Introducción
El concepto de frontera en el marco de los procesos migratorios y sociales ha tenido
permanentes implicaciones políticas, económicas, simbólicas y culturales, que son
pertinentes para el análisis de la ocupación, conformación y control de un territorio.
En el marco del proceso de globalización actual y ante la creciente desigualdad socioeconómica,
los territorios han experimentado progresivos flujos migratorios que, dada su magnitud,
están influyendo en las comunidades y en las fronteras identitarias de sus pobladores,
así como en sus normas, costumbres y modos de vida.
La etnia mam es protagonista de estos procesos, y destaca en este análisis porque
su población, aunque está ubicada en dos países, mantiene relaciones sociales, identitarias
y territoriales a ambos lados de la frontera binacional entre México y Guatemala.
La frontera sur de México limita con Guatemala y Belice, y es lugar de asentamiento
histórico, además de los mames, de otros grupos étnicos, como los akatecos, mochós,
q’anjobales, jacaltecos y chujes (Hernández, 1998; Fábregas, 2012a y 2012b). Entre los territorios mexicanos ubicados en esta frontera se encuentra el Soconusco,
la región que nos ocupa, donde se promovió la producción de café bajo el sistema de
fincas desde finales del siglo XIX. En esa época, los indígenas de la Sierra y el
Altiplano guatemalteco sólo podían asegurar su sobrevivencia migrando temporalmente
a estas fincas cafetaleras, donde eran objeto de maltrato, discriminación y explotación.
Más de un siglo después, la migración a las fincas aún se mantiene, pero durante las
últimas dos décadas los destinos migratorios se han diversificado hacia el interior
del país y Estados Unidos. A la par de este cambio migratorio, en la región ha mejorado
la infraestructura en materia de caminos, salud y educación, lo que ha influido en
la dinámica socioeconómica local, en las prácticas culturales e identitarias y en
la participación política.
El objetivo del presente artículo es analizar el proceso de conformación territorial
de una comunidad indígena mam a partir de sus procesos de transformación socioeconómica,
cultural y política en un contexto de frontera. Se busca profundizar en los mecanismos
de negociación y conflicto de una comunidad que, con tristeza, recuerda su pasado
de pobreza, marginación y discriminación padecido en las fincas cafetaleras. Dicha
situación ha experimentado una rápida transformación en las últimas dos décadas a
partir de la migración internacional, el mejoramiento de la infraestructura de caminos
y la generación de nuevas alternativas socioeconómicas, así como de los programas
de desarrollo, salud y, en especial, de educación. Por ello, interesa articular y
analizar dichos procesos desde el concepto de frontera y desde la forma en que se
despliega su etnicidad, a partir de las estrategias migratorias y productivas y de
los mecanismos de lucha, negociación y autonomía.
El estudio de caso corresponde a Pavencul, una comunidad indígena mam ubicada en los
alrededores del volcán Tacaná, que mantiene vínculos con diversas comunidades de la
misma y diferente naturaleza, dentro y fuera del territorio, así como dentro y fuera
del país, lo que le ha conducido a mantener relaciones transfronterizas no sólo de
carácter geográfico, sino también socioeconómico y cultural. Por comunidades de la
misma naturaleza nos referimos a aquellas que, aun estando en frontera, presentan
los mismos rasgos característicos de organización social, perfiles culturales en general
e incluso idioma. Las comunidades de diferente naturaleza son las que muestran rasgos
definitorios distintos. La frontera internacional que divide México de Guatemala influye
en las diversas manifestaciones y estrategias de una comunidad que vive la frontera
como límite o “muro”, como la nombra la gente, para referir que ahí termina el territorio
de un Estado nacional y empieza el de otro; o también la frontera como frente, es
decir, como punto de partida para expandirse territorialmente apoyándose en diversas
acciones socioeconómicas, políticas y culturales. Consideramos que la comunidad Pavencul
despliega ambas características de acuerdo con las estrategias y mecanismos colectivos
que le dan identidad y cohesión. Retomando el planteamiento de Armijo (2011), la frontera representa un límite con profundidad, un ámbito en donde el Estado se
encuentra con la sociedad; de ahí la necesidad de entender el significado de vivir
en las fronteras y su influencia en la conformación del territorio.
En este texto iniciamos con una breve revisión conceptual como preámbulo para el análisis
de los hallazgos de investigación en la comunidad indígena mam de Pavencul. Posteriormente,
se describen los antecedentes de la etnia mam en la Sierra del Soconusco y algunos
aspectos socioeconómicos e históricos que abonan a su comprensión. Se continúa con
el análisis de la conformación territorial de una comunidad mam a partir de sus relaciones
sociales con las comunidades vecinas, mexicanas y guatemaltecas, y se analiza el papel
de la migración nacional e internacional, que consideramos se enmarca como un frente
de expansión en virtud de que los migrantes, al involucrarse en la vida social y económica,
amplían su influencia en las comunidades de otras latitudes y territorios. Es decir,
la comunidad mam considera su punto de destino como un territorio propio, estableciendo
el mismo modelo de comunidad que en el territorio de origen. Finalmente, se analiza
el proceso de búsqueda de lo que este grupo indígena entiende por autonomía, que es
promovido desde la comunidad como parte de un creciente liderazgo de los actores locales,
dirigido al fortalecimiento de su influencia en el territorio en el que vive.
El estudio es parte de un proyecto de investigación más amplio dirigido a la comprensión
de la situación sociodemográfica de la población del Soconusco liderado por investigadores
de El Colegio de la Frontera Sur desde 1996, que busca explicar diversos aspectos
demográficos relacionados con los temas de fecundidad, mortalidad y migración en comunidades
de diversos contextos socioculturales de Tapachula, en la frontera sur de México (Salvatierra,
1996). En la investigación sobre migración de población indígena mam, se identificó
la diversificación migratoria hacia el norte del país y Estados Unidos, así como factores
asociados que explican este cambio (Peña, 2000), como las estrategias de reproducción social de los grupos domésticos. Se relacionan
la producción de café y la migración (Peña, 2004), el análisis multidimensional del fenómeno migratorio (Peña, 2006), las remesas familiares, el papel de las mujeres (Peña, 2002) y la división sexual
del trabajo (Peña, en prensa), entre otros aspectos que han aportado un panorama del proceso migratorio en la
población mam referida. Aspectos como la identidad, la organización social, la autonomía
y los aspectos de frontera han sido observados, pero no estudiados ni publicados.
La metodología de la mayoría de los trabajos se basa en datos sociodemográficos con
aplicación de encuestas probabilísticas. Asimismo, se han utilizado técnicas cualitativas
a partir de entrevistas a profundidad y de historias de vida de personajes clave.
Se han consultado datos estadísticos y se cuenta con un diario de campo con evidencias
derivadas de la observación, que dan cuenta de numerosos procesos sociales de la comunidad
y la región de estudio.
Marco conceptual
Para la elaboración de este texto hemos usado la hipótesis fronteriza que conoce sus
primeros
planteamientos en un histórico texto de Frederick Jackson Turner, seguido de los
trabajos posteriores de Owen Lattimore (1969; el
texto original se publicó en 1956) y varios estudios contemporáneos que
se citan a lo largo del trabajo. Los estudios de frontera se han caracterizado
en
general por su manejo en dos vertientes: la frontera como límite y la frontera
como
frente de expansión. En el primer caso, Frederick Jackson Turner (1979; la tesis
se
expuso por primera vez en 1891) parte de su interpretación del trazo de la frontera
americana como una manera para desligarse de Europa y deshacerse de ese límite
impuesto por su lugar de origen, pero ahora en el nuevo territorio donde la frontera
viene a representar un frente para ocupar “la tierra vacía, la tierra de nadie”,
que
además no toma en cuenta la existencia de un territorio ajeno con población
autóctona local. Dicha situación promovió el dominio sobre un territorio mediante
la
colonización con una población denominada pionera, bajo el supuesto de que los
pioneros actúan libremente sin la intervención del Estado. Sin embargo, es poco
probable que un Estado no esté ligado a un grupo de pioneros con poder político
y
económico, sobre todo cuando se busca la expansión, el dominio y la conquista
de un
nuevo territorio. Esta forma de ser del pionero, según Jackson Turner, posiblemente
se vea reflejada en los territorios de destino así como en el propio, valiéndose
de
las reivindicaciones ante los grupos de poder y, de alguna forma, siguiendo las
formas de actuar que han mantenido los norteamericanos en cuanto a la búsqueda
de
una estructura y cultura democrática (Fábregas,
2005).
En la expansión del territorio, la cultura es, quizá, la principal preocupación que
se mantiene en los Estados nacionales que albergan en su territorio una población
significativa de inmigrantes. Para evitar el establecimiento de nuevas fronteras culturales
al interior de la sociedad receptora, se establecen normas dirigidas a regular el
uso de la lengua nativa y la diversidad de expresiones sociales y culturales que despliegan
dichos grupos migrantes. En este sentido, se podría decir que los migrantes actuales
también se constituyen en grupos pioneros que, aunque no actúen dirigidos por el Estado,
lo hacen bajo la influencia de la falta de oportunidades originadas por éste, en la
búsqueda de condiciones de vida digna, tomando decisiones para organizarse en asentamientos
y tratar de adaptarse estratégicamente a la cultura local, en tanto mantienen mecanismos
de reconocimiento con sus grupos de referencia.
En el segundo caso, Lattimore (1969) establece como principio que “una frontera se crea cuando una comunidad ocupa un
territorio”. En esta tesis, la posesión del territorio involucra a la acción humana dirigida no
sólo a su ocupación física, sino también al manejo y el control de todas sus actividades
dirigidas al uso, manejo e interpretación de los recursos naturales, la producción
local, los procesos de organización social, las normas de comportamiento, los aspectos
culturales, la toma de decisiones colectivas y el manejo de la política, como mecanismos
inherentes a toda comunidad que marca y conoce sus límites y fronteras.
En este sentido, la ocupación por los mames de la región de la Sierra y Soconusco
tiene de origen una explicación sociohistórica derivada de la política liberal guatemalteca,
que favoreció el proceso de migración y ocupación forzada hacia la frontera y el territorio
mexicano de personas de este grupo étnico, que finalmente se asentaron en los alrededores
del volcán Tacaná. De este modo, la población migrante de la actual Guatemala se fue
asentando y constituyendo en comunidades, desplegando diversas estrategias para establecer
sus fronteras en un territorio históricamente común, pero jurídicamente fragmentado
por las fronteras nacionales.
Por su parte, Andrés Fábregas ha incursionado en los estudios de frontera desde 1970,
reflexionando sobre la globalización (Fábregas, 2003), el colonialismo (Fábregas, 2012a), y aplicando el concepto de frontera en casos concretos, como el análisis de las
conformaciones regionales en los Altos de Jalisco (Fábregas, 2010), entre otros. Su aporte desde la ecología cultural ha contribuido a la comprensión
de los procesos socioculturales y su aplicación en campo. Otros autores han incursionado
en el análisis de los procesos fronterizos, entre los cuales destaca Grimson (2005), quien a través de un análisis histórico argumenta que las fronteras representan
un aspecto estratégico para la comprensión de los procesos contemporáneos. Este autor
se centra en el estudio de las identificaciones, que llevan al estudio de los límites
en un entramado de relaciones que suponen una situación de contacto, de frontera.
Al estudiar los límites, continúa Grimson, podemos saber aquello que un grupo o una
identificación incluyen y excluyen, así como los dispositivos a través de los cuales
construyen esas diferencias. Como zonas de expansión y de límite, los grupos se reconfiguran
para cumplir nuevas funciones en el orden regional, de tal manera que las comunidades
fronterizas pueden ser agentes a través de los cuales se generan cambios sociopolíticos
significativos, más allá de la comunidad fronteriza, donde se presenta una doble tensión
al existir una frontera límite entre Estados nacionales y una frontera que representa
un espacio flexible de articulación entre sistemas con dinámicas socioeconómicas diferentes.
Por su parte, Nicole Diesbach (2002) aporta elementos para la integración de un nuevo paradigma y marca una diferencia
entre los análisis sociohistóricos de la frontera propios de la ciencia, que considera
externos, para dirigirse a un planteamiento interno del concepto de frontera desde
la psicología, sustentado en un modelo integrador y holístico, que nos dirige a tomar
conciencia y derribar primero nuestras propias fronteras internas que nos separan
de otros seres y culturas, para construir una conciencia de unidad, una conciencia
sin fronteras. Se trata de analizar la construcción de la frontera tanto externa como
interna, para comenzar a abrir los sentidos hacia una nueva percepción y hacia un
cambio en la visión de la realidad. La identidad de cada individuo depende del lugar
donde éste traza la línea limítrofe, y se produce una crisis de identidad cuando no
se puede decidir cómo ni dónde delimitar esa línea. El individuo crea fronteras psicológicas
y de identidad que pueden desplazarse y expandir los límites de su propia identidad.
El aporte de Grimson desde la psicología nos muestra que no existen fronteras naturales,
sino que constituyen una conceptualización que nos ayuda a fragmentar y captar la
realidad, de tal manera que las fronteras que seguimos trazando son obstáculos a la
conciencia de unidad. Por ello, la frontera se presenta entonces como una posibilidad
dual, dado que puede pensarse como muro divisorio o como tejido de relaciones.
Las diversas perspectivas teóricas sobre el concepto de frontera requieren analizarse
en el marco de procesos concretos, considerando la diversidad del concepto así como
las propias estrategias que los grupos sociales despliegan a la luz de las relaciones
sociales. Este planteamiento es pertinente para el análisis desde diversas escalas
de conformación territorial y en el estudio de los procesos fronterizos.
Antecedentes
La palabra mam significa “padre genérico o abuelo”. La cultura mam tiene un origen
milenario; es una de las etnias más antiguas de la región y su territorio se extendía
desde gran parte de lo que actualmente se conoce como el Altiplano guatemalteco, en
lo que hoy son los departamentos de San Marcos, Quetzaltenango, Totonicapán y Huehuetenango,
hasta los actuales municipios mexicanos de Mazatán, Mapastepec, Motozintla, Mazapa
de Madero, Cacahoatán, Unión Juárez y Tapachula (Medina, 1993; Hernández, 1998).
A mediados del siglo XIX, el territorio mam sufrió grandes modificaciones a partir
de la política liberal en Guatemala y México, influida fundamentalmente por la producción
de café, lo que originó una nueva dinámica socioeconómica entre la población indígena,
la mestiza y los emigrantes extranjeros (Castellanos, 2006). Desde tiempo antes, muchos indígenas asentados originalmente en la actual Guatemala
fueron despojados de sus tierras y forzados a trabajar en las fincas cafetaleras donde
se inició el cultivo del aromático, lo que promovió su huida hacia los despoblados
de la Sierra de Chiapas y los alrededores del volcán Tacaná en territorio mexicano
(Gutiérrez y Hernández, 2000). Años después surgió la necesidad de proveer de tierras y seguridad jurídica a los
inversionistas nacionales y a los emigrantes extranjeros que buscaban asentarse en
Chiapas, para lo cual se establecieron los límites definitivos entre México y Guatemala
mediante el tratado binacional firmado en 1892. Este hecho marcó el primer elemento
de diferenciación de la misma etnia mam respecto a las nacionalidades guatemalteca
y mexicana en un territorio históricamente común. La frontera entre ambos Estados
nacionales creó una población fronteriza y fue factor de diferenciación a pesar de
la intensa movilidad local y de los lazos sociales y familiares entre indígenas de
ambos países.
El auge del café transformó la región y ello explica los acelerados cambios socioeconómicos
de la época (Castellanos, 2006; Pohlenz, 1995), que no reportaron mayor beneficio para los pobladores locales, quienes durante
décadas fueron explotados y tratados como esclavos por las clases dominantes (Martínez, 1994), que fortalecieron las fronteras culturales como factor de diferenciación y desigualdad.
Durante el periodo postrevolucionario mexicano, el proceso de la Reforma Agraria en
Chiapas hizo posible la expropiación de tierras a un gran número de finqueros. Así,
los indígenas recibieron tierras para constituirse en ejidos y Pavencul fue uno de
los primeros que se fundó en la región, en 1929. Esta situación incorporó un nuevo
elemento en la conformación territorial con la transformación de los campesinos indígenas
en campesinos ejidatarios. El establecimiento de las fincas de café y los ejidos en
la sierra se articuló con la producción de maíz para el autoconsumo de los indígenas,
y con la producción de café como producto comercial para exportación por parte de
los finqueros, principalmente inmigrantes alemanes.1 A pesar de contar con sus propias tierras ejidales, el proceso de Reforma Agraria
fue muy doloroso en la conformación del territorio e identidad mam ya que, al ubicarse
en la frontera, se promovió con violencia una política de castellanización y prohibición
del vestido y la lengua propia porque se buscaba “mexicanizar” la frontera nacional.
Dicha situación implicó un ataque a su identidad, creando artificialmente una nueva
población fronteriza despojada de su cultura. La intervención de las instituciones
del Estado mexicano explica la situación fronteriza en relación con el objetivo de
promocionar y consolidar el Estado nacional, apoyándose en instituciones como la escuela
y en algunos programas culturales y de alfabetización del gobierno (Hernández, 2006).
En estos antecedentes se advierte la vulnerabilidad de la comunidad indígena mam,
que no ejercía control sobre su propio territorio, cuyos pobladores contribuyeron
al crecimiento económico del Soconusco sin beneficiarse de la riqueza y el desarrollo
de la región, situación que se observa en la marginación actual de las comunidades
de la Sierra y, en general, de otros grupos indígenas de la frontera. Si bien el Soconusco
representa el mayor centro de desarrollo económico de la entidad, la población indígena
mam de la parte alta del Soconusco y la Sierra presenta los más altos índices de marginación
y pobreza (INEGI, 2010), y la comunidad de Pavencul es, en la actualidad, una de las más representativas
de esta región.
Pavencul: partiendo el bejuco
El nombre de esta comunidad indígena mam proviene de una vieja historia: cuando una
familia de Pavencul construía su casa, el suceso familiar trascendía a la comunidad.
Los vecinos, como parte de un trabajo colectivo solidario, ayudaban en la construcción
de las paredes de adobe y de los techos, que se tejían con pajón, un zacate que crece
en macollos. Los racimos de pajón se amarraban con un bejuco conocido en la lengua
mam como cul; éste tenía que cortarse (pavin) en pequeñas tiras para amarrar los racimos de pajón en los techos. El nombre de
Pavencul deriva de esta actividad que se realizaba cotidianamente en el pasado, pavin y cul, partiendo o cortando el bejuco. La actividad concluía con una convivencia colectiva
de las familias participantes en la que el dueño de la casa invitaba a comer. Desafortunadamente,
esta costumbre casi ha desaparecido porque las casas ya no se construyen de adobe
y pajón, sino que ahora dominan las de tabicón, mampostería y techo de lámina.
El ejido Pavencul se ubica en la parte alta del municipio de Tapachula y cuenta con
una superficie aproximada de cuatro mil hectáreas (ver mapa 1). Limita al noreste con el cantón Villaflor, del vecino departamento de San Marcos,
Guatemala. En territorio mexicano, al norte limita con Aquiles Serdán (Motozintla),
al este con Tecoitac y Agua Caliente (Cacahoatán), al oeste con Toquián Grande (Tapachula)
y al sur con Chanjalé Salchiji (Tapachula), entre otras comunidades de menor magnitud.
El ejido conforma una cuchilla estratégica que conecta varios municipios mexicanos
con la nación vecina en un breve espacio. En 2002 el ejido estaba organizado en ocho
barrios -Pavencul, La Cueva, Bijahual, Carrizal, Buenavista, Pinal, Vega Los Molinos
y Vega Malacate-, pero en 2012 se agregaron otros tres -Frontera 20 de octubre, Milenio
Las Flores y Aguacaliente- , de modo que su población total en 2010, según datos censales,
era de 4055 habitantes (INEGI, 2010).
Mapa
Ubicación del ejido Pavencul y la zona mam
Fuente: Joaquín Peña Piña. Elaboración propia con datos de campo, 1998, 2002 y 2012.
El paisaje del territorio es accidentado y típico de la Sierra, y su altitud se extiende
desde los 1200 hasta los 2350 metros sobre el nivel del mar, lo que da lugar a variaciones
ecológicas y productivas, y define al mismo tiempo otras fronteras ecológico-culturales.
En la parte media del ejido prevalece el clima templado con potencial para el cultivo
del maíz mediante el sistema frijol-calabaza-chilacayote, la crianza de aves de corral,
así como para la producción de hortalizas, que por lo general se siembran en los alrededores
de la casa. En la parte más alta y fría del ejido se cultiva papa, haba y trigo, mientras
que en la parte más baja y cálida se siembran café y otros productos, como el plátano
y la naranja. Independientemente de estas diferencias ecológicas y culturales, una
característica común a todas las comunidades rurales de las partes media y alta de
Tapachula es la experiencia de trabajo en las fincas cafetaleras del Soconusco. Para
entender el proceso de cambio en el territorio mam, se efectúa una segmentación en
tres etapas históricas, que constituyen a su vez diversos parteaguas en la vida comunitaria
de Pavencul en sus casi 85 años de existencia:
Primera etapa (1929-1970)
Corresponde básicamente al trabajo realizado en las fincas cafetaleras y no se producen
cambios en la situación socioeconómica de marginación y pobreza en el ejido. Durante
esos cuarenta años, las comunidades de la Sierra migraban a las fincas cafetaleras
como única estrategia de subsistencia y no recibían apoyo de programas gubernamentales
para cubrir sus necesidades básicas, además de que no gozaban de derechos como población
indígena. En la historia oral reiteradamente se escuchan las condiciones de sufrimiento
y marginación experimentadas en las fincas.
Segunda etapa (1970-1992)
En las dos décadas de este periodo destaca la introducción y apropiación del proceso
productivo del café en Pavencul, con sus implicaciones en el proceso de acumulación
y diferenciación socioeconómica de los grupos domésticos y en la dinámica comunitaria
y regional. En 1970 inició la producción de café en una pequeña fracción de este ejido
que contaba con condiciones ambientales para la producción del grano, específicamente
en la parte más baja y cercana a las fincas. La mayor parte de la población se mantenía
bajo condiciones de precariedad, pero fueron surgiendo algunos ejidatarios con cafetales
que, aunque tenían una baja producción, ésta constituía un elemento suficiente para
su diferenciación entre la población. La nueva coyuntura fue conformando una nueva
frontera identitaria basada en el prestigio que fueron adquiriendo los poseedores
de cafetal. Ante las deudas y los escasos ingresos derivados del trabajo en las fincas
cafetaleras de la mayoría de la población, los ingresos por la producción local de
café, aun siendo mínimos, contribuían a la acumulación, a la diferenciación y a los
cambios en la dinámica socioeconómica al interior del ejido.
En un estudio realizado en Pavencul (Peña, 2000), al identificar los factores determinantes asociados a la migración se encontró
que la posesión de parcelas hasta de una hectárea, la producción de café menor a dos
quintales y la falta de ingresos económicos no agrícolas constituyen los principales
factores de la migración. Aunque el estudio se realizó en una época más reciente y
bajo otras condiciones, su aporte abona a la influencia de los procesos locales en
el cambio y diversificación de los destinos migratorios que durante décadas sólo se
dirigían a las fincas cafetaleras. Así se observa que, entre 1970 y 1990, la producción
de café favoreció la posibilidad real para abandonar la migración a las fincas y experimentar
nuevos destinos fuera del estado de Chiapas, ya que dicha experiencia extrarregional
demandaba más recursos económicos y una mayor preparación escolar como parte de los
costos de la migración. La nueva dinámica económica y el cambio social en este periodo
generaron ingresos adicionales en las familias por la producción de café, así como
por la recepción de remesas migratorias desde los destinos extrarregionales, lo que
originó diferencias entre la población con migrantes locales y con migrantes extrarregionales
(Peña, 2006).
El año 1990 constituye un parteaguas en la región y en la comunidad de Pavencul con
la llegada de programas de desarrollo por parte del Estado en materia de infraestructura,
educación y salud (Peña, 2005), pero sobre todo por la generación de nuevas expectativas de desarrollo y porque
inició un proceso de lucha como pueblo indígena, históricamente rezagado, de modo
que comenzó a aflorar en su discurso un mayor espíritu de lucha para combatir su situación
de pobreza y marginación. Esta coyuntura fue generando una nueva conciencia y comenzó
una nueva etapa en la que se observa la consolidación de nuevos liderazgos que incursionaron
en la organización política para demandar apoyos gubernamentales y gestionar el control
y reapropiación del territorio. Las implicaciones de este proceso influyeron en el
reacomodo de las fronteras económicas, sociales e identitarias en la comunidad.
Tercera etapa (1992-2012)
Es un periodo que se caracteriza por la consolidación de la migración internacional,
una creciente participación de los jóvenes, el refuerzo de la modernización de la
comunidad a partir de las políticas públicas y la generación de nuevas expectativas.
Inició una lucha que pretendía la formación de un municipio autónomo. Asimismo, se
aceleraron los procesos de cambio social y de transformación socioeconómica a partir
de los ingresos derivados del café, las remesas migratorias y otras actividades económicas,
así como del mejoramiento de la infraestructura de salud y educación. La migración
nacional e internacional se consolidó como la principal estrategia económica de la
comunidad. En este periodo se produjo un cambio migratorio generacional con la creciente
participación de varones y mujeres jóvenes que ya contaban con una mayor escolaridad
que sus padres. La experiencia migratoria extrarregional ha influido en el modo de
vida de los hombres y mujeres jóvenes, quienes se constituyeron en un grupo destacado
en el cambio de la economía e identidad mam.
Por otra parte, Pavencul tomó una posición más combativa a partir de la influencia
del levantamiento zapatista de 1994, con su propuesta de defensa de los derechos indígenas,
y la comunidad desplegó una actitud poco dispuesta a mantenerse en la marginación
y en la desigualdad económica que aún caracteriza a la región. Con la afluencia de
ingresos económicos, la diversificación de las actividades productivas en el ejido
y una nueva visión del desarrollo local, se fortalecieron los mecanismos de demanda
y negociación con el Estado en torno a su reconocimiento como pueblo indígena, al
acceso a recursos y a la toma de decisiones a nivel municipal y estatal. Una vez identificadas
las transformaciones sociales expuestas, se analizará la situación de las comunidades
en su territorio a partir del concepto de frontera como límite, entre comunidades
de la misma y de diferente naturaleza (Lattimore, 1969), en la región mam de estudio (ver mapa 1).
La frontera como límite entre comunidades de la misma naturaleza
Por sus antecedentes históricos y étnicos, en la frontera México-Guatemala se identifican
varias comunidades de la misma naturaleza que cuentan con características socioeconómicas,
culturales y ambientales similares. La línea fronteriza marca un límite entre los
barrios Frontera 20 de octubre, Pinal y Buenavista, del ejido Pavencul, con el cantón
Villaflor de San Marcos, Guatemala. Los Estados nacionales establecieron su límite
fronterizo desde hace más de un siglo, pero no opera estrictamente en el territorio
mam, con una población indígena y un pasado comunes, conformado por una población
fronteriza con una fuerte relación social y reconocimiento mutuo. En este sentido,
se consideran como comunidades de la misma naturaleza por la semejanza de los elementos
que los unen en torno a vínculos sociales, económicos y culturales, manifestados en
una estrecha relación familiar, social y productiva, que es muy intensa y persiste
a ambos lados de la frontera. Estos elementos se han identificado mediante observaciones
de campo durante los últimos quince años.
Por lo general, las comunidades en la frontera sur cuentan con escasa infraestructura
y alta marginación a ambos lados de la línea. Su relación cultural como parte de la
misma etnia favorece la dinámica fronteriza de trabajo y colaboración. Un ejemplo
de esa relación se observa cuando las familias de la aldea Villaflor solicitan la
anuencia de la comunidad para avecindarse en Pavencul y adquirir su propio lote en
territorio mexicano, establecer un negocio o inscribir a sus hijos en las escuelas
de educación básica del ejido con el aval de las autoridades ejidales. De igual forma,
la unión de parejas se da sin diferenciar su procedencia, ya que prevalece la identificación
étnica sobre la nacionalidad.
Hasta el año 1990 la zona alta de Tapachula no contaba con caminos y presentaba índices
de marginación altos, motivo por el cual las relaciones sociales, económicas y culturales
en esas comunidades guatemaltecas y mexicanas eran muy cercanas. En la interacción
de las comunidades de ambos países destaca el cruce fronterizo Niquivil-Chehuaté,
importante paso entre Motozintla y la ciudad de Tacaná, en el vecino departamento
de San Marcos, Guatemala. Ante la ausencia de vías de comunicación, había un amplio
tránsito de personas a pie y de arrieros con bestias cargadas de mercancías; los arrieros
cumplían una función social muy importante en el intercambio de mercancías y en la
socialización de la región. Durante muchos años, la compra de víveres, herramientas
de trabajo, láminas para construir techos y otros materiales se realizaba en Tacaná,
algunas veces en Motozintla y, en menor magnitud, en Tapachula.
El tránsito a Tacaná marcó toda una tradición comercial desde Pavencul favorecida
por el tipo de cambio monetario hasta la década de 1980 (ver gráfica 1). La ventaja de la moneda mexicana fue disminuyendo entre 1985 y 1995 por la inestabilidad
y la devaluación del peso mexicano respecto al quetzal, y de éste respecto al dólar,
como resultado de la recesión y la crisis económica que se vivían a nivel nacional
y mundial, aunque para entonces ya se venía construyendo el camino de terracería entre
Tapachula y Motozintla pasando por Niquivil.
Gráfica
Mercado cambiario y dinámica comercial en el territorio mam
Fuente: elaborado con datos del Banco de México, agosto de 2013 Tipo de cambio del
Quetzal frente al peso mexicano y dólar de EU 1960-2012. GTM: Quetzales de Guatemala,
MXN: Moneda nacional de México, USD: Dólares de Estados Unidos, CT: Camino de Terracería
en la Sierra
En relación con la comunicación telefónica, en 1996 se instaló una caseta de Telmex
en la cabecera ejidal de Pavencul alimentada con energía solar. Durante varios años
fue el único medio para comunicarse con los migrantes, de modo que tanto mexicanos
como guatemaltecos que acudían al lado mexicano se congregaban y platicaban en los
alrededores de la caseta mientras esperaban su turno. Desde el año 2000, la región
alta de Tapachula ya contaba con servicios de telefonía celular proporcionados por
Telcel, pero la señal sufrió un bloqueo a partir de la instalación de antenas en Chehuaté
de las compañías guatemaltecas Tigo y Claro, que paradójicamente pertenecen al mismo
dueño de Telmex, por lo que en adelante la población de Pavencul tuvo que cambiar
de la compañía mexicana a la guatemalteca, aun viviendo en territorio mexicano.
En el aspecto cultural, una vieja tradición originada hace más de cuatro siglos en
esa región es el culto y peregrinación al santuario del Señor de Esquipulas en Guatemala,
el llamado Cristo Negro, que se celebra durante la primera quincena de enero y en
el que participan numerosas familias tanto de México como de Guatemala. El culto al
Cristo Negro se difundió por Mesoamérica y su origen prehispánico se relaciona con
deidades cuyo color distintivo era el negro (Navarrete, 2010). Con motivo del año nuevo, otra expresión cultural entre la población fronteriza
como parte de la identidad mam es la visita a la cúspide del volcán Tacaná, donde
se reza en lengua mam, se prenden velas, se convive y se pide por la familia (Mejía,
2010). Tras el ritual se acostumbra en grupos comer tamales, acompañados con ponche
de piña y aguardiente, a la venta en múltiples puestos comerciales improvisados. El
paisaje desde ese punto es imponente, ya que se observa por completo el territorio
mam y se distinguen la línea fronteriza y las comunidades de Niquivil y Chehuaté,
así como las ciudades de Tapachula y Tacaná.
En relación con la religión, en territorio mexicano predomina la católica con más
del 80% de la población, y en Guatemala la religiosidad protestante. Los protestantes
mexicanos tienen una fuerte relación con sus similares de Guatemala porque, según
afirman, la Iglesia está mejor organizada. Al respecto, un indígena presbiteriano
de Pavencul comentó: “Allá en Guatemala está más desarrollada nuestra iglesia, los
templos tienen centros de formación y hasta tienen radiodifusoras” (L.G., 23 años,
soltero). De acuerdo con Robledo (2013), los misioneros presbiterianos desarrollaron
un fuerte movimiento religioso en la Sierra y lograron fundar en 1920 la Iglesia presbiteriana
en Mazapa de Madero, desde donde se difundió a Tapachula y el Soconusco. Por otra
parte, esta Iglesia defendía el uso de la lengua mam, en contraste con la imposición
del castellano y la prohibición del mam por parte del gobierno en la época de la Reforma
Agraria.
No obstante que la población protestante presbiteriana y adventista, entre otras,
es una minoría en relación con la católica en México, desde 1998 ha aumentado la diversidad
y se han hecho presentes otras corrientes religiosas no católicas, como la Iglesia
de Pentecostés, la Luz del Mundo, la religión evangélica, la bautista y los testigos
de Jehová. Esta diversidad religiosa no ha sido motivo de conflictos en la comunidad,
además de que la gente no rehúye el cumplimiento de los cargos comunitarios, ya que
esas diferencias se suavizan en el marco de la etnicidad y la comunalidad a través
del servicio comunitario, el apego a la tierra y el reconocimiento a la autoridad
y a la identidad indígena (Regino, 2002), lo que contribuye a la convivencia y a una participación plena. En Pavencul, el
liderazgo y el poder político lo ejercen principalmente un grupo de indígenas católicos
y presbiterianos, quienes han desarrollado una intensa actividad política dentro y
fuera de la comunidad, además de contar con un estatus económico favorable debido
a que se dedican a actividades comerciales, como la producción de café, y han sido
pioneros en la migración hacia destinos internacionales.
Por su parte, la comunidad protestante fronteriza organiza temporalmente jornadas
de proselitismo religioso casa por casa en la región apoyándose en las radiodifusoras
guatemaltecas, como la denominada “Fuente de vida”, ubicada en Chehuaté, Guatemala,
que desde este lugar fronterizo difunde música y cantos con mensaje religioso y envía
oraciones a los feligreses de ambos lados de la frontera, además de funcionar como
escuela de formación cristiana cuyo objetivo es difundir la palabra de Dios y promover
encuentros juveniles en los que conviven jóvenes de ambas nacionalidades.
Desde el punto de vista ambiental, la ecología cultural y el ambiente natural son
similares en la frontera de esta zona. En la Sierra existen variaciones orográficas
que permiten descubrir una ecología cultural diversificada, pero a la vez complementaria,
entre las comunidades fronterizas. La ecología cultural del lado mexicano permite
el cultivo de productos basados en el sistema maíz-frijol-calabaza-chilacayote principalmente,
asociado a las hortalizas y, en algunos casos, al café, mientras que en las comunidades
del lado guatemalteco, por encontrarse a una mayor altitud, se producen más la papa,
el trigo y el haba.
Se observan otras fronteras desde la ecología cultural que permiten una diferente
vocación productiva y la posibilidad de un intercambio complementario de productos.
En este aspecto, la lengua es el elemento más destacado en la identidad mam de la
región. Aunque se prohibió su uso desde la década de 1930, en la actualidad se recrea
de manera más ritual y familiar que en el espacio público, donde la lengua franca
es el español. En el caso de la lengua mam, gran parte de la gente dice que la entiende,
pero que no la habla; sin embargo, en realidad la lengua indígena se habla en las
asambleas ejidales y en la iglesia, lo que indica que sigue presente en la vida comunitaria.
Por su parte, la vestimenta ya se perdió entre los varones, quienes recuerdan el uso
de la camisa y el calzoncillo de manta, además de una faja roja y sombrero; el atuendo
tradicional de las mujeres se mantiene entre las más ancianas y consiste en un enrollado
tejido multicolor, con una blusa y faja. Sin embargo, la mayoría de la población utiliza
la vestimenta ladina. Recientemente, un grupo de jóvenes del ejido se organizaron
para promover el uso de la lengua y el vestido a través de una página de facebook
denominada “Ruta indígena mam” desde donde promueven su cultura.
En una zona históricamente marginada y ubicada en los límites de la nación, la identidad
emerge ante el conflicto y la negociación con el Estado. La etnicidad, bajo esas circunstancias,
ha permitido suavizar las diferencias de género y estrato en la comunidad para actuar
como un frente común y reivindicarse como etnia. Al respecto, la gente participa de
manera activa en el cumplimiento de cargos y en la organización social de la comunidad,
de modo que continuamente gestionan demandas ante el gobierno local, con un respaldo
pleno a las autoridades, y las diferencias de estrato y género se pasan por alto.
La observación participante durante varias temporadas de campo ha permitido reunir
evidencias para sostener esta afirmación. La situación anterior ha facilitado que
la comunidad de Pavencul se haya consolidado como un frente de lucha, que ha pasado
de la exclusión a la política, con vínculos entre las principales comunidades aledañas,
como Toquián Grande y Chanjalé-Salchijí (Tapachula), Aquiles Serdán y Niquivil (Motozintla)
y Agua Caliente y Tecoitac (Cacahoatán), por nombrar sólo las más importantes.
Pavencul es la comunidad más representativa de la Sierra por su extensión, el tamaño
de su población, su liderazgo en la región y su lucha constante con las autoridades
locales y estatales. Desde 1990 ha luchado junto con otras comunidades mames por sus
derechos como pueblo indígena, ya que, de acuerdo con la política vigente, la adscripción
indígena constituye una condición necesaria para acceder a recursos y a programas
de desarrollo. Pavencul se ha ganado el reconocimiento a un liderazgo en la región
a partir de sus negociaciones con las autoridades municipales y estatales, que no
han estado exentas de confrontación, y que han contribuido a fortalecer su identidad
como etnia y a estrechar una lucha solidaria con otras comunidades. Además, existe
un intercambio de trabajo colaborativo, de productos agrícolas y de servicios, y se
organizan actividades conjuntas a lo largo de la Sierra. Las autoridades de diversas
comunidades mantienen una relación estrecha y están al tanto de los asuntos y problemas
de la población.
La vigencia de la etnicidad se observa entre los migrantes a destinos internacionales
o nacionales, ya que el simple hecho de pertenecer al pueblo mam y su región es razón
suficiente, por ejemplo, para enviar remesas con aquellos que retornan, aunque no
sean conocidos por los familiares a quienes se dirige el recurso, lo que reafirma
el peso de la etnicidad como mecanismo de identificación. En ese caso, basta decir
a los familiares que enviaron remesas con cierta persona de alguna comunidad cercana
para que acudan a recuperar el dinero enviado. Lo mismo sucede en los lugares de destino
migratorio, donde los jóvenes con frecuencia eligen pareja entre personas de la misma
región o ejido, lo que permite fortalecer las relaciones sociales y familiares en
el territorio mam.
La frontera como límite entre comunidades de diferente naturaleza
Se considera que las comunidades de distinta naturaleza son aquellas en las que se
observan ecologías culturales diferentes y marcan sus fronteras identitarias. Entre
ellas destaca la relación de la población indígena con otros grupos sociales, como
los dueños de las fincas, quienes los explotaron y maltrataron durante décadas, los
políticos mestizos, que los utilizan en sus campañas, y otros grupos sociales mestizos
e indígenas no vinculados a la cultura mam.
El valor económico del aromático, su comercialización y exportación detonaron una
transformación notable en la región al generar una gran riqueza entre los grupos de
poder. En todo ese proceso, las diferencias notables en las ecologías culturales se
complementaron ya que, mientras las comunidades indígenas en la zona alta se mantenían
con una economía de subsistencia basada en el sistema maíz-frijol-calabaza para el
autoconsumo, en las fincas se producía comercialmente el café para la exportación;
los trabajadores indígenas, al regreso a sus comunidades, se llevaban productos de
la zona caliente, como panela, sal y fruta, además de maíz para cubrir el consumo
familiar, de tal manera que se daban condiciones propicias para la interacción entre
comunidades de una naturaleza diferente.
Son claras las distinciones en la naturaleza de estas comunidades, donde está implícita
la estructura de poder que condujo a relaciones desiguales. Desde lo étnico, son recurrentes
los recuerdos de los indígenas de Pavencul y de la Sierra sobre el desprecio y el
maltrato sufridos por su condición indígena: “[…] los finqueros nos trataban como
querían y nos daban de comer lo que querían, así la pasábamos […]” (P.L., casado,
36 años), “[…] los patrones nomás nos regañaban y por cualquier ramita rota ya descontaban
un octavo de la cuenta, nos maltrataban y nos amontonaban en las ‘galleras’ […]” (N.B.,
casada, 70 años, Pavencul). Aunado a ello, los indígenas no eran considerados sujetos
de desarrollo por el Estado, que no les trataba como personas con potencialidades,
sino únicamente como fuerza de trabajo que no requería de programas específicos ni
de políticas públicas.
La fuerza de trabajo indígena no era suficiente para mantener las labores de cultivo
y la pica
de café en el Soconusco, por lo que se hizo necesaria la traída de jornaleros
indígenas de Los Altos de Chiapas (INAREMAC, 1990): “[…] venía mucha gente de
San
Cristóbal caminando, hablaban diferente y se vestían diferente y siempre por
cuadrillas de unas doscientas personas […]” (A.V., casado, 65 años, Pavencul),
y del
Altiplano guatemalteco, de donde migraban miles de jornaleros al Soconusco (Martínez, 1994).
La situación de la migración a las fincas cafetaleras se transformó a partir del cambio
a destinos extrarregionales, preferentemente hacia Estados Unidos, por la posibilidad
de un mayor ingreso, un trabajo menos rudo, un mejor trato y la opción de establecer
una nueva relación con otras comunidades, otras costumbres y otras culturas. El impacto
de la migración extrarregional, nacional o internacional ha sido amplio, aunado a
otros procesos productivos y sociales. Los migrantes indígenas, al llevar su cultura
al “norte”, de alguna forma expanden su influencia a otros territorios, al mismo tiempo
que transforman el propio. La experiencia con otras comunidades a partir de la migración
internacional contribuyó a generar una visión con nuevas estrategias de lucha para
ser tomadas en cuenta en el desarrollo regional. La concertación con otros actores
sociales, la gestión directa con funcionarios, los plantones ante el ayuntamiento
de Tapachula, e incluso la retención de funcionarios en la comunidad, han sido algunas
de sus estrategias. Esta lucha ha posicionado a Pavencul en la vanguardia de los procesos
políticos y sociales de la región y constituye un referente importante en el análisis
de esta zona fronteriza.
La relación entre indígenas mam y finqueros es un ejemplo claro del establecimiento
de las fronteras como límite. La diferencia entre las ecologías culturales e identitarias
de los dos grupos está claramente marcada, pero el antiguo poderío de los finqueros
como productores únicos de café se ha diluido. Ahora, la cafeticultura ejidal forma
parte de las estrategias de reproducción de las comunidades que, además de diversificar
sus actividades económicas, se fortalecen con el ingreso procedente de las remesas
migratorias; por ello, a diferencia de los finqueros, son menos vulnerables a los
cambios del mercado internacional del café. Para los finqueros la producción de café
está en crisis, mientras que para los jornaleros indígenas el café representa una
estrategia y un ingreso más como productores minifundistas. En el ejido Pavencul,
en 1998, el tamaño de las parcelas de cafetal era de 0.756 hectáreas, con una producción
promedio de 5.4 quintales; en 2002, de 0.892 hectáreas y 6.5 quintales, mientras que
en 2012 se incrementó a 1.2 hectáreas y 7.1 quintales. Cabe recordar que la zona cafetalera
del ejido Pavencul es muy reducida, por lo cual el incremento se debe principalmente
a que los ejidatarios compraron terrenos en ejidos y comunidades cercanas, es decir,
que la producción de café se ha extendido fuera del ejido, a la vez que han mejorado
su sistema de producción, distante aún del rendimiento comercial de las fincas, ubicado
por arriba de los quince quintales por hectárea, pero de gran importancia como factor
de acumulación y diferenciación económica.
En la actualidad, el control de las actividades en el territorio se ha fortalecido
a partir de la participación de indígenas mam de Pavencul en la toma de decisiones
desde el ayuntamiento municipal de Tapachula (2012-2015) para ocupar cargos públicos
en una regiduría y la Secretaría de Asuntos Indígenas. Desde entonces, la lucha inicial
dejó de ser sólo ejidal y comunitaria para extenderse a otras comunidades del territorio
mam a partir de la participación y gestión política, lo que constituye un elemento
a considerar en el control y apropiación del territorio desde su adscripción étnica.
Esta nueva estrategia política de Pavencul lentamente se ha articulado con su quehacer,
de modo que han logrado que políticas públicas y acciones de gobierno se dirijan hacia
un desarrollo incluyente y participativo en las comunidades indígenas de la Sierra
mediante la toma de decisiones colectivas, la planeación y la promoción del desarrollo
regional. Todo ello ha contribuido a fortalecer el control del territorio a través
de la gestión, la autogestión, la promoción de la cultura y las actividades productivas.
En esta experiencia consideramos que se hace un uso político de la identidad en Pavencul
como un elemento indispensable para acceder a recursos económicos y apoyos bajo el
argumento de la preservación de la cultura mam, pero también se observa que un sector
de la población desea integrarse a los mecanismos de organización social y a las actividades
de la sociedad dominante mestiza. Lo anterior muestra cómo las comunidades desarrollan
estrategias para reinventarse como indígenas con el objetivo de obtener recursos y
mover sus fronteras de acuerdo con las estrategias y el proyecto colectivo. Esta situación
es especialmente relevante entre los jóvenes, quienes han crecido con una mayor escolaridad,
sin experiencia en el trabajo en las fincas y con nuevas expectativas fuera de la
comunidad, ya sea para estudiar o para migrar a Estados Unidos.
La migración internacional como frente de expansión de la comunidad indígena
La migración es un elemento histórico en el ciclo de vida de las culturas. No se puede
entender el contexto histórico actual de la población mam y la ocupación de su territorio
sin la migración. Asentados principalmente en la actual Guatemala, los indígenas mam
fueron forzados a migrar ante el despojo de sus tierras, cambiaron de asentamiento
y migraron de forma temporal a las fincas cafetaleras durante más de sesenta años.
Sin embargo, desde 1985 emigran también a destinos nacionales e internacionales. Antes
de ese año, la magnitud de la migración a las fincas era muy cercana al cien por ciento
y de tipo familiar (Peña, 2011), mientras la comunidad quedaba prácticamente abandonada.
Este proceso migratorio ha tenido diversos impactos. Mientras el trabajo en las fincas
representaba una opción para la sobrevivencia, la migración a destinos extrarregionales
significa un cambio estratégico para iniciar un proceso de acumulación y diferenciación
socioeconómica, lo que ha marcado una diferencia entre migrantes locales y migrantes
internacionales. Considerando las relaciones de intercambio económico, social y cultural
a partir de la migración internacional, esta última representa una forma de expansión
del territorio de los migrantes en los lugares de destino, donde la cultura mam y
la cultura anglosajona interactúan. Si la migración implica relacionarse con otras
normas, costumbres y prácticas diferentes a las del lugar de origen de los migrantes,
entonces existe la posibilidad de que los mismos se vean en la necesidad de integrarse
a la cultura local a través del tiempo, combinándola con su propia cultura de origen.
En este proceso no sólo se pueden traspasar y modificar las fronteras identitarias,
sino que la cultura mam trasciende a la comunidad receptora. Así, como Frederick Jackson
Turner explica al hablar de la expansión de la frontera americana, del mismo modo
los migrantes mames en Estados Unidos, a través de su trabajo y el establecimiento
de relaciones sociales y económicas, expanden su influencia para trazar nuevas fronteras
en otro territorio. Los mecanismos colectivos de apoyo y solidaridad se fortalecen
en el territorio de llegada y se van conformando redes sociales similares a las de
la comunidad de origen.
En 1985 inició la migración extrarregional en Pavencul. Entonces, la magnitud de este
tipo de migración no era mayor al 2% de la población del ejido y sobre todo migraban
varones adultos; sin embargo, los migrantes fueron ocupando espacios en ciudades importantes
del centro y norte del país, como la ciudad de México, Guadalajara, Ciudad Juárez,
Tijuana y Hermosillo, esta última como centro de trabajo de la agricultura de exportación
del noroeste. Estos centros del norte del país se fueron consolidando como lugares
de acogida de migrantes indígenas chiapanecos. Posteriormente, entre 1992 y 1998,
la magnitud se incrementó hasta llegar al 5% de la población, predominando la migración
rural-rural, aunque algunas mujeres migraron como trabajadoras domésticas a las ciudades,
iniciando así la migración rural-urbana. Los grupos indígenas comenzaron a cruzar
la frontera norte hacia estados de la costa este de Estados Unidos para trabajar en
el campo, en la agricultura comercial, y también en las ciudades, en el sector de
los servicios y en las fábricas. Aproximadamente en 2005 la migración internacional
experimentó un incremento notable al comenzar el relevo generacional, de los varones
adultos a los jóvenes.
Al inicio de la siguiente década, en 2012, la migración internacional se consolidó
entre los jóvenes, mientras la migración a las fincas disminuía sensiblemente a menos
del 20% de los grupos domésticos. En esta nueva dinámica la mayoría sólo trabajaba
por periodos cortos de algunas semanas, lejos de los tres a cuatro meses que permanecían
en las fincas como parte de sus estrategias de sobrevivencia (Peña, 2004; Peña, 2005). Desde entonces, los jóvenes conforman el principal contingente migratorio que está
marcando los procesos de cambio y transformación en la comunidad de origen, así como
en las comunidades de destino (Peña, 2005a).
La expansión de las prácticas migratorias se ha consolidado durante los últimos veinte
años (ver mapa 2), y en este proceso la comunidad de Pavencul se fue expandiendo desde lo local, hasta
lo nacional, y de ahí a lo internacional, conformando ciertos espacios y ámbitos sociales
con un carácter diverso e intercultural sin precedentes. Este paso de lo local a lo
global causó un fuerte impacto en un inicio, ya que la gente trascendió más allá de
las fincas: “[…] yo nada más conocía de la comunidad a la finca, y siempre me preguntaba
¿qué habrá después de las fincas?, ¿cómo serán las tierras?” (P.L., casado, 38 años,
Pavencul). Lo anterior marcó la ruptura de las fronteras locales limitadas a la finca,
para extenderlas al interior del país y a Estados Unidos. En este proceso se conformaron
redes de apoyo que han extendido los vínculos fuera de la comunidad, al mismo tiempo
que han disminuido sensiblemente los costos de la migración, lo que facilita la movilidad
y la posibilidad de establecer relaciones sociales.
Mapa
Migración laboral regional y extrarregional de Pavencul
Fuente: Joaquín Peña Piña. Elaboración propia con datos de campo, 1998, 2002 y 2012.
Tomando en cuenta las tendencias observadas, consideramos el proceso migratorio extrarregional
y su diversificación en otros territorios como un frente de expansión de la comunidad
que va más más allá de las fronteras de la misma. Los migrantes se arriesgan a dejar
su comunidad y a iniciar un proceso de asentamiento y apropiación del territorio en
los lugares de destino. En la práctica se establece la frontera como un frente, cuya
situación depende de la permanencia, el vínculo con la comunidad de origen y el manejo
de la ecología cultural y las relaciones socioeconómicas que se observan en los lugares
de destino. En las primeras experiencias migratorias de los indígenas mam al norte
del país sólo participaban varones adultos que mostraban un mayor apego a su comunidad,
con pocos cambios en sus costumbres y en su personalidad, pero hoy en día la migración
internacional la emprenden los jóvenes, quienes tienden a adquirir más fácilmente
otras costumbres y normas sociales diferentes a las de la comunidad, lo que genera,
en algunos casos, conflictos en la comunidad y al interior de las familias relacionados
con la pérdida de normas tradicionales, como el respeto o la vestimenta, y el cambio
en las formas de vestir y convivir, diferentes a las de la comunidad. Algunos jóvenes
son más proclives a establecer su residencia definitiva en los lugares de destino,
además de que hacen un uso importante de la tecnología de las comunicaciones a través
de internet y el teléfono celular, lo que les permite fortalecer las relaciones sociales,
además de estar en contacto con sus familias. Esto significa que los cambios derivados
de la migración internacional encuentran diversas posiciones e interpretaciones con
el retorno migratorio en términos de beneficios y limitantes. Por una parte, el proceso
migratorio permite extender la influencia de la comunidad en los lugares de destino,
de manera que actúa como un frente de carácter socioeconómico y cultural y, por el
otro, introduce cambios en la propia comunidad.
La autonomía como frente de expansión en la comunidad indígena de Pavencul
Pavencul es una comunidad que fue utilizada durante muchos años por el PRI como partido
dominante en las elecciones para obtener votos. Cansados de esa situación, en la década
de 1990 la comunidad organizó una lucha política para hacer valer una serie de demandas
y promesas incumplidas por los gobiernos anteriores, y dirigieron sus esfuerzos hacia
la búsqueda de apoyos gubernamentales. En estos esfuerzos subyacían mecanismos de
su etnicidad al actuar como grupo colectivo y refrendar su condición de indígenas
para obtener recursos. En 1997 el gobierno estatal creó el Consejo Regional Indígena
de la Micro-región Mam como un medio de enlace para los programas y proyectos específicos
destinados a la población indígena de la Sierra. A pesar del discurso manejado por
el gobernador en turno, Albores Guillén, no lograron nada en los tres años siguientes
y hasta el término de ese gobierno. Como era de esperar, la población continuaba inconforme
e inquieta, pero aun así los pobladores siguieron apoyando a los candidatos electorales
municipales a cambio de apoyos y obras públicas. Mientras tanto, el ejido continuaba
su transformación socioeconómica a consecuencia de la producción del café, la migración
internacional y las remesas económicas, pero ahora, con jóvenes con estudios, demandaba
empleos y apoyos para la producción agrícola local.
La lucha social de Pavencul tuvo continuidad durante el gobierno estatal de Pablo
Salazar Mendiguchía y en septiembre de 2000, bajo la asesoría del grupo de productores
de café Indígenas de la Sierra Madre de Motozintla (ISMAM) y las autoridades de Pavencul,
se constituyó el Comité Pro Creación del Municipio Autónomo de Pavencul, bajo el manifiesto
de que “les asiste la razón histórica, jurídica y política para lograr ese proyecto”.
Tomando como base la estructura territorial de la microrregión mam, el 12 de marzo
de 2001 tres comunidades de la Sierra iniciaron el autodenominado proceso de “independización”
de los ayuntamientos de Tapachula, Motozintla y Cacahoatán, dirigido a conformar un
nuevo municipio autónomo, libre y soberano denominado Pavencul, debido a “[...] el
olvido en que las autoridades los han mantenido como pueblo Mam descendiente directo
de la cultura maya, y porque se nos niega un trato digno y adecuado, ignorando nuestras
necesidades de salud, vivienda y educación [...] y por no haber tenido hasta ahora
un representante directo en los órganos de gobierno federal y estatal [...]” (Villalba, 2001a).
La reacción a este planteamiento fue inmediata y las autoridades correspondientes
declararon que el gobierno de Pablo Salazar había dejado en claro que el proceso de
remunicipalización iniciado por Albores Guillén había terminado, y que en este nuevo
caso se harían a un lado: “[...] intereses creados de un capital político que los
venía aprovechando en los procesos electorales y objeto de manipulación y coto de
votos para los tres municipios que los gobiernan [...]” (Villalba, 2001b). Una demanda cumplida fue la carretera de terracería de Pavencul a Tapachula, gestionada
durante el periodo municipal de José Antonio Aguilar Bodegas por parte del PRI a principios
de la década de 1990, vía que favoreció la comunicación local con el exterior.
A pesar del desacuerdo, el gobierno estatal reaccionó favorablemente ante la nueva
coyuntura política y social generada por Pavencul y creó un ambiente para el desarrollo
de acciones específicas que se concentraron en el mejoramiento de la estructura comunitaria.
Tan sólo en dos años, entre 2001 y 2003, fluyeron a la comunidad algunos apoyos que
se tradujeron en acciones concretas, como la instalación de una oficina del Registro
Civil, la construcción de nuevos caminos al interior del ejido y de una nueva casa
ejidal, la ampliación de la telesecundaria, la pavimentación de las arterias principales
de la cabecera ejidal y la edificación de una casa de cultura con equipo de cómputo.
Posteriormente se construyeron el mercado y la escuela preparatoria estatal, se amplió
la clínica y se le proveyó de ambulancia, se construyó una nueva agencia municipal,
se instaló alumbrado público y se pavimentó la cabecera ejidal, así como la carretera
en el tramo de Pavencul a Tapachula. Esta ampliación de la infraestructura y urbanización
del ejido ocasionó que las autoridades municipales y estatales dejaran de considerar
a Pavencul como una comunidad indígena, al asociar la marginación con la condición
indígena, lo que hasta la fecha les ha limitado el acceso a programas y la afluencia
de recursos, y a su vez ha generado inconformidad en la comunidad.
Más allá de los logros alcanzados, esta experiencia de lucha a través de la organización
social de los grupos familiares y las instituciones locales muestra la conjunción
de valores y prácticas de la acción colectiva de Pavencul que refrenda su identidad
indígena; una comunidad mam que sigue luchando y consolidando los mecanismos de apropiación
del territorio manifiestos en su organización interna y en la lucha política hacia
el exterior, lo que le ha significado conformar un frente, una frontera más amplia
con la mayoría de las comunidades de la zona alta de Tapachula.
Conclusiones: territorio y fronteras
El proceso hasta aquí analizado da cuenta de la transformación y apropiación del territorio
de una comunidad mam, y del cambio de sus fronteras identitarias, como primeras dimensiones
de análisis de los procesos de transformación territorial. Si bien ninguna cultura
permanece inmóvil, hay evidencias de una transformación multifactorial y de cambio
social bajo la influencia de la dinámica comunitaria y global, pero también de otros
procesos socioeconómicos, como la migración, los medios de comunicación y las políticas
públicas. La comunidad de Pavencul ha forjado una posición política y social que continúa
avanzando en el control de su propio territorio a partir de sus actividades económicas,
sociales y culturales, lo que implica el trazo de nuevas fronteras. Ello ha conducido
a reflexionar en torno a las fronteras identitarias; por un lado se encuentra el afianzamiento
de su identidad mam mediante el reconocimiento de sus características como “gente
de costumbre” (Bartolomé, 1997), con base en la acción colectiva y en su conformación territorial, entre la población
adulta y, por otro lado, se observa el debilitamiento y la paulatina disolución de
los mecanismos colectivos entre algunos jóvenes. Mientras los primeros reivindican
su origen, los segundos ceden ante la modernidad y se integran a la sociedad dominante.
En este sentido, los jóvenes se han convertido en el motor principal de un cambio
social acelerado que está influyendo en la transformación de las fronteras étnicas
e identitarias que de manera clara caracterizan a la etnia mam, manifiestas en el
cambio y conflicto de sus costumbres derivados de la migración internacional y de
la relación con otras personas y modos de vida. La identidad se ha transformado con
la adopción de nuevas costumbres que tienden a borrar de manera rápida, y aún poco
visible para sus habitantes, las costumbres tradicionales y sus valores culturales.
Por su parte, los adultos, que mantienen una fuerte identidad mam con normas consolidadas,
así como una visión clara como grupo colectivo, trabajan actualmente en el fortalecimiento
de las fronteras políticas, tratan de expandirse más allá de la comunidad y buscan
la negociación con el Estado para fortalecer su gestión y la autonomía municipal,
lo que les ha permitido tomar sus propias decisiones para el cumplimiento de sus demandas.
Se considera un proceso de expansión porque la población tiene una influencia sobre
el territorio que va más allá de su comunidad, al vincularse a la política e incidir
en la gestión del presupuesto y en la toma de decisiones sobre los programas y políticas
públicas.
La revisión de estos antecedentes muestra el manejo que una comunidad indígena ejerce
sobre sus fronteras y formas de identificación y refleja sus límites, primero como
grupo con sus diferencias internas, algunas ya expuestas, y posteriormente con los
grupos que los rodean, recreando dicha identidad en relación con los otros. Así, el
comportamiento de Pavencul como comunidad indígena mam parte de su propia reflexión
como gente de “costumbre”, con una identidad recreada en los mecanismos sociales y
su identificación en el territorio a través de la lengua, el vestido, la producción
y la organización social, la lucha política y la colaboración con otros actores.
El enfoque propuesto es propicio para analizar cómo una comunidad moviliza sus fronteras
en función del proyecto colectivo; por una parte a través de sus relaciones sociales
con los indígenas mames de Guatemala, con los ejidos y con las comunidades vecinas,
y por otra parte a través de las relaciones de trabajo con los finqueros mestizos
y extranjeros del Soconusco, así como el papel de la misma población a través de los
procesos migratorios y autonómicos, que traza nuevas perspectivas en la movilidad
de sus fronteras.
De acuerdo con Lattimore, las fronteras se establecen cuando una comunidad se asienta
en un territorio, y se establecen los dos tipos de comunidad aquí mencionados, aquellas
de la misma y las de diferente naturaleza. La necesaria interacción entre ambas a
través de diversas estrategias permite el establecimiento de fronteras sociales e
identitarias, mediadas por los procesos de transformación económica, cultural y política,
con la influencia adicional de una frontera internacional como zona estratégica de
los Estados nacionales.
Los resultados conducen a una discusión más profunda sobre el papel del territorio
donde se recrean los procesos expuestos. Tanto la re-territorialización y la des-territorialización
en torno a la migración y la autonomía, que influyen en el establecimiento y movilidad
de las fronteras, serían ejemplos de estos procesos. En el caso de la migración, dirigida
principalmente a la búsqueda de recursos económicos, también se ha convertido en un
frente de expansión que implica el restablecimiento de la comunidad en el lugar de
destino, en tanto que la autonomía busca extender su influencia social y política
más allá de la comunidad para afianzar el control del territorio.
Ante esta situación, las fronteras, debido a la movilidad y el surgimiento de movimientos
sociales, ya no definen un límite, sino que, de acuerdo con estrategias de los grupos
sociales como la migración o la autonomía, se movilizan y se expanden. Bajo esta perspectiva,
el concepto de frontera como límite requiere de una mayor revisión ya que su trazo
no define necesariamente ese límite, a diferencia del enfoque de frontera como frente
de expansión, que está mostrando un gran dinamismo en la actualidad como parte de
los procesos de globalización que buscan flexibilizar y evitar el establecimiento
de fronteras y que paradójicamente reafirman lo local e influyen en el control del
territorio.
El análisis de la conformación territorial de una comunidad indígena mam a partir
del concepto de frontera muestra las nuevas perspectivas de su aplicación como herramienta
de análisis en los movimientos sociales, económicos, culturales y políticos contemporáneos.