y en las escuelas; esto se observa en la participación de todos los miembros de la familia incluso en las prácticas de la milpa, en la mano vuelta y en el intercambio de semillas, y en la participación de campesinos y campesinas en proyectos académicos con las instituciones educativas y de investigación; sin embargo, se identifica un predominio en la transmisión vertical de estos conocimientos, es decir, de padres a hijos. Es necesario avanzar en la valoración de estos sistemas de conocimiento, lo cual es una tarea colectiva en la que debe existir la voluntad y el interés para construir los contextos éticos, institucionales y políticos que favorezcan el diálogo intercultural (Pérez Ruiz y Argueta-Villamar, 2011, p. 48).

Los resultados de las entrevistas reflejan que las familias ch’oles poseen mayor conocimiento sobre el paisaje, la selva y los huertos familiares que las familias que solo hablan español, ya que más del 40 % de las personas hablantes de ch’ol indicaron tener mucho conocimiento sobre el manejo de estos recursos, a diferencia de quienes no hablan una lengua originaria y además no se autoadscriben como indígenas -en este caso el porcentaje es inferior al 30 %- (ver Cuadro 1).

Cuadro 1. Porcentaje de nivel de conocimiento sobre el paisaje, la selva y los huertos familiares entre ch’oles y mestizos de Tacotalpa, Tabasco

Porcentaje de nivel de conocimiento sobre el paisaje, la selva y los huertos familiares entre ch’oles y mestizos de Tacotalpa, Tabasco

Etnia Recurso Mucho Poco Nada No respondió
Paisaje 40 % 42 % 16 % 2 %
Ch’ol Selva 45 % 37 % 16 % 3 %
Huerto familiar 37 % 37 % 23 % 3 %
Paisaje 26 % 62 % 12 % 0 %
Mestizo Selva 26 % 8 % 15 % 0 %
Huerto familiar 28% 50% 21% 0%

[i] Fuente: elaboración propia.

Poco más del 60 % de las personas entrevistadas señalaron que no se está trabajando para conservar los recursos naturales, mientras que cerca del 30 % dijeron que se está realizando muy poco y mencionan los esfuerzos de reforestación de algunos campesinos, principalmente a través del programa federal Sembrando Vida. Sin embargo, señalan que muchos beneficiarios están trabajando sin tomar en cuenta las técnicas utilizadas por sus antepasados. Las propuestas mencionadas por las personas entrevistadas tienen que ver con la educación ambiental, ya que indicaron que es necesario realizar campañas de concientización para el cuidado del medio ambiente mediante talleres y cursos de capacitación.

Cultura y recursos naturales asociados

Por otro lado, los aspectos culturales más importantes para los entrevistados son los valores -respeto, honestidad, solidaridad, voluntad, bondad, gratitud, empatía y amor-, la lengua, las tradiciones y las costumbres. Mantener estos aspectos culturales permite la conservación de los recursos naturales asociados a ellos, ya que los modos de vida de cada comunidad están íntimamente relacionados con la milpa, la convivencia comunitaria y la religiosidad; por ejemplo, los rituales de petición de agua que se realizan los primeros días de mayo tienen como motivo de gratitud a Dios y a la madre tierra, al tiempo que se pide por la abundancia en salud y la buena producción de la cosecha. Los elementos culturales que se consideran menos importantes son la gastronomía, los cuentos y las leyendas (ver Gráfica 5). En este sentido, aunque se reporte la gastronomía como menos relevante, existe una vasta diversidad gastronómica, tal como señalan Carrillo-Contreras, May-Arias y Mazón-Pérez (2019, p. 10), quienes identificaron 29 platillos de importancia biocultural en esta región.

Gráfica 5. Importancia de las prácticas socioculturales entre los ch’oles de Tacotalpa, Tabasco

Importancia de las prácticas socioculturales entre los ch’oles de Tacotalpa, Tabasco

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Fuente: elaboración propia.

Los rituales y las prácticas socioculturales que se realizan en la región están asociados con el uso de los recursos naturales y con el catolicismo -de acuerdo con el censo del INEGI (2020), el 70 % de la población pertenece a este grupo religioso-. Las prácticas socioculturales más importantes son la mayordomía y el tequio. La primera forma parte del sistema de cargos de las comunidades ch’oles. La encomienda principal de los mayordomos es la organización de la fiesta patronal y de otras festividades católicas en las comunidades, además de que también cumplen un papel para la cohesión social regulando otras prácticas socioculturales como el cambio de mano o mano vuelta, el trueque y la organización comunitaria. No obstante, durante el año 2020 y parte del 2021 no se realizaron fiestas patronales ni otras celebraciones por la COVID-19.

Se ha ido perdiendo o se manifiesta poco interés por el trueque -intercambio de productos agrícolas- y por la mano vuelta -intercambio de trabajo agrícola-. Entre los rituales que más se practican destacan el de curación de enfermos, la bendición de la semilla y la petición de agua de lluvia, aunque en algunas comunidades se observa una importante reducción de las prácticas de estos rituales, principalmente donde hay presencia del protestantismo y menor población indígena (ver Gráfica 6).

Por otra parte, como se mencionó anteriormente, en la región aún se mantienen prácticas relacionadas con la medicina tradicional mexicana en la que el ritual de curación de enfermos ocupa un papel importante. Este ritual puede variar en función de la enfermedad. En el caso del espanto, se entierran elementos como agua, incienso y velas en el sitio donde ocurrió el evento, a manera de intercambio con la tierra por el espíritu que atrapó. Además, se coloca incienso, ajo, pimienta y maíz colorado, y se realiza un rezo; esto se conoce como “levantar la sombra” y posteriormente el enfermo queda curado por completo. Lo anterior muestra que la relación entre la persona enferma y el terapeuta ch’ol se convierte en un vínculo profundo que une a los espíritus de la naturaleza y a las divinidades del cielo a través del incienso, el tabaco, las velas, las estatuillas rituales, el alcohol y los rezos (Manca, 1996, p. 6).

Gráfica 6. Realización de rituales y prácticas socioculturales en la región biocultural ch’ol de Taco talpa, Tabasco, México

Realización de rituales y prácticas socioculturales en la región biocultural ch’ol de Taco talpa, Tabasco, México

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Fuente: elaboración propia.

La bendición de la semilla es una práctica prehispánica que actualmente se asocia a las ceremonias de la religión católica. En el registro de este ritual se observó que se realiza en un templo católico durante las festividades del Corpus Cristi, en el mes de junio.

En todas las comunidades que participaron en este estudio se mencionó que se realiza la ceremonia de petición de lluvia. Esta ceremonia, que se compone de tres etapas -peregrinación, petición y convivio-, no se ejecuta con la misma periodicidad en todas las localidades, en algunas se practica cada uno o dos años, y en otras cuando la sequía ha sido muy prolongada (ver Foto 2). Es importante destacar que existe un marcado sincretismo en esta ceremonia, es decir, se mezclan elementos de la cosmovisión mesoamericana con otros de la ideología judeocristiana. Por un lado, se manifiesta la relación que la comunidad establece con su entorno biofísico, al situarse en un nivel de dependencia frente a los fenómenos naturales, lo que le hace solicitar la presencia de lluvias, mientras por otro lado se utilizan imágenes, rezos y cantos religiosos.

Foto 2. Ceremonia de petición de agua de lluvia en mayo de 2021 en Cuviac, Tacotalpa, Tabasco

Ceremonia de petición de agua de lluvia en mayo de 2021 en Cuviac, Tacotalpa, Tabasco

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Fuente: fotografía tomada por los autores.

Otra práctica cultural asociada a la agricultura es la “mano vuelta” o “cambio de mano”, que consiste en un trabajo colectivo en las actividades agrícolas, principalmente en el establecimiento de la milpa pak (ver Foto 3). También le nombran “ganar mano” o “ayuda mutua”, ya que un campesino ayuda a otro a establecer la milpa para que posteriormente le ayuden a él.

Foto 3. Trabajo en la milpa mediante la práctica de mano vuelta en Cuviac, Tacotalpa, Tabasco

Trabajo en la milpa mediante la práctica de mano vuelta en Cuviac, Tacotalpa, Tabasco

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Fuente: fotografía tomada por Abigael Pérez Gómez.

En algunas localidades aún se mantiene el tequio, que consiste en una práctica comunitaria para mejorar las condiciones de la localidad. Las personas entrevistadas mencionaron que se han dejado de realizar algunas prácticas como el trueque, la petición de permiso al “dueño” de la tierra y las danzas. Estas últimas, de acuerdo con Fábregas-Puig (2012), son de gran valor para los ch’oles. En los últimos diez años, se dejó de practicar de forma sagrada la danza ch’ol del tigre en Buenos Aires y Puxcatán; sin embargo, permanece la danza llamada Pesca de la Sardina, de origen zoque, realizada ahora por ch’oles del barrio Sabanilla, Tapijulapa, pero tendiente a folclorizarse como un atractivo turístico de este pueblo mágico.

Finalmente, es de importancia mencionar que gran parte de las prácticas culturales y de los rituales no se realizaron durante el año 2020 por causa de la pandemia por la COVID-19, pero también por aspectos económicos y algunos desastres naturales.

Conclusiones

El patrimonio biocultural de los ch’oles de la región serrana de Tacotalpa, Tabasco, está determinado por la relación entre cultura y naturaleza como una estructura simbólica que se configura por el pasado de su historia en Chiapas y por el presente de sus comunidades en Tabasco, a través de la construcción de un tejido social que se significa a partir de un fuerte vínculo entre cultura y naturaleza, que se identifica en los elementos naturales presentes en sus prácticas socioculturales y en la ritualidad y simbolismo asociado al aprovechamiento de los recursos naturales.

En este sentido, los ch’oles de Tacotalpa aún conservan sus prácticas socioculturales y sus recursos naturales. Los aspectos culturales que se consideran más importantes son los valores, la lengua y los usos y costumbres, y los menos importantes la gastronomía y los cuentos y leyendas. Asimismo, practican algunos rituales en los que mezclan la cosmovisión mesoamericana con la ideología judeo- cristiana, como la petición de agua de lluvia y el ritual de curación de personas enfermas. Por su parte, los recursos naturales que consideran más relevantes son la milpa, el paisaje, las fuentes de agua, las plantas y los animales, y los menos valorados son los hongos y los huertos familiares. En el manejo de estos recursos también se realizan diversas prácticas socioculturales como el intercambio de semillas y trabajo y otros rituales agrícolas. La pérdida de algunos recursos se asocia a los fenómenos naturales, al poco conocimiento sobre su manejo, sobre todo de la población no hablante de ch’ol, y a partir del año 2020 a la pandemia COVID-19.

Se identifica una relación entre la reproducción de las prácticas socioculturales y la conservación de los recursos naturales en un territorio que ha sido apropiado por los ch’oles en los últimos cien años. Sin embargo, se requieren estrategias de difusión y revitalización de lo que implica la integración del binomio naturaleza-cultura que conforman el patrimonio biocultural de este grupo étnico en Tacotalpa, Tabasco.