0000-0001-9738-4554 ] Flor Ivett Reyes Guillén [*]
El concepto de desarrollo sustentable evoca una serie de posturas relacionadas con el uso de los recursos naturales. Aunque el término nació en los años ochenta del siglo pasado y entonces comenzaron a tomarse medidas para ponerlo en práctica, es poco el avance logrado a nivel mundial, y prácticamente nulo en México, más aún cuando en este país los pocos pasos que se alcanzaron en el pasado se revirtieron en los últimos años por la toma de decisiones equivocada en cuanto al uso de energías renovables, la pérdida del flujo de las sinergias internacionales y el quebranto de una economía que hoy continúa siendo altamente vulnerable.
El término desarrollo sustentable se utilizó por primera vez en el Informe de Brundtland (Naciones Unidas, 1987), donde específicamente tenía la connotación de lograr satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de atender las necesidades de generaciones futuras. Si bien este documento parte de un punto de vista antropocéntrico, en la actualidad se toman en cuenta no solo las necesidades de las poblaciones humanas, sino las de todas las especies vivas sobre el planeta.
Para comprender la discusión que planteamos en este documento consideramos esenciales dos puntos: la formación de conceptos y la construcción social de conductas. El primero, la formación de conceptos, es considerado como un proceso de creación y desarrollo del conocimiento, mientras que el segundo, la construcción social, es una teoría sobre la naturaleza de la realidad que afirma que esta es como es porque nosotros somos como somos (Ibáñez, 2001, p. 201). El carácter complejo de la construcción del concepto desarrollo sustentable por parte de una población, en medio de una realidad que es reflejo de construcciones sociales particulares, exige una visión interdisciplinar que favorezca un abordaje lógico- gnoseológico del análisis pretendido.
A continuación abordaremos esta temática explicando cada espacio lógico desde el análisis de los resultados encontrados en un estudio cuyo objetivo fue analizar las percepciones de la población sobre el deterioro ambiental y el concepto de desarrollo sustentable. Asimismo, trataremos sobre la identificación de cambios en el paisaje ambiental en los últimos veinte años en el entorno estudiado.
En el presente artículo abordamos el análisis de los hallazgos obtenidos desde el enfoque de las relaciones entre la realidad, la conceptualización y la construcción de la realidad o realidades. Es importante mencionar que nuestro análisis obedece a la relación existente entre los conceptos deterioro ambiental y desarrollo sustentable, en el marco de lo que la realidad ofrece como cotidiano. Es entonces como, citando a Berger y Luckman (2003, pp. 16-17), esta discusión cobra relevancia tanto para la humanidad, como para la filosofía. Comprender la forma en que vemos, conceptualizamos y accionamos en la realidad es una necesidad para la búsqueda del tan mencionado, discutido y poco ejecutado desarrollo sustentable. En este sentido, la visión de una realidad compleja que tienen quienes se dedican a la ciencia no coincide con la de quienes se dedican a la política -que pueden tener otros intereses vinculados con el poder-, ni con la de los ciudadanos que necesitan empleo, vivienda, alimento y salud para sobrevivir. Por lo tanto, el desarrollo sustentable no se conceptualiza de la misma manera para cada uno de los tres grupos.
En este sentido, es oportuno conocer cuál es la realidad que percibe la sociedad sobre la necesidad del desarrollo sustentable porque es probable que no concuerde con la teoría ni con lo que se ha escrito sobre el concepto, sino que más bien podría considerarse que no se han puesto en práctica medidas reales para operarlo. “Las formulaciones teóricas de la realidad, ya sean científicas o filosóficas, o aún mitológicas, no agotan lo que es real para los componentes de una sociedad” (Berger y Luchman, 2003, p. 29). Es decir, se observa que es fundamental conocer las percepciones de la gente sobre su vida diaria y su realidad, tomando en cuenta la cercanía de las personas con su entorno, su ambiente.
En cuanto al concepto de construcción social, cabe hacer algunas puntualizaciones sobre el mal uso que se le ha dado, el cual se debe, citando a Gutiérrez y Reiko, a lo siguiente: 1) se malentiende como antítesis de lo biológico, 2) se ha utilizado como sinónimo de aprendizaje, 3) se ha empleado como sinónimo de imaginado y falso, y 4) se ha considerado como legitimación del individualismo (Gutiérrez y Reiko, 2018, pp. 149-153).
Existen un sinnúmero de formas de conceptualizar las percepciones. Una de las razones por las que sucede esto es porque la percepción se ha confundido con otros conceptos relacionados con la cosmovisión, tales como los valores sociales, las creencias, los roles o las prácticas sociales (Vargas, 1995, p. 51). En el presente artículo consideramos la definición de percepción propuesta por Aguado y Portal, quienes la consideran:
[…] una unidad inseparable entre lo somático y lo cultural, ya que si bien se nutre de la experiencia inmediata la transforma en una representación cultural funcional a los individuos de dicha cultura ya que es útil para la acción sin ser explicativa del fenómeno. Esto le permite al individuo entrar en contacto desde su nacimiento con las diversas modalidades de su cultura, de tal forma que éstas se vuelven parte de sí, de su experiencia corporal y, por lo tanto, difícilmente cuestionables. Todas las evidencias se construyen culturalmente, mediando las percepciones más groseramente biológicas (Aguado y Portal, 1992, p. 64).
En el proceso cognitivo, si bien las percepciones no aseguran el desarrollo de acciones de modo directo, sí pueden indicar la construcción actitudinal respecto al entorno donde se desenvuelve el ser humano. Van conformando así una serie de elementos, signos y símbolos que dirigen su construcción cultural y que, en determinado momento, conducirán algunas de las acciones de las personas, principalmente las relacionadas con el aseguramiento de la supervivencia.
En específico, sobre el impacto ambiental de las actividades humanas se asume que la forma en que las personas perciben y construyen los problemas ambientales no se sustenta en una forma neutral de contemplar el mundo. Estas percepciones y los sesgos que llevan a privilegiar ciertos problemas sobre otros, con distintos grados de importancia, están influidos por intereses y relaciones de poder (Calixto y Herrera, 2010, p. 229). En las últimas décadas se han realizado estudios sobre percepciones respecto al cambio climático global, específicamente abordando temas como el calentamiento global, los problemas en la capa de ozono o el derretimiento de los polos, por ejemplo.
Entre estos estudios encontramos los publicados por Calixto (2004)), Calixto y Herrera (2010), Camarasa y Moreno (1994), Catalán (2006), Font (1988), y Otero, Otero y Sotelo (1990). Sin embargo, no son comunes los estudios sobre el deterioro ambiental a partir del entorno propio, es decir, estudios a nivel local. A pesar de ello, los estudios sobre percepciones se consideran muy valiosos porque complementan los esquemas de análisis con relación al deterioro ambiental, la identificación de riesgos, la importancia de los problemas ambientales y, sobre todo, la búsqueda de soluciones. En el sentido estricto de los objetivos de este estudio, el interés se centra en el deterioro ambiental y en el concepto desarrollo sustentable a partir de las percepciones de una población, lo que nos asegura contar con elementos de análisis cualitativo para la interpretación tanto de los cambios ambientales registrados en las últimas décadas en una población, como de la importancia que la población otorga a estos cambios.
Además de una percepción clara del entorno, las personas demandamos tanto conocimientos empíricos, como científicos, porque a lo que se aspira es tanto a elevar la capacidad del pensamiento, como a ejercer una construcción de conceptos y una apropiación de estos más clara. Asimismo, se espera que se generen conductas acordes con estas percepciones y con la conceptualización del entorno. En gran parte, esta necesidad y la construcción de un compromiso social recaen en el sector educativo, donde se incide en gran medida para hacer valer los derechos de una sociedad y de sus individuos.
No obstante, el conocimiento empírico cumple sus funciones; los individuos y las sociedades generan sus propios conocimientos y sus conceptos, y llevan a cabo acciones derivadas de estos. En específico, la formación de conceptos es uno de los elementos cruciales del proceso de creación y desarrollo del conocimiento, así como de la instrucción y aprendizaje en el contexto educativo (Farrán, 2013; Guillén, 2014; Ramos y López, 2015).
A pesar de que la formación de conceptos se estudia desde los campos de la pedagogía y la psicología de modo ordinario, la complejidad del proceso y las acciones que los individuos y colectivos despliegan requieren de un abordaje interdisciplinar. Es decir, se necesitan perspectivas diversas y estudios gnoseológicos que permitan encontrar los fundamentos en los que se sustenta un proceso tan complejo como este.
Con fundamento en David Ausubel y su teoría del aprendizaje significativo, diremos que cuando las ideas se expresan simbólicamente, estas se relacionan con algún aspecto preexistente y relevante de los conocimientos que un individuo concentra en sus pensamientos (Ausubel, 1963, 2000; Ausubel, Novak y Hanesian, 1997; Ausubel, Sullivan y Penhos, 1991). Aunque este autor dirige su enfoque a la comprensión de los procesos educativos en las aulas, los componentes personológicos y conductuales, así como los lingüísticos, cognitivos y físicos, existen a partir de elementos biológicos y sociales, proceso que describen detalladamente Ausubel, Sullivan y Penhos (1991, p. 209).
De esta manera pueden analizarse los procesos derivados de la educación, en el amplio sentido del concepto, sin alejarse de los contextos, es decir, tomando en cuenta la presencia de conceptos, realidades y ausencias en el entorno de los individuos y las sociedades (Ausubel, 2000). Tanto para Ausubel como para otros autores (Ausubel, Novak y Hanesian, 1997, p. 97), la construcción de conceptos es espontánea, es inductiva y los elementos que estructuran el concepto son obtenidos de la experiencia. Pero, además, se conforma un proceso por medio del cual se lleva a cabo la generación de hipótesis, su comprobación y, algo muy importante, la generalización de las hipótesis creadas.
Esto último da paso a considerar la relevancia de analizar la forma en que está siendo construido y accionado el concepto de desarrollo sustentable en estos tiempos, más de tres décadas después de haber surgido en el discurso internacional y de replicarse en amplios foros políticos, donde el concepto se absorbió en los discursos como frase que garantiza éxito, pero con poca evidencia de concreción en la realidad que circunda las sociedades, desde lo local hasta un nivel espacial mucho más amplio.
El paisaje ambiental cambia a medida que cambian los usos del suelo, y estos a su vez se dinamizan de la misma manera que las distintas orientaciones del desarrollo en los pueblos. Para este análisis se marca como hecho histórico de importancia el inicio en 1994 del alzamiento zapatista en Chiapas, movimiento que impactó de manera sensible en todo el estado, y en concreto en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, entre otros aspectos sobre actividades económicas como el turismo y el comercio regional. A la par, la ciudad experimentó un crecimiento acelerado de la población, así como de las zonas de construcción y de explotación de materiales pétreos.
El deterioro ambiental en la ciudad de San Cristóbal y sus alrededores es continuo y tiene diversos orígenes. Las actividades humanas contribuyen a acelerarlo, e incluso a degradar en mayor medida las condiciones ambientales, de manera que el paisaje y la población, de forma evidente, se encuentran cada vez más en condición de vulnerabilidad. Debido a ello, en la segunda década del siglo XXI se presentaron deslaves e inundaciones que generaron un gran impacto en la población debido a la falta de planeación del crecimiento urbano y a la degradación ambiental. Esto ha conducido a la población a capacitarse y fortalecer sus estrategias en prevención de riesgos y restauración de daños con el fin de contrarrestar el agravamiento de las situaciones urbanas causadas por los problemas medioambientales. Lo anterior requiere entonces de un modelo de análisis interdisciplinar que permita articular la realidad, las percepciones, y la construcción de conceptos sobre estas percepciones.
El presente estudio se desarrolló en el año 2019, y se trató de un segundo estudio complementario a otro previo desarrollado en 2016. El objetivo consistía en conocer cuál era la percepción de los habitantes de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, respecto al concepto de desarrollo sustentable y a los cambios ambientales registrados en los últimos veinte años, de 2000 a 2020.
Se realizó el levantamiento de percepciones de la población respecto a dos temas: deterioro ambiental y desarrollo sustentable, mediante la técnica de entrevistas a profundidad dirigidas a personas nativas de San Cristóbal o que vivían en esta ciudad por lo menos desde 1995. Posteriormente se realizaron tres fases de análisis de resultados en las que se detectó la necesidad de efectuar un abordaje interdisciplinar; en este artículo trataremos la percepción desde la sociología, la pedagogía y la psicología social.
Se realizaron un total de cincuenta entrevistas a habitantes de la ciudad, siendo los criterios de selección los siguientes: a) como se indicó previamente, haber nacido en esta ciudad o vivir en ella desde por lo menos 1995, b) mostrar interés y acceder a la entrevista, y c) las personas entrevistadas fueron elegidas a conveniencia de las investigadoras cuidando la proporción entre hombres y mujeres.
La edad promedio de las personas entrevistadas fue de 45 años. El 42 % eran personas de origen tsotsil y tseltal -etnias mayenses de Chiapas-, y el porcentaje restante correspondía a personas cuya lengua materna era el español. El total de las personas entrevistadas afirmó que les gustaba vivir en esta ciudad por el clima, por las posibilidades de empleo que ofrecía y por la tranquilidad que sentían para el desarrollo de sus actividades tanto laborales como personales.
El 100 % de las personas entrevistadas coincidió en decir que aproximadamente veinte años atrás en San Cristóbal de Las Casas se registraban temperaturas más bajas, el clima era más húmedo porque llovía durante la mayor parte del año y había mucha más vegetación, principalmente bosque de pino. El tamaño de la población era menor y enfatizaron que había mayores demostraciones de respeto y más tranquilidad en la sociedad.
Ante las condiciones que guardaba San Cristóbal hacía dos décadas, lo que más le gustaba al 68 % de las personas entrevistadas era la tranquilidad de la ciudad, la seguridad para vivir y la organización de la población. Solamente el 32 % mencionó que les gustaban el clima y la vegetación de ese entonces, pues el tiempo era más frío y la vegetación más abundante. A pesar de ello, cuando se les preguntó específicamente sobre los cambios ambientales que habían identificado en el transcurso de estos años, todos coincidieron en mencionar que el clima es menos frío, que ha incrementado la población, y que se registra la contaminación de manantiales y ríos, así como deforestación; solo el 30 % hizo mención además de la explotación pétrea, que tiene un gran impacto en la ciudad, especialmente visual.
El total de personas entrevistadas coincidió en mencionar el crecimiento poblacional como factor de cambios positivos y negativos. No obstante, el 36 % señaló específicamente la diversidad cultural como factor generador de cambios y modificador de costumbres. El 32 % hizo énfasis en la inmigración y en la falta de orden -organización civil y organización del gobierno- como causas generadoras de conflictos, y un porcentaje igual consideraba la contaminación y la explotación de la naturaleza como principales factores de cambio.
Al preguntar a las personas entrevistadas si consideraban positivos o negativos los cambios que se habían presentado en San Cristóbal, la mayoría los consideró positivos, el 58 %; negativos solamente el 30 %, y el porcentaje restante, 12 %, consideró que existían tanto pros como contras para el ambiente, la sociedad y el desarrollo.
Ante las percepciones de lo que era a principios de siglo y lo que en el momento de la entrevista observaban en la ciudad, y si consideraban que podían o no recuperarse las condiciones tras los cambios ambientales que identificaron, el 62 % consideró que sí. Estas personas afirmaron que es importante generar una identidad cultural y articular las necesidades para el mejoramiento de la calidad de vida, pero que es una tarea que deben enfrentar el gobierno y la ciudadanía en coordinación. El porcentaje restante consideraba que ya no era posible recuperar lo perdido porque las costumbres van cambiando, el crecimiento poblacional es veloz, y en específico la inmigración es cada vez mayor, incluso de otros países porque, si bien muchas personas de Centroamérica pasan por México para ir hacia Estados Unidos, varios se quedan en Chiapas.
En general fue alto el porcentaje de personas entrevistadas que se sentían más a gusto con la actual ciudad de San Cristóbal por su desarrollo, los servicios con que contaba, la actividad económica y las oportunidades de trabajo (52 %).
Al preguntar específicamente sobre el concepto desarrollo sustentable o sostenible, ya que en el lenguaje coloquial ambos términos se utilizan de modo indistinto, el 42 % de las personas entrevistadas respondió que no conocía su significado. Quienes afirmaron que lo conocían, el 58 %, la definición que aportaron se limitó a la frase “es el cuidado ambiental”; afirmaron también que era un programa de gobierno, pero que no sabían en qué consistía, o bien que significaba contar con un empleo para desarrollarse bien con su familia.
Respecto a qué consideraban como “cuidar el ambiente”, respondieron básicamente que se trata de cuidar los árboles, de sembrar más árboles y de no tirar basura en las calles. Sobre la explotación de los bancos de arena afirmaron que no se podía hacer nada porque se necesitaba el material para construir las casas, y que no disponer de ese material sería no lograr desarrollo, por lo que no podrían salir adelante las familias.
Como mencionamos con antelación, la formación de conceptos es uno de los elementos cruciales del proceso de creación y desarrollo del conocimiento, así como de la instrucción y aprendizaje en el contexto educativo, pero no solo eso, porque cuando hablamos de conceptos y de construcción social se hace referencia a la inminente necesidad de una construcción que involucre a los integrantes de una sociedad, la cual va a legitimar los conceptos, las acciones y la permanencia como parte de la realidad. Esta permanencia garantiza que nuestras formas de entender una realidad colectiva no sean verdades absolutas e incuestionables, sino que están continuamente estructurándose y redefiniéndose; de lo contrario estaríamos ante un ejercicio de poder, como lo explica Íñiguez-Rueda (2008, p. 37).
A continuación discutiremos cómo la población de nuestro estudio de caso ha construido el concepto de desarrollo sustentable y se ha apropiado de él. En general, un concepto es una unidad cognitiva de significado, y para su construcción primero surge en las personas una idea imprecisa, lo cual permitirá analizar y comprender el entorno, así como la forma en que se interactúa en él y, finalmente, se nombran las experiencias. Es claro que, para que una población pueda apropiarse de un concepto, es necesario experimentar primero el objeto, fenómeno, evento o proceso al que se refiera tal concepto.
Es decir, los conceptos se afianzan en una población en la medida en que surgen en la misma y, como consecuencia de la interrelación en la sociedad, se generan nuevos conceptos superiores, subordinados y colaterales. Con base en Concepción (1996), los conceptos superiores surgen al prescindir de las características del concepto inicial; los subordinados son los que se generan a partir de las características de un concepto preexistente y, por último, los colaterales son conceptos subordinados que no necesariamente tienen que estar relacionados con el concepto superior.
De esta manera puede afirmarse que un elemento de gran importancia para la generación de conceptos es la interacción con la realidad circundante, y esta, como se establece en varios estudios, activa la atención, el pensamiento y la cognición. Es durante este proceso de interrelación cuando las personas analizan las características del objeto, fenómeno o proceso y se generan el concepto y su aplicación (Concepción, 1989; López, 1990; Vygotski, 1987).
El concepto desarrollo sustentable no ha podido ser observado o experimentado en la vida cotidiana de la población de estudio de acuerdo con lo que se esperaría según la definición que se considera en los discursos académicos, políticos o ambientales desde lo local hasta lo internacional; esta definición se encuentra muy alejada de la realidad. En el discurso oficial el desarrollo sustentable se considera como un modelo de desarrollo que permite satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de atender las necesidades de generaciones futuras; sin embargo, para la población de estudio este concepto se reduce a unas pocas acciones o discursos ambientalistas locales que han permeado en la realidad circundante. La definición que las personas entrevistadas de forma general expresaron respecto al desarrollo sustentable se limitó a: “es el cuidado ambiental”.
Con esto se referían específicamente a actividades como reforestar, no talar árboles y evitar tirar basura en las calles, únicamente. Otra idea abstracta que se percibió, aún no integrada a un concepto, está relacionada con la concepción antropocéntrica del desarrollo económico basado en el empleo y que este sea formal e inamovible, de manera que garantice bienestar para las familias. Una tercera idea es que consideraron el desarrollo sustentable como un programa de gobierno del que no conocían la utilidad concreta.
En definitiva, estas tres ideas abstractas están siendo construidas mediante la observación de lo que sucede en su entorno inmediato. Por una parte, las tareas ambientalistas que han logrado permear en las poblaciones se han centrado en dos temas principales: la deforestación y el inadecuado manejo de los residuos sólidos. Si bien algunos países han logrado permear un poco más en la necesidad de un “desarrollo sustentable”, la realidad en México, en Chiapas, y en específico en San Cristóbal de Las Casas, es diferente.
Por otra parte, a lo largo del tiempo, el concepto de desarrollo era visto por las personas entrevistadas como sinónimo de progreso, crecimiento y evolución, por lo que lo relacionaban directamente con el empleo y con lograr el bienestar familiar.
¿Qué pasa entonces con el desarrollo sustentable? Si bien “es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (Naciones Unidas, 1987, p. 24), la definición no muestra las acciones concretas, consecutivas y generalizadas que podrían llevarse a cabo en todos los entornos. En un sentido similar, la educación tampoco está logrando articular conceptos preestablecidos con conceptos subordinados.
En la actualidad, a dos décadas de iniciado el siglo XXI, la realidad requiere de cambios culturales que permitan reorganizar la vida cotidiana y la reproducción social, es decir, actuar en todos los niveles dado que existe una emergencia mundial que requiere de atención al deterioro ambiental, que desde hace tiempo está poniendo en riesgo a las generaciones actuales; ¿qué pasará entonces con las futuras?
El desarrollo sustentable requiere ser actuado, requiere cuidar que distintos ejes horizontales guíen el desarrollo de manera coordinada, al mismo tiempo y con la misma importancia. Entre estos ejes se encuentran: el aspecto demográfico, es decir, analizar no solo el crecimiento sino cómo se está creciendo; la equidad social, que implica un equilibrio entre los que somos, cómo y quiénes somos; el manejo de los recursos, lo que no se reduce a no usar, sino a saber utilizar y mantener los recursos, y políticas públicas conscientes que hagan valer la necesidad de vida y la calidad de vida para el planeta de todos sus habitantes, no solo del Homo sapiens sapiens. En resumidas cuentas, se requiere de una construcción social encaminada al desarrollo en verdad sustentable, una nueva cultura para la civilización de este siglo.
La afirmación anterior puede entenderse como la necesidad de que nuestra identidad considere en su estructura el desarrollo sustentable como una oportunidad crucial para nuestra supervivencia como especie. Al respecto, la Organización para las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas del año 2015, puso sobre la mesa la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030, en la que planteó los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible con los que pretendía caminar hacia la transformación de nuestro mundo. Enfáticamente la UNESCO considera que el papel de la cultura debe tomarse en cuenta para el cumplimiento de estos objetivos (UNESCO, 2015).
Es precisamente a través de los procesos educativos de calidad como se espera obtener logros en cuanto a desarrollo sostenible, en factores como: ciudades sostenibles, medioambiente, crecimiento económico, consumo, producción sostenible, equidad de género y seguridad alimentaria. Generar cambios culturales permitirá llevar a cabo procesos facilitadores del cambio necesario en las esferas social, económica y ambiental, plataforma que permita el crecimiento y el desarrollo sustentable.
El desarrollo sustentable ha sido pensado como una alternativa para lograr mejorar las relaciones de las sociedades con la naturaleza, y tendría que pensarse también como una oportunidad para dirigir el actuar de estas sociedades en su entorno inmediato, antes que en su relación con el resto del planeta. Esto implicaría emprender acciones concretas sobre la contaminación de ríos, la disposición de basura, el correcto orden de las ciudades, y un empleo adecuado de los materiales y su condición de uso, reúso o reciclaje. Así también habría que llevar a cabo acciones en cuanto al cuidado de los espacios de producción agrícola, de los suelos y de los cultivos para autoconsumo, el cuidado y aseo de áreas comunitarias y, esencialmente, la limpieza y orden en las casas, acción que favorecería la creación de una cultura de cuidado. Estas actividades, ejercidas por las autoridades políticas, religiosas, educativas o médicas, y por la sociedad en general, redundarán en la generación de conceptos desde la sociedad misma, como el de cuidado ambiental y el de desarrollo sustentable, para que se comprenda que estos van más allá de una preocupación por algo que no se puede evidenciar, o que incluso no se sabe de qué tratan.
Como se ha mencionado a lo largo del artículo, el concepto de desarrollo sustentable se encuentra muy lejos de ser comprendido, incluso en los discursos políticos; más bien existe una lejanía entre lo que se persigue con el desarrollo sustentable desde el concepto mismo y lo que conceptualiza la población. Se requiere entonces, y sobre todo, de procesos de educación y cultura para caminar sobre un mismo objetivo: el bienestar de las sociedades, del ambiente y su permanencia a través de las generaciones.
En este documento se entretejen la realidad, la construcción de esta y las percepciones respecto a dos conceptos específicos, deterioro ambiental y desarrollo sustentable, que se conceptualizan de manera distinta entre la población que en los organismos internacionales y espacios académicos. La población de San Cristóbal de Las Casas tiene ideas vagas e incluso equívocas de ambos conceptos, básicamente porque no existe una interacción entre ellos y los procesos de construcción de la realidad a partir de la vida cotidiana. De esta manera, puede afirmarse que en general entre la población entrevistada no existe una construcción clara de los conceptos, y que una proporción de esta población construye el concepto de desarrollo sustentable desde su vinculación con el cuidado ambiental, la seguridad laboral y los programas gubernamentales, mientras que el deterioro ambiental se identifica como parte del progreso económico de una zona.