[0000-0003-1914-347 Markéta Křížová[*]
El texto que se presenta a continuación es uno de los muchos preservados en el Museo Náprstek, en el legajo de Alois Richard Nykl (1885-1958), lingüista y filósofo de origen checo que ganó fama internacional como especialista en la lengua árabe y la religión musulmana, pero cuyo interés se dirigió también a otras regiones del mundo.1 Ya antes de su muerte, Nykl depositó gran parte de sus manuscritos y de su archivo de recortes y notas en el Museo Náprstek, importante museo de etnología no europea que se ubica en Praga. Debido al volumen de la documentación, y también al hecho de que Nykl alcanzó fama científica más bien en el exterior que en su tierra natal —Bohemia, en Checoslovaquia—,2 el legajo se mantuvo desatendido y no fue catalogado. Solamente después de 2013 fue procesado de manera parcial por el orientalista Josef Ženka, quien editó los textos más importantes de Nykl, evaluó sus contribuciones a los estudios árabes y verificó su biografía.3 Sin embargo, se prestó poca atención a sus escritos sobre México. En este texto se pretende no solamente poner a disposición del público un documento interesante, sino también ofrecer la posibilidad de dar a conocer a este autor, quien promovió el entrelazamiento simbólico de dos regiones, América Latina y Europa Central.
Alois Richard Nykl nació en 1885 en el caserío Kachní Louže, cerca de la pequeña aldea llamada Radlice, en Bohemia. Se educó primero en Praga y después en Suiza y Alemania; mostró desde la niñez talento para las lenguas. En 1905 cruzó por primera vez el Atlántico para asentarse en Chicago, donde se ganaba la vida como editor y reportero de un periódico checo llamado Svornost (Concordia). Precisamente en su papel de reportero visitó por primera vez México en 1906 o 1907,4 antes de trasladarse a Egipto, y de allí a Japón. Durante la Primera Guerra Mundial Nykl regresó a Estados Unidos, donde se doctoró en 1921 en la Universidad de Chicago, en el área de Estudios Románicos. Desarrolló sus estudios orientalistas en especial en el campo de las literaturas hispanoárabes,5 investigando y enseñando en Estados Unidos, España —dirigió por un breve periodo la Escuela de Estudios Árabes de Granada— y Portugal, y viajando por el Mediterráneo y los Balcanes. Durante esa etapa Nykl no perdió su fascinación por las lenguas, la historia y las culturas de México. Viajó al país repetidamente, y en especial durante sus estancias de 1924 a 1926 produjo una serie de textos, de los que el más importante es el voluminoso libro de viajes en inglés titulado Present-Day Mexico (México de hoy), para el que, sin embargo, no logró encontrar editor.6
Nykl obtuvo la ciudadanía de Estados Unidos en 1922, y en esa época enseñaba lengua española en la Northwestern University en Evanston.7 En 1924 visitó México para acudir a una estadía de verano en la Universidad Nacional Autónoma de México, organizada por el Ministerio de Educación y dirigida a profesores universitarios estadounidenses. A principios del año 1925 viajó de Nueva York, con una escala en La Habana, a Yucatán, donde se dedicó al estudio en la biblioteca de Mérida y tuvo la oportunidad de visitar los sitios arqueológicos de Chichén Itzá y Uxmal. Entró en contacto con Edward Herbert Thompson y conoció también a otros grandes estudiosos de la cultura maya de ese tiempo, en especial a los miembros del Instituto Carnegie de Washington; el equipo estaba encabezado por Sylvanus Morley, y precisamente en esa época comenzaba un proyecto de gran alcance: las excavaciones en Chichén Itzá y Uxmal.8 En 1926 Nykl visitó otra vez México, pero en esa ocasión se quedó en el centro de país, alojado con una familia de origen checo cerca de Tlaxcala. Se dedicaba a sus estudios —terminó su traducción del Corán al checo—, pero entre tanto visitaba lugares de su interés como Oaxaca, Mitla o Tula. También en la década de 1940 realizó estancias breves en el país, pero durante ellas no escribió otros textos, probablemente a causa del progresivo empeoramiento de su salud, en especial por la pérdida de vista.
Pero previamente, en los años veinte, además del arriba mencionado libro de viajes titulado Present-Day Mexico, Nykl presentó sus experiencias y reflexiones parciales sobre este país y sobre sus culturas precolombinas en una serie de artículos, algunos en checo y otros en inglés, destinados a revistas populares. Algunos de ellos se publicaron, incluyendo unas consideraciones acerca de la escritura y la simbología cultural maya,9 y muchos de ellos permanecieron inéditos. Precisamente a este último grupo pertenece el documento “Mysterious Yucatan” que presentamos en esta oportunidad. Como muchos otros de Nykl, este texto lo escribió en diversas variantes y, además, en dos versiones lingüísticas, una en inglés y otra en checo con el mismo título (“Tajemný Yucatán”), aunque difieren en su contenido.10
La producción de este texto deriva de la ambición de Nykl de escribir una continuación a su libro Present-Day Mexico, en forma de una serie de artículos sobre varias regiones de este país. Logró terminar dos bajo los títulos “The Church Question” y “Mysterious Yucatan”, los cuales ofreció a algunos periódicos norteamericanos. Estos, sin embargo, los refutaron,11 aunque la correspondencia con los editores da una idea del plan de la serie. Aparentemente no escribió más que estos dos textos, pero en su plan estaba un tercero que debería cubrir el Istmo de Tehuantepec, y otros que cubrirían los distritos agrarios de Puebla y Tlaxcala, las “regiones devastadas” de Morelos o “Tierra de Zapata”, las regiones azucareras de Veracruz, la Ciudad de México y sus alrededores, el sur de México, el norte y, por fin, el “México indígena”.12 La serie de textos en checo que Nykl escribió para los periódicos Svornost y Amerikán de Chicago se quedaron en manuscritos inéditos, que se preservan actualmente en el fondo Nykl en el Museo Náprstek.
El texto que en esta ocasión se presenta, enfocado a los lectores norteamericanos, en la primera parte combina el género del recuerdo de viajes popular con un estilo folletinesco o de sátira, al ridiculizar el modo de viajar por México de los gringos y las razones por las que viajaban. La segunda parte —aunque todavía contiene notas irónicas y comentarios acerca de la vida cotidiana de la primera generación de arqueólogos, de los sufrimientos que sufrieron los “pioneros” en la selva— transcurre en un tono más serio, acentuando la importancia del estudio de la civilización maya dirigido para quienes aspirasen a comprender los orígenes comunes de la humanidad, pero de paso también abriendo importantes preguntas acerca de la posesión de bienes culturales y artefactos arqueológicos.
Al comparar el texto con los diarios de Nykl, también preservados en el Museo Náprstek, queda claro que sus impresiones sobre Yucatán, sobre sus habitantes y sobre los turistas norteamericanos, tal y como los describió en retrospectiva en su artículo, reflejan muy bien lo que observó durante su estancia. Hay una sola discrepancia. Su estancia en Chichén Itzá fue muy breve, solamente de dos días a fines de enero de 1925.13 Y aunque se encontró con Sylvanus Morley —y en Mérida escuchaba rumores sobre él y su cocinero chino—, este ciertamente no consultó con el viajero de Bohemia los problemas del desciframiento de los jeroglíficos mayas, por lo menos no durante esa visita. Para los días en que Nykl, según su diario, viajó a Chichén Itzá, Morley escribió en su propio diario —preservado hoy día, en transcripción, en el archivo de la Sociedad Filosófica Americana en Filadelfia— esta breve notación: “Enero 27. [Thompson] retornó a Mérida con cuatro turistas estadounidenses”. Morley no menciona los nombres de los turistas, solamente indica que uno de ellos era “profesor de la Universidad de Noroeste”, es decir, de la Northwestern University en Evanston. Precisamente en esta institución trabajó Nykl entre los años 1921 y 1925. El día siguiente Morley anotó que: “Papacito [Thompson] y sus huéspedes salieron al mediodía”.14 En esa ocasión, pues, Nykl quedó reducido a un papel de observador, y no de participante de la investigación científica de la cultura maya. Esto, sin embargo, no demerita sus agudas observaciones sobre la realidad yucateca.