Introducción

Los zoques asentados en Chiapas se ubican mayoritariamente en la región norte del estado y se caracterizan por ser el único grupo étnico que proviene de la familia lingüística mixe-zoque- popoluca, lo cual nos distingue de los otros grupos étnicos de la entidad que provienen del tronco lingüístico maya. Son justamente los municipios de Francisco León, Chapultenango, Tapilula, Rayón, Pantepec, Tapalapa, Ocotepec, Coapilla, Copainalá y Tecpatán los que conforman la región histórica zoque de Chiapas (Fábregas, 2008, 2012; Villa Rojas, 1975). Andrés Fábregas señala: “en nuestros días el grupo más numeroso de hablantes de zoque vive al este del río Grijalva y entre el escarpado territorio de la Sierra de Pantepec hacia el noreste de la altiplanicie chiapaneca” (2008:20). La región zoque en general, y en específico la zona montañosa donde colindan los municipios de Francisco León y Chapultenango, se caracteriza por la presencia del volcán Chichón, también conocido como Chichonal.1 El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reporta en el censo de 1990 la existencia de 34 810 hablantes de lengua zoque en el estado de Chiapas, en el año 2000 la cifra aumentó a 41 609 hablantes y en el censo de 2010 se llegó a 53 839 hablantes de zoque (INEGI, s/f). En el caso de los zoques de Chapultenango, puede afirmarse que su historia está marcada por la dispersión de sus miembros. Entre los hechos más destacados que provocaron esta dispersión figuran el despojo de tierras y el desplazamiento que sus habitantes vivieron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX (Ledesma, 2018), así como la migración con destino a estados circunvecinos de Chiapas durante la década de los cuarenta del siglo XX, que se transformó en la década de los sesenta, cuando la migración dejó de ser circular para convertirse en definitiva, de manera que los puntos de residencia zoque se extendieron a espacios urbanos como la Ciudad de México y Guadalajara (Domínguez, 2013). A su vez, la erupción del volcán Chichón en 1982 condujo tanto a la reubicación de muchas personas de esta etnia, como al fortalecimiento de la migración en la región (Domínguez, 2018). Fue a partir de la década de 1990 cuando los zoques de Chapultenango comenzaron a migrar a Estados Unidos. Para ello, se conectaron a las redes paisanales históricas que se habían construido a lo largo y ancho del país gracias a la migración campo- ciudad que habían desplegado desde la década de los cuarenta del siglo XX.

Cabe apuntar que la migración internacional zoque se gestó y se desenvolvió de manera simultánea a otras dos trayectorias migratorias registradas en el municipio a partir de la misma década. Esas trayectorias migratorias tenían como destino las ciudades de Chihuahua y Tijuana en el norte del país y zonas turísticas como Quintana Roo, específicamente las ciudades de Chetumal y Cancún. Estas tres trayectorias migratorias se sumaron a las anteriores construidas a lo largo de décadas, y a su vez conformaron la última fase de movilidad de lo que he denominado como la diáspora zoque (Domínguez, 2018). Siguiendo a Floya Anthias, es posible determinar algunos rasgos que definen las diásporas: “dispersión, trauma colectivo, florecimiento cultural, una relación problemática con la mayoría, un sentido de comunidad que trasciende fronteras nacionales y promoción de un movimiento de retorno” (Anthias, 1998:558). Por su parte Butler señala que, además de la dispersión que caracteriza a las diásporas, estas deben contener al menos “dos lugares de destino e incluir una nueva característica: la existencia del grupo al menos por dos generaciones” (Butler, 2001:2). En este sentido, James Clifford señala que las diásporas suponen por lo general distancias mayores y una separación más parecida al exilio, un tabú constitutivo que pesa sobre el regreso (Clifford, 1999).

Si bien las diásporas no necesariamente tienen que cumplir con todos los rasgos indicados, pueden encontrarse en esta enumeración de “características” vasos comunicantes que conforman un escenario social que posibilita analizar los diversos desplazamientos y migraciones en varias generaciones de los zoques de Chapultenango. Mirar la movilidad de este grupo a través de la lente de la diáspora también encuentra su razón de ser en las ideas presentadas por Khaching Tölölyan, quien indica que: “el término que una vez describió la dispersión judía, griega y armenia comparte ahora significados con un dominio semántico mayor, que incluye palabras como inmigrante, expatriado, refugiado, trabajador golondrino, comunidad en el exilio, comunidad extranjera, comunidad étnica” (Tölölyan, 1991:3).

En este artículo se hará hincapié en la trayectoria migratoria internacional que inició con la migración de hombres zoques a partir de la década de los noventa del siglo XX, y a la cual con el paso de los años se sumaron mujeres y niños, pero sin olvidar que esta trayectoria migratoria es parte de un proceso de largo aliento que tiene en la diáspora su conceptualización holística. La mayoría de los zoques que residen en el vecino país del norte proceden de la Ribera Valtierra Centro, zona perteneciente al municipio de Chapultenango, Chiapas. Vale decir que en el inicio de la trayectoria migratoria hacia Haverhill, Massachusetts, la conexión con el asentamiento zoque ubicado en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México, a donde los zoques migraron desde la década de los sesenta del siglo XX, desempeñó un papel clave para articular el flujo migratorio internacional de este grupo (Domínguez, 2013, 2018). Fue en la ciudad de Guadalajara, hacia finales de la década de los ochenta, cuando los zoques valtierreños conocieron la posibilidad de migrar hacia Estados Unidos, esto debido a sus relaciones sociales con personas fuera de su círculo, principalmente con mestizos que se encontraban en situación de retorno en la ciudad de Guadalajara. Cabe apuntar que los zoques que migraron a Estados Unidos han conformado un flujo definitivo y sin retorno. En el año 2018, unas cuarenta personas residían en la ciudad de Haverhill, Massachusetts (Domínguez, 2018). Los zoques se insertan en una nueva modalidad que adquiere la migración internacional de mexicanos hacia Estados Unidos, según Ariza y Portes, quienes mencionan que en la década de 1990 el volumen, la magnitud y el perfil sociodemográfico de los migrantes adquirieron un nuevo rostro principalmente por tres elementos nuevos: “la irrupción de la población indígena, la creciente presencia de las mujeres y el aumento en el porcentaje de los provenientes de localidades urbanas” (Ariza y Portes, 2007:15).

Zoques en Guadalajara: el anclaje histórico de la diáspora y la migración de tapatíos2 a Estados Unidos

Desde mediados del siglo XX, la ciudad de Guadalajara, Jalisco —ubicada en el occidente de México y fundada en 1542 por los conquistadores españoles—, comenzó a registrar un acelerado proceso de industrialización (Núñez, 1999). De manera simultánea se intensificaron los flujos migratorios campo-ciudad, que fueron cruciales para entender la expansión demográfica de Guadalajara, y se registró la incorporación de indígenas a la migración con destino a esta ciudad. Si bien los zoques de Chapultenango, Chiapas, iniciaron sus trayectos migratorios con destino a Guadalajara a finales de la década de 1960, en la actualidad esta ciudad se mantiene como lugar de acogida recurrente. Hoy en día cuarenta familias zoques residen, en su gran mayoría, en la periferia de la ciudad y de manera dispersa (Domínguez, 2013). A diferencia de los flujos migratorios registrados a partir de 1940, cuando la migración era circular y por relevos —ya que los lugares de destino eran relativamente cercanos a Chapultenango—, la migración a Guadalajara se caracteriza por ser definitiva. En este proceso, las redes de apoyo paisanal y de amistad cobran importancia al momento de migrar. Hasta ahora Guadalajara sigue siendo un polo de atracción tanto para quienes migran por primera ocasión, como para aquellos que ya han tenido experiencias migratorias previas. En esta ciudad las familias, junto a las nuevas generaciones de zoques urbanos, recrean su cultura, a la vez que mantienen fuertes lazos con el lugar de origen, así como con sus paisanos radicados en diversos lugares de la urbe y del país.

A su vez, es importante señalar que durante las últimas tres décadas del siglo XX la ciudad de Guadalajara, capital del estado de Jalisco, registró dos cambios importantes en relación con los flujos migratorios. Por un lado, se produjo un creciente flujo migratorio de indígenas provenientes de muy diversas regiones del país, por lo que el número de habitantes indígenas en el estado de Jalisco, y en específico en Guadalajara, se incrementó considerablemente. En el censo de 1990 se reportó la presencia de 24 914 indígenas en el estado, mientras que en el año 2000 la cifra aumentó a 39 259; en 2010 el número se duplicó en relación con el censo de 1990, hasta llegar a un total de 53 695 indígenas (Hernández, 2004; INEGI, 2005, 2011). Por otro lado, el flujo histórico de migración de jaliscienses a Estados Unidos, que inició a principios del siglo XX, dejó de ser primordialmente rural a partir de la década de 1980. Desde entonces los jaliscienses de la ciudad de Guadalajara emprendieron procesos migratorios al vecino país del norte. Así, estructuraron una nueva fase de movilidad y contacto con las familias radicadas en el otro lado de la frontera (Arias y Woo, 2004). De manera paralela, debe señalarse que la ciudad de Guadalajara —ubicada en el occidente de México— es parte de lo que Jorge Durand ha designado como la “región histórica” de migración en México (Durand y Massey, 2003:72; Durand, 2010).3

La región histórica se caracteriza por tres rasgos fundamentales: antigüedad, dimensión y condición legal. La experiencia migratoria en las comunidades migrantes de la región histórica se remonta a finales del siglo XIX; desde siempre ha sido una migración de carácter masivo y ha contribuido con más de la mitad del flujo migratorio. Finalmente, los migrantes de esta región tienen los mayores índices de legalidad. La región histórica logró más de la mitad de las tarjetas verdes otorgadas [en 1986] por IRCA [Inmigration Reform and Control Act], 63.3 por ciento de acuerdo con el estado de origen, y 55.2 por ciento de acuerdo con el último lugar de residencia. Estos tres rasgos otorgan madurez a sus redes sociales; complejidad a sus circuitos y rutas migratorias, y permiten hablar de una “cultura migratoria”, acuñada y modelada a lo largo de más de un siglo de historia migratoria ininterrumpida (Durand y Massey, 2003:77).

Algo que sobresale a partir de 1980 es que la estructuración de los flujos migratorios fue posible gracias a las redes migratorias campo-ciudad que los habitantes de la región histórica habían desarrollado durante más de un siglo (Durand, 2010). Patricia Arias y Ofelia Woo han mostrado cómo en tres colonias populares de la ciudad de Guadalajara las redes migratorias, tanto de amistad, como de parentesco y paisanaje, generaron la movilidad a Estados Unidos:

De acuerdo con la información de San Marcos, la mayor parte de los migrantes tenía amigos cercanos que también eran o habían sido migrantes. En ese tiempo, la categoría amigos podía confundirse con la de paisanos porque, como se ha dicho, la mayor parte de los migrantes se insertaba en redes rurales para iniciar la trayectoria migratoria hacia Estados Unidos. Otra categoría importante de parientes migrantes eran los primos, hermanos y cuñados, fenómeno que remite a redes familiares y quizá también en ese momento a redes mezcladas con paisanaje que estaban ancladas en los mundos rurales de los que provenían los pobladores de la colonia. En ese sentido podría decirse que las redes migratorias de ese tiempo estaban centradas tanto en el paisanaje como en el parentesco que, en muchos casos, solían coincidir (Arias y Woo, 2004:29)

Además de ello, las redes rurales fueron fundamentales para que la migración desde el contexto de Guadalajara se desarrollara; en esta nueva fase la migración se encaminó hacia regiones ubicadas más al norte de Estados Unidos. Así, algunas personas originarias de o residentes en la ciudad de Guadalajara migraron con destino a Haverhill, Massachusetts. Fue hacia finales de la década de 1970 cuando la mayoría de los migrantes provenientes de la colonia Balcones de Oblatos, ubicada en el oriente de Guadalajara, emprendieron la migración al norte. Rosa Castro refiere en entrevista:

Desde el inicio se vino Pedro Escoto y él se trajo a sus dos hermanos y a sus primos, y uno de ellos se trajo a mi hermano mayor, Rafael, El Chovis, quien llegó a Haverhill en 1978 […] Ellos [los Escoto] vinieron primero, y cuando regresaron fue que le platicaron a mi hermano y lo trajeron para acá. Los Escotos primero vivieron en Malboro y después vivieron en Lawrence, después vivieron en Haverhill y ya no se movieron.4

La conexión de personas oriundas de o radicadas en Guadalajara con aquellas asentadas en la ciudad de Haverhill, pronto se acrecentó. Rápidamente se generó y se consolidó una extensa red migratoria. Al principio, medio centenar de familias tapatías decidió asentarse allí. En cuanto a trabajo, los hombres se insertaron en la construcción como ruferos5 y reparando el pavimento de las calles. Por su parte, las mujeres consiguieron trabajos en restaurantes de comida rápida y en Factories.6

De esta suerte, tanto la migración de zoques con destino a Guadalajara —que debe verse como una pieza clave en el gran engranaje que conforma su actual diáspora—, como los cambios en los flujos migratorios de los tapatíos, fueron los elementos clave que ayudan a entender el inicio del flujo migratorio hacia la parte norte de Estados Unidos. Son justamente ambos elementos los que explican el inicio de la migración zoque internacional.

La migración de zoques a Haverhill, Massachusetts

Hacia finales de 1988 Ramiro Velázquez —un zoque nacido en Cumbres Valtierra, ranchería de Valtierra Centro, municipio de Chapultenango, Chiapas— decidió migrar a Guadalajara, Jalisco. En dicha ciudad Ramiro tenía un hermano que había migrado a consecuencia de la erupción del volcán Chichón en 1982. Ramiro permaneció en Guadalajara tres años. Ahí, además de entender el modelo de vida urbano, conoció a unos amigos que lo invitaron a probar suerte en “el norte”. Fue así como, en 1991, Ramiro llegó a Haverhill, Massachusetts, y se convirtió en el primer zoque en vivir en la parte norte de Estados Unidos. Tras tres años de residir y trabajar en Haverhill, en 1994, Ramiro decidió regresar a visitar a su familia radicada en Valtierra Centro. Ahí, el migrante socializó su experiencia laboral en el extranjero, lo que provocó inquietud y deseos de migrar entre sus familiares, como bien señala Ramiro en una entrevista:

Cuando fui para allá [Valtierra] les platiqué a los muchachos, ya todo mundo quería venirse para acá, pero si no hay billete, no se puede […] después de la primera vez que fui al pueblo, vino mi hermano José y mi sobrino Javier, el hijo de mi medio hermano Fermín […] aquí [en Haverhill] hubo un tiempo que había como unas 60 personas, todos de Valtierra de la región de Chapultenango.7

La ciudad de Haverhill, que en 2015 contaba con 62 488 habitantes (United States Census, 2015), está ubicada al norte de la ciudad de Boston, Massachusetts, al margen del rio Merrimack, y pertenece al condado de Essex County. Haverhill, como todo el estado de Massachusetts, es de los lugares más antiguos de Estados Unidos. Por ahí entró la colonización inglesa durante la primera mitad del siglo XVII. Wingate Chase (1861) señala que, hacia 1640, los europeos se asentaron en la actual área de Haverhill. No obstante, fue hasta el siglo XIX cuando el asentamiento registró cambios significativos. Entre 1870 y 1890 Haverhill se convirtió en una floreciente ciudad industrial, donde las fábricas de calzado ganaron una notoriedad importante (Trainor O’Malley, 1997). A la par que la industria y las fábricas se consolidaban, la mano de obra migrante comenzó a llegar. Desde franceses, irlandeses y canadienses, hasta italianos, armenios, lituanos, polacos y griegos, emprendieron procesos migratorios con destino a esta ciudad (Trainor O’Malley, 1999). Un siglo después, a partir de la década de 1970, comenzaron los flujos migratorios de mexicanos, a quienes posteriormente se sumaron puertorriqueños, dominicanos, salvadoreños, hondureños, colombianos y brasileños. La presencia de personas de distintos lugares y culturas del mundo ha conformado una ciudad multicultural, donde las identificaciones nacionales siguen jugando un papel determinante en la clasificación social.

Desde la década de 1990 hasta la actualidad la migración zoque hacia Haverhill ha estado compuesta primordialmente por hombres. Destaca el caso de José Velázquez, hermano de Ramiro, quien llegó a esta ciudad en septiembre de 1994. Al igual que Ramiro, José se movió a Guadalajara antes de emprender la migración a Estados Unidos. Así lo señala en una entrevista que le realicé en Haverhill durante el verano de 2015:

Yo vendí un ganado que tenía en ese entonces y con ese me vine […] Pasé a Guadalajara, ahí estuve como 8 o 15 días, porque ahí tenia a Saúl, mi hermano. Pensé, de ahí me impulso y me voy para allá [...] Le hablé a mi hermano Ramiro, pero ya que estaba en Guadalajara, porque él siempre me ponía pretextos, me decía que no hay trabajo. Bueno, entonces si le hablo de allá de Chiapas, entonces dije yo, pues va a hacer lo mismo. Entonces, cuando yo lo hablé yo ya estaba con ustedes en Guadalajara. Le dije a Ramiro, “yo ya estoy en Guadalajara y tengo ganas de venir”. “Sobres pues”, me dijo, “ok, tal día viajas, porque vas a venir con otra persona de Guadalajara”. Era una mujer, era la esposa de un amigo de Ramiro, de ahí de Guadalajara […] yo regresé al pueblo a finales de 1996. Esa vez ya me vine con mis cuñados, me vine con Jorge y Ariosto Sainz. En ese tiempo cobraban como 800 dólares para cruzar.8

De esta suerte, los zoques de Chapultenango lograron conjuntar dos elementos que a la postre les brindaron la oportunidad de estructurar un flujo migratorio hacia Estados Unidos: por un lado, el apoyo de las redes migratorias campo-ciudad que los zoques han desarrollado a lo largo de México y, por otro lado, la conexión con y el apoyo de redes migratorias transnacionales generadas por mestizos desde la ciudad de Guadalajara, las cuales fueron fundamentales para llegar a Haverhill. Con base en lo anterior, se argumenta que los zoques que llegaron a Guadalajara a finales de 1980 ya tenían trayectorias y experiencias de migración rural previa: “es decir, episodios migratorios que habían sucedido antes de que las familias migraran” (Arias y Woo, 2004:5). Estos elementos, junto con las redes familiares, paisanales y de amistad que poseían, fueron claves para que entraran en contacto con nuevos flujos desde otros contextos.

Durante un periodo de diez años, entre 1995 y 2005, el flujo migratorio de zoques con destino a Haverhill fue constante, de manera que en un momento llegaron a ser unas sesenta personas (Domínguez, 2018). José Velázquez refirió: “Por ejemplo, esto es una cadena, entonces ya la gente que trajimos nosotros, ellos ya trajearon otra gente, entonces ellos conocieron otros coyotes que cobran un poco más barato. Ya vinieron muchas personas más”.9 En general, el apoyo hacia una persona migrante zoque se ve materializado cuando un familiar o paisano le envía dinero para que pueda viajar a la frontera norte, para el pago del coyote y para cruzar la frontera, así como para subsanar los gastos, y también para que, ya en territorio estadounidense, la persona sea llevada hasta la ciudad de Haverhill. Isabelino Velázquez relató en entrevista:

Yo primero estuve en California, ahí me dieron trabajo en la reconstrucción de un restaurante. Después de seis meses trabajé en un restaurante, pero lavando platos. Ahí, en California, estaban los primos de Simón [zoques de Valtierra Centro], quienes me ayudaron con el dinero para poder cruzar la frontera […] Estando en California nosotros nos comunicábamos con la gente de aquí, de Haverhill, con Simón, con Crescencio, con Ramiro Velázquez, quien me conocía desde pequeño, nomás que no se acordaba bien de mí. Por eso, cuando le comentaron que yo quería venir, él dijo que sí, nomás que me den la dirección y lo mando a buscar, dijo. Ya luego me llamo él [Ramiro] y me pidió la dirección completa, y habló con la persona que me fue a recoger a la casa para ya venir a Haverhill. Ellos me ayudaron a venir aquí, a Haverhill.10

Una vez que el migrante ha llegado a su destino, usualmente se hospeda con el familiar más cercano que tiene en Haverhill. En algunos casos, la persona con la que se aloja es la que lo ayudó económicamente para cruzar la frontera. Una vez instalado, es común que los paisanos zoques lo visiten y le inviten a comer y a salir para mostrarle la ciudad. Asimismo, como gesto de bienvenida y solidaridad le compran ropa y zapatos, entre otras cosas.

La gente, cuando llegas aquí, te aliviana, te da dinero, te da veinte o treinta, porque tú prácticamente vienes aquí con lo que traes puesto, es con lo que llegas. Ya la gente te aliviana para comprar dos o tres mudas de ropa, te compran tus botas para que empieces a trabajar, tus chanclas.11

Todos los zoques han cruzado la frontera sin documentos, y por tal motivo llegaron a Haverhill solo con lo puesto cuando iniciaron el cruce fronterizo, por ello la compra de ropa puede leerse como un acto de apoyo, pero al mismo tiempo es un mecanismo que refuerza el tejido social a través de la reciprocidad. Por ejemplo, en el contexto de las fiestas navideñas y en los cumpleaños es común que organicen intercambios de regalos entre familiares y amigos. En estas celebraciones, los regalos representan un gesto de amistad y cohesionan al grupo. En ese sentido, la compra de ropa u otras cosas al recién llegado puede leerse dentro del sistema de regalos e intercambios que los zoques de Haverhill realizan a lo largo del año.

En la actualidad hay diez núcleos familiares zoques que residen en esta ciudad. Cinco de ellos son matrimonios entre parejas de esta etnia de la Ribera Valtierra Centro, del municipio de Chapultenango, Chiapas. Otros cuatro núcleos están conformados por hombres zoques y mujeres estadounidenses, mientras un décimo núcleo lo conforman un zoque y una mujer oriunda de la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Como se observa, hasta ahora son los hombres los únicos que han entablado relaciones de familia más allá del grupo étnico.

A la par de los núcleos familiares, los hombres zoques, en su mayoría solteros, arriendan departamentos de manera colectiva repartiéndose los gastos y las tareas de limpieza. Además, desarrollan actividades en colectivo como la siembra una vez al año, las actividades deportivas y las fiestas y reuniones; asimismo, se reúnen para ver por televisión los partidos de la selección mexicana y las ligas europeas donde compiten jugadores mexicanos. De igual forma, los hombres solteros pueden alquilar cuartos en alguna de las casas de zoques o de personas de otro grupo o nacionalidad.

En relación con la situación migratoria de los zoques en Haverhill, puede afirmarse que en la actualidad se registran cuatro modalidades: indocumentados, con permiso de trabajo, con residencia y con ciudadanía plena, aunque estos últimos son minoría.

Todas las familias tienen uno o hasta tres hijos; algunos de estos llegaron muy pequeños y otros nacieron en el nuevo lugar de morada de sus padres. Algo característico de los zoques de Haverhill es que, en su totalidad, las nuevas generaciones tienen acceso a la educación. En este nuevo lugar de residencia, los hijos de los zoques han accedido a la educación primaria, secundaria y preparatoria —Elementaryschool, medium school y high school—; en la actualidad solo tres mujeres zoques cursan educación superior, que en Estados Unidos se conoce como el college o universidad.

De igual forma, esta nueva generación de chicos y chicas, cifrada en unas quince personas, es partícipe de los diversos mecanismos de comunicación y contacto que los zoques de Haverhill han desarrollado en el lugar de origen, que se materializa en llamadas telefónicas y en mensajes de WhatsApp cotidianos, así como en envíos de productos, viajes, visitas, inversiones familiares en el pueblo y la participación en festividades en el lugar de origen. Esta nueva generación escribe, lee y habla en perfecto inglés, y todos saben hablar español aunque se les dificulta leerlo. Algunos entienden zoque e incluso pueden entablar comunicación en la lengua materna de sus padres. Por su parte, los padres y madres zoques, así como quienes migraron a Haverhill cuando eran jóvenes, tienen como característica común el poder comunicarse de manera oral en tres lenguas: zoque, español e inglés.

La lengua materna la hablan mayormente los adultos, aunque les resulta muy difícil escribirlo y leerlo. Los más pequeños y quienes crecieron o nacieron en Haverhill entienden algunas frases en zoque y, al igual que sus padres, no saben leerlo ni escribirlo y se les dificulta pronunciarlo. A su vez, la mayoría de los adultos saben leer, escribir y hablar en español debido, entre otras cosas, a que todos fueron a la primaria en Chiapas. Por su parte, a los más pequeños se les dificulta leer y escribir en español. El inglés lo hablan de manera cotidiana en el trabajo, y son los miembros más pequeños quienes lo utilizan con mayor frecuencia, además de que saben leerlo y escribirlo, a diferencia de sus padres. En palabras de Cirilo Velázquez: “solo aprendimos el inglés callejero y con eso es como nos defendemos en el trabajo y en la vida”.12

Esta diversidad en el manejo de las lenguas se ve reflejada en la socialización cotidiana tanto dentro como fuera de los hogares. Por ejemplo, es común escuchar las tres lenguas en reuniones donde coinciden personas de varias generaciones de zoques, sobre todo en fiestas y celebraciones. Los niños hablan principalmente en inglés, pero el uso del español no les resulta ajeno. Por su parte, las personas de generaciones adultas hablan en español y en zoque, mientras utilizan el inglés en el ámbito del trabajo, así como para participar en las conversaciones de los jóvenes.

Durante la década comprendida entre 2005 y 2015 se observaron dos fenómenos sociales al interior del grupo; por un lado, se produjo un estancamiento en el flujo migratorio zoque con destino a Haverhill y, por otro lado, se llevó a cabo un proceso de movilidad de zoques desde Haverhill hacia otros estados de Estados Unidos, especialmente a Tennessee y Florida, ya sea de manera definitiva o temporal durante el invierno (Domínguez, 2018).

Algo que conviene apuntar es que, a diferencia de otros grupos indígenas que migran a Estados Unidos y que se emplean en actividades predominantemente agrícolas, los zoques por el contrario desarrollan actividades vinculadas con los servicios en zonas urbanas.

El trabajo de los zoques asentados en Haverhill

Entre las actividades laborales y de socialización desarrolladas por los zoques se puede observar cómo los roles de género, si bien muestran rasgos de continuidad —como es el hecho de que las mujeres sean las encargadas del cuidado de la casa, de los trámites escolares de los hijos y de la preparación de los alimentos en el hogar, al igual que en el pueblo de origen—, también se observan cambios. Por lo regular, ellas trabajan en establecimientos de comida rápida y en fábricas y, al aportar recursos económicos al hogar, tienen un poco más campo de acción para cuestionar y transgredir las prácticas machistas al interior del hogar. Lo anterior no significa que las jerarquías de poder se reproduzcan solo en el ámbito privado; en lo público se observa cómo el acceso al empleo está cruzado por la diferencia entre hombres y mujeres, independientemente del estatus migratorio. Lidia Sainz me comentó en entrevista:

Yo, los dos primeros años que vine para acá yo no trabaje porque Eddy estaba pequeño, ya después comencé a trabajar en el restaurant Burger King, ahí hacia las hamburguesas. No tenía papeles, nada, era el único trabajo que se encontraba. Solo en esos lugares de las comidas rápidas es donde puedes trabajar, por ejemplo, en las fábricas o en las compañías grandes no puedes entrar, chequean tus papeles. En las comidas rápidas, en las pizzerías, en las cafeterías y en las tintorerías, eso es para las mujeres porque los hombres encuentran más trabajo, por ejemplo en el Landscaping o en las construcciones encuentran trabajo aunque no tengan papeles, pero para las mujeres es más difícil conseguir trabajo.13

Las mujeres llegan a ganar entre nueve y diez dólares la hora por trabajar en establecimientos de comida rápida y fábricas, por lo que su actividad laborar se desarrolla dentro de tales instalaciones. Por su parte, los hombres trabajan largas jornadas laborales al aire libre —entre diez y doce horas— en el ramo de la construcción como ruferos o carpinteros, así como en el Landscaping, primordialmente en jardinería, o como empleados en compañías de recolección de basura de la ciudad. Los hombres llegan a ganar entre veinte y veinticinco dólares la hora.

El tema del clima es determinante para la vida social de los zoques en Haverhill, máxime cuando el trabajo se desarrolla a la intemperie. Algo que caracteriza a esta ciudad, así como a la región norte de Estados Unidos, es el notorio cambio entre las estaciones a lo largo del año. Durante el verano, que transcurre entre los meses de mayo a agosto, las temperaturas pueden alcanzar los 100 grados Fahrenheit (40 grados centígrados). En el invierno, de noviembre a febrero, la caída de nieve es recurrente y las temperaturas pueden descender hasta los 13 grados Fahrenheit (-10 grados centígrados). El otoño transcurre de agosto a octubre, y la primavera entre marzo y abril.

En el caso de los ruferos, durante el verano están sometidos a altas temperaturas entre diez y doce horas al día, como lo relata en entrevista Cirilo Velázquez:

En la mañana hay que levantarse temprano porque se entra a las 6:30 am. A esa hora hay que estar en la compañía para comenzar a trabajar. Trabajan mis primos, somos como cinco hispanos […] Muchos ruferos trabajan por muy poquito, un rufero supuestamente tiene que ganar de quince dólares la hora para arriba y nosotros no, nosotros nos pagan por día. Por ejemplo, si salimos a las 4 o las 5 de la tarde, a nosotros nos están pagando 220 dólares al día. Si ya salimos a las 6 de la tarde, entonces ya viene otro tanto, entonces ya ganamos como 250. Pero no todos ganamos igual; por ejemplo, los ayudantes tienen otro precio, ellos ganas 160 dólares al día. El rufero es el que pega y el ayúdate es quien sube la herramienta, el material y todo lo que necesites, ellos están contigo [...] digamos que cuando el sol está aquí como a 95 [Fahrenheit], en el rufo está como a 115 [Fahrenheit], tienes que aguantarlo porque es tu trabajo, tú no puedes dejar un rufo abierto, tú tienes que hacerlo, tienes que aguantar. Hay días que hay demasiado calor, no se aguanta; entonces, nosotros subimos una manguera para tirarnos agua uno mismo y no te quemes mucho. Tomamos agua y Gatorade. La verdad, mucha gente no aguanta, es una chinga que llevas, pero uno vino a eso, para trabajar aquí, uno tiene que aguantar. Donde te tocó trabajar, pues hay que hacer el trabajo. No te vas a correr del trabajo […] pero cuando cae la nieve ya no se puede hacer el trabajo. En tiempo de frío ya no se puede clavar con la pistola de aire.14

Como se advierte en la entrevista, en el trabajo del “rufo” hay maestros y ayudantes; los primeros ganan 220 dólares y los segundos 160 dólares al día. Esta diferencia radica en que el maestro es quien sabe pegar las Asphaltshingles (tejas de asfalto) mediante una pistola de aire. El ayudante es quien sube las tejas al techo, las cuales vienen en un paquete que pesa 70 libras, y recogen la basura que se genera durante el día. Además de pegar los shingles, el trabajo del rufero consiste en cubrir los diversos bordes que irrumpen en el techo —salidas de aire, chimeneas, etcétera—, y tienen que hacerlo bien porque, de otra manera, cuando llueva el agua puede entrar en la casa.

Como se puede observar, el trabajo en el “rufo” no es fácil y se caracteriza por el gran desgaste físico que causa a las personas que se emplean en esta actividad, porque las altas temperaturas del verano (100 grados Fahrenheit) y las largas jornadas laborales (12 horas al día) provocan, entre otros efectos, que los zoques sangren de la nariz con cierta regularidad. Cuando esto sucede, se mojan la cabeza con agua, y de sus mochilas de trabajo sacan servilletas para contener la hemorragia.

El invierno es el periodo en que los ruferos toman pequeños descansos, sobre todo los solteros. Algunos dejan de trabajar por semanas, y los que trabajan lo hacen paleando nieve. Otros, como señalé antes, para evitar la nieve se mudan temporalmente al estado de Tennessee, lugar donde, si bien la paga es menor, no se quedan sin ingresos, como apunta Cirilo Velázquez en entrevista:

Yo en el invierno me fui a Tennessee, está como a dos horas y media en avión. Si vas en carro te lleva como unas veinte horas. Salí como a las 12 del mediodía aquí y como a las 2:30 estaba en Tennessee. Yo allá llegué con mi tío Alberto Velázquez, allá fui a hacer trabajo de finish work, que es colocar ventanas, piso de madera, reparar las casas […] allá es diferente, allá la paga es muy poco, digamos que allá te pagan 12 dólares por hora. Si tú eres buen trabajador y sabes todo el trabajo, por mucho lo que puedes ganar es 13 o 14 dólares la hora. Tienes que trabajar como 60 horas para sacar buena paga por semana. La verdad no se gana mucho, yo fui en noviembre y me regresé en abril.15

Cabe señalar que, en su mayoría, los hombres zoques trabajan como ruferos en algún momento de sus vidas. Sin embargo, hoy día los nichos laborales en que se insertan dentro de la industria de la construcción se han diversificado; un ejemplo es el trabajo de carpintería que desarrollan al interior de las casas habitación. Por otro lado, se registra el trabajo de hombres zoques en compañías recolectoras de basura tanto en Haverhill como en la ciudad de Boston.

El acceso a estos nichos laborales se concretó gracias a las redes de amistad que los zoques han tejido con otras personas en Haverhill, así como porque se caracterizan y son reconocidos como buenos trabajadores. Los zoques han encontrado personas y contextos favorables para acceder a trabajos y en algunos casos para legalizar su estancia en el país.

Yo conozco a un bato con el que llegábamos a jugar futbol, un tal Pedro que es de Guadalajara. Me dice él, “oye, que hay chance [para trabajar en la recolección de basura]. Porque yo llegué a meter mi aplicación ahí, porque Alberto [un paisano zoque] trabajaba en eso”. Yo llené mi aplicación y les dije que cuando haya un chance llámenme o qué onda. El chiste es que te selecciona un bato de ellos y me dice, “hay un chance por dos o tres meses, que si lo quieres o no” […] Hice mi aplicación y luego me habló Pedro y me dijo: “te quieren el viernes”. Él me llevó, yo esa vez ni dinero traía, estaba con dos semanas sin trabajar. Buena gente el bato, neta, me dijo: “mira, yo sé que no has trabajado en nada y esta semana en que no vas a recibir cheque, yo te voy a comprar todo”. Red Bull, me compraba Gatorade, me compraba lonche y hasta cerveza en la tarde, una persona buena gente, él pasaba por mí y todo. Pero me dice, “para la otra semana te toca”, y yo le dije que sí. […] Al supervisor le gustó cómo yo trabajaba, yo corría, estaba acostumbrado a jugar y todo, y por eso no se me hizo difícil. Me dijeron que era muy rápido haciendo recycle, así me dijo el supervisor, “yo quiero que te quedes a trabajar con nosotros, te voy a hacer el paro”, dice, “si tú trabajas tres meses, a ti ya no te pueden correr, prácticamente no te pueden correr”. Me dio dos meses, un mes. Yo me acuerdo en un mes de agosto, “este mes te voy a dar al menos un día a la semana, el chiste es que trabajes un día entre semana, va ir contando tu semana, porque trabajaste; si tú llegas a septiembre, ellos automáticamente te mandan a Boston o a donde sea, te tienes que quedar con la compañía”. El supervisor era americano, era un viejito que, la verdad, yo le agradezco mucho. Yo en ese tiempo ni sabía hablar inglés, lo poquito que sabía era lo que trataba de comunicarme con él. Me dijo, “ok, te quiero ver el 1 de septiembre, porque te quiero de full time”.16

Como se puede observar, ser un buen trabajador abre posibilidades para cambiar de trabajo y para lograr la residencia e incluso la ciudadanía. Este fue el caso de tres familias, cuyos integrantes lograron acceder a la ciudadanía mediante el apoyo de sus jefes de trabajo para aplicar a la Ley 245 i que promulgó el presidente Bill Clinton. José Velázquez comentó:

Esa es una la ley que sacó Clinton, la Ley 245 i, que podías aplicar por medio de tus patrones, para la gente que trabajas. Si ellos decían, “ok, yo te necesito”, y en ese tiempo había formas y ya ellos te firmaban y se metía a la inmigración. Pero fue una ley que tardó un cierto tiempo. Nosotros fuimos de los últimos en aplicar, casi nadie creyó, de nosotros solo aplicamos tres personas, nadie quiso, nadie creyó […] Metimos la aplicación en 2001 y en dos años me dieron un permiso de trabajo, y duré como cuatro años, porque a la hora de aplicar al permiso de trabajo automáticamente aplicas a la residencia, pero con ese permiso de trabajo no podía salir del país. Eres legal aquí, puedes trabajar y todo, pero si salías perdías automáticamente todo.17

A finales del año 2000, durante el segundo periodo de gobierno del presidente Bill Clinton, se aprobó una extensión de la Ley 245 i18 mediante la cual se permitía a los migrantes indocumentados solicitar su residencia definitiva en Estados Unidos a través de un empleador o pariente, y con la disposición de que las personas solicitantes no tenían que salir del país mientras se desarrollaba el trámite. La Ley 25 i solo permitió enviar solicitudes de petición de visa hasta el 30 de abril de 2001. Fue en ese contexto cuando los integrantes de tres familias zoques pudieron acceder a la residencia.

A su vez, debe apuntarse que el trabajo es un objetivo primordial para el migrante zoque, ya que con él se provee lo necesario para el sustento. Además, la residencia en la ciudad tiene un alto costo. Los zoques deben pagar renta, agua, gas y el combustible que se utiliza para la calefacción de la casa durante el invierno, así como el teléfono, internet y la televisión por cable. Estos gastos son conocidos entres los zoques como los bills. De igual forma, pagan impuestos por lo que consumen, los famosos Taxes. El estado de Massachusetts se caracteriza por tener las cuotas de impuestos más altas de Estados Unidos, así que muchos zoques se benefician de la cercanía de Haverhill con el estado de New Hampshire, a quince minutos de distancia, lugar donde el cobro de TAXES es más bajo, por lo que acuden ahí a comprar ropa y zapatos.

Los huertos urbanos y la socialización zoque en Haverhill

Algo que caracteriza a los zoques que viven en Haverhill es que siembran y cultivan en huertos una vez al año. Los huertos se encuentran ubicados en lo que en México conocemos como el patio trasero de las casas, lo que entre los habitantes de Haverhill se llama “yarda”. En ellos cultivan chile, frijol, tomate y chayote. La siembra es realizada por el padre y la madre de familia, pero las tareas de preparación y cuidado del huerto las llevan a cabo todos los miembros de la familia, como lo refiere en entrevista Lidia Sainz:

En ciertas familias, generalmente los que somos de Chiapas, las mujeres nos gusta sembrar y cocinar todo lo que consumíamos allá, que generalmente lo consumimos aquí. Yo, por ejemplo, siembro mi frijol, mi tomate, hago mis tamales. Pero yo pienso porque yo vengo de esa región, pero si uno ya no viene de esa cultura, ya no se hace. Al menos aquí, quien siembra es la mujer […] se siembra en mayo porque ya el clima es más templado, y se cosecha a finales de julio y en agosto […] aquí no hay intercambios de las cosas que se cosechan, porque si la persona que sembró y si no dio mucho, pues entonces le regalamos o hacemos tamales y se los llevamos. Aquí sembramos frijol, tomate, chayote y chile. Con los frijoles hacemos tamales, y del tomate y el chile se hacen salsas.19

Cabe señalar que utilizan los productos cosechados para elaborar platillos tradicionales del pueblo, como tamales envueltos en hoja de plátano, que son de frijol negro, masa colada, arroz y carne de pollo. También se preparan caldos de res y de pollo con puntas de calabaza y chayote. Otras veces desayunan huevos en hoja de plátano. En algunas ocasiones, las mujeres zoques tortean, sobre todo los fines de semana. La masa y las hojas de plátano las compran en las tiendas hispanas que hay en la ciudad.

Durante los fines de semana realizan reuniones denominadas “el tirar carne” —sobre todo durante los meses del verano: junio, julio y agosto—, en viernes o en sábado dependiendo de la jornada laboral. Se aprovecha para cocinar en las “yardas”, en los garajes o en los porches de las casas y departir con la familia y los paisanos. La comida es abundante; asan carne de res, piezas de pollo y costillitas de puerco. Asimismo, se consumen tortillas hechas a mano, y los frijoles negros son de la cosecha familiar.

En las reuniones nunca faltan el guacamole, las salsas, el pico de gallo, el queso y las cervezas, exclusivamente de las marcas Modelo y Corona. Como me dijo Roldan: “Aquí no se admite otra chela distinta. Pura Modelo y Corona es la que echamos”.20 Algunas veces en “el tirar carne” también se preparan hamburguesas, sobre todo cuando participan los más chicos; entre los jóvenes y niños estas comidas también reciben el nombre de cook out.

Estas reuniones constituyen el espacio social donde los zoques de Haverhill platican del pueblo y de los vecinos, hablan en su idioma, en español y en inglés, y llaman por WhatsApp, Facebook o teléfono a sus familiares que radican en diversos lugares.

De igual forma, durante el verano se registran celebraciones religiosas como bodas, cumpleaños y bautizos. Algo que llama la atención es que los compadrazgos se concretan en el interior del grupo, de manera que la mayoría de los compadres y padrinos son zoques. Estos eventos religiosos van acompañados de grandes fiestas en las que participan todos los paisanos que radican en Haverhill. Tales acciones cohesionan al grupo y al mismo tiempo generan la posibilidad de ser partícipe de una fiesta grande. En estos eventos por lo común se come algún platillo del pueblo y se baila; por lo general, los hombres toman cerveza, y las mujeres, en su mayoría casadas, prefieren tequila.

Además de en eventos familiares, los hombres —por lo regular los solteros y en menor medida los casados— se reúnen en casas para tomar cerveza. Se trata de reuniones masculinas en las que las mujeres no participan. Algo que caracteriza a los hombres de esta etnia es que a cualquier evento o reunión social, ya sea familiar, paisanal o entre amigos, llegan con un paquete de doce o diociocho cervezas Modelo o Corona. Esto opera como una suerte de pase de entrada a la fiesta o reunión en turno. En otras ocasiones, cooperan con dinero en efectivo para comprar cervezas, tanto para garantizar el abastecimiento como para abrir la posibilidad de tomar a placer. De igual forma, los más jóvenes socializan y habitan la ciudad de manera activa.

Nosotros, yo creo que somos como de otra generación, aquí con los morros, pues nosotros vamos a jugar al soccer, a las salidas en las noches, ir a jugar billar, ir a los bares, ir a jugar los láser, que es una pistolita donde te dan un chaleco, juegas y te dan puntos […] En el verano vamos a la playa por las noches, que es cuando hacen los fire works, fuegos, siempre hay una barrita en medio, se pone chido. […] yo más cotorreó con la banda de Chiapas, pero como hay de todas partes, yo desde antes cotorreo mucho con los Guanatos.21 Hay compas que juegan futbol con nosotros, nos dicen, “vénganse, vamos a la casa”. Pero tú sabes, siempre tienes como un cuidado, piensas: “me tomo otra cerveza y me voy”. Siempre vas a estar a gusto con la gente que sabes cómo somos, porque hay algunos que les gusta pelear. Aquí buscar pedo es un desmadre, no es como en México, aquí con tantito que le pegues a uno vienen los policías, aquí el que pega es el que se jode.22

El testimonio anterior no solo remite a los lugares y las actividades que los zoques desarrollan en su tiempo libre, también da cuenta de las estrategias de precaución que el migrante detona para evitar meterse en problemas con la justicia.

Durante el invierno, cuando cae la nieve, las reuniones familiares y masculinas disminuyen, así como las salidas por las noches, porque el clima impide cocinar fuera de la casa e inhibe a las personas de salir a la calle.

En otro orden, se registra un fuerte flujo de productos entre los zoques de Haverhill y el pueblo, porque muchas familias piden bienes y medicinas para que se los envíen desde su lugar de origen, lo que genera un complejo circuito de mercancías. Los productos son enviados a través de compañías de correo y abren la posibilidad de que, aún lejos, puedan comer cosas de Chapultenango.

Hace como dos semanas yo pedí queso del pueblo, me lo mandó mi hermana. Pedí dos paquetes, me mandaron cuatro kilos en total de queso. Por todo y con el envío me salió como en 120 dólares en total [...] de allá de Chiapas hemos pedido pinol y cacaté.23 Nosotros hemos mandado para allá zapatos y ropa para la familia.24
De Chiapas nos envían condimentos para hacer alguna comida y algunos medicamentos que aquí no se encuentran. Por ejemplo la terramicina, que sirve para la diarrea o para los dolores musculares, aquí no la venden […] La gente de aquí manda pedir café, queso, cacaté […] cuando es comida lo mandan por envío exprés, en envío urgente y en una semana llega. El kilo sale a doscientos pesos mexicanos […] Por lo regular nos manda dos o tres kilos, que son seiscientos pesos, aparte lo que vas a comprar […] Yo en especial pido chile ancho, medicamentos y dulces de fiesta.25

Los testimonios muestran cómo el intercambio de bienes y productos diluye las fronteras mediante la acción de un espacio transnacional, al mismo tiempo que propicia localmente, en Chapultenango y en Haverhill, la creación de un espacio social para recrear y configurar prácticas culturales que cohesionan a los indígenas zoques.

Redes de apoyo entre los zoques de Haverhill

Los zoques que viven actualmente en Haverhill han desarrollado estrategias de apoyo entre personas de su mismo grupo étnico procedentes tanto de su ciudad de origen, como de otras partes del estado de Chiapas. Una de ellas consiste en enviar apoyo económico para que alguno de sus familiares pueda migrar a Estados Unidos. En 2015 me comentaron que cruzar la frontera costaba unos siete mil dólares, y que habían llegado a pagar hasta cinco mil por cruzar a Estados Unidos. Por ese motivo, las personas que no tienen dinero o no consiguen quien les preste no pueden migrar, de ahí la importancia de contar con redes parentales de apoyo.

De igual forma, la comunidad zoque de Haverhill lleva a cabo acciones de solidaridad en los casos de paisanos residentes que enfrentan algún problema. Por ejemplo, cuando una persona tiene un accidente en coche y es enviada a la Corte, donde tiene que pagar una multa —que se eleva considerablemente si hubo alcohol de por medio y si no se tiene papeles, se corre el riesgo de ser deportado—, en estas circunstancias cooperan con dinero para asumir el pago y apoyar en los trámites jurídicos.

Digamos, cuando tú estás mal o estás enfermo, o que te agarra la policía o estás en una situación mala, pues ahí estamos todos juntos, sabes, a tal persona le pasó tal cosa, pues hay vamos todos juntos. Digamos, si es un delito grande que hay que pagar o que algo te pase, pues nosotros ahí decimos, “a este bato le pasó algo, hay que sacarlo” […] cuando a mí me agarró la migración, ya toda la familia está conmigo. Por ejemplo, si se pide una multa como de cinco mil dólares para que te suelten, pues nosotros estamos unidos. Cuando me pasó eso a mí, ya todos mis primos estaban listos quinientos o mil, todos cooperaron. De que tenemos que sacar a la persona, la tenemos que sacar.26

La cooperación monetaria también se lleva a cabo para enviar dinero a la comunidad o pueblo de origen en los casos de festividades; por ejemplo, para la fiesta de Valtierra en honor a la virgen Auxiliadora, que se celebra el 24 de mayo, se hace una colecta en Haverhill. Lidia Sainz señala al respecto:

Siempre hay un líder que busca dinero entre los valtierreños, vamos a decir, por ejemplo, llegan las fiestas patronales de Valtierra Centro, que son en mayo 24, es a la virgen Auxiliadora que se celebra ahí [...] la persona dice, “bueno, ahora yo voy a recaudar fondos para mandarlos allá”, y vienen y tocan la puerta y dicen, “estamos juntando dinero, si quieren cooperar para mandar para hacer la fiesta” [con el dinero] se contratan bandas, se hacen torneos de básquetbol, se compra comida para el banquete [...] Generalmente la recolección la hace mi primo Benjamín o Simón, cualquiera de ellos, porque el papá todavía vive en Valtierra, por eso él les habla y les dicen si lo pueden apoyar. Se hace una lista y ya ellos pasan, se les da el dinero y ya lo mandan el dinero [...] Eso se hace cada año, y tiene como siete años haciéndose […] Allá solo se hace una oración para las personas que están acá, se hace misa para los migrantes valtierreños.27

Cabe señalar que los procesos sociales de apoyo y ayuda entre los zoques de Haverhill no son ajenos a los desacuerdos que puede generar la desconfianza por el uso del recurso monetario para los fines que se recolectó y se envió.

Económicamente en caso de emergencia sí se apoya, se hace como una cooperacha, cooperación y se aliviana a la persona, en lo que se pueda […] la gente te habla por teléfono y te dice que se necesita un paro, ok, entonces cuenta con veinte, cuenta con wherever. Esto lo hace la familia o un amigo, ahí se toma nota de los nombres de las personas que apoyan […] Por ejemplo, en la fiesta de Valtierra hacíamos lo mismo, antes lo hacíamos mucho, antes de la fiesta se nombraba a una persona para colectar dinero para apoyar a la gente allá en la fiesta, yo era el que hacía antes. Ahora ya no lo hacemos. También se está olvidando eso, porque nosotros cuando hacemos esa colecta mandamos específicamente en qué se va a gastar el dinero, si se va a gastar en música, la iglesia y el resto, pero la gente gastaba por otro lado, allá los organizadores se quedaban con algo de lana, entonces hubo un desacuerdo entre nosotros y se dejó de hacer.28

Inversiones familiares en el lugar de origen y la fiesta del pueblo

Todas las familias zoques que viven en Haverhill han estructurado, a lo largo de casi tres décadas, mecanismos de inversión en su lugar de origen. Así, en el municipio de Chapultenango invierten en la compra de terrenos para potreros y ganado y para la edificación de casas, elementos que mantienen la cohesión del grupo. Las inversiones requieren del contacto y la comunicación constante con algún familiar que esté dispuesto a invertir tiempo en la búsqueda de una oportunidad de inversión. Esta comunicación puede darse mediante llamadas telefónicas de larga distancia o bien a través de herramientas digitales como el Facebook o WhatsApp.

Además, al familiar radicado en el pueblo se le pide que verifique y mida el terreno y, en dado caso, realice la transacción financiera. Esto implica confianza, lo cual muestra cómo las redes de apoyo son fuertes, aunque también se registran casos en los que las transacciones no salen de la mejor manera, ya que los familiares radicados en el pueblo en ocasiones hacen mal uso del dinero, lo que genera peleas y disputas entre familiares.

En el caso de la construcción de casas, una vez concretada la compra del terreno, se inician los planes para comenzar la edificación. Esto se realiza en acuerdo con familiares muy cercanos, como hermanos o padres que residen en el pueblo. Los proyectos de este tipo pueden tomar meses e incluso años, de manera que el migrante debe enviar algo de dinero cada mes.

No son muchas las personas que han invertido en la compra de potreros y de ganado. Se trata por lo regular de iniciativas familiares para construir un patrimonio en el pueblo de origen. En ocasiones han comentado que estas inversiones están pensadas para cuando se jubilen y vuelvan a vivir a Chapultenango.

Es evidente que con estas acciones no solo se mantiene el contacto con la gente del pueblo, porque los zoques de Haverhill también son partícipes directos de acciones que se desarrollan en su lugar de origen, aunque se encuentre muy lejano. Sus emprendimientos, como la edificación de casas, están también redefiniendo el paisaje del pueblo.

Conclusiones

Una de las primeras conclusiones que pueden enumerarse es el hecho de que la migración internacional de los zoques de Chapultenango, Chiapas, con destino a la ciudad de Haverhill, Massachusetts, fue posible gracias a la conjugación de dos componentes: en primera instancia a los vínculos de amistad y parentesco que se generaron con los zoques residentes en la ciudad de Guadalajara y que fueron producto de la diáspora, y en segundo lugar a las relaciones que lograron articular con mestizos de dicha ciudad. Ambos elementos —internos y externos al grupo— fueron determinantes para que pudieran emprender la migración a Estados Unidos. De igual forma, es necesario apuntar que, si bien el asentamiento zoque de Guadalajara en el inicio fue importante para estructurar el flujo internacional, durante los últimos años el movimiento migratorio entre Chapultenango y Haverhill ha sido menor, pero ha adquirido la característica de desarrollarse de manera directa sin la necesidad de pasar por Guadalajara.

De igual forma, puede concluirse que, si bien los hombres zoques residentes en Haverhill han podido consolidar su permanencia en el nicho laboral de la construcción y la recolección de basura, no debe perderse de vista el contexto en el que desarrollan sus actividades: por ejemplo, en verano las temperaturas rebasan los 40 grados centígrados, mientras las jornadas de trabajo oscilan entre diez y doce horas diarias bajo un sol intenso. Por lo anterior, será necesario estar atentos a las consecuencias de salud que podrían registrarse entre los trabajadores zoques, aunque este proceso se podrá investigar en el futuro, cuando regresen a México para su retiro laboral. A su vez, las mujeres no solo obtienen sueldos más bajos en relación con los hombres, también asumen la carga de trabajo que representa estar al frente del hogar, de los hijos y de la atención a sus esposos. Por ello, puede afirmarse que las mujeres enfrentan una triple jornada laboral —trabajo, casa y pareja—, lo cual representa una desigualdad interna en el grupo.

Por otra parte, los zoques que viven en Haverhill han logrado estructurar un complejo sistema de comunicación y contacto entre el grupo, así como con personas de su lugar de origen. Al respecto, en el artículo se mostró cómo los zoques —residentes en zonas urbanas y en la comunidad de origen— han encontrado en internet un recurso propicio para articular un eficiente sistema de comunicación y contacto que incluye tanto programas de mensajería instantánea —WhatsApp y Telegram—, como redes sociales —Facebook e Instagram—.

A su vez, se puede concluir que es el hogar el espacio por excelencia donde se reproduce y se transmite la identidad zoque. Es ahí donde la lengua materna encuentra un lugar para su reproducción, mientras al mismo tiempo se constata que han aprendido a hablar otras lenguas. En su caso, se comprobó que hablan en zoque, español e inglés, lo cual conforma una diversidad de lenguas en el hogar zoque de Estados Unidos. Del mismo modo, en el espacio de la vivienda se cultivan plantas propias de la región de Chapultenango, que son utilizadas para la elaboración de platillos tradicionales. Cabe apuntar que en estos procesos sociales participan todas las generaciones.

En este contexto, se concluye que los procesos sociales desplegados por los zoques urbanos residentes en Haverhill han conformado una colectividad fragmentada, la cual está vinculada por la historia común y lleva a cabo prácticas características como los huertos urbanos y la circulación de productos entre sus familiares. De esta manera, las transformaciones identitarias y los procesos de resistencia en los nuevos lugares de llegada son elementos claves para entender cómo reconstruyen su historia y crean una pertenencia étnica en los nuevos contextos de morada.

Por último, es importante señalar que se requieren investigaciones que den seguimiento a las nuevas generaciones, que en su gran mayoría han nacido y crecido en los nuevos lugares de residencia de la diáspora zoque. Otro reto importante es seguir investigando los procesos de movilidad que los zoques están desarrollando al interior de las ciudades de Estados Unidos, así como poner mayor atención al acceso a la educación, que también se registra entre las nuevas generaciones que viven en el país del norte.